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Ser sacerdote hoy: hablan Ignacio Donadío, Leonel Cassarino y Jorge Techera

Tres generaciones de servidores de Cristo comparten las esperanzas y experiencias de sus ministerios.
Ignacio Donadío, Jorge Techera y Leonel Cassarino durante el último encuentro de presbiterio, que tuvo lugar en la Casa Vianney. Fuente: Romina Fernández

El lunes 18 de marzo, en la Casa Vianney, se desarrolló el encuentro anual del presbiterio de Montevideo. A la cita acudieron sacerdotes, tanto del clero diocesano como del religioso, junto al Card. Daniel Sturla. La jornada sirvió para repasar lo vivido en el último año y proyectar el futuro pastoral de nuestra arquidiócesis.

También fue una instancia propicia para escuchar —en el contexto en un año en el que la Iglesia reza especialmente por las vocaciones sacerdotales— el testimonio de un diácono, camino al sacerdocio, y dos presbíteros en distintas etapas de su ministerio. Aprovechamos la instancia y les pedimos un testimonio para Entre Todos.

Además, preguntamos a algunos religiosos y laicos qué esperan de un sacerdote. 

Tal vez, para un futuro cercano, podríamos preguntar a los sacerdotes sobre qué esperan de los laicos. 

El Diác. Ignacio Donadío (35) está actualmente en la parroquia Inmaculada Concepción de Paso de las Duranas. Será ordenado sacerdote el próximo 14 de abril. 

Diác. Ignacio Donadío. Fuente: Romina Fernández

¿Qué expectativas tenés para el sacerdocio? 

En la acción de gracias de mi ordenación diaconal —el 5 de noviembre de 2023— algo que le pedí a la comunidad de San Juan Bautista fue que me viera como el que siempre está. Siento que es lo que me pide el Señor y la misión del sacerdote. ¿Quién soy? Soy el que está para servir, para confesar, para ir a visitar a un enfermo, para ir a dar una unción. Quiero ser el que está presente en la comunidad y con la gente, donde se me necesite. Mi santidad como sacerdote pasa por eso. 

¿Por qué elegiste el sacerdocio para tu vida? 

Oh, qué pregunta difícil (risas). Porque creo que es lo que Dios quiere para mi vida y yo quiero para mi vida lo que Dios quiere. 

¿La vida sacerdotal es solitaria? 

Yo creo que no lo es. Depende del sacerdote que sea solitaria o no. Uno pertenece a la comunidad que, con el paso del tiempo, se transforma en su familia, porque los fieles entran en tu vida y nosotros entramos en la suya. Eso hace que la vida del sacerdote no sea tan solitaria. Con Alejandro (Korahais) —el párroco de Inmaculada Concepción— nos acompañamos mutuamente. Después están mi familia y amigos. Creo que a la soledad hay que cuidarla, porque es fácil caer en el encierro. 

¿Qué es lo difícil de ser sacerdote actualmente en Uruguay? 

(Piensa unos segundos) No lo sé. Escucho hablar de las dificultades de que las personas se sumen a las propuestas de la pastoral. No lo veo como una dificultad, tal vez porque recién empiezo este camino. Capaz que dentro de veinte años eso cambia. Esto lo veo como un desafío, como algo lindo de poder afrontar, no tanto como una dificultad. 

¿Sentís que la imagen del sacerdote está manchada? 

No, no lo veo. No lo siento, por lo menos en los lugares por donde me muevo. 

Ahora que usás clériman, ¿sentís que la gente te mira de otra manera cuando salís a la calle? 

Creo que sí. La gente te observa de otra manera o se te queda mirando. Pero no tanto por algo malo, sino como señal de que es algo lindo. Decir: "Pá, que lindo que haya un cura y lo pude identificar", aunque sea para insultarlo o para decirle algo bueno. Creo que a veces te miran más desde ese lado, porque llama la atención. Es como una manera de hacer presente también a Dios y de evangelizar en cierto sentido.

El P. Leonel Cassarino (47) cumplirá el próximo mes 16 años de sacerdote, todos ellos en la parroquia Nuestra Señora de la Merced y San Judas Tadeo, en La Comercial.

P. Leonel Cassarino. Fuente: DECOS Montevideo

¿Qué o quiénes te hicieron plantearte el sacerdocio como opción de vida?

