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Santo Rosario, arma de paz

Historia e historias de una oración especialmente querida por la Virgen María
Grandes milagros se han obrado entre quienes rezaron esta oración /F. GUTIÉRREZ

Publicado en Entre Todos N° 462

La Santísima Virgen María es, ante todo, mujer. Como tal, agradece los detalles de cariño y los gestos de amor. A Nuestra Señora podemos saludarla en sus imágenes, ponerle flores, rezar el Ángelus, o algún Ave María suelto. No obstante, desde la Edad Media hasta nuestros días, el gesto de amor por excelencia con el que los cristianos nos dirigimos a Nuestra Madre, es el rezo del Santo Rosario.

El término “rosario” significa “corona de rosas”. Los antiguos griegos y romanos solían coronar con rosas las estatuas de sus dioses, simbolizando así la ofrenda de sus corazones. Por eso, las primeras mártires cristianas, cuando eran llevadas al martirio en el Coliseo, encaraban la muerte vistiendo sus mejores ropas y adornando su cabeza con una corona de rosas, como manifestación de su entrega al Señor. Por las noches, los cristianos recogían las coronas de las mártires y, por cada rosa, rezaban una oración o un salmo por sus almas.

El salterio de la Virgen

Desde los primeros siglos, la Iglesia recomendó recitar el “salterio”, es decir, los 150 salmos de David. Pero como solo podían recitar esta oración quienes sabían leer (y en aquel tiempo eran muy pocos) se sustituyó el rezo de los salmos por el rezo de 150 Avemarías. Esta oración se denominó “salterio de la Virgen”. En esa época el Avemaría se reducía a la oración inicial: “Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo”. Esta oración se incorporó al Misal Romano en el año 650. El primero en unir el Avemaría al saludo de Santa Isabel (“bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre”), habría sido el monje Severo de Antioquía (456 – 538). Para llevar la cuenta de las Avemarías rezadas, en Irlanda se empezó a difundir desde el siglo IX el uso de una cuerda con nudos o con pepitas ensartadas.

La devoción del “salterio de la Virgen” se fue extendiendo. En 1214 en Europa arreciaba la herejía albigense. Santo Domingo de Guzmán rezaba intensamente y ofrecía grandes mortificaciones por la conversión de esas almas. Una noche la Virgen se le apareció y le dijo que el arma de la que se sirvió la Santísima Trinidad para reformar al mundo fue el saludo del Ángel, que es fundamento del Nuevo Testamento. Por tanto, para ganar para Dios a tantos corazones endurecidos, el arma fundamental era el rezo del salterio. Santo Domingo puso manos a la obra y difundió tanto como pudo la devoción al salterio de la Virgen. A mediados del siglo XII, el Papa Urbano IV modificó al Avemaría, agregando al final de la fórmula el nombre de Jesús (“y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”).

Del Salterio al Rosario

Cien años después de la muerte de Santo Domingo, la devoción popular al salterio de la Virgen empezó a decaer, aunque en los monasterios se seguía rezando. Y se seguía modificando: fue un cartujo, Henri Egher de Kalgar, quien en el siglo XIV fijó la división del salterio en 15 decenas, con un Padre Nuestro al inicio. Por su parte, entre 1410 y 1439, el benedictino Dominique Hélion redujo el salterio diario a 50 Avemarías y compuso las primeras meditaciones de pasajes evangélicos que se unieron a su rezo. Ambos aportes datan de la primera mitad del siglo XV.

Por esos años (1428) vino al mundo otro gran apóstol del Rosario: Alain de la Roche. Este dominico, a partir de una visión que tuvo en 1460, se convirtió en un fervoroso propagandista del rezo del Rosario y fue gracias a él que se empezó a llamar así. De la Roche fue, además, quien le dio la estructura final al dividir los misterios en “Gozosos”, “Dolorosos” y “Gloriosos”.

Santa María, Madre de Dios…

Hacia 1483, en muchos países se tenía por costumbre añadir al Avemaría una oración final: “Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores…”.Pero tuvieron que pasar ocho décadas antes de que el Papa San Pío V, en 1569, prescribiera a todo el mundo católico —encíclica mediante— el rezo del Santo Rosario con los Padrenuestros, Avemarías “completas” y Gloria, tal como lo conocemos hoy.

El 7 de octubre de 1571 se libró la batalla de Lepanto. En ella los cristianos, tras encomendarse a la protección de la Santísima Virgen María y cambiar el Rosario por la espada, vencieron a los turcos y salvaron a la Cristiandad. Ese mismo día, en Roma, el Papa estaba despachando unos asuntos cuando de pronto se levantó y anunció la victoria de la flota cristiana. Días más tarde llegaron los mensajeros con la noticia oficial del triunfo cristiano. Por ese motivo, la Iglesia celebra cada 7 de octubre la fiesta de Nuestra Señora del Rosario.

