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Vigilia Pascual: esperar la resurrección de Cristo en la parroquia de los Conventuales

La noche santa se vivió a pleno en la parroquia San José y Maximiliano Kolbe.
Las velas se encendieron con el fuego del cirio pascual. Fuente: Romina Fernández

Lo último que quedaba del atardecer del Sábado Santo persistía y la noche se asomaba. Eran las 18:45 horas. En el claustro de la parroquia San José y San Maximiliano Kolbe (Canelones 1156) el fuego ya estaba encendido para comenzar la Vigilia Pascual, la más solemne de todas las celebraciones del año litúrgico.

A medida que pasaban los minutos, el flujo de personas que llegaban al patio parroquial aumentaba. En un costado, había una canasta con velas para que los fieles pudieran agarrar una. Para facilitar el proceso, una niña se ofreció a repartirlas. “¿Cuándo las prendemos?”, le preguntó al padre Álvaro García, el párroco, Angelito, un niño que pronto será bautizado. “En un momento”, respondió el sacerdote, quien al notar la presencia de una laica que estaba ausente desde hacía un tiempo en la parroquia, se acercó a saludarla. “Se nota que esta es la misa de las misas”, dijo el presbítero.

A las 19 horas, un centenar de personas se había congregado en el claustro de la parroquia. El P. García habló sobre el sentido de la Vigilia Pascual y la definió como “el pasaje de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida”. Acto seguido, explicó cómo sería la procesión hacia el templo.

—¿Dónde vamos a estar ubicados nosotros? —preguntó el sacerdote.
—Atrás —respondió la asamblea al unísono.
—¿Uno se puede poner delante del Maestro?
—No —dijeron los fieles.
—Lo hacemos, pero no —dijo el P. García con una leve risa—. Es detrás, porque un ciego no puede conducir a un ciego. Necesitamos a alguien que nos guíe. ¿Y quién es?
—Jesús —respondieron los presentes.
—Representado en el cirio —agregó el párroco.

Después del diálogo, el sacerdote preguntó a los fieles de qué otra forma podrían iluminarse los hebreos que atravesaron el Mar Rojo conducidos por Moisés, además de con la luna llena.

“¿Las estrellas?”, preguntó una señora tímidamente. “Había una columna de fuego. Dios se hacía presente en la columna de fuego”, dijo el P. García.

Luego, el párroco invitó a los presentes a ponerse en presencia de Cristo y bendijo el fuego. “Al igual que el pueblo hebreo, los invito a dejarse guiar por la columna de fuego”, dijo el sacerdote. La noche se había asomado y el claustro se volvía cada vez más oscuro. La procesión fue en silencio. El breve recorrido salió a la calle y, en el atrio del templo, se empezaron a encender todas las velas desde el fuego del cirio pascual. La asamblea comenzó a cantar a capela: “Esta es la luz de Cristo, yo la haré brillar. Brillará, brillará. Sin cesar”.

Las personas ingresaron al templo, el cual se llenó de tenues luces en representación de la presencia de Cristo.

Cada uno sostuvo su vela encendida, símbolo de la presencia de Jesús resucitado. Fuente: Romina Fernández

Una parroquiana entonó el pregón pascual, la oración que recuerda la protección de Dios a su pueblo elegido. Luego, cada persona apagó su vela y comenzaron las lecturas —cinco del Antiguo Testamento—, que presentan los grandes momentos de la historia del cristianismo. Cada una iba acompañada de un salmo cantado y una oración pronunciada por el celebrante.

Un centenar de fieles participó de la celebración en la parroquia de los Conventuales. Fuente: Romina Fernández

Mientras tanto, el templo seguía a oscuras. Solo estaban prendidos el cirio y algunas linternas para la lectura de los textos. Tras la oración de la última lectura, se prendieron todas las luces y se entonó el canto festivo del Gloria, que no se escuchaba desde el día anterior al Miércoles de Ceniza, cuando comenzó la Cuaresma. Este clima festivo representaba la alegría de la resurrección de Cristo. Después, se leyeron las dos lecturas del Nuevo Testamento.

La resurrección, pilar de la identidad cristiana

El P. García proclamó el Evangelio según San Marcos, correspondiente al ciclo litúrgico B, que relata que las mujeres fueron al sepulcro al tercer día y no encontraron a Jesús, porque había resucitado.

En un momento de la prédica, el P. García adelantó lo que sucedería más adelante en la celebración, la renovación de las promesas bautismales. “Dios nos quiere levantar y resucitar. El bautismo es el nuevo nacimiento que nos recuerda que nosotros no solamente participamos de la muerte de Cristo, sino que también de la resurrección, que es la identidad que tenemos los cristianos”.

Más adelante, el párroco hizo referencia al Cirio Pascual, que estará presente en todas las celebraciones litúrgicas del tiempo pascual hasta Pentecostés. “Nos recuerda que Jesús es la luz a la cual tenemos que acudir. Él es la luz que nos puede guiar, Él es la sabiduría que nos puede ayudar a tomar las decisiones correctas en la vida, Él es la sabiduría que nos tiene en comparación con esas sabidurías baratas que compramos, que son de moda, que tienen mucho brillo, muchos sonidos, pero que no nos conducen justamente a nada, porque Él tiene que ver con nuestro origen, Él tiene que ver con la plenitud de nuestra vida”.

Acto seguido tuvo lugar la liturgia bautismal. Todos renovaron las promesas que hicieron el día de su Bautismo y luego el párroco recorrió el templo y roció con agua bendita a cada persona.

El P. García durante la liturgia del bautismo. Fuente: Romina Fernández

La misa continuó habitual. Tras la despedida de los celebrantes, los presentes se comenzaron a saludar con motivo de una nueva Pascua de Resurrección, la fiesta más importante para los cristianos porque representa la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte.

Por: Fabián Caffa

Redacción Entre Todos

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