Tiene que ver con los curas de la parroquia de mi barrio —Ntra. Sra. de la Asunción—: Ítalo, Pablo y Luis. Ellos me hicieron conocer a Jesús, me hicieron gustar apasionadamente de la Eucaristía, me hicieron conocer la misericordia de Dios, experimentar la Iglesia concreta, la parroquia como una gran familia. 

Además, dos de ellos —Ítalo y Pablo—- fueron como padres para mí, en un momento difícil de mi vida. Fueron los referentes que necesitaba. Estos religiosos scalabrinianos fueron los que primero sembraron en mí la pregunta fundamental: "¿por qué no ser sacerdote?". Esa pregunta entró muy temprano en mi vida, pero después, por un tiempo, quedó a un costado. Reapareció cuando tenía 21 o 22 años y no desapareció más.

La expectativa que fue creciendo y madurando —y lo sigue haciendo— es la de ser como esos sacerdotes: un cura de barrio, normal.

¿Cuáles son los desafíos más grandes para un sacerdote?

A veces la percepción, los estereotipos, la imagen que tiene la gente sobre los sacerdotes no condicen con lo que somos: personas normales que sentimos, sufrimos, reímos, lloramos y que estamos en camino con nuestras luces y sombras, como todo discípulo.

Tenemos que seguir aprendiendo a dejarnos querer y cuidar; y querer, cuidar y amar apasionadamente a los demás.

¿Te has sentido acompañado en tu ministerio?, ¿de qué manera?

En el seminario, las presencias del Mons. Milton Tróccoli y Mons. Arturo Fajardo fueron grandes pilares en mi formación. Estuvieron cerca y supieron escucharme, y alguna que otra vez me ayudaron a ver mejor, o con otra perspectiva. Luego, Mons. Milton fue mi párroco cuando yo daba los primeros pasos en el sacerdocio.

Después, claramente, los amigos sacerdotes que Jesús me regaló: los padres Gonzalo Abadie, Adrián Pérez, Fernando García, Valentín Goldie. Hasta el día de hoy compartimos las alegrías, las tristezas, las cruces.

También los amigos laicos, las familias que Dios me regaló, que siempre están y me ayudan a ser mejor persona, mejor cristiano, mejor creyente y mejor sacerdote. 

Y, por supuesto, a la comunidad de la parroquia Nuestra Señora de la Merced, que es donde vivo mi servicio como pastor. Ellos son parte fundamental de mi ser sacerdote y persona. Con ellos vengo caminando desde mis comienzos —hace casi 16 años—  y son razón de mi ministerio. Me han acompañado en momentos muy difíciles, muy duros, y en esa comunidad me regaló abuelas, abuelos, hermanos y hermanas mayores, amigos entrañables... y creo que me los seguirá regalando.

No quiero olvidarme del P. Miguel Britos, que en mis primeros tiempos como sacerdote fue un abuelo y un hermano mayor, que cuando me veía medio torcido se arrimaba a la parroquia a tomar unos mates, a charlar. Desde que era seminarista me acompañó. También supo estar ahí para acompañarme y sostenerme muchas veces.

¿Cómo se maneja la soledad en el sacerdocio?

Por supuesto que hay algunas dimensiones del sacerdocio que se viven en soledad, pero la vida del sacerdote es solitaria dependiendo también de cómo la viva uno. podemos encerrarnos en nuestra burbuja, en nuestro mundo. Pero creo que en la medida de que seamos capaces de salir y dejarnos querer y acompañar, esa vida se llena de rostros y personas concretas.

El P. Jorge Techera (85) es cura hace más de 59 años y en la actualidad  acompaña a los futuros sacerdotes en el Seminario interdiocesano Cristo Rey.

P. Jorge Techera. Fuente: Federico Gutiérrez

¿Qué expectativas tenías antes de ser ordenado? 

La preparación siempre te genera nuevas expectativas, te preguntás “¿yo podré con esto?”. Una frase de San Pablo que me ayudó mucho fue: “Dios es fiel y no va a permitir que seas probado por encima de tus fuerzas”. Se trata de confiar, porque todo es gracia. Si vos estás desenchufado del tronco, esa rama no produce fruto. Jesús dice: “Sin mí no pueden hacer nada”. Estudié con los salesianos, después pasé al clero. Mi hermano mayor era sacerdote salesiano, siempre fuimos muy amigos y me ayudó mucho. A todo lo que se me iba planteando, yo trataba de irle dando una respuesta inicial. Consultaba mucho con el director espiritual y con el superior en el seminario.  

