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Ser sacerdote en tiempos de COVID-19

Algunos párrocos relatan cómo se están adaptando para seguir cerca de los fieles en tiempos de aislamiento
Los sacerdotes no celebran de modo público y acompañan desde su lugar. F .GUTIÉRREZ

Publicado en Entre Todos N° 469

Con más fe que nunca. Así perciben algunos sacerdotes de Montevideo a los fieles en este tiempo. La imposibilidad de celebrar los sacramentos de manera pública hace que los curas también se tengan que reinventar en su manera de acercarse a la gente. Y al tiempo que crecen para adentro, ven cómo los fieles aprovechan mejor cada instante.

Por disposición de los obispos de Uruguay, las Misas se celebran de modo privado. Salvo algunos privilegiados, los fieles no participan en este sacramento desde hace dos semanas. Algunos la siguen por televisión o por medios digitales y se conforman con hacer una buena comunión espiritual. Otros, tal vez con más posibilidades, sí se pueden acercar a recibir al Señor en la Eucaristía. “Doy la comunión y la gente llora, se arrodilla y llora”, dice el P. Marcelo Marciano, párroco en María Reina de la Paz. Allí hicieron un calendario y los interesados eligieron un momento en el que recibir a Jesús, evitando el contacto con otros feligreses. En la visión de este sacerdote, “la pandemia ha movido los corazones y la gente está con más fe que nunca”.

Algo parecido percibe el Padre Gonzalo Estévez, párroco en Stella Maris. “Me llamó la atención el agradecimiento de la gente. Y el hecho de que mucha, mucha gente manifiesta una emoción a flor de piel. Hay personas a las que el hecho de comulgar les produce una emoción hasta llegar a las lágrimas”, relata.

Su iglesia permanece abierta pero recibe a muchas menos personas que de costumbre. “De cualquier manera, hay un núcleo de gente para la cual la venida al templo y la posibilidad de hablar una palabra con el sacerdote y —ni qué decir— la comunión, se vive como una verdadera necesidad”. Este párroco es consciente de que en este tiempo todos tienen los sentimientos más a flor de piel, pero no deja de ver algo específico en el caso de la fe. Su visión es optimista: “Creo que este tiempo de ‘ayuno eucarístico’ puede llegar a ser un enorme tiempo de gracia para la Iglesia toda, invitada a revalorizar lo que significa la Eucaristía en la vida de cada uno de nosotros”, aventura.

De igual manera el P. Omar França, al frente de Santa Bernardita, percibe una mayor apertura hacia lo trascendental por parte de los miembros de la comunidad. En su caso, puso los medios para poder mantener la celebración de la Misa diaria (ventilaciones, mantener distancias entre los presentes, limpiezas y desinfecciones) y un puñado de personas participan entre semana. Pero los domingos no puede garantizar que no haya aglomeraciones, y por eso no celebra en público. Pero algunos no se pierden de la oportunidad de recibir a Jesús sacramentado.

Es así que el párroco de Carrasco cree que estas semanas son una suerte de “sacudida eclesial que puede llegar a ser una bendición. Porque nada ocurre sin que Dios lo ordene para nuestro bien”. “Una vez que pasemos por este tiempo oscuro, una vez que hayamos superado esta crisis dolorosa, vamos a poder recoger frutos que nos van a asombrar”, confía.

Cerca de la gente

Si bien gran parte de los sacerdotes viven solos o en pequeñas comunidades, no están acostumbrados a estar encerrados o sin actividad pública. Y como su ministerio los lleva justamente a estar junto a los que los necesitan, ellos han tenido que adaptarse para poder mantenerse cerca de su gente.

El sacrificio de Jesús en la cruz se redimensiona este año. F.GUTIÉRREZ

En la mayoría de los casos, los templos están abiertos y los padres están disponibles para conversar, confesar y administrar la Comunión. Pero para estar cerca de la mayor cantidad de fieles posible, muchos de ellos usan las redes sociales y la tecnología. Por ejemplo, el P. França mantiene un grupo con unas 60 personas de la comunidad. Todos los días les acerca un comentario de la Palabra de Dios y comparte noticias y documentos para enriquecer su vida interior.

“Percibo que la gente dispone de más tiempo y aprovecha más los materiales”, considera.

