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Vayamos a otra parte

Un posible itinerario para iniciación cristiana. Por Pbro. Leonel Cassarino.
Compartir la fe en comunidad. Fuente: Cathopic

“Vayamos a otra parte”: son las palabras que Jesús dice a Pedro y al resto de discípulos luego de esa jornada modelo que nos narra Marcos y cuando Pedro y el resto lo encuentran le dicen: “Todos te están buscando” (Mc. 1, 38). Jesús abre horizontes, amplía los esquemas mentales de sus discípulos, los de ayer y los de hoy, para llevarlos a otra parte. Todos merecen recibir la Buena Noticia y es por eso que Jesús invita a sus discípulos a ir más allá, a otros lugares y pueblos a predicar. Los cristianos tenemos el deber de anunciarlo sin excluir a nadie. El llamado y la invitación de Jesús es para nosotros una responsabilidad más que un privilegio y la manera de hacerlo no es como quien impone una nueva obligación, todo lo contrario, es como quien comparte una alegría, es invitar a transitar un camino que nos lleva a conocer en profundidad la persona de Cristo, lo que el evangelista Marcos llamará: “entrar dentro”. Esta invitación a entrar dentro del misterio de Cristo y de su Iglesia propone un horizonte bello, un banquete deseable. Es una propuesta que entusiasma, que atrae. No es un acto proselitista. El encuentro con la persona de Cristo plantea un nuevo horizonte de vida, invita a transitar un nuevo camino, un nuevo rumbo, un itinerario que lleva a un conocimiento y una amistad profunda con el Señor y con su comunidad dando una orientación decisiva a la vida.

Sin embargo en estas últimas décadas experimentamos cambios vertiginosos en todas las dimensiones del quehacer humano. Los paradigmas que sostenían nuestra forma de pensar, valorar y relacionarnos han sido cuestionados y muchas veces sustituidos por otros generando en todos incertidumbre, inestabilidad, desorientación, cuestionamiento y crisis. Tanto el primer anuncio como la catequesis afrontan, por tanto, también nuevos desafíos. Los métodos y prácticas que hemos aplicado tanto como los caminos que hemos transitado en el crecimiento de la fe muestran un desgaste con el paso de los años y plantean un nuevo diseño de evangelización, un ir más allá. Salir de nuestra zona de confort. Mientras a nivel cultural nos encontramos en una sociedad que promueve una visión de la felicidad alcanzable sin referencia a Dios, la pluralidad de ideas nos ha llevado a privilegiar un relativismo y a relegar nuestra vivencia cristiana al plano íntimo y personal. En el ámbito de la catequesis hemos venido cuestionando la densidad y profundidad de los contenidos y procesos haciendo del acto catequístico un evento social superficial no precedido de conversión, ni conducente a la vivencia cristiana en comunidad. La preparación sacramental como objetivo fundamental de la catequesis (catequesis de primera comunión, catequesis de confirmación) se ha constituido en el punto de cierre de la vida cristiana de quienes participan en ella. Digámoslo de otra manera. En vez de ayudar a iniciar a la vida cristiana, de entrar en el misterio de Cristo y de la Iglesia, muchas veces clausuran y cierran dichos procesos. La catequesis centrada en la adquisición de conocimientos ha desdibujado la necesidad de procesos personales y comunitarios de conversión así como la implicación directa de la familia y la vinculación con la comunidad cristiana. Dependencia de manuales y subsidios en detrimento de itinerarios que alienten el acompañamiento personal y comunitario de las personas, desvinculando así la catequesis de la realidad que viven los destinatarios como de la vida pastoral de la iglesia.

¿Qué hemos cambiado de nuestras estructuras caducas en pos de la nueva evangelización? Como a Pedro y al resto de los discípulos, Jesús podría decirnos: “Vayamos a otra parte”. Un cambio de paradigma nos invita a afrontar el reto de testimoniar con nuestra vida y nuestras opciones que seguir a Jesús en comunidad ciertamente que es exigente pero a la vez llena el corazón con una alegría duradera.