Y después siempre me ayudó mucho la comunidad de compañeros. Porque hay desafíos que vos no podés enfrentar solo y tenés que recurrir a alguien. Y Dios siempre te pone cerca gente que te va a ayudar en lo que vos precisás. Eso me daba bastante pie para poder seguir adelante con entusiasmo.  

¿Cómo te sentís acompañado en tu ministerio?  

El acompañamiento es fundamental. Yo digo que trabajo en equipo, formé un equipo con el Espíritu Santo, Jesús, María y José. Solo con la ayuda del Señor podés seguir adelante. Pero el Señor también es tan bueno, que nos regala sacerdotes amigos, que están más o menos viviendo situaciones parecidas a las nuestras. Los equipos de sacerdotes, en los cuales he participado casi toda la vida, me han ayudado muchísimo. Incluso para hacer discernimiento y tomar decisiones. Porque el discernimiento comunitario tiene una riqueza muy grande. 

Y, después, en las comunidades, los laicos te adoptan como hermanos y se preocupan por uno. Ahora que tuve una caída en la escalera del seminario, cantidad de gente se iba enterando, me escribían: “estamos rezando por vos”, “¿precisás algo?”, “te vamos a visitar”. Es realmente una vida muy linda.  

 ¿La vida sacerdotal es solitaria?  

No, la vida sacerdotal es comunitaria. Tenés que tener la experiencia de una comunidad. Si no tenés sacerdote cerca, cosa que no se da en Montevideo, es más complicado, pero aun así, hay que tener un día por lo menos en el mes para reunirse a rezar, charlar, confesarnos mutuamente, celebrar la Eucaristía juntos y recargar las pilas, recargar la batería del sentido, sobre todo, pero también de fuerza y esperanza, porque Dios te habla también a través del hermano y entonces vas llegando a darte cuenta de ciertas cosas que son necesarias. Y, por otro lado, las comunidades cristianas, si tú realmente te integrás, sos uno de ellos y te preocupás por ellos, te cuidan muchísimo.  

¿Qué es lo difícil de ser sacerdote actualmente en Uruguay?  

Lo que es una dificultad es el clima que hay, el clima de que Dios no existe. Hay muchas familias donde los padres no son cristianos y no transmiten la fe. La mayoría de los niños van a la escuela pública, no se transmite la fe. Quizás tengan suerte de aterrizar en una parroquia, porque un amigo los invitó. El gran desafío hoy para toda la población, pero especialmente para los jóvenes, es encontrar el sentido a la vida a través de Jesús. 

 

Cecilia Melián, catequista de la parroquia San Cayetano


Lo que espero de un sacerdote hoy es la cercanía, no solo con su comunidad, sino también con aquellas personas que por primera vez se acercan a la parroquia buscando respuestas. Algunos de ellos no son cristianos ni saben por qué llegaron, pero necesitan una palabra de consuelo en medio de una sociedad tan fragmentada y alejada de la palabra de Dios.

 

Marcos Agüero, cantante


Que los sacerdotes sean capaces de hablarnos a los jóvenes, de compartir la palabra y transmitirnos el mensaje de Jesús. Un verdadero sacerdote tiene que hablarnos con la verdad, sin pelos en la lengua, sino desde el amor, la comprensión y la paciencia, como lo hizo Jesús. Creo que hoy a los jóvenes nos tienen que "anestesiar" un poco el mensaje para que seamos capaces de aceptarlo.

 

Hna. Marialis Etchegaray, Religiosa de las Esclavas


Agradezco el ministerio de los hermanos sacerdotes que buscan vivir su sacerdocio inspirados en Jesús y su Evangelio. Jesús pobre y humilde que vino a servir y a hacer realidad y el reino. Sueño con un ministerio que nos ponga sintonía con el corazón de Dios, acompañando la búsqueda, los anhelos y las luchas de tantos hermanos y tantas hermanas que no encuentran lugar en nuestras comunidades, en especial para aquellos que necesitan que la Iglesia sea una casa de puertas abiertas. 

 

Graciela González, laica integrante de la parroquia San Miguel Garicoits


Lo que espero de un sacerdote hoy es que esté en todo momento cercano a la comunidad. Un sacerdote que sea vibrante en la comunidad para que esta se sienta arraigada en su trabajo para que sirva con amor, solidaridad y alegría. 

