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“El testimonio lo damos los dos”: la vocación de Carlos como diácono permanente y el apoyo de su esposa

Carlos Cassi fue ordenado hace casi veinte años tras un proceso de discernimiento que duró diez meses. A sus setenta y cuatro años, sigue como servidor en la parroquia Santo Cura de Ars y Santa Elena, en Punta Yeguas.
Carlos Cassi y Gloria Pereira durante el último encuentro de diáconos permanentes y sus esposas que tuvo lugar en Florida el 14 y 15 de octubre. Fuente: Romina Fernández

Carlos Cassi y Gloria Pereira fueron al mismo colegio, el San José de los Oblatos de María Inmaculada, pero no coincidieron en la misma clase porque él estaba desfasado en sus estudios. Tampoco coincidían en los recreos. "En aquel tiempo, los varones iban a jugar a unas cosas y las niñas a otras", dice Gloria. 

Carlos nació en una familia católica. En su hogar la fe se vivía con normalidad. Desde pequeño integró la parroquia San Rafael, a la que considera su segunda casa. Gloria, por su lado, fue bautizada cuando era niña, participó de la propuesta religiosa de su colegio e iba a misa diaria. Incluso, cuando tenía ocho años de edad recibió la primera comunión y a los once se confirmó. 

Después de su paso por el colegio, Carlos empezó a trabajar en una farmacia y Gloria estudió magisterio y se recibió de maestra. Mientras se formaba para ser docente, tuvo una crisis de fe. Se alejó de la Iglesia y dejó de ir a misa. Tras recibirse, empezó a trabajar como maestra en el colegio del que había sido alumna. 

En su juventud, Carlos sintió el llamado a ser sacerdote. Estuvo cuatro años en el noviciado salesiano hasta que vio que no era lo suyo. Allí descubrió su devoción a la Virgen María. Cuando volvió a su vida de antes, se reintegró a la parroquia y empezó a formar parte del grupo de exalumnos. 

"Si no iba a ser cura, me tenía que casar. Por eso empecé a buscar novia", dice Carlos entre risas. La única información que él tenía acerca de Gloria era su ocupación como maestra del colegio. Pero el vínculo era nulo. Un día, el capellán de la institución le pidió a Carlos que llevara unos papeles a la casa de Gloria. Él estaba acompañado por un amigo. Fue la primera vez que dialogaron. Aquel encuentro marcó el inicio de una relación que los llevó al altar. 

Carlos invitó a Gloria a participar de la asociación de exalumnos del colegio, que se reunía una vez a la semana para celebrar la misa. De algún modo, él la vinculó nuevamente con la vida espiritual. "Me acercó a la verdadera vida de fe, mucho más consciente y más elegida", dice ella. Fueron amigos durante un año y después se ennoviaron en un viaje que hicieron a la Barra de Maldonado junto a sus compañeros. "Preparamos el camino porque la amistad entre nosotros era muy sincera. Veníamos de un conocimiento y un diálogo previo. Nos planteamos con más seriedad la relación", expresa Gloria. 

Durante su noviazgo, que duró dos años y medio, Gloria empezó a solidificar su fe, y Carlos la acompañaba. Ella se formó como catequista, y después fue formadora de la Vicaría de la Catequesis en Montevideo. 

Se casaron el 8 de julio de 1972 en la parroquia San Rafael. "Lo hicimos con mucha consciencia, de que Jesús estaba como el gran invitado a nuestra vida. Él era el que nos sostenía para dar el sí para siempre", dice Gloria. La bendición de su amor se materializó en Ignacio y Cecilia, sus dos hijos. 

Despertar una nueva vocación 

Un día, a finales de 1996, Carlos fue a confesarse a la parroquia Sagrada Familia de la Teja con el padre Jorge Techera. Después, se quedaron conversando. "Vos podrías ser diácono permanente", le dijo el sacerdote. "Pero, Jorge, casi voy a cumplir cincuenta años, ¿recién ahora me voy a poner a estudiar Teología?", reaccionó Carlos. El P. Techera le pidió que hablara con su esposa sobre el tema y después lo conversaban en profundidad. 

Pasaron algunas semanas y el P. Techera le avisó a Carlos que iba a pasar por su casa junto a monseñor Luis del Castillo, que en aquel entonces era obispo auxiliar de Montevideo y era el guía de los diáconos permanentes de la capital. 

