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De estar alejado de la Iglesia a ser diácono permanente: la historia de Sebastián y su esposa

El ministro, de cuarenta y cinco años, sirve en la parroquia Santísimo Sacramento, de Colonia del Sacramento, y su esposa lo acompaña en su vocación.
Vanessa Lezardo y Sebastián Bosch en la Catedral basílica de Florida, en el marco del Encuentro Nacional de diáconos permanentes y sus esposas el pasado 14 de octubre. Fuente: Romina Fernández

El inicio de la historia de amor entre Sebastián Bosch y Vanessa Lezardo fue a principios de los años 2000. Él, oriundo de Canelones. Ella, oriunda de Colonia. Ambos se mudaron a Montevideo para estudiar en el Instituto de Profesores Artigas (IPA). Sebastián estudiaba para ser docente de Derecho y Vanessa para ser profesora de Biología. Pero no fue ahí donde se conocieron. 

En aquel tiempo, Vanessa se alojaba en la casa de unos amigos de la familia de Sebastián. A ella le hablaban de él y a él le hablaban de ella. Tenían conocimiento el uno del otro, pero sus caminos aún no se habían entrelazado.

Pero aquel día llegó. Fue en la boda de unos amigos en común, que tuvo lugar en el templo gótico de los padres carmelitas del Prado. Era la excusa perfecta para conocerse. "Si no nos cruzábamos en el casamiento, no nos hubiéramos cruzado nunca más", dice Sebastián. 

Lo de ellos fue amor a primera vista. Estuvieron de novios un par de años y se casaron el 22 de marzo del 2003. Tras recibirse de profesores, optaron por seguir su vida juntos en Colonia del Sacramento.

A pesar de que Sebastián hizo sus estudios primarios y secundarios en un colegio católico, en su niñez y adolescencia no le interesó la religión. Este distanciamiento se reflejaba también en su familia, que no es creyente. En cambio, Vanessa proviene de una familia católica practicante, y antes de casarse había participado de manera activa en la vida parroquial.  

En un principio, Sebastián acompañaba a su esposa a las actividades en la parroquia: "Ir a misa y rezar el rosario no eran desconocidos por mi formación en el colegio católico". Sin embargo, con el paso de los años ella también se alejó de la fe. "Con mi posición laica, empecé a correrla de la vida de la Iglesia", relata Sebastián. 

La reconexión con la fe

Todo cambió en 2012, cuando los dos participaron del Cursillo de Cristiandad. Eso marcó la reconstrucción de su vínculo con la fe. Pero esta vez sintieron que tenían una fe más madura. Sebastián empezó a conocer la vida de la Iglesia y sintió la necesidad de recibir los sacramentos. El matrimonio se integró a la parroquia Santísimo Sacramento, de Colonia del Sacramento, para alimentar su vida espiritual. 

Sebastián y Vanessa —ambos de 45 años— son padres de Felicitas (17). "Ella empezó un camino de fe al ver que nosotros empezamos a ir a misa y nos vinculamos de manera cotidiana con la vida religiosa", cuenta Sebastián. Hoy su hija es catequista, animadora y misionera. 

Vanessa Lezardo y Sebastián Bosch se casaron en 2003, y son padres de Felicitas. Fuente: Romina Fernández

En la parroquia Santísimo Sacramento, Sebastián conoció al padre Héctor Aranzabe. En él encontró más que un confesor o acompañante espiritual, sino a un referente. 

En 2013, en una charla en su oficina, el P. Aranzabe le planteó a Sebastián la posibilidad de ser diácono permanente. Pero él dijo enseguida que no. Sebastián evitaba hablar del tema pero sí lo tenía presente por medio de la oración y el apoyo que recibía del sacerdote. "Él cuidó mucho nuestro matrimonio y no quería que mi decisión lo afectara. Lo que nos planteó es que nos diéramos un tiempo para tomar las decisiones", dice. 

Pasaron tres años. En 2016, el obispo de la diócesis de Mercedes, monseñor Carlos Collazzi pidió a las comunidades que presentaran a candidatos al diaconado permanente. Y allí fue Sebastián, decidido. 

Durante varios años, desde que comenzó su formación hasta dos años antes de su ordenación, la vocación de Sebastián fue un secreto a voces. Solo pocos integrantes de la comunidad lo sabían. "Algunos fieles no sabían qué significaba ser diácono", dice. En medio de la formación, en 2018, falleció el P. Aranzabe, quién lo motivó a encontrar su vocación dentro de la Iglesia. 

Comprender el plan de Dios

Vanessa tampoco entendía mucho de qué se trataba la vocación de su marido. Sí sabía que era un llamado de Dios. Veía a su compañero muy decidido, y eso la motivó a acompañarlo y apoyarlo. Pero por otro lado, se sentía insegura. Uno de sus miedos era que se rompiera su intimidad familiar. Vanessa despejó todas sus dudas en las reuniones de preparación de las que participó junto a esposo. "Lo apoyo y lo acompaño en la medida que puedo, creo que quizás lo tendría que acompañar mucho más", considera.  

Los padres de Sebastián, al no estar vinculados con la Iglesia, menos entendían de qué se trataba la vocación de su hijo. Igualmente, lo apoyaron y acompañaron, sobre todo en los momentos claves como lo fue el día de la ordenación. Sebastián quería tener dos estolas, una rosada y una celeste, y fue su madre quien se las confeccionó. 

Sebastián fue ordenado diácono permanente el 20 de marzo de 2022 por Mons. Collazzi en la capilla San Benito y se convirtió en el primer diácono permanente de Colonia del Sacramento. Su ministerio lo desarrolla en la parroquia Santísimo Sacramento, que atiende diez capillas que están ubicadas entre la zona urbana y la rural. "Es importante revalorar la vocación diaconal. No somos quienes sustituimos al cura. Los diáconos debemos coexistir con los sacerdotes. Son ministerios distintos y necesarios en la parroquia", aclara Sebastián. 

El diaconado, un compromiso familiar 

El matrimonio reconoce que el diálogo es fundamental para que la dimensión familiar, laboral y diaconal no prevalezcan una sobre otra. "Discernimos todo el tiempo. Nos vamos amoldando", dice la esposa. 

El diácono define su servicio "en construcción" y dice que su idea es trabajar en el aspecto social y en la asistencia a jóvenes: “El diácono permanente no es un laico más, aunque vive en el mundo laico, y acompaña a las familias y a la comunidad de otra manera”, dice Sebastián.  

Por su parte, Vanessa expresa: "Él tiene mucho potencial desde lo social y su vocación como diácono. Como esposa, me encantaría que él pudiera realizar todo lo que tiene pensado. Ojalá, Dios quiera, pueda lograrlo en algún momento. Pido que Dios lo ilumine para que pueda trabajar con la comunidad. Le hace bien a él, le hace bien a mucha gente y también nos hace bien a nosotros como familia".

Los primeros diáconos permanentes en Uruguay

El 17 de noviembre de 1973, en la Catedral de Montevideo, el entonces arzobispo, Mons. Carlos Parteli, ordenó a los primeros diáconos permanentes uruguayos: Ignacio Fernández (1937-2018), Domingo Martínez (1908-1987), Rubins Escribanis (1918-1991) y Leonel Giorello (1934).

Por: Fabián Caffa

Redacción Entre Todos 

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