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Luz en el dolor: testimonios de la Misión de la Esperanza

Jóvenes misioneros llevaron un mensaje de esperanza en los cementerios de Montevideo, durante una nueva conmemoración del Día de los Fieles Difuntos.
El Día de los Fieles Difuntos movilizó a voluntarios en los cinco cementerios de la capital. Fuente: R. Fernández

Cada 2 de noviembre es una oportunidad para recordar que la muerte no es el final, sino el comienzo del descanso eterno junto a Dios. Con la premisa de acompañar el dolor de quienes ya despidieron a sus seres queridos y de rezar para que descansen en la paz del Señor, Iglesia Joven de Montevideo organizó una nueva edición de la Misión de la Esperanza.

En el Día de los Fieles Difuntos, la intención no es otra que transmitir un mensaje de esperanza que ilumine y aliviane el peso del dolor por la pérdida de sus familiares y amigos, confiados en que gozarán en la plenitud de la vida eterna.

Los voluntarios estuvieron presentes en el cementerio Central, cementerio de La Teja, cementerio del Norte, cementerio del Buceo y cementerio del Cerro. Precisamente, compartimos cinco testimonios de esta jornada de solidaridad y servicio.

“Volver a sentir el llamado”

El Cementerio de La Teja fue testigo de la primera experiencia dentro de la Misión de la Esperanza de la pre novicia Agustina Thompson. Ella participó acompañada por un grupo proveniente del Cottolengo Femenino Don Orione.

En medio de un lugar comúnmente asociado a la tristeza y la pérdida, Agustina encontró la oportunidad de llevar la caridad y la esperanza a quienes más lo necesitaban: “Participar fue muy significativo, fue como volver a sentir el llamado para ser misionera de la caridad, y en este caso implicaba el desafío de vivir esa caridad hacia afuera. A veces estamos acostumbrados a llevar el consuelo dentro de cada una de nuestras obras, y el reto hoy era vivirlo puertas para afuera y en un lugar tan particular. El cementerio está asociado a la muerte y hoy la misión y el desafío era transmitir el mensaje contrario, llevar vida y esperanza. Porque Dios es, justamente, vida eterna”.

“Fue una muy linda jornada de oración y servicio. Nos ayuda a seguir siendo anuncio del Dios que es vida y que vence a la muerte”

Agustina Thompson

La pre novicia vivió de una manera especial el contacto con quienes se acercaron al cementerio durante el Día de los Fieles Difuntos. “Fue muy lindo poder participar y entregar una palabra de consuelo o aliento, una oración o incluso un abrazo o acompañar desde el silencio. También es significativo rezar por aquellas almas de difuntos por los que nadie reza. Me parece un lindo gesto”.

“Me gustó acompañar a las chicas del Cottolengo, poder ir con ellas y que sean conscientes de que todos podemos aportar desde lo que cada uno tiene para dar, sobre todo de aquello que nos sale del corazón: consuelo, amor y paz. Todos volvimos muy emocionados. Creo que cada una de ellas se guardó algún momento significativo en el corazón, y que todas son capaces de regalar una parte del amor que Dios nos regala a todos”, confesó con alegría.

La pre novicia Agustina Thompson junto al grupo misionero del Cottolengo.

“Pudimos tocar varios corazones”

En el Cementerio del Buceo, Ignacio “Nacho” Devirian se unió a un grupo de su parroquia, María Reina de la Paz, para participar por primera vez de la Misión de la Esperanza y ofrecer apoyo a las personas que visitan las tumbas de sus seres queridos.

“Fuimos grandes y jóvenes y nos colocamos próximos a las puertas del cementerio. Ahí nos dividimos en grupos de a tres para acompañar a las personas que habían ido. A cada uno de ellos les ofrecemos rezar juntos por sus seres queridos o familiares difuntos”, explicó, para luego recordar cómo se desarrolló la actividad: “Mi grupo en particular fue muy bien recibido, de hecho, nadie nos planteó que no quisieran rezar junto con nosotros. Sí pasó que, cuando nos volvimos a encontrar con los otros grupos de misioneros, nos enteramos de que a otros compañeros sí los rechazaron en alguna oportunidad, pero lo importante es permanecer con respeto”.

“Había muchos que estaban solos y no tenían a nadie con quien contar y compartir ese momento. Fue muy lindo no dejarlos solos en un día tan especial y emotivo”

Ignacio Devirian

De acuerdo con Ignacio, el balance de la misión es altamente positivo: “Gracias a Dios pudimos tocar varios corazones. Se notó en cada persona, cómo colaboró y los ayudó que los pudiéramos acompañar en su dolor. La verdad fue una muy linda experiencia, me gustó mucho sentir ser una especie de hombro donde los otros se podían apoyar y compartir su sufrimiento y llanto. Había muchos que estaban solos y no tenían a nadie con quien contar y compartir ese momento. