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Consagrar la vida a Dios desde joven: la historia de fray Carlos de Palacio

Es religioso carmelita y hace dos semanas realizó su profesión solemne. Una excusa para conversar sobre su vida y su vocación.
Fray Carlos junto a la imagen de san Juan de la Cruz. Fuente: Romina Fernández

Que un joven de dieciocho o diecinueve años diga que se siente atraído por la vida religiosa puede resultar llamativo e impactante, sobre todo en Uruguay. Cuando estaba en el liceo, Carlos de Palacio (29) soñaba con ser economista, casarse y construir su familia. Pero los planes de Dios lo llevaron por otro camino. 

Es el quinto de nueve hermanos —siete varones y dos mujeres— y fue el primero en dejar el hogar para ingresar a la Orden de los Carmelitas Descalzos, un mes y medio después de finalizar la secundaria cuando recién había cumplido los diecinueve años. Su familia es católica y practicante, pero nadie se imaginaba que él iba a optar por la vida religiosa o sacerdotal. 

Charlie, como lo conocen, nació en Buenos Aires y cuando tenía un año, por motivos del trabajo de su padre, fue a residir a España durante ocho años. Llegó a Uruguay cuando tenía nueve años. Aunque nació en Argentina, declara que tiene “nacionalidad uruguaya y corazón uruguayo". Se educó en el Ivy Thomas, Monte VI y en el Instituto Preuniversitario de Montevideo (PRE/U). Además, hasta los dieciocho años, jugó al rugby en Los Cuervos y Monte VI. 

Buscar el llamado

Su proceso de discernimiento vocacional empezó cuando tenía diecisiete años y lo hizo enfocado en el clero de Montevideo: "Le tengo mucho cariño a la arquidiócesis y, por otro lado, era lo único que conocía hasta entonces de vida sacerdotal". Néstor Falco, Ricardo Etcheverría y Guillermo Porras fueron los curas que lo acompañaron en la primera etapa. 

Un día, un amigo lo invitó a participar de un retiro para jóvenes que se iba a realizar durante un fin de semana en el monasterio de los Carmelitas Descalzos de Florida. Fue su primer acercamiento con la espiritualidad del Carmelo y con la vida religiosa en general: “Lo que más me llamó la atención fue la vida en comunidad. No solo el compartir la vida sino el estilo de familia y la sencillez. Me sentí en un hogar”. Durante el retiro, Charlie conoció la vida de los santos del Carmelo y cada día tuvo dos momentos de oración, en la mañana y en la tarde, en la capilla junto a los frailes. 

Vivir esa experiencia fue un antes y después en la vida de Charlie. Al regresar a Montevideo, volvió a su rutina. Pero sentía que su deseo de ser religioso crecía. Quedó en contacto con el sacerdote referente del monasterio de Florida y, en paralelo, continuaba su acompañamiento junto al P. Porras. 

Al año siguiente, repitió la vivencia. Y después, en el tramo final de sus estudios secundarios, volvió un fin de semana al monasterio de Florida para preparar un examen: “Fui y no estudié nada. Me quedé charlando con los frailes". En ese entonces se dio cuenta de que quería entregar su vida y ser religioso carmelita. Se lo contó a su confesor y acompañante espiritual y este le recomendó que discerniera su vocación en profundidad. 

 

 
 
 
 
 
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Dejar todo por Dios

En aquel tiempo, Charlie estaba de novio con una joven, con quien tuvo dos años y medio de relación: "Fue la persona que me enseñó a compartir la intimidad, a amar y ser amado". Un día, durante un asado en la casa de ella, mantuvieron el siguiente diálogo:

—Charlie, ¿qué te pasa? Te veo diferente —dijo la joven. 

—Siento que Dios me llama a otra cosa. No sos vos, soy yo —respondió Charlie.

Y después, él agregó: 

—Siento mucha tensión interior. Yo quiero estar de novio, vos también. Pero siento que no estoy hecho para el matrimonio. 

—Mirá, Charlie, si fuera por otra chica, haría lo imposible. Pero si es por Dios, no puedo luchar —dijo ella. 