 

Fernando Pereira, presidente del Frente Amplio


Que el sacerdote dé un mensaje claro de protección a los hombres y mujeres que tienen más fragilidad, en el lugar donde le toque actuar. Es el legado principal de la Iglesia. Este es un mensaje que está dirigido a aquellos que están en condición de debilidad pero también va dirigido a aquellos que pueden ayudar y preocuparse por el prójimo, estableciendo un contacto y un vínculo de cercanía. Esto genera sociedades más integradas. El humanismo cristiano piensa en todas las dimensiones del hombre y la mujer —alimento, vivienda, bienestar, acceso a la cultura y la libertad del alma—. En todas estas dimensiones los curas tienen mucho para hacer. 

 

Patricia Todeschini y Daniel Campón, matrimonio integrante de la parroquia San Ignacio


Además de padre, queremos sacerdotes que sean hermanos. Que sean capaces de compartir nuestra mesa familiar, enriqueciéndonos con su vocación específica y, a su vez, dejándose enriquecer con nuestra vocación, el matrimonio. Tenemos la experiencia de que eso da unos frutos enormes. Es importante que el sacerdote esté dispuesto a dejarse enriquecer de esa manera para compartir y ser fieles cada uno en su vocación, al llamado más profundo de vivir el amor y caminar a la santidad.  

Hermano sacerdote: lo que esperamos de ti es que te enamores cada día más de Cristo, para que lo puedas transmitir a los laicos, a las familias y a los jóvenes. Que vivas con radicalidad y coherencia tu vida. Por último, no te la creas. No pienses que vas a estar en un pedestal. No, estás igual que nosotros. Caminamos juntos. Ese es el pueblo de Dios. 

 

Hna. Victoria de Jesús, Carmelita descalza


De un sacerdote espero un hombre enamorado de Jesucristo y la Iglesia, con ganas de entregarse del todo al reino de los cielos. Con ganas de darse del todo al todo sin hacerse partes.

 

Pedro Bordaberry, político


Uno espera por parte de un sacerdote consejo y acompañamiento. Que nos ayude a encontrar respuestas o, más que nada, que nos ayude a comprender las verdades de Dios. Todos tenemos flaquezas en las convicciones y en las creencias de la fe. Que los sacerdotes nos ayuden a encontrar el camino de vuelta.

 

Susana Navia, laica integrante de la parroquia Jesús Misericordioso (Belén)


Le pido al sacerdote que viva su conversión con frescura y renovado entusiasmo cada día, como sucede en los matrimonios. Le pido que sea honesto consigo mismo y, si necesita ayuda, busque con humildad lo que necesita. Le ofrezco y le pido escucha, y le ofrezco y le pido comprensión. Que formemos la familia que Dios quiere para este mundo. 

 

Hna. Lydia María, religiosa de María Stella Matutina


Que esté enamorado de Cristo, que irradie su luz. Que sea un pobre servidor de Cristo, la Virgen Santísima y la Iglesia. Agradezco a todos los sacerdotes por haber dado su sí y por amar a la grey que les ha confiado el Señor. 

 

Rodrigo Goñi, político


Quiero agradecer a los sacerdotes todo lo que hacen por nosotros y por nuestra Iglesia. Quiero pedirles que hagamos el esfuerzo conjunto de revitalizar la Eucaristía, en este mundo digital, tan necesaria y urgente.

 

Natasha López, evangelizadora digital


Quiero agradecer a todos los sacerdotes por su vida entregada y, especialmente, por acercarnos a Jesús en la Eucaristía. Sin ellos ni su servicio no sería posible. Si tuviera que hacerles un pedido pequeño, diría que nos permitan contemplar a Jesús en la consagración un rato porque el pueblo está sediento de mirarlo a Él. 

 

 

Antonio Gianoli, seminarista de Cristo Rey


Espero que el sacerdote sea un hermano y compañero de camino. Que me alimente con la palabra de Dios y con los sacramentos. Que demuestre la misericordia del padre.

Por: Fabián Caffa, Camilo Genta y María José Pastorino 

Redacción Entre Todos 

Commentario(1)

  1. Jose Zorrilla says

    Que sigan trayendonos a Cristo en sus manos en cada Eucaristia.

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