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"Siempre supe que Dios me salvó"

Entrevista a Patricia Rodríguez, presidente del Sindicato Policial.

Para la presidente del gremio policial se puede ser policía, cristiano e integrar un sindicato. Patricia Rodríguez trabaja incansablemente para mejorar la calidad de vida de sus colegas, es madre de cinco hijos y asegura que Dios le salvó la vida. 

¿Cómo está compuesta su familia?

Nací en la ciudad de Las Piedras, en el departamento de Canelones, donde vivo hasta ahora. Mi familia es muy pequeña, tengo únicamente tíos y primos, mi hermano falleció a los 19 años. Estoy casada y tengo cinco hijos: Valentina (25), Martina (20), Alfonsina (14), Francisco (13) y Paulina (5); tenemos para todos los gustos, todos los tamaños y todos los problemas. 

¿Dónde cursó sus estudios?

En el colegio San José cursé educación primaria. Luego, hice primer año de secundaria en el colegio San Isidro. Allí recibí la primera comunión y el sacramento de la confirmación. Después me pasé al liceo público donde terminé secundaria. 

¿Dónde y cómo surgió su fe?

Mi vínculo con la fe y la vivencia sacramental fue a través del colegio, ya que en mi casa nunca participaban de la misa, no eran practicantes. Tuve una infancia muy complicada, muchas veces estuve sola. Mis mejores recuerdos son los que viví en el colegio. Siempre supe que Dios me salvó en muchísimas oportunidades…, me emociono porque es así. 

¿Cómo fue su infancia?

Mi mamá tenía problemas sicológicos que incluyeron intentos de suicidio. Siempre fue una infancia compleja, con un padre ausente. Mis cuatro abuelos siempre fueron mis referentes y mis tíos me ayudaron mucho también. En el colegio me enseñaron que cuando uno atraviesa momentos difíciles y de soledad, es un momento especial para rezar y estar con Dios, y eso me ayudó a salir adelante, me fortaleció para superar las situaciones. Soy una persona muy resiliente. La fe ha sido fundamental en mi vida. 

¿En qué parroquia participó?

Me vinculé a la parroquia San Isidro Labrador, donde fui parte del grupo de jóvenes y del oratorio. En ese momento estaba el padre salesiano Sergio Álvarez, que en ese momento todavía no se había ordenado sacerdote. También estaban los padres Leo Burone y Alfredo Baccini. Allí estuve diez años; desde los 20 hasta los 30. 

¿Es catequista? ¿Su familia la acompaña en la tarea?

Formé parte del oratorio Pilarica y después me pasé al oratorio Nuestra Señora del Carmen, allí fui animadora del centro juvenil. Luego vino la etapa de dar catequesis de bautismos, junto con una compañera. En ese momento estaba cursando teología en la ciudad de Nueva Helvecia. Nos pidieron y aceptamos. Los salesianos querían cambiar la impronta de la catequesis. Mi hija Valentina siguió mis pasos, fue coordinadora del oratorio Nuestra Señora del Carmen. Ahora es maestra pero sigue muy vinculada. Paulina, la más chica, va para todos lados conmigo: a las reuniones de sindicato, al interior. Es más, nació ahí. Francisco es el único varón y no juega al fútbol. Todos son cracks, son el sostén de mi vida. 

¿Cómo llegó a la Policía?

En realidad quería ser enfermera del Hospital Policial; ya me había recibido. Trabajé un tiempo en el Hogar Madre Promis haciendo prácticas. Cuando entré a la Policía, venía de la iglesia. Llegué de casualidad. En el año 2003 ingresé en la Escuela Nacional de Policía; allí pude ayudar mucho porque no había quien hiciera los primeros auxilios. Fui alumna y a su vez profesora. Me recibí de policía, me quedé un tiempo más y seguí mi carrera policial en la cárcel, entre otros lugares. 

Y luego, ¿qué pasó?

No pedí más para estar en la enfermería. Aprendí a amar la vocación de servicio desde el ser policía. Hay mucho de servicio detrás del policía, solidaridad y gestos que se hacen cotidianamente, que la gente no conoce. Mi último destino fue el Centro Nacional de Rehabilitación (CNR), la cárcel de varones que había en el barrio Colón para primarios. 

¿Cuándo surgió su interés por integrar el sindicato policial?

Empecé a ver los problemas y me acerqué a conversar con ellos. Pasó una semana y me llamaron, les pareció raro que alguien hubiera ido a hablar con ellos sin pedir nada a cambio. Me ofrecieron ir como delegada; lo pensé porque estaba muy cómoda en mi trabajo, y acepté. Lo conversé con un sacerdote amigo quien me dijo que era una oportunidad más para ayudar. Muchos de los gurises que estaban allí habían asistido al oratorio. Tenían entre dieciocho y veintiocho años. No tenía militancia política ni sindical; lo evalué también desde ahí. En ese momento era muy complejo ser sindicalista en la policía.

¿Cómo define la tarea?

La tarea sindical no es fácil. Cuando comencé el 99% de los integrantes eran varones, solo éramos tres mujeres. Las reuniones eran bastante pesadas, yo les molestaba porque podía hacerle sombra a alguno. Pasé por situaciones de peleas e insultos, de volver llorando a mi casa, de  preguntarme qué estaba haciendo allí. Pasé muchas cosas pero gracias a Dios superé esa etapa. Sabía que tenía que ganarme el lugar y lo hice a los ponchazos, igual que ellos, a la par. 