Desde que San Pío V recomendó rezar esta oración, la devoción se extendió por todo el mundo y fue practicada y recomendada casi que por todos los papas que vinieron después, incluido el Papa Francisco. San Juan Pablo II decía que el Rosario era “su oración preferida”. Benedicto XVI es un gran devoto del Rosario. Y como si fuera poco, en distintas épocas y lugares, la propia Virgen ha pedido a sus hijos que recen esta corona de rosas por la paz del mundo y por la conversión de los pecadores.

Historias recientes

La victoria de Lepanto, tan lejana en el tiempo, puede llevarnos a pensar que “esas cosas no pasan hoy”. Dos historias del siglo XX demuestran lo contrario.
La primera, ocurrió en Austria. Cuando los aliados ganaron la Segunda Guerra Mundial en 1945, los americanos, ingleses, franceses y rusos se repartieron el territorio austríaco. En 1946, mientras rezaba por su pueblo ante la Magna Mater Austriae en el santuario de Mariazell, el fraile capuchino Petrus Pavlicek percibió una voz interior que le decía: “Haced lo que os digo y tendrán paz”. A partir del año siguiente, el P. Pavlicek fundó la Cruzada Reparadora del Santo Rosario, un movimiento de oración en el que comprometió a miles de austríacos a rezar “por la paz mundial y la conversión de los pecadores”, alentando a sus fieles a acercarse a la penitencia. En 1955, más de 500 mil austriacos (el 10% de la población) se habían sumado a la Cruzada.

Tras innumerables gestiones ante representantes de las potencias aliadas, Austria seguía ocupada, la Guerra Fría se agravaba y el comunismo aumentaba la persecución religiosa en los países ocupados. Hasta que en mayo de 1955 ocurrió lo imposible: el régimen de Moscú anunció su decisión de retirar sus tropas en el plazo de 90 días. Austria volvió a ser libre. Caso único en la historia del comunismo hasta entonces.

La segunda historia ocurrió en 1986 en Filipinas. Esta nación estaba convulsionada por la corrupción y los asesinatos del régimen del dictador Ferdinand Marcos. El Cardenal Sin pidió al pueblo que rezara el Santo Rosario. El 22 de febrero del 1986 el pueblo en masa salió a la calle en la ciudad de Quezón. El régimen envió al ejército con órdenes de usar las armas, y el pueblo se puso a rezar el Santo Rosario. Según cuentan los testigos del hecho, la Virgen se apareció. Los soldados la vieron y ella les dijo: "No hagan daño a mis hijos". Los soldados bajaron sus armas, se unieron al pueblo y el régimen de Marcos cayó sin que se disparara un solo tiro.

¿Y la historia futura?

A pesar de todo, aún son muchos los que creen que “Dios no actúa en el mundo”. Pero… ¿se lo pedimos? ¿Perseveramos en la oración? ¿Acudimos a Él por intercesión de la Virgen? La historia presente y la historia futura dependen de nosotros. De nuestra fe, de nuestra oración, de nuestras rodillas, de nuestra insistencia...

 

Hoy Occidente se encuentra bajo el asedio de la feroz dictadura del relativismo, sometido al imperio de la corrección política y colonizado por ideologías como la de género. Y aunque la libertad de pensamiento, de expresión y de acción parecen ser mayores que en el pasado, lo cierto es que el cercenamiento de los derechos fundamentales está alcanzando niveles preocupantes en muchos países del mundo. Disfrazado de tolerancia y de una libertad que es más bien libertinaje, el nuevo totalitarismo cultural avanza penetrando —y dañando — las mentes y las almas de los más inocentes e indefensos de nuestra sociedad: los niños.

Por eso, aparte de las mil iniciativas que los cristianos podemos y debemos llevar a cabo para cambiar la realidad, parece urgente empuñar esta bendita arma de paz que es el Santo Rosario, y pedirle a la Santísima Virgen que nos libere de estas “colonizaciones ideológicas” —denunciadas con firmeza por el Papa Francisco—, que sus promotores se conviertan, y que vengan años de paz y de concordia para nuestra Patria y para la humanidad entera.

¿Empezamos? “Por la señal de la Santa Cruz…”.

El Rosario de la Aurora

Este sábado 30 de noviembre comienza la Novena de la Inmaculada, un período que la Iglesia dedica a la preparación de la fiesta de la Virgen del 8 de diciembre.

En el contexto de la Navidad con Jesús, se propone vivir estos días con el rezo del Rosario de la Aurora, entre las 7:30 y las 8 de la mañana. Los que así lo deseen se podrán reunir en cualquiera de los siguientes lugares: el Santuario de la Gruta de Lourdes (Av. Instrucciones 2223), el Santuario de la Medalla Milagrosa y San Agustín (D. Ereño 2465 esq. Asilo), el Santuario de María Auxiliadora (Av. Lezica 6375 esq. Veraguas) y la Rambla del Buceo, a la altura de la Aduana de Oribe. 

Commentario(1)

  1. Hugo says

    Gracias por contar esta historia nos sirve para entender porque lo usamos.

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