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Un camino orientado hacia el bien común y la dignidad humana

Este año la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa —ACDE— está cumpliendo su septuagésimo aniversario. Desde el primer momento su actividad ha sido fundamental para el desarrollo empresarial y laboral en nuestro país. Los invitamos a compartir parte de la historia, el presente y el futuro de esta organización.
La dirección de ACDE junto al Card. Daniel Sturla en la celebración por los setenta años. Fuente: Romina Fernández.

ACDE nació gracias a un grupo de ocho jóvenes amigos (Wilfredo Ponce de León, Héctor María Sapriza, Máximo Zerboni, Ricardo Ferrés, Juan Antonio Otegui, Guzmán Barreiro, Carlos Muttoni y Juan Francisco Carrau), que tenían la determinación de aplicar el pensamiento social cristiano en sus empresas, en un contexto complejo. El 21 de octubre de 1952 fundaron la Comisión Promotora de la Asociación de Patronos Católicos, que luego se convertiría en la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa. Nació y creció como una red de dirigentes de empresa que se apoyaban entre sí. Germán Villar —presidente de ACDE en 1982— sostenía que ACDE planteaba el personalismo, que es el cambio a través de las personas: las personas cambian la historia y no esta a las personas. El objetivo era (y es) mejorar las empresas y el mundo del trabajo cambiando a los dirigentes de empresa, introduciendo conceptos como el desarrollo integral de la persona a través del trabajo, la responsabilidad del empresario, el diálogo y la participación, entre otros. Este planteo, hace setenta años, fue muy valiente e innovador.

El objetivo claro

Desde el inicio el foco estuvo puesto en la formación de los socios, al principio con un carácter más religioso y luego evolucionando también hacia lo social. A dos años de la fundación, la asociación creó el Centro de Servicio Social de Empresas, que nucleaba a las trabajadoras sociales para que se especializaran en la temática laboral y la defensa de los intereses, así como los problemas familiares y sociales de los trabajadores; y luego el Servicio de Empleo, una bolsa de trabajo del sector privado, otro hecho inédito en el panorama empresarial local.

En 1956, por otra parte, ACDE se integró a la Unión Internacional Cristiana de Dirigentes de Empresa —Uniapac—, tomando contacto con otras realidades y conceptos como los de productividad, competitividad, participación y balance social, temas que la asociación introdujo en la agenda pública nacional a través de foros y conferencias.

Al mismo tiempo, la asociación fue reuniendo productores agropecuarios, y con el objetivo de hacer sustentable la empresa, generó en su seno los grupos CREA, que luego tomaron vida propia.
También es interesante remarcar los caminos que ACDE abrió y los aspectos empresariales en los que fue pionera. Algunas de estas iniciativas después adquirieron vida propia: la primera escuela de negocios del Uruguay, labor que luego continuó la Universidad Católica del Uruguay —UCU—; la primera herramienta en Uruguay para integrar la responsabilidad social empresarial —RSE— a la gestión empresarial y sus indicadores, labor que luego desarrollaron Deres, Sistema B y Cempre, entre otras organizaciones; en 2002 se formó un grupo de mujeres empresarias, y hoy existe la Organización de Mujeres Empresarias del Uruguay; además, en la década de los noventa se creó un club de emprendedores, y hoy hay más de cuarenta instituciones dedicadas al emprendedurismo.

Pero, más allá de todos estos logros, lo más importante es la finalidad de la misión de la asociación: hacer la sociedad más justa y humana, con atención a los impactos sociales, económicos, ambientales y éticos, buscando el bien común, basándose en la dignidad de la persona humana.

Aceptar los desafíos

Con el pasar de las décadas, ACDE fue respondiendo a los desafíos de los dirigentes de empresa de cada generación. Por ejemplo, en la actualidad, desde la institución se insiste mucho en la gestión, como aquello que está en las manos de cada uno para generar mejores resultados. El año pasado lanzaron una plataforma para medir la gestión, única en el mundo, e introdujeron al Instituto Nacional de Estadística —INE— entre una decena de países que miden la gestión en las empresas.

