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Vida misionera de la parroquia Nuestra Señora de Fátima, en Pocitos

La parroquia Nuestra Señora de Fátima, del barrio Pocitos, está ubicada en la calle Brito del Pino. La comunidad es atendida por los misioneros claretianos.
El colegio y la comunidad parroquial unidos. Fuente: Cortesía de la parroquia

El fundador de la congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María —más conocidos conocidos como Misioneros Claretianos—, san Antonio María Claret, fue un religioso español, misionero en Cataluña e Islas Canarias y arzobispo de Santiago de Cuba. Además fue confesor de la reina Isabel II de España.

La orden religiosa data del año 1849 y su carisma es el servicio misionero de la Palabra, respondiendo a lo más urgente, oportuno y eficaz, contó el padre Christian, actual párroco de Fátima. 

La historia de los religiosos en nuestro país comienza a escribirse en el año 1908, en el  barrio Peñarol. “Llegamos a la capilla San Alberto. Se atendía a la población allí residente y vinculada a los talleres del Ferrocarril. También se salía mucho a la campaña para las misiones populares, algo muy propio de nuestra congregación”, contó. 

Según el religioso, entre los años 1909 y 1910, un grupo de misioneros se trasladó a la calle Defensa del barrio La Comercial, para atender la capellanía de las Hermanas del Buen Pastor —que atendían un hogar de niñas y jóvenes—, además de la cárcel de mujeres. Luego, se mudaron a las actuales calles de Inca y Pagola, donde está la parroquia Corazón de María.

La parroquia de Fátima se erigió por un decreto del entonces arzobispo de Montevideo, Antonio María Barbieri, el día 9 de marzo del año 1954. El sacerdote Andrés Pascual fue su primer párroco. El templo funcionó durante 30 años en la cripta, hasta que en agosto del año 1966 se puso en marcha una campaña para la construcción del templo parroquial. “Se logró en un tiempo relativamente breve, y se bendijo el 28 de octubre de 1984. Desde el año 1953 se venía trabajando la idea de un colegio en el mismo predio, fue así como dio inicio esta nueva obra apostólica, el 2 de mayo de 1955 con un jardín de infantes y cuatro grados de primaria, con un total de ochenta alumnos. En los cursos del año 1958,  el colegio  contaba con doscientos treinta alumnos”, relató.   

Sí al Señor

Silvana Romero se acercó a la parroquia hace casi treinta años, cuando su hija mayor comenzó la preparación para recibir el sacramento de la comunión. El párroco de ese momento la invitó a participar de las actividades. “A cada invitación le decía que no tenía tiempo… y era verdad, la familia, la casa, el trabajo ocupaban toda mi jornada.  Sin embargo, de a poco, el Señor me fue llevando hacia donde no me había imaginado. ¿Qué te parece si haces una lectura?, ¿quieres acercar las ofrendas?”. Estas preguntas tan sencillas me fueron motivando a participar y se transformó en un camino sin retorno. Recuerdo la experiencia de organizar y vivir una misión, centrada en la lectura de los Hechos de los Apóstoles, que implicó recorrer todo el barrio, casa por casa, conocernos, conversar y reunirnos en torno a la Palabra. Surgieron varios grupos que continuaron durante varios años reuniéndose en sus casas y participando de la eucaristía dominical”.  

Silvana recuerda, con mucho afecto, a las primeras personas que le enseñaron los aspectos más elementales de la liturgia. “Tuvimos la oportunidad de participar de un curso dictado por el padre Roberto Russo, que en paz descanse, y desde entonces integro el equipo de liturgia, procurando animar las celebraciones”. También participa como guía o como lectora, cantando o ayudando en las colectas. “Siento que devuelvo a la comunidad parte de todo lo que he recibido de mi parroquia”, expresó.  

De puertas abiertas

La vida cambió para todos a raíz de la pandemia por lo que la comunidad no escapó a las nuevas reglas post-covid. En este momento, las actividades que se llevan adelante son: catequesis de iniciación infantil, catequesis de comunión y confirmación para adolescentes, charlas prebautismales. También funciona el servicio de Cáritas que se encarga de la entrega de bolsones de alimentos para las familias más necesitadas, el grupo de lectura orante de la Palabra y los Talleres de Oración y Vida.

Las misas se celebran todos los días a la hora 19 y los domingos a la hora 11 y 19. Los bautismos se realizan todos los terceros sábados de mes, a la hora 17.30. 

Los vecinos de Pocitos siempre han sido cercanos a la parroquia y  sus actividades. Personas de todas las edades comparten el servicio y la vida comunitaria. Según el P. Andrés, durante el transcurso de estos años, “el barrio y la afluencia de gente ha variado y sin dudas, la pandemia implicó un cambio radical en la forma de vincularnos. Como los fieles no podían venir al templo, procuramos acercarles el templo a sus casas. Todas las semanas, entre otras actividades, preparábamos videos con reflexiones sobre las lecturas del domingo siguiente que eran enviados por WhatsApp. La vuelta a la normalidad ha sido más lenta de lo que nos imaginamos pero este año pudimos, igualmente, celebrar en pleno nuestra fiesta patronal. Fue emocionante volver a salir con la imagen de la Virgen a las calles y ver cómo los vecinos se asomaban a las ventanas, algunos tímidamente, otros con aplausos y cantando, pero todos rindiendo honor a María. Una vez más Nuestra Señora de Fátima estuvo presente entre nosotros”. 

Mensaje de amor universal

Cada 13 de mayo se celebra, en todo el mundo, la Fiesta de la Virgen de Fátima. Se recuerda su primera aparición a los tres pastorcitos, Lucía, Jacinta y Francisco, en la localidad de Cova de Iría en Fátima, Portugal, en el año 1917.

San Juan Pablo II se refirió a los mensajes recibidos por los pequeños y destacó su gran trascendencia para toda la humanidad. Fue quien beatificó a dos de los videntes, peregrinó al lugar de las apariciones, varias veces, y consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María.
Por su parte, el papa Francisco en el año 2017 viajó a Fátima por los cien años de las apariciones y la canonización de los pastorcitos Francisco y Jacinta Marto. 

Aquel 13 de mayo, la Virgen se dirigió a los niños con estas palabras: “No tengáis miedo. No os haré daño”. Les dijo que venía del Cielo y les pidió que volvieran a aquel lugar, el día 13 de cada mes a la misma hora, por seis meses seguidos. “¿Queréis ofreceros a Dios para soportar todos los sufrimientos que él quisiera enviaros como reparación de los pecados con que él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores?". 

Los pequeños le respondieron que sí, por lo que la Virgen, con ternura, les advirtió que sufrirían mucho porque los pecados de los hombres eran grandes, pero que la gracia de Dios los fortalecería siempre. La Señora abrió sus manos y una fuerte luz los cubrió; cayeron de rodillas y empezaron a decir con humildad: “Santísima Trinidad, yo te adoro. Dios mío, Dios mío, yo te amo en el Santísimo Sacramento”. 

 

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