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Migrantes: el sacrificio de empezar desde cero

El próximo domingo 25 de setiembre se celebrará la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. Para este año, la consigna elegida por el papa Francisco es: “Construir el futuro con los migrantes y los refugiados”.
Mauro, migrante venezolano, hospedado en la parroquia Ntra. Sra. de la Asunción. Fuente: Romina Fernández

Partir sin su familia. Llegar a un país desconocido. Acostumbrarse a una cultura distinta. Esperar tres meses para tener una cédula. Jornadas laborales que superan las ocho horas diarias. La vida del migrante es complicada, y el caso de Mauro (34), no es la excepción. Oriundo de Puerto Ordaz, hace seis meses tuvo que abandonar su Venezuela natal en busca de nuevas oportunidades. ¿Su nuevo destino? Uruguay.

“Honestamente, vengo de un país que está en crisis. La situación en Venezuela se hizo insoportable”, reconoce. Próximo a él, contra la puerta de entrada, destaca una gran y cuadrada mochila roja, junto a su bicicleta. “Trabajo en PedidosYa como muchos compañeros, y es una tarea que exige muchos pagos: BPS, DGI, habilitaciones, permisos, la aplicación, todo sale de nuestro bolsillo. Cada extranjero trabajando allí es una miniempresa, que tiene responsabilidades legales”, explica.

Según afirma, para un migrante que llega al país, la situación económica se hace muy compleja. “Uruguay es un país que amablemente nos abre las puertas, aunque, para nosotros, la verdad es un poco caro. Cuesta empezar o pagar un alquiler. Para vivir, hay que trabajar diez o doce horas diarias. El padre, gracias a Dios, con la ayuda que nos está dando, permite que podamos estar aquí tranquilos, no pagamos alquiler y nosotros lo ayudamos a él con alguna tarea, cortamos la grama, colaboramos en alguna actividad y mantenemos los espacios limpios”, asegura.

La importancia de un techo

Mauro reside en la parroquia Nuestra Señora de la Asunción y Madre de los Migrantes, perteneciente a la congregación de los scalabrinianos. De acuerdo con su párroco, Wilnie Jean, es una colaboración que les brindan a los extranjeros: “Les ofrecemos la casa de acogida, donde ayudamos a los que llegan al país con pocos recursos o en estado de vulnerabilidad. Se quedan por un par de meses o hasta que logren conseguir la documentación, un trabajo y que puedan salir adelante para sostener a su familia.

La capacidad máxima para alojar era entre veinte y veinticinco personas, pero con la pandemia tuvimos que disminuir la cantidad y de a poco estamos viendo qué se puede hacer”. No obstante, para Mauro, la colaboración es mayor: “Esto no es un refugio, esto es una casa. Es una ayuda diferente, somos afortunados”.

Según cuenta el padre Wilnie, con su acento haitiano, “en principio recibíamos a las familias, pero debido al espacio —que es pequeño— pasamos a hospedar solo hombres. Al inicio de la pandemia había treinta y un personas, que eran migrantes. Ellos venían, buscaban trabajo y se iban”.

Un trabajo en red

El párroco sostiene que existen muchas más necesidades para cubrir: “vienen muchos migrantes para acá, no solo por hospedaje, que es importante, sino que también tenemos este espacio en el que la secretaría parroquial da una orientación sobre sus derechos y deberes. Además, hay talleres de capacitación para los migrantes”. Según explica, dentro de los mencionados cursos, se les enseña a desempeñar distintos oficios: “Ahora tenemos un curso de cocina básica, y también un curso de reparación de computadoras. Después tenemos la academia parroquial (donde vienen las señoras mayores de edad), cursos de manualidades, y al final del año —entre noviembre y primera semana de diciembre— hacemos el cierre de las academias. Además tenemos la pastoral social (Cáritas), que busca ayudar no solamente a los migrantes sino también a las personas en estado de necesidad. Se ayuda con alimentos, ropas y a los migrantes”.

Para responder de mejor manera, la parroquia integra una amplia red de trabajo: “Estamos en comunicación con las organizaciones civiles que trabajan en este rubro, para contar con ellos si un migrante viene para acá y no lo podemos ayudar en la parte jurídica, por ejemplo. Trabajamos junto a la OIM, Acnur, Idas y vueltas o Manos Veneguayas, por ejemplo”. Dependiendo de la situación del migrante, se lo deriva hacia los distintos organismos que se encargan del tema. Lógicamente, la cantidad de organizaciones sociales, ONG e instituciones particulares son inestimables.

La vocación de ayudar

La obra que realiza la parroquia Nuestra Señora de la Asunción, en representación de la congregación de los Scalabrinianos, no es la única iniciativa dentro de la Arquidiócesis de Montevideo en apoyo a los migrantes.

Precisamente, el 19 de febrero de 2020 se inauguró la residencia “Paz y Bien”, ubicada en El Fortín de Santa Rosa, dentro de la Diócesis de Canelones. Se trata de un hogar para migrantes que surge del trabajo de la Arquidiócesis de Montevideo (a través de la Pastoral Social), la Conferencia de Religiosos del Uruguay (Confru) y la Conferencia Episcopal del Uruguay (CEU); a través del proyecto Puentes de Solidaridad. En este caso, la idea también implica brindar un alojamiento transitorio, por un par de meses, como apoyo para quienes ingresan al país.

Por otra parte, también brinda ayuda el Servicio Jesuita a Migrantes, institución que el pasado 16 de junio inauguró su Casa de Acogida, que integra el proyecto habitacional de la organización. Se trata de un espacio brindado por las Hermanas Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, para dejarlo a disposición de los migrantes más necesitados. El Servicio Jesuita a Migrantes también promueve la realización de diversos talleres y capacitaciones, además de espacios de encuentro y de promoción de la diversidad cultural. En tal sentido, en mayo organizó la Feria Inter-Culturas, en el Museo de las Migraciones, con el apoyo del Municipio B, la OMI (Organización Internacional para las Migraciones) y otros organismos competentes.

Enfocándose en la realidad de los venezolanos, se encuentra la institución Manos Veneguayas, una asociación civil sin fines de lucro, conformada por voluntarios que acompañan y apoyan al migrante venezolano para su mejor inserción en el país. Este grupo, que se reúne en el Santuario del Señor Resucitado, se focaliza en su integración, en su sentido más amplio, brindando asesoramiento acerca de cómo emprender, cómo confeccionar un currículum, o difundiendo actividades de integración.

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