¿Cómo vive la tarea de ser presidente?

En la cárcel forjé mi carácter; eso me ayudó mucho en el sindicato. Cuando ingresé, en el año 2010, éramos sesenta y ahora somos once mil. Soy presidente del sindicato desde el año 2019. Creo que los cargos no hacen a la persona, lo que marca la diferencia es cómo sos con los demás; hay que hacer las cosas bien. 

En este último tiempo ha tenido amplia participación en los medios de comunicación, ¿cómo se lleva con la prensa?

Encontré mis dones en los medios, en la comunicación. Estudié periodismo durante un año, después no pude seguirlo. En el sindicato me pidieron y lo hice. Pudimos mejorar, a través de los medios, la manera de comunicarnos. Antes había una barrera. Los policías entienden el lenguaje que utilizo, la ciudadanía es la que tiene que comprender. Detrás del uniforme hay un ser humano. Este ha sido y sigue siendo mi rol: mostrar qué hay detrás de un policía. Tenemos que mostrar la otra cara del funcionario, muchas veces se nos estigmatiza por nuestra tarea. Hay que mostrar la parte humana. Es un sindicato que la gente quiere. 

¿Se puede ser creyente e integrar un sindicato? ¿Considera que está politizado el tema? 

Yo no abandono ningún lugar por mi fe, al contrario, hay que ganarse esos lugares desde adentro. No tengo por qué irme de ningún lado, me estaría autoestigmatizando; ni por la fe, ni porque piensen distinto.

Yo no abandono ningún lugar por mi fe, al contrario, hay que ganarse esos lugares de desde adentro. 

¿Qué opina de las redes sociales?

Mucha gente, a través de las redes sociales, se cree con derecho a criticar y a decir lo que se les antoja. Pienso que, como sociedad, habría que rever el manejo de las redes, hay jóvenes que viven situaciones de bullying. Son espacios virtuales donde se dice cualquier cosa de cualquier persona sin ninguna consecuencia. 

¿Qué experiencia le dejó su trabajo en la cárcel?

Trabajé en la cárcel hasta que entré al sindicato. Me sorprendió encontrar chiquilines del oratorio; me cuestioné qué había hecho mal. El oratorio es una herramienta más, pero es solo una vez por semana. Ellos necesitan mucha más atención que eso. Los jóvenes privados de libertad me recibieron muy bien porque había sido su educadora, fue una experiencia muy rica y desde mi humilde lugar pude ayudar. En una cárcel se ve de todo: los que tienen expectativa de salir adelante, los que tienen familia atrás y los que no poseen nada de eso. También encuentras jóvenes con familias muy bien constituidas a pesar de lo cual, sin embargo, el chico entró en la droga y cayó preso. Sigo yendo de visita a algún centro carcelario.

¿Quién es Jesús para ti?

Jesús es alguien presente. Siempre está. Tuve un accidente automovilístico gravísimo cuando estaba embarazada de Paulina. El auto dio muchas vueltas y quedó en el borde la banquina, un centímetro más y no contábamos el cuento. Jesús nos salvó. Tengo una intuición impresionante, presiento cuando me va a pasar algo. Aunque actualmente estoy un tanto alejada, sigo conectada con sacerdotes amigos y compañeros de comunidad. Con Valentina comparto mucho la fe. Ella trabaja en el Colegio Seminario, es animadora, catequista y coordinadora de un oratorio. Se encarga de que no me aleje mucho. Tenemos una familia muy linda, nos contenemos entre todos.

¿Cuáles son las necesidades más urgentes de la Policía? 

La vivienda y los sueldos son lo más importante. En la Rendición de Cuentas no se tuvo en cuenta un aumento de sueldo, por eso nos reunimos con el Presidente de la República y le pedimos una partida especial. Durante la pandemia estuvimos muy expuestos, la policía cumplió un rol fundamental, los delitos no subieron. Pusimos el hombro a la seguridad pública. Detrás de cada trabajador hay una familia que espera y necesita una suba salarial. Por ahora esperamos la partida extra. Humanizar y revalorizar la tarea de los funcionarios es fundamental. Muchos eligen ser policías por vocación, ya sea porque tienen familiares que lo fueron o porque siempre soñaron con serlo. No hay democracia sin policías, hay que darles el lugar que merecen. 

¿Cómo ve la Policía hoy en día? ¿Cómo piensa que la ve la sociedad?

Los hechos del pasado nos hicieron mucho mal como sociedad, pero hay que sacarle la mochila a los policías, cargas que no son de ellos. Ahí se podrá construir una mejor sociedad para todos. Se vienen arrastrando cosas en las que todos tuvimos consecuencias. Los policías las siguen pagando, tenemos que dejar eso atrás y reconciliarnos como sociedad para poder vernos todos como trabajadores, cada uno en su tarea.

Commentario(1)

  1. Norma Rearte says

    GRACIAS!!!!! FELIZ NAVIDAD Y EXCELENTE AÑO A TODOS LOS QUE CUIDAN A LA CIUDADANIA!!!

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