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“Les suplicamos en nombre de Cristo: déjense reconciliar con Dios”

Comenzó el camino hacia la Pascua
"Conviértete y cree en el Evangelio", durante el rito de las cenizas/ Fuente: Federico Gutiérrez

El miércoles 26 de febrero, en la Catedral Metropolitana, se celebró la Misa de Miércoles de Ceniza que dio inicio al tiempo de Cuaresma. La Eucaristía fue presidida por el Card. Daniel Sturla, y copresidida por Mons. Pablo Jourdan, además los acompañó un sacerdote brasileño de la Comunidad Shalom en nuestra Arquidiócesis, el P. Fabricio Bezerra Lopes. La Iglesia entra en un tiempo de conversión, en camino hacia la celebración de la Pascua de Nuestro señor Jesucristo.

Perdón y salvación, regalos de Dios

En el comienzo de la homilía, el Card. Daniel Sturla destacó que la Cuaresma “es un tiempo que está marcado por el sentido penitencial. También el color morado de las vestiduras litúrgicas, el hecho de que no se cante el Aleluya, ni se rece el Gloria en las Misas de los domingos, quiere señalar este tiempo de austeridad, de penitencia”.

Después, el Arzobispo se centró en la frase “Conviértete y cree en el Evangelio”, que es pronunciada en el momento del rito de las cenizas. “Conviértete, explicó, es el sentido de este tiempo. Convertirse, cambiar de camino, darme cuenta en qué cosas le estoy errando en mi camino de vida cristiana; en qué le estoy fallando al Señor. Convertir y creer, creer en la buena noticia del Evangelio que siempre es noticia de Salvación”.

Más adelante, el Card. Daniel Sturla dijo que el convertirnos, en la actualidad, representa un problema. “Creemos que tenemos una infinidad de derechos y pocos deberes; el mundo, la sociedad y hasta Dios, están en deuda con nosotros”, argumentó. Y añadió: “nos sentimos como que siempre fuésemos merecedores de cosas. Bueno, tal vez esa sea la principal mentalidad de la que debamos convertirnos. Porque precisamente la vida cristiana supone un darse cuenta que no es que merezcamos, sino que hemos recibido gracia sobre gracia, don sobre don, inmerecidamente”.

Recordando la lectura del apóstol San Pablo, el Arzobispo de Montevideo dejó claro que “Cristo muere en la cruz por nosotros, por nuestros pecados, pidiendo perdón al Padre por nuestras faltas”. Por esta razón expresó: “debemos convertirnos y creer en el Evangelio; aceptar esta verdad de fe es aceptar que por puro amor a nosotros, que no lo merecíamos, el Hijo de Dios se hizo hombre, se identificó con nosotros, incluso en el pecado, para que recibiéramos el perdón y la salvación de parte de Dios”.

Dejarse reconciliar con Dios

Además, el Card. Daniel Sturla recordó una frase que el Papa Francisco tomó del propio San Pablo para esta Cuaresma: “Les suplicamos en nombre de Cristo: déjense reconciliar con Dios”. “Yo diría, afirmó el Cardenal, tomemos esta palabra y hagámosla nuestra. Cada uno de nosotros le podría decir al otro: 'te suplico: dejate reconciliar con Dios', 'te suplico: abrite a la acción de la gracia', 'te suplico: reconócete pecador y necesitado de la misericordia', 'te suplico: tomá conciencia de tu pecado”. “Esto nos hará tener una percepción realista de nuestra persona y nuestra vida”, agregó.

En el último tramo de la homilía instó a los presentes a recorrer los tres caminos que la Iglesia invita para este tiempo: ayuno, oración y limosna. “Recorramos este camino de corazón y que el Señor nos ayude a convertirnos, para vivir así una Santa Cuaresma, una feliz Pascua y un año estupendo, como será este sin dudas para nuestra Iglesia que se apresta celebrar el V Congreso Eucarístico Nacional”, concluyó.

Llamado a la conversión

Acto seguido, el Cardenal bendijo las cenizas, hechas de los ramos de olivos del pasado Domingo de Ramos. Y uno a uno, todos los presentes se acercaron hasta el presbiterio, y tanto el Card. Daniel Sturla como Mons. Pablo Jourdan les impusieron esas cenizas en forma de cruz en la frente, mientras pronunciaban esa frase de la primera predicación de Jesús. Por su parte, a los costados un acólito sostenía el libro de los Evangelios, que los fieles besaban en señal de reverencia.

Este rito se inspira en tiempos pretéritos, cuando los pecadores convertidos se cubrían con ceniza para reconocer su fragilidad y necesidad de la misericordia de Dios. La Iglesia lo conserva, más que como un gesto exterior, como un signo de la actitud del corazón penitente a la que los cristianos están llamados en la Cuaresma. Es un gesto que abre a la conversión y al esfuerzo de la renovación pascual.

A partir de ahora en las Misas predominará el color morado, que en la liturgia simboliza la penitencia y esperanza. Es el color propio de la Cuaresma y del Adviento, dos períodos en los que la Iglesia invita de modo especial a la conversión y penitencia de cara a la gran alegría que llegará con la Pascua y con la Navidad, respectivamente.

Commentario(1)

  1. Maria del Huerto Díaz de Achugar says

    Que así sea

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