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Una luz de esperanza: la fe dentro de la cárcel de Santiago Vázquez

El viernes se desarrolló una misa dentro del centro de reclusión, celebrada por el Card. Sturla.
La celebración de la eucaristía congregó a ochenta y siete privados de libertad. Foto: Gentileza Pastoral Penitenciaria

El reloj presumiblemente indicaba las once de la mañana. Algunos fieles utilizaban sus hojas de cantos como abanicos, mientras un grupo de voluntarios repartían comida y ofrecían jugo y refresco. En medio del calor, el murmullo dentro del templo era cada vez mayor, y la capacidad de los bancos (para aproximadamente setenta personas) estaba completa. Saludos, abrazos y charlas se entrecruzaron con aquella merienda —mejor dicho, desayuno— compartida.

Quien viera aquella escena difícilmente pensaría que, en realidad, estamos dentro del Complejo Penitenciario Santiago Vázquez, de no ser por los once policías que permanecían dentro de lo que podríamos definir como las naves laterales del templo. Afuera, la seguridad era mayor.

Ingresar no fue sencillo. Las autorizaciones pueden demorar semanas, y el acceso es absolutamente restringido. Para llegar a la misa había que superar dos controles: el primero referido a las pertenencias personales —e incluía pasar por un escáner—, y en el segundo verificando la identidad y el registro de los asistentes. No se permite ingresar con vehículos. Tampoco con cámaras, ni celulares y otros aparatos tecnológicos. Nada indicaba la hora, ni alguna otra referencia del exterior. Dentro, el tiempo parece detenido. El espacio, naturalmente, también.

Una celebración diferente

El pequeño templo interreligioso, ubicado a la izquierda de un largo camino entre módulos y zonas recreativas, todavía lucía vacío. Faltaban unos minutos para el comienzo, pero únicamente estaban presentes los integrantes de la Pastoral Penitenciaria, y algún allegado. Tres policías en la puerta daban la bienvenida, mientras esperaban la llegada de los reclusos.

Varios minutos después, el piso claro de la capilla, que fue construida por los mismos privados de libertad como un sitio ecuménico, comenzó a taparse por el caminar de los fieles. Los doce bancos de madera, sumados a los cuatro azules en el fondo, quedaron ocupados.

“Todos somos queridos por Dios. Él te ama, te quiere y te salva”

Card. Daniel Sturla

Tras el altar, se vislumbraba un mural de un paisaje oscuro, en tonos verdes y azules. Una gran luna llena tomaba el protagonismo de la ilustración. Encima del dibujo, destacaba una cruz, adornada con rayos celestes. El ambón estaba decorado con una balconera de “Navidad con Jesús”. A la derecha del altar, un pizarrón indicaba la oración “Jesús, mi casa es casa de oración”. A su lado, el coro ya comenzaba los ensayos.

Antes del inicio de la misa, la aparición del cardenal Daniel Sturla se robó algunas miradas curiosas. “¡Mirá! Ese es el de la tele”, le indicó un recluso al que tenía a su lado. “Vino monseñor Cotugno”, se escuchó susurrar, erróneamente, desde alguno de los bancos finales. “Lo conozco, es Sturla”, lo corrigió uno de sus compañeros.
“Este gorro que llevo puesto le decimos mitra”, aclaró el arzobispo antes de comenzar la celebración. “Comenzamos la santa misa con la señal de los cristianos”, agregó. El transcurso de la jornada sería en la misma línea, con un tinte explicativo.

Amor de Padre

La homilía fue, por momentos, dialogada. El arzobispo comenzó haciendo referencia a la llegada de Cristo, que recordamos durante la Navidad.

“El niño de Belén es poderoso. Jesús crucificado también lo es. En estos días, celebramos porque se hizo pequeño, como un niño, y se dejó crucificar por nosotros. ¿Qué mueve a Dios? —se preguntó―. “¡El amor!” —le acotó uno de los presentes―.

“Las escrituras nos dicen que lo más fuerte es el amor. Descubrimos que nada es más poderoso que su capacidad de amarnos. Todos somos queridos por Dios. Él te ama, te quiere y te salva”, complementó el Card. Sturla.

Durante su prédica, el arzobispo entregó un mensaje de esperanza: “Con Cristo no vamos a la oscuridad, sino a la luz. Hay un refrán que dice: ‘Nunca es más oscura la noche, que cuando va a amanecer’. Por estas fechas, nos puede venir el ‘bajón’ de no estar junto con nuestros seres queridos, pero hay que permanecer fuertes y con fe”.

En la oración de los fieles, se invitó a los reclusos a guardar silencio y pensar en todo lo que desean pedirle al Señor. Quienes se animaran, podían decirlo en voz alta. “Por la conversión de todos quienes no creen”, “Por la paz en el mundo” y “Para tener libertad al salir”, fueron las primeras intenciones que se escucharon.

También hubo un momento para agradecer. Las menciones de gratitud fueron mayoritariamente hacia las familias, mientras que dos fueron hacia Dios: “Gracias por el amor que tuvo hacia nosotros”, y “Gracias por su sacrificio”.

La finalización de la misa fue por medio del tradicional canto “Ave María”, interpretado por un saxofón. Mientras el instrumento entona las últimas notas de la canción, los presentes están inmersos en su melodía. Es como si, por unos instantes, se hubiesen desvanecido momentáneamente los límites de la prisión. La melodía parece un recordatorio de que, incluso en un entorno tan desafiante, la música puede acercarnos y darnos la calidez de la fe.

La necesidad de perseverar

“La idea era venir siempre al mismo módulo, pero luego te empiezan a pedir. Ahora vengo todos los viernes con la Pastoral Penitenciaria. ¡Me encanta compartir con ellos!”, explica fray Carlos de Palacio.

El joven religioso carmelita, que hace unas pocas semanas realizó su profesión solemne, destacaba con su hábito —signo religioso de la congregación— entre la multitud. “Les hace bien visitarlos y compartir. A veces ellos también van cambiando de módulos, entonces hay vínculo con todos”, advirtió fray Carlos.

Cifra: 87

Son los reclusos que participaron de la santa misa.

“¡Módulo 10!”. “¡Módulo 11!”. Los llamados indicaron que el encuentro ya llegó a su fin. Dentro del centro de reclusión, el tiempo seguía detenido, aunque fuera el sol golpeaba con fuerza y daba a suponer que ya se aproximaba el mediodía.

Al salir del pequeño templo de esperanza, la luz del mediodía golpea con fuerza. Aunque los límites del Complejo Penitenciario de Santiago Vázquez seguirán allí, resguardarse en la fe y la esperanza sobre el Resucitado será la verdadera llave para confiar en la reinserción del mañana.

 

Por: Leandro Lia

Redacción ICM

Comentarios(3)

  1. Claudia says

    Muy emocionante, Dios nos ayude a todos, a ser cada día mejores!

  2. Pedro Gonz says

    Conmovedor … gran gesto de nuestra iglesia

  3. Elbio vargas says

    SEÑOR…..ACUERDATE DE MI CUANDO ESTES EN TU REINO……

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