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¿Dónde esta puesta tu esperanza hoy? (parte 2)

En la voz de la Hna. Kenia Cedeño

La vida en movimiento

Si le dijera que las siguientes líneas versarán sobre las redes sociales y sobre el tejido social, seguramente usted no estaría muy tentado de seguir la lectura. Le pido un poco de paciencia, que se anime a leer algunas líneas más y tal vez encuentre en esta historia trazos que humanicen esas redes y ese tejido. Lo invito a conocer la historia de Kenia, de su comunidad, de su casa; y a través de ella la historia de muchas otras personas que para nosotros reciben el nombre genérico de migrantes.

Antes que nada hay dejar en claro que Kenia Cedeño es una migrante; por opción, pero migrante al fin. Esta dominicana de 43 años, es la menor de una familia de 11 hermanos, oriunda de Santo Domingo. Es caribeña, se nota en su acento y en su sonrisa. Hace más de 20 es misionera de la Hijas de Jesús, y esta vocación define lo que fue, lo que es y lo que será.

"Pasando y haciendo el bien"

Su vocación surgió del contacto con la pobreza. “Yo había sido alumna de las Hijas de Jesús, en Santo Domingo, en la escuela. Siempre íbamos con ellas a los lugares con más necesidades en el país, la zonas más pobres. El contacto con esta gente me iba sensibilizando; era el deseo de querer vivir como Jesús vivía. Para mí era Él el que siempre andaba de pueblo en pueblo, de aldea en aldea, pasando y haciendo el bien. Yo quería eso para mí y me metí”, cuenta con el rostro iluminado.

Cuando terminó el secundario comenzó a trabajar como administrativa en una zona franca de su país. Las realidades de abuso y desigualdad que percibía no le cuadraban. “La pregunta era con quién estaba yo, relata, esto me removía por dentro. Eso no era lo que yo quería. Yo quería estar del lado de Jesús, que da vida, que siembra vida. Le dije a las hermanas 'quiero vivir lo que viven ustedes'”. Ese fue el comienzo del proceso que la llevaría a convertirse, con 20 años, en una hija de Jesús.

La congregación a la que pertenece Kenia trabaja básicamente en el ámbito educativo; escuelas, colegios y universidades. También realizan acompañamiento espiritual; y, por supuesto, están dispuestas a poner el hombro para lo que se necesite. Así es como nace el trabajo con migrantes. “En Dominicana había trabajado con hermanos migrantes, con la tramitación de sus documentos y enseñándoles español. También trabajé en España, enseñándole el idioma a migrantes marroquíes”, cuenta, y añade: “en Cuba trabajé en la Pastoral Penitenciaria, acompañando a las personas privadas de libertad. La misión es muy amplia”.

Ligera de equipaje

Como misionera Kenia sabe que su trabajo siempre es temporal, con el cambio como única seguridad. “Yo voy donde me destinen, sin saber mi misión hasta ese momento, voy a lo que se presente”, explica. Asegura que la misión no está predeterminada; llegan al lugar, ven la realidad y responden, abiertas a lo que se necesite.

“A mí me apasiona Jesús, y después el resto es añadidura”, asegura Kenia con una sonrisa que delata sus dientes blanquísimos y agiganta sus ojos. “Poder vivir como Jesús vivió, con esa misma libertad, con ese servir y estar para los demás. En definitiva ligera de equipaje. Si mañana me dicen Kenia a Japón, y bueno, vamos para allá”, sonríe nuevamente.

"Para mí es una vergüenza tener una cama vacía y una persona viviendo en la calle, por eso el tema de la acogida a las personas que vinieron. Ellos salen forzados por una situación, no están de mochileros en un hostal”

Hace nueve meses esta religiosa dominicana llegó a Uruguay, y a ciencia cierta no sabe hasta cuándo se quedará. Ha recorrido medio mundo con las mismas dos certezas, no tener idea donde estará el próximo mes y saber que Jesús está con ella allí donde vaya.

Una pregunta que se impone es cómo vive el trabajo con personas que salieron de su país dejando todo con rumbo a tierras desconocidas, pero no por vocación o elección, sino por la obligación económica o la persecución política. “No es fácil. Hay que conocer el desarraigo; porque no te creas que el corazón no se queda en cada lugar que uno ha estado”, confiesa. “Entonces escuchar esas historias, con nombre y apellido, y saber lo que están contando porque yo misma lo he vivido, eso también nos une. Lo mío es por opción, lo de ellos es porque no les queda otra”, explica.