Asimismo, vienen desarrollando desde hace más de veinticinco años el programa GADE y los grupos de reflexión empresarial —GREM—. Los GADE son grupos de siete empresarios y empresarias, que se reúnen cada quince días para trabajar la sostenibilidad y crecimiento de sus empresas, conformando un directorio para cada uno, con un facilitador voluntario, destacado por su trayectoria empresarial.

Por su parte, los grupos GREM son para dirigentes de empresas. En reuniones mensuales se apoyan en la toma de decisiones puntuales, analizando casos reales que suceden en sus empresas, tanto desde el punto de vista técnico como ético, iluminados por el pensamiento social cristiano. ACDE también ofrece ‘mentorías’ individuales.

Otra faceta de la organización es la realización de foros y conferencias para tratar temas de actualidad. ACDE fue pionera, en el año 1984, en realizar reuniones de dirigentes de empresa con el equipo económico de gobierno y otras personalidades.

La presidente de ACDE junto al papa Francisco. Gentileza de ACDE.

El trabajo en equipo

ACDE cuenta con un consejo directivo —presidido por la Cra. Rosario González Stewart—, formado por trece socios titulares y otros trece alternos, que luego van liderando grupos de trabajo con otros socios voluntarios. Este consejo es acompañado, según los estatutos, por un asesor doctrinario, que actualmente es el padre jesuita Marcelo Coppetti.

Los grupos de trabajo, a su vez, coordinan y expanden el programa GADE y los GREM, para así realizar foros y conferencias, atraer y generar actividades propias de jóvenes emprendedores y dirigentes de empresa, y extender ACDE al interior del país (porque desde la asociación se ha observado la focalización en Montevideo en las últimas décadas) y para las relaciones institucionales (porque se entiende que hay muchas organizaciones con las cuales trabajar en sinergia).

Todo el trabajo descripto, que es básicamente de voluntariado, exige un nivel importante de autogestión, unido a planificación, guías y métodos que aseguren poner el foco en la tarea y la fidelidad al propósito. Además, hay un staff de tres personas que apoyan en la realización de todas las actividades.

Un referente nacional

Los socios y las empresas socias de ACDE ocupan un lugar relevante en la sociedad por la nobleza de su propósito: una gestión centrada en las personas e inspirados en el pensamiento social cristiano. Empresas y dirigentes de empresas de distintos sectores de actividad, distintos ámbitos —públicos y privados— y de diferente porte, forman parte de ACDE como red que agrupa esos socios y está activa en la realidad empresarial. En la actualidad, la asociación trabaja internamente, y en foros abiertos, la conversión digital de las empresas, la capacitación de los colaboradores, la sostenibilidad y el triple impacto (la competitividad, la inserción internacional y las relaciones laborales).

Un camino marcado

Los valores del bien común y la dignidad de la persona son la guía de ACDE; corresponde a cada generación afrontar sus propios desafíos basándose en estos valores. Esta generación está marcada por la tecnología, por lo que implica su introducción ineludible y sus impactos en el bien común y en las personas.

Teletrabajo, relaciones laborales, capacitación, cultura empresarial, diferencias generacionales y de estratos socioeconómicos: son algunos de los temas en torno al desafío tecnológico. Otro desafío es el del medio ambiente y los impactos de la actividad empresarial en él. Desde la asociación el necesario crecimiento del país e incremento de los ingresos de los uruguayos, abatir la pobreza y las desigualdades sociales, también son desafíos a asumir.

Por esto ACDE brinda un espacio y motivación para tratar estos temas, sin el interés de un sector específico, y poniendo a las personas en el centro. Es por esto, que el networking que se puede concretar en ACDE no es solo, ni tanto, para hacer negocios, sino para el apoyo mutuo de sus socios, de forma solidaria y fraterna.