"El acto de amor más grande que podemos hacer por las mujeres y por los hombres de nuestro tiempo es darles a conocer a Jesús. Porque evangelizar sigue siendo el más grande, apasionante y hermoso acto de amor que podemos hacer los discípulos de Jesús"

P. Leonel Cassarino 

A estos cambios socioculturales y religiosos, que llamamos cambios de paradigma, la Iglesia reunida en Aparecida (2007) ha intentado poner encima de la mesa una conversión pastoral como condición para la misión continental. Así mismo lo había intentado san Juan Pablo II con la llamada a la nueva evangelización, también el sínodo sobre la Nueva Evangelización de Benedicto XVI (2012), y más cercano a nuestros días el papa Francisco con su exhortación apostólica Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio) del año 2013, han provocado muchos comentarios pero reconozcamos, pocos cambios en las estructuras pastorales de la Iglesia. Proféticamente el papa Francisco en la Evangelii Gaudium decía: “No ignoro que hoy los documentos no despiertan el mismo interés que en otras épocas, y son rápidamente olvidados. No obstante, destaco que lo que trataré de expresar aquí tiene un sentido programático y consecuencias importantes. Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una simple administración. Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un estado permanente de misión” (n.º 25).

Este cambio de paradigmas llevó a la catequesis a pensar y reelaborar propuestas que la tuvieran como un verdadero proceso de iniciación a la vida cristiana, que tiene en el catecumenado primitivo de los primeros cuatro siglos de la iglesia su fuente de inspiración y modelo todavía vigente por su vigor y carácter mistagógico integrador. Una catequesis, al decir del Directorio General de la Catequesis, “al servicio de la iniciación cristiana”. Que busca ser un itinerario pedagógico que permite vivir conforme a la fe cristiana, integrando todas las dimensiones de la persona, atendiendo sus búsquedas y necesidades, atravesando distintas etapas, distintos tiempos en el camino espiritual, según las personas y los grupos.

Esta catequesis de inspiración catecumenal vuelve a proponer los elementos básicos para ser comprendidos, valorados, para luego ser encarnados y vividos. En primer lugar, el carácter pascual. Todo debe estar orientado hacia el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. La catequesis debe ayudar a entrar en este misterio de manera esencial y existencialmente de manera de hacer comprensible el corazón de la fe, por lo tanto poner a cada uno en contacto con el Resucitado. En segundo lugar el carácter iniciático. Es una iniciación a la fe que lleva a entrar dentro del misterio de Cristo y de la Iglesia. Ayudar a entrar dentro en todas las dimensiones de la vida cristiana para que cada uno pueda comenzar, en la comunidad, su camino de respuesta personal a la invitación recibida de parte del Señor. En tercer lugar el carácter litúrgico, ritual y simbólico. Esta catequesis de inspiración catecumenal se va entretejiendo de símbolos, ritos y celebraciones que escalonan las etapas de dicho itinerario, que dan un nuevo lenguaje a los contenidos y que tocan los sentidos y los afectos. De esta manera se vuelven más significativas aquellas experiencias que tocan no solo la inteligencia, sino también la corporalidad y la afectividad. En cuarto lugar el carácter comunitario. Es un camino que se realiza en una comunidad concreta en donde se experimenta la comunión dada por Dios. Este carácter manifiesta e integra la variedad de carisma y ministerios de la comunidad y que es en dicha comunidad que la fe renace, se regenera y crece. En quinto lugar el carácter de conversión permanente y testimonial. Es un camino de conversión y purificación gradual enriquecido con ritos y celebraciones que revelan un nuevo modo de vivir y de pensar. Concientizando y educando a las personas para que se descubran como pecadores perdonados y que dicho camino dura toda la vida.  Y en quinto lugar el carácter progresivo de dicha experiencia. Es un proceso dinámico que se estructura en etapas graduales y progresivas. Estas etapas y tiempos de maduración, la Iglesia como buena madre, los acompaña con paciencia, respeto y ternura.

“Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19–20). Hacer discípulos sigue siendo una tarea urgente y a la vez desafiante como lo fue para el apóstol Pablo: “Porque anunciar el evangelio no es para mí un motivo de gloria; es una necesidad imperiosa que tengo, ¡y pobre de mí si no anunciara el evangelio!” (1Co 9, 16). Siguiendo la invitación de Jesús vayamos a otra parte, miremos aún más lejos. Porque el acto de amor más grande que podemos hacer por las mujeres y hombres de nuestro tiempo es darles a conocer a Jesús. Porque evangelizar sigue siendo el más grande, apasionante y hermoso acto de amor que podemos hacer los discípulos de Jesús.

 

Commentario(1)

  1. Adriana Chiesa says

    Es un proceso de encuentro con Cristo donde la Escritura no puede estar ausente.El otro punto es la experiencia de ese encuentro del Catequista,su equilibrio personal, no siempre presente

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