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“La prioridad es amar”

La experiencia de un joven uruguayo de misión en Angola
Misión en Angola / Fuente: Juan Pablo Reyes

A Juan Pablo Reyes, joven de 23 años, uruguayo, de Libertad en el departamento de San José, casi todos lo conocen como El Pampa. Tiene formación salesiana, fue al liceo Maturana durante el ciclo básico y luego terminó el bachillerato en el Juan XXIII. Pero no sólo su formación es salesiana, también su crianza. Su padre fue formado por salesianos, y junto a la madre de Juan Pablo son catequistas.

El Pampa vivió buena parte de su vida en el campo, de hecho repite más de una vez en la entrevista la palabra ruralidad. No con el sentido de un cientista social, sino como alguien que vive un día tras otro el campo. Tal vez por eso, cuando oyó hace ocho años el testimonio de Santiago Christophersen, un sacerdote salesiano que también era una persona de campo, quedó doblemente impactado. La experiencia de Dios que Christophersen trasmitía era “algo que también yo lo veía en mi familia, pero desde otro lugar”.

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La invitación

El Pampa recuerda “en 3° de liceo llegó un cura de Angola, con toda su experiencia, y yo quedé muerto. Yo vivía la fe desde los grupos, desde el Movimiento Juvenil Salesiano. Pero esa realidad que contó, desde las anécdotas y las vivencias, a mí me dio vuelta como una media”. Ese testimonio despertó algo más que entusiasmo en el muchacho de 14 años. Llegó a la casa y dijo “<<vieja, cuando pueda yo me voy de misión>>. Y mi madre se mató de risa”. Juan Pablo rememora que “la misma risa siete u ocho años después, cuando se lo dije en serio, se transformó en llanto”.

Ante la pregunta de qué vio en aquel sacerdote que le llamó tanto la atención, El Pampa reflexiona y dice: “La presencia de ese sacerdote. Estaba tan metido que a veces se confundía entre el portugués y el español. Y sobre todo cómo hablaba de Dios. Cómo expresaba en su vivencia a Dios y a Don Bosco. Y yo que soy salesiano a muerte, cómo me representaba a ese papá Don Bosco en ese país lejano. Para mí la experiencia salesiana era algo del colegio, de acá, y dije no, esto es mundial”.

Juan Pablo no se cansa de repetir que ser misionero no es algo de un rato, de una semana, de un año, “con el tiempo ves que no sólo es ir a Angola, porque tampoco ese era el sentido, sino entender que el sentido era el ser misionero. Ahora hice la experiencia de un año de voluntariado, para adelante tengo que ver cómo continúa esto”.

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“¿Qué querés para mí?”

Hay algo que la misión exige siempre: la preparación. Se necesita ir rumiando la propia vida a los ojos de Dios. “Después de aquel testimonio mi cabeza quedó fija en las misiones, entonces averigüé qué había en Uruguay para este tipo de experiencias”, recuerda El Pampa. Cuenta que cuando estaba en 5° de liceo le dijo al sacerdote Francisco Lezama: “Pancho, yo me voy el año que viene. Dejo sexto y organizamos”. Lezama le contestó con otra pregunta: “¿Vos estás confirmado?”. Ante la respuesta negativa el sacerdote salesiano fue tajante: “Ah, vos sin confirmarte no vas a ningún a ningún lado”.

Juan Pablo valora como muy importante esa preparación para los sacramentos, “me fueron marcando los tiempos, y buscando lo que quería. No era <<yo me quiero ir a África>>. Era dialogar con Dios:<<yo me quiero ir de misión, pero vos ¿qué querés para mí?>>". Sabe que “esto es de a dos. Esto no es <<hice la experiencia y se terminó>>. Esto me sigue llamando y es lo que más me queda ardiendo en el corazón, esto es parte de la vocación. Viendo qué quiere Él para mí y un poquito de qué quiero yo. Siempre dialogando con el de arriba”. El 26 de diciembre llegó de Angola, después de casi un año de misión. No pasaron dos semanas y ya estaba preparando otra misión, esta vez aquí en Uruguay. “Me voy en dos horas”, dice Juan Pablo.

