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¿Donde está puesta tu esperanza hoy? (parte 3)

En la voz de Estela Rebollo
Lucía y Estela, se impulsan mutuamente para salir adelante/ Foto: Federico Gutiérrez

En el momento justo

Es la tarde de un caluroso día de diciembre y el sol cae a pleno sobre el patio del Liceo Jubilar. Los alumnos, sus familiares y amigos, los profesores, algunos padrinos, las autoridades de la institución, todos van llegando y tomando su ubicación para celebrar uno de los momentos más significativos del año; la fiesta de graduación.

Es un momento de palabras, pero sobre todo de gestos, de sonrisas y de suspiros de alivio (¿por qué no?) por el esfuerzo realizado durante el año. Son cientos de historias de padres, hijos, familias que de una forma u otra marcan la identidad del liceo.

Para Lucía este es un momento especial, ella pasó por la experiencia de la graduación en este liceo y ver a Estela completar el Ciclo Básico la llena de alegría. “Estoy muy orgullosa de ella, le costó bastante pero pudo terminar” dice emocionada Lucía. Continúa su relato contando que a Estela “la materia que más le costó fue matemáticas, el tema de los números. La entiendo porque me pasó lo mismo, mucha ayuda no le pude dar, pero se esforzó pila y pudo terminar todo”.

Madre e hija, celebran juntas el camino recorrido y recuerdan las horas de esfuerzo, la falta de sueño, los compañeros de clase, los profesores que les abrieron la cabeza a otros conocimientos y les mostraron otras realidades.

Antes de continuar, un detalle: Estela es la madre y Lucía la hija.

De madre a hija

Estela, de 46 años, proviene de una familia muy humilde y numerosa. Ni ella ni sus hermanos pudieron estudiar y ese tal vez sea uno de los motivos por los que decidió culminar el Ciclo Básico ya adulta. Otro de los factores que la impulsaron fue su observar como su tía, quien la crió, estudiaba también de adulta y se convertía en doctora en medicina.

Comenzó a trabajar a una edad muy temprana y se casó por primera vez siendo aún muy joven. De ese matrimonio nació su primer hijo. Ese matrimonio no perduró y se vio enfrentada a criar a su hijo sola, con la ayuda de su tía y su abuela. El estudio, en esa situación, era una quimera.

Unos años después Estela conoció a quien sería el padre de Lucía. Los hijos fueron criados buscando lo mejor para su futuro. Cuando se trata de la educación ningún esfuerzo es en vano, pensaba Estela.

Los niños fueron creciendo. El hijo mayor logro formarse y de hecho, con su experiencia como docente, pudo ayudar a estudiar a su madre. Lucía, por su parte, fue a una escuela de tiempo completo y llegado el momento tuvo que comenzar el liceo. Y ese fue el hito que, con el paso de los años y sin sospecharlo, impulsaría a Estela a terminar el Ciclo Básico.

“Ese año inscribí a Lucía en el grupo de primero, pero no quedó”, cuenta Estela. “El Jubilar era un liceo muy conocido en esos momentos, agrega, y eso hacía que los cupos con los que contaba lo institución no dieran a basto con la cantidad de chicos que se inscribían". Igualmente Lucía tuvo un primer año excelente en el liceo público al cual concurrió, pero Estela volvió a inscribirla para segundo en el Jubilar. Y esta vez quedó.

“Que vengan y te digan 'se puede', que te golpeen el hombro y te digan 'te queda poco, no te achiques ahora, llegaste hasta acá dale'... Fue muy lindo”.

Las reglas fueron claras desde el principio. El liceo, ubicado en el barrio Gruta de Lourdes, pide el compromiso de toda la familia, no solo del alumno, en todo los aspectos, desde lo curricular hasta lo relacional. Esto propicia una comunidad educativa donde los chicos se sienten cuestionados, exigidos, pero también muy queridos; en definitiva, como en una familia.

El desempeño de Lucía en esos años fue excelente y consiguió una beca para cursar el resto del liceo en el Colegio Isasa; es decir, en la otra punta de la ciudad. La madre en un primer momento dudó pero desde el Jubilar le insistieron en que era la mejor opción para la adolescente. “Tienen una capacidad absoluta en interesarse por cada niño y encontrarle el perfil, la personalidad. Y bueno, desde que llegó al Isasa se integró, hizo su grupo de amigos”, cuenta Estela.

Para graficar qué es lo que entiende el Jubilar como educación, Estela nos habla del cumpleaños de 15 de su hija. “Lucía invitó a sus compañeros del Isasa, y yo pensaba: 'vienen de otra realidad, con otro poder adquisitivo'. Pero cuando llegaron estos nuevos amigo los ex compañeros del Jubilar fueron a recibirlos. Eso también lo da este liceo. Que orgullo, no”, cuenta Estela y se emociona.