El día del encuentro fue el miércoles de ceniza de 1997. Mons. del Castillo y el P. Techera fueron a la casa de Carlos y le hicieron la propuesta más “formal” de ser diácono permanente. Gloria estuvo presente y preparó para la cena una tarta de puerros y un budín de peras, dado que era un día de abstinencia. Pero no fue en ese momento cuando Carlos tomó la decisión de ser ministro de la Iglesia. Ambos estaban inseguros, sobre todo Gloria. Durante diez meses, juntos dialogaron acerca de la propuesta.  

El 14 de diciembre de 1997, en la ordenación diaconal de Gerardo Benítez, que tuvo lugar en la parroquia Jesús Obrero, en Paso de la Arena, un grupo de laicos de la parroquia San Rafael se acercó al matrimonio y le dijo: "Esto es para ustedes". Carlos se sintió respaldado y más seguro para dar el sí. 

En un pasillo, Gloria se encontró con el P. Techera. Ella estaba confusa y lo demostraba con su rostro. "¿Qué te pasa?", le preguntó el sacerdote. Gloria le contó lo que le había dicho el grupo de laicos. "Es una señal", le comentó el cura. "Esto es algo de Dios, no es cuestión nuestra", se dijo Gloria para sí misma. 

Al año siguiente no hubo un llamado para nuevos candidatos al diaconado permanente. Pero Benítez le ofreció a Carlos acompañarlo hasta que se abriera la convocatoria. Se reunían una vez al mes y, simultáneamente, Carlos comenzó a cursar en el ITU (Instituto Teológico del Uruguay), que después se transformó en la Facultad de Teología. 

Finalmente se abrió un grupo de candidatos al diaconado y Carlos comenzó su formación. "En aquel tiempo el proceso se centraba más en el diácono y la esposa era un apoyo, solo participábamos de algunas reuniones. Después, pusimos el énfasis en la participación de la esposa. El testimonio lo damos los dos", dice Gloria. 

En la decisión de ser ordenado diácono permanente, también estuvieron involucrados sus hijos. Cuando Carlos resolvió ser diácono, ellos ya eran mayores de edad, estaban casados y habían formado su propia vida. "Fue un apoyo total. Escribieron cartas al obispo, algo que era opcional porque ellos ya no vivían con nosotros", cuenta Gloria. En tanto, Carlos expresa: "Me sentí acompañado permanentemente, hasta en la época de estudio y después con la actividad pastoral". 

Ministro de la disposición

Carlos fue ordenado diácono permanente por Mons. Nicolás Cotugno el 12 de junio del 2004 en la Catedral de Montevideo. Se ordenó junto a Miguel Zinola (1962-2021) y Jorge Vargha (1962). Desde ese momento, su hogar se transformó en una "casa de puertas abiertas", dado que ahí se empezaron a realizar las charlas prematrimoniales y otras reuniones relacionadas a su ministerio. 

Tras ser ordenado, comenzó su servicio diaconal en la parroquia Santo Cura de Ars y Santa Elena, ubicada en Punta Yeguas y que atiende cinco capillas. Llegó a esa comunidad a pedido del P. Jorge Techera, al no existir en ese momento un sacerdote que residiera en el lugar.  

Carlos y Gloria actualmente tienen setenta y cuatro años de edad y están jubilados. Él dedica gran parte de su tiempo a atender la capilla Santa Catalina, una de las cinco que dependen de la parroquia de Punta Yeguas, y desempeña su tarea junto a otro diácono, Marcelo Giménez, y el párroco, el P. Bernardo Techera. "Trato de estar lo más cercano posible a la gente, siempre a disposición. Se trata más bien de escuchar", dice Carlos sobre su ministerio diaconal. 

"Es un regalo y un desafío", dice Gloria sobre la vocación de su esposo. “Es un regalo porque Dios no elige a los mejores, sino que da herramientas en el camino. Muchas veces no sabemos por dónde caminar, nos ponemos en oración y realmente hay respuesta. No siempre es el fruto inmediato. Se trata de seguir caminando", agrega. 

Carlos y Gloria tienen, además, cinco nietos —cuatro varones y una niña— y dicen que tienen "dos nietas agregadas" que son las novias de dos nietos mayores. Este 4 de noviembre uno de los nietos mayores se casará en la parroquia Inmaculada Concepción, del Rincón del Cerro. Carlos presidirá la celebración. Él ya sabe que será un día emotivo. "Espero que se pueda sostener", dice Gloria en tono de broma.

Por: Fabián Caffa

Redacción Entre Todos

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