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La razón del misionero

De África dice “fue sobre todo una experiencia profundamente humana, pero totalmente enraizada en la fe. Siempre pensaba que si no le encontraba lo sobrenatural de las cosas me volvería loco. Al principio era otro idioma, otra realidad, todo diferente y si no le encontraba lo de Dios a las cosas... algo estaba mal”.

Por supuesto tocar suelo angoleño ya es una experiencia en sí. “Lo primero que me abrazó (y me abrasó) fue el calor, 38° de promedio todos los días. Me dijeron que los primeros que me iban a abrazar eran los sacerdotes salesianos cuando llegara, pero primero me abrazó el calor”. bromea El Pampa. Pero sobre todo destaca “el pueblo angoleño, que es hermoso. Te abraza y te mete dentro de su familia. Desde allí, desde el seno familiar te lleva a todos lados. Allá a las mujeres mayores se las llama de mamás o de tías, y a los hombres mayores, de papás o tíos. Ya ves la familiaridad desde el inicio”.

El trabajo de Juan Pablo en Angola se desarrolló en un proyecto salesiano denominado “Meninos da Rua” (Niños de la calle). Allí los jóvenes “hacen en el internado haciendo el 7°, 8° y 9° grado, y formación profesional. Ellos viven ahí y estuve viviendo con ellos todo el año. Es una especie de Talleres Don Bosco, en el medio del campo, estudian toda la parte agro técnica. Ellos no pueden salir del internado, entonces te quedás con ellos”.

En esos momento, nos contaba El Pampa, fue clave sentir la presencia de Dios, “si no tenés las cosas claras, como dice un salesiano, se te revienta la válvula. En definitiva, dónde colocar el corazón, y de allí agarrarte fuerte. El corazón lo coloqué en los gurises y en la fe. Me levantaba y rezaba, al mediodía rezaba, antes del almuerzo rezábamos con los gurises, me iba a acostar y rezaba.  Y entonces eso te hacía centrarte en Dios, a pesar de que tenías problemas, que te agarraste alguna enfermedad... Pero la oración te permite eso, ¿no? Ordenar tus prioridades”.

Al joven misionero le tocó la responsabilidad de trabajar con 120 internos, de la mañana a la noche, “pero llegaban las 6 de la tarde, y a rezar el Rosario. Y se dejaban las herramientas, se rezaba el Rosario y volvíamos al trabajo. Y la prioridad es amar, más allá de la vorágine de cosas que estás haciendo” advierte.

Con la mochila llena

Son muchas las experiencias que Juan Pablo cosechó en un año de misión. Comenta que una voluntaria angoleña le decía en broma “vos si podés te traes una de las mamás”, tal era el afecto que  recibió de las familias locales. Y agrega: “Esos gurises, sin decirme nada, me cambiaron la vida. Una de las mamás que estaba ahí, que me adoptó como un hijo, me cuidaba como uno más y los hijos de ella me trataban de hermano, y esa mamá también me enseñó lo que es una familia; ella era mi familia. Ella me cuidaba, me agarraba, me decía, con esas atenciones de madre cuando estás medio cabizbajo: hijo, ¿qué pasó? Cosas que vivo acá con mi madre, que allá son bien del pueblo angoleño, pueblo que sabe recibir”.

También la experiencia con los sacerdotes, misioneros o locales. “Con los uruguayos, Andrés Algorta, Santiago Christophersen, Pepe Uría, gente que tiene una experiencia con la que me quedaba maravillado escuchándolos. Te contaban de la guerra, de todo lo que vivieron en Angola para llegar a la situación actual” reflexiona El Pampa, y agrega “eso te llena, te deja el corazón gigante” .

Un par de horas después de hablar con nosotros, se va nuevamente 15 días de misión, al interior del país. Después supone que seguirá estudiando, le quedan dos años de Veterinaria. De algo está seguro: “Con los salesianos como siempre, a full”. Pero por sobre todas las cosas, “mucho diálogo con Dios y ver por dónde sigue el camino”.

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