Algunos, los más jóvenes o entendidos con la tecnología, organizan transmisiones de celebraciones a través de internet. La Misa, el Rosario, adoración eucarística, la homilía. Sorprende la cantidad de personas que acompañan estas iniciativas.

Y no faltan quienes mantienen las sesiones de acompañamiento espiritual a través de las plataformas digitales. Basta con coordinar un horario y elegir alguna de las herramientas disponibles.

En este punto tal vez el caso más organizado sea el de los Salesianos, que tienen una propuesta por medio de la cual los interesados completan un formulario en línea y alguno de los 17 acompañantes espirituales (sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos) se contacta con ellos para comenzar la conversación. Así lo explicó a Vatican News el P. Francisco Lezama, párroco en Villa Colón y encargado de pastoral vocacional de la congregación: “En estos momentos, donde el encuentro personal y físico está muy restringido, creemos que esta experiencia tiene que ser algo que podamos ofrecer”.

También desde Iglesia Joven se ha planeado algo bien estructurado: un retiro online que se desarrolló los primeros días de Semana Santa.

Redimensionar el sacerdocio

En entrevista con ENTRE TODOS, el párroco de Stella Maris se detiene también en la importancia de este tiempo para el crecimiento interior del sacerdote. A su modo de ver, Dios está regalando la oportunidad de vivir en una soledad y silencio que ayudan a la mejora de la oración, la lectura y el crecimiento interior.

“Es un tiempo en el cual somos invitados a redimensionar nuestro sacerdocio. En general somos hombres que ponemos mucho de nuestro ministerio en lo que hacemos. Y este es un tiempo de hacer poco. Incluso, a algunos les toca padecer la enfermedad o tener una cuarentena estricta y para ellos es un tiempo de no hacer nada”, comenta. Y sigue: “Pienso que tenemos que volver nuestra mirada y ser capaces de ponerla en el Cristo Crucificado. Todo momento de la vida de Cristo es salvador. Pero el drama de la cruz y la gloria de la cruz es la potencia del impotente, la fuerza del débil y la vida en la muerte”.

“Es un tiempo para que nosotros, que vivimos en una cultura tan exigente acerca del hacer y el poder, volvamos a valorar el ‘no hacer’. La incapacidad. El no poder. Y descubrir que también allí se manifiesta el poder salvación de Dios si somos capaces de entregarle esa incapacidad, esa impotencia. Es un tiempo para esta meditación”, reflexiona.

El P. França ve en este tiempo, también, la ocasión de planear cosas para los días que vendrán. En concreto, ahora se aboca al estudio, preparando un curso de formación que brindará una vez terminada la pandemia. “Esto me permite prepararme para cuando salga esta catástrofe, para poder brindar ese servicio de formación”, comenta.

En la voz de_ 

Todo tuyo y de balde

P. Eliomar Carrara, párroco de Jesús Misericordioso, Belén (Malvín Norte)

El templo, recién lo abrí. Es domingo, y no puedo hoy celebrar Misa pública. Primera vez en mis 31 años de sacerdote. Medidas por una epidemia global.

Puse la música, encendí dos velas en el altar, y expuse el Santísimo Sacramento. Aquí estoy. Algunos del pueblo empiezan a venir, poco a poco. Primero el portero del garage parroquial, luego la abuela en bastones con su sobrina mayor postiza, después una joven discapacitada intelectual, el baterista de la orquesta del culto —hombre mayor, encorvado—, llega un joven bueno y tímido, una señora muy flaca, entra el diariero, y aquí también estoy yo, un pobre pecador. Pienso en la frase de Francisco: la Iglesia, hospital de campaña, y más que de costumbre este domingo.

Distanciados, entre los bancos, cantamos la Coronilla de la Misericordia, confieso a algunos, y al fin reciben en la mano —así hoy se permite— a Jesús sacramentado. Rezan un rato en silencio, e igualmente se van yendo. Probablemente, pasen luego por la feria, o por el super, o por el almacén, entren, entren y compren algo, cosas que también puedan hacer mucha falta, este domingo. Siento que no pocos quisieran estar hoy, y pienso que algunos no pueden siquiera un solo domingo.

Qué bueno eres, Señor, cuánto me has querido esta mañana. Al igual que tantas otras veces, me pusiste hoy entre los últimos, los pequeños, para estar —por mí y por los que llevo dentro de mí— cerca de ti. Y todo esto, todo tuyo... y de balde, y aún más este domingo.

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