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“Yo quiero esa felicidad”

Último testimonio que cierra el Mes de las Vocaciones.
La Hna. Claribel porta consigo un crucifijo con una reliquia de santa Teresa de Calcuta/ Fuente: Federico Gutiérrez

La historia que cierra este ciclo  es la de la Hna. Claribel, una religiosa india, originaria de Orissa, un estado al Este de la India. Misionera de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta, es superiora de la casa que la congregación atiende en Casavalle. Una de cuatro hermanos, tiene una hermana religiosa, en otra congregación, y una sobrina también misionera de la caridad. Compartimos con ustedes parte de su vida y su camino vocacional 

Sin mirar atrás

En la India la vocación surge en la familia. En ese país no llega a 3 % el número de cristianos, pero son una minoría muy fuerte que vive muy intensamente desde el punto de vista religioso. La Hna Claribel cuenta que cuando tenía 3 años veía a su hermano ir al colegio y quería ir con él. Al parecer el primer día de colegio su tío se acercó y le dijo: "tú comienzas a estudiar, pero no dejas; y cuando crezcas te convertirás en una hermana religiosa".

Ante la afirmación de su tío, como a cualquier niña pequeña le surgió la pregunta, ¿qué es ser monja? La respuesta, adaptada para una niña pequeña fue la siguiente: son una señoras que visten de blanco y no pecan. Y la contra respuesta de una niña ya la pueden imaginar: ¿y qué significa no pecar? La respuesta simple, pero no por eso menos certera e impactante: “sin mancha”. Para la niña esas simples palabras marcaron el resto de su vida.

A los 15 años, cuanto terminó el colegio, solo tenía en claro una cosa; quería servir a Jesús. No sabía en qué congregación, ni con qué carisma, solo sabía que quería ir tras Él. Es así como en medio de esa búsqueda, a través de una amiga, conoce a las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta. “Cuando fui a visitar a estas hermanas enseguida me llamó la atención lo felices que eran. Y observar como a pesar del trabajo que realizan con los últimos, los más olvidados, ellas eran capaz de sonreír y mantener el silencio y la oración”, relata la hermana Claribel.

A pesar de lo deslumbrada que había quedado por esa experiencia, a los tres días estaba de vuelta en su casa. Extrañaba a la familia y además sentía que el trabajo a realizar era demasiado duro, que no podría sostenerlo. Sin embargo, al volver a su casa algo, o Alguien, había obrado en ella, de tal forma que en una charla con sus padres les confesó que entraría en la congregación de las Misioneras de la Caridad.

Si bien a sus padres no les cayó muy en gracia la noticia respetaron su voluntad, sobre todo si esta respondía a un llamado de Jesús. Además le dieron una palabra que la religiosa sigue guardando aún hoy en su corazón: “Hazlo y no mires atrás”.

La etapa de formación no fue para nada fácil, tuvo sus idas y vueltas, su incontable cantidad de horas de oración y discernimiento y la presencia de la Madre Teresa durante etapas decisivas de este camino vocacional. Pero algo fundamental en todo ese tiempo, y que la seguiría acompañando con el paso de los años, era la búsqueda de la felicidad que veía en el rostro de las hermanas, esa que solo Dios puede regalar, cuando Él lo cree oportuno y por pura gracia, no por nuestros méritos. En esa meta se apoyaba Claribel.

El día a día

Su formación la llevó primero a Calcuta, donde recibió los primeros votos. A continuación la propia Madre Teresa le anunció que podría ir a su casa, a visitar a sus padres. Una vez de regreso fue destinada a España, luego a Roma para culminar su formación y, finalmente, llegó a nuestro continente. Entre Paraguay y Uruguay fue transcurriendo su trabajo, primero en la formación y acompañamiento a niños, más tarde con adultos mayores. De hecho en estos momentos, y como superiora, atienden en la casa ubicada en el barrio Borro a mujeres ancianas solas, que no tienen ningún tipo de familia, y que en la mayoría de los casos superan los 90 años de edad. 

Su día comienza a las 4:40 de la mañana, y la primera actividad es rezar. Luego viene el desayuno y después celebran la Santa Misa. “Sin Misa, sin oración, no podemos vivir; así que 4 horas de oración y 8 horas de trabajo. Entonces hacemos la limpieza, bañamos a las señoras que cuidamos, las alimentamos, estamos con ellas. Después dos de las hermanas (somos cinco en total en esta casa) salimos a visitar gente del barrio”, comparte la Hna. Claribel.

La vida religiosa hoy

Ante la pregunta sobre qué hace atractiva a la vida religiosa la Hna. Claribel hace una pequeña pausa y contesta; “Para mí es como desde la sencillez, desde la pobreza, uno puede alcanzar la felicidad, ser una persona feliz, algo que solo puede regalar Dios. Como ser feliz sin que importe nada más de Dios y como hacer feliz a los más pobres, a los que no tienen absolutamente nada, ni a nadie”. 

También advierte que hay dificultades reales para el surgimiento de nuevas vocaciones para la vida religiosa en general y para su congregación en particular. La primera es la lejanía con la familia, en el caso de las Misioneras de la Caridad las hermanas viajan para ver a su familia cada diez años. Otra es la incomprensión que existe en las propias familias a la hora de entender y acompañar el proceso vocacional de sus hijos cuando se plantea la vida religiosa.

A pesar de esto, la Hna. Claribel asegura que en todo este tiempo ha podido vivir eso que había visto en los ojos de las hermanas cuando las conoció por primera vez: la felicidad de entregar su vida a Dios y a los hermanos.

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