Más adelante, la joven reflexionó: 

—Vos vas a ser un frustrado porque vas a buscar algo en mí que nunca vas a encontrar, y yo seré una fracasada al tratar de dar algo que no voy a poder dar. 

Ambos se abrazaron y ella dijo: “Ahora empieza una nueva etapa en nuestras vidas”. 

La pareja se tomó un tiempo en la relación. La joven le pidió que discerniera su vocación y que si quería entrar al convento, que lo hiciera.

Charlie y su exnovia se reencontraron seis meses después de que él ingresó a la orden religiosa: “Fue una charla muy sincera, muy de Dios. Nos vino bien a los dos para aterrizar y darse cuenta en lo que cada uno vivía. Hablar con ella me ayudó a dimensionar todo desde otro lugar”. 

El 16 de enero de 2014, mientras estaba de vacaciones en Punta del Este, Charlie reunió a su familia y les informó que iba a ingresar al Carmelo dentro de dos semanas para ver si la vida religiosa era lo suyo. Todo fue precipitado y sorpresivo: "Nunca les anticipé el proceso de búsqueda que hacía. No quería que los comentarios de los demás incidieran". 

Después, se reunió con sus amigos. "Ellos me acompañaron y me apoyaron. Tengo un buen grupo de amigos con los que comparto la fe hasta hoy. Tengo otros amigos, que no son de fe, que me respetan pero no comprenden". 

Cambio de vida

Charlie ingresó el 30 de enero de 2014 al convento de los Carmelitas Descalzos, que está ubicado junto a la parroquia Virgen del Carmen y Santa Teresita, en el Prado. Él pensaba que su estadía iba a ser de pocos días: "Mi idea de lo que era ser religioso y carmelita no era compatible conmigo". 

Su vida tuvo un cambio abrupto en varios sentidos: “El primer año fue difícil. Me resistía a lo que vivía. Me costaba aceptar que vivía en un convento y que iba a ser carmelita”. Pero, a su vez reconoce: “Si bien me costó mucho, y por momentos pensé salir del convento, quien me sostuvo fue Dios. Él me dio luz y fuerza para salir adelante”.

Fray Charlie estuvo tres años en el Prado. Durante ese tiempo estudió Filosofía y dedicó un año al servicio pastoral para prepararse para la etapa de noviciado. Después, se encontró un año en Florida, donde se dedicó a conocer en profundidad el carisma de la orden, y tras eso fue a residir a Buenos Aires durante cuatro años para estudiar Teología. Regresó al convento del Prado a principios de 2022. 

Un compromiso mayor

El pasado 19 de noviembre, fray Charlie realizó su profesión solemne en manos del sacerdote Francisco Sánchez, superior provincial de la orden de los Carmelitas Descalzos en España, Bolivia, Paraguay y Uruguay.  

“La profesión solemne es el paso definitivo en el cual uno promete ante toda la Iglesia vivir de forma pobre, casta y obediente en la familia del Carmelo. Es como un casamiento con Dios, con la Iglesia y con la congregación”, explica.  

Fray Carlos durante la profesión solemne. Fuente: Carmelitas Descalzos

El joven fraile, además, participa del Movimiento Luceros. Se sumó dos años antes de entrar a la orden. Los lunes sale, junto a una veintena de voluntarios, a entregar un plato de comida y una palabra de esperanza a las personas en situación de calle que habitan por la zona del Prado. 

Para esta actividad, al igual que en las celebraciones litúrgicas, utiliza el hábito, signo religioso de la congregación: "Algunos te ven y no te entienden. Otros se abren y te cuentan cosas que a los otros chicos no les comentan. Se generan vínculos muy lindos con la gente en situación de calle". 

El sueño de fray Charlie es ser sacerdote, pero no de forma inmediata. Aunque está apto para pedir recibir el diaconado, dice que no tiene prisa en ordenarse: "Caí en la lógica del proceso interno, de acompasar los pasos que doy con el proceso interno". Prefiere ir paso a paso y no forzar etapas. Todo lo deja en manos de Dios.

Por: Fabián Caffa

Redacción Entre Todos 

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