El tejido

Es en este momento que empieza el trabajo de zurcido del tejido social, pero no desde el análisis sociológico sino desde la realidad cotidiana.  Kenia vive el trabajo desde las entrañas, por eso dice totalmente convencida: “para mí es una vergüenza tener una cama vacía y una persona viviendo en la calle, por eso el tema de la acogida a las personas que vinieron. Ellos salen forzados por una situación, no están de mochileros en un hostal”.

El Papa Francisco, hace ya algunos años, dijo que la Iglesia es un hospital de campaña. Para la comunidad de las Hijas de Jesús en Montevideo, (es decir, para Nancy, Emma y Kenia, porque nombre propios tienen las comunidades), esto se materializó en la acogida a los migrantes en su propia casa. Su casa, con sus cuatro dormitorios, su patio, su cocina, su capilla, es el hospital donde se tratan de cerrar esos desgarros en el tejido de la vida de tantos hermanos. “Esta es como su casa. Si no tienen donde bañarse, vienen y se duchan; si no han dormido en toda la noche, porque están en la calle, vienen y duermen la siesta. Nosotros dijimos vamos a poner la casa al servicio”, cuenta Kenia.

Por la casa has pasado familias enteras, con ellas han compartido el alimento, han compartido sus vivencias, sus sufrimientos; pero también sus esperanzas y alegrías. Para cada uno de ellos si no hay lugar se hace, si no hay alimentos se consigue, si no hay esperanza se busca. Eso sí, en este lugar todos tienen nombres y apellidos, tienen patria, tienen historias que contar.

Las redes

Un trabajo como este es desgastante, nunca es suficiente lo hecho y no hay tiempo para descansar. Pero el discernimiento de esta comunidad local fue claro sobre la prioridad de la atención al hermano migrante, y fue apoyado en todo momento por la superiora. “La situación muchas veces nos sobrepasa. Entonces uno se dice vamos a unir fuerzas y veo que la gente responde”, confía Kenia. Y nos habla del trabajo en red que realizan con otras iniciativas, muchas de ellas de la Iglesia: “es tan lindo ese trabajo en comunión con SEDHU, con Puentes de Solidaridad, con el Servicio Jesuita al Migrante (que comenzó hace un mes, con la Parroquia San Ignacio, la UCU y el Colegio Seminario) con la Confru (Conferencia de Religiosos del Uruguay), los Scalabrinianos”. “El vínculo por el servicio nos da fuerza y se va creando un entramado”, añade. Y es esa red social, no en teoría sino en la vida, que se va convirtiendo en tejido, en malla, para que el hermano no se caiga.

Compartir la vida

Kenia tiene mil historias, todas con nombre propio, con lugares concretos y aromas claros. Como aquella de la familia que atravesó caminando desde Colombia el continente, llegó con lo puesto y tres hijos adolescente que no sabían leer ni escribir. Y como su vida está cambiando.

O aquella vez que tuvieron que transformar su casa en un hotel, dividir habitaciones, dormir en el piso, porque no había otro lugar para alojar al hermano que venía vencido. O el dinero que cobra Nancy en su trabajo y que es puesto a la orden de las necesidades del hermano migrante, de una comida, de un alojamiento.

Y están también esos encuentros en el patio de la casa, donde se organizan con los migrantes y a cada país le toca cocinar su comida típica cada domingo. Allí se reúne una treintena de personas. Y por supuesto está, siempre presente, el acompañamiento espiritual, la Palabra de Jesús que va iluminando cada momento de la vida.

La tarde va cayendo en esa zona de Montevideo que no es La Blanqueada, ni el Parque Batlle, ni es Buceo, ni la Unión. Kenia se despide, como buena anfitriona, en la puerta de la casa de la comunidad. En ese momento están llegando 3 hermanos colombianos que supieron vivir en ese lugar durante más de un mes, para ellos ese lugar y las personas que allí habitan siguen siendo referencias. Kenia, como buena misionera, entiende que quienes andan ligeros de equipaje tienen algo en común con los que andan cargados de equipaje; van dejando su corazón allí por donde pasan. Y es así, creando redes, zurciendo tejidos, que se van creando historias de esperanza.

"¿Dónde está puesta tu esperanza hoy?" es una campaña del Club Católico e ICM para el Adviento 2019. 

Conoce otras historias de esta serie: Daniela Herrera

Comentarios(3)

  1. Julia Martín says

    Muchas gracias Kenia por compartirlo. Que el Señor siga dándoos fuerza, y alegría, que continuéis unidas en el servicio a los hermanos.
    Julia Martín FI

  2. Andrea says

    Divino mensaje de esperanza el de Kenia y que importante es tener éste tipo de referente en nuestro país. Gracias por compartirlo ❤️

  3. Nelis Cedeno says

    Kenia que Dios te siga acompañando en esa mision tan linda , te amamos

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