En la voz de... Rosario González Stewart, presidente de ACDE

Encuentro con el papa Francisco 

ACDE Uruguay forma parte de Uniapac. En octubre se realizó el XXVII.° Congreso Mundial de Uniapac, titulado “Coraje para el Cambio”. El mismo se realizó en la sala Pablo VI en el Vaticano. Durante el congreso tuvimos una audiencia privada con el papa Francisco. Este encuentro, providencialmente, fue el 21 de octubre, día en el que ACDE cumplía sus setenta años. Fue un momento propicio para pedirle al santo padre, durante el saludo mano a mano, una bendición para nuestra asociación, sus socios, familias y colaboradores.

En otro orden, durante el congreso se propusieron diferentes paneles, todos enfocados en el mismo desafío: encontrar el coraje para crear una nueva economía basada en la dignidad humana y el bien común.

En la apertura, el presidente de la asociación, Bruno Bobone, nos dijo: «Para hacer este enorme cambio, tenemos que cambiar nuestra forma de vivir dentro de nuestras empresas, las relaciones entre líderes y empleados, el salario digno, la participación de todos en las decisiones que afectan sus vidas, la relación con el medio ambiente, la responsabilidad hacia las generaciones futuras y, finalmente, el gran objetivo de todo ser humano en su vida que es un camino hacia la felicidad: “Coraje para Cambiar”».

Uniapac aspira a ser reconocida a nivel mundial por su clara promoción de los negocios como noble vocación. Una vocación noble significa que somos bendecidos con algo extraordinario, pero también significa que tenemos una enorme responsabilidad: asegurar que nuestra noble vocación produzca nobles resultados.

Por su parte, durante la audiencia privada, el santo padre Francisco llamó a los participantes del congreso, en su discurso, a reflexionar y reforzar nuestro compromiso con nuestra noble vocación de empresarios, y nos dijo:“No debemos olvidar nunca que todas nuestras capacidades, incluido el éxito en los negocios, son dones de Dios y tendrían que orientarse claramente al desarrollo de las demás personas y a la superación de la miseria, especialmente a través de la creación de fuentes de trabajo diversificada. El cambio siempre requiere valentía. Pero la verdadera valentía exige también que sepamos reconocer la gracia divina en nuestra vida”.

Esta gracia “nos permitirá guiar y dirigir nuestras relaciones en los negocios —dijo— y con quienes trabajan con nosotros”. “Estamos llamados a ser creativos a la hora de hacer el bien”, afirmó.
Además, el papa nos marcó el reto de crear una nueva economía para el bien común, que tiene como sujeto al hombre y a los pueblos. “Una economía diferente, la que hace vivir y no mata, que incluye y no excluye, que humaniza y no deshumaniza, que cuida la creación y no la depreda”, añadió.

“Todos tienen el derecho de participar en la vida económica y el deber de contribuir, según sus capacidades, al progreso del propio país y de la entera familia humana —señaló—. Es un deber de solidaridad y de justicia, pero también es la mejor vía para hacer progresar a toda la humanidad”. Por lo tanto, cualquier “nueva economía para el bien común” debe ser inclusiva, sostuvo.

El obispo de Roma continuó diciendo: “En el desempeño de su profesión, ustedes, empresarios y emprendedores, están llamados a actuar como fermento para que el desarrollo llegue a todas las personas, pero de forma especial a las más marginadas, a las más necesitadas, para que la economía contribuya siempre al crecimiento humano integral”.

El gran objetivo “debería ser siempre permitir a los trabajadores una vida digna a través del trabajo —aseguró—. De hecho, la puerta de entrada a la dignidad del hombre es el trabajo”. “El trabajo, agregó, debe estar bien integrado en una economía de cuidado; un trabajo que cuida, contribuye a la restauración de la plena dignidad humana, contribuirá a asegurar un futuro sostenible a las generaciones futuras. En la dimensión del cuidado entran, en primer lugar, los trabajadores”.

El papa nos animó a considerar una nueva alianza con los jóvenes que firmaron un pacto en Asís por una economía del Evangelio: “Caminar con ellos, enseñarles y aprender de ellos; y, juntos, dar forma a una nueva economía para el bien común”.

Commentario(1)

  1. Maria Isabell González Stewart says

    Excelente labor , además con mucha curiosidad de conocer a Rosario González Stewart.

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