Con su esfuerzo, y el apoyo de sus padres, Lucía pudo terminar el Bachillerato y proyectar una carrera universitaria. “Nunca se desvió del camino”, dice su madre con una sonrisa y la tranquilidad que proviene de haber dado lo mejor por su hija.

Pero un bichito seguía rondando por su cabeza: “Bueno, ahora es mi tiempo. Quiero anotarme en el Jubilar y hacer el Ciclo Básico”, dijo decidida. Y su familia la apoyó 100%.

De hija a madre

El bichito no llegó solo. Y fueron muchos los factores que hicieron que se quedara: una tía que la crió, unos hijos que a base de esfuerzo propio y de su familia pudieron formarse, una hija que le insistía con que lo hiciera en el Jubilar, que tenía un programa para adultos, que en un año podía terminarlo. Todo conspiraba para que el bichito picara.

La tarea no fue fácil. “Salía de casa a las 9 de la mañana y volvía a las 10 de la noche. A veces estaba hasta la una de la mañana estudiando”, relata Estela. Y continúa, “en el Jubilar son tres horas, todos los días de lunes a viernes, de 18 a 21, tres materias. Y había que traer la tarea. No sabía lo que era un día libre, no estuve en mi casa, porque la verdad cuando estaba, estaba haciendo deberes”.

Pero también recuerda los momentos en los que volver a ser estudiante fortaleció el vínculo con su hija: “de noche cuando llegaba, cenábamos juntas y luego ella me brindaba una hora, hora y media, al lado mío, para orientarme un poco”. Y así, con esfuerzo, estudio, ayuda y pocas horas de sueño logró el objetivo: 12 materias y dos proyectos, todo en un año.

Cuando Estela habla de su experiencia como estudiante de Ciclo Básico en el Jubilar se le enciende el rostro. Y nos comenta sobre la alegría que le produjeron las clases, “fueron muy ricas, escuchar y aprender, profesores que te llevan hacia nuevos conocimientos, te explica las cosas y que después poder aplicarlas en un trabajo escrito”. También fue el momento de encontrarse con otros: “se vivía un gran compañerismo, diferentes edades, cada uno con su manera de ser. Dábamos nuestras opiniones y teníamos nuestro espacio para hablar y ahí es donde también se sacaban todas las dudas”.

Para Estela fue también un espacio para aprender no solo en lo curricular, sino también para repensarse como madre y trabajadora. “Me pasó estar en el trabajo contándole a mis compañeros cómo funciona un microondas, que fue algo que nos había enseñado la profesora de Química en una de sus clases”, comenta sorprendida consigo misma.

Justamente en su lugares habituales, en su casa, en su trabajo y principalmente en el Liceo Jubilar, encontró el apoyo necesario para terminar de forma positiva todo este proceso. “Que vengan y te digan 'se puede', que te golpeen el hombro y te digan 'te queda poco, no te achiques ahora, llegaste hasta acá dale', eso es paaa…”, y se quiebra. “Sí, fue muy lindo”, añade.

Parte del camino

Y aquí otro alto es obligatorio. La experiencia de Estela es ejemplar porque en ella se puede entender cualquier proceso educativo bien entendido. Porque el objetivo no está únicamente en adquirir conocimientos, sino crecer como persona. Comprender que ese bichito que rondaba nuestra cabeza también empieza a rondar el corazón, y despierta el anhelo de ir por más, no por algo material, sino por algo que nos haga mejores personas y salir de nosotros mismos.

Estela explica así sus expectativas, “me gustaría seguir formándome, no sé si a través de una carrera. Sí quiero conocer más, quiero investigar más. Si me lo preguntan ahora, estoy cansada, ahora carrera no, pero si saber, conocer, conocer gente, escuchar testimonios, que a veces uno dice que su camino fue difícil, pero escuchás a otros y te das cuenta que no es tan así”.

La tarde sigue su curso, el sol sigue a pleno en la zona de la Gruta de Lourdes. Dejamos ir a Lucía y Estela porque comienza la ceremonia de graduación, otra más para el Jubilar, otra más para esta familia. La ceremonia, como la tarde, no es el fin de algo, sino un mojón que anuncia otra cosa, un camino que continúa, otro día para seguir creciendo.

"¿Dónde está puesta tu esperanza hoy?" es una campaña del Club Católico e ICM para el Adviento 2019. 

Conoce otras historias de esta serie: Daniela Herrera, Kenia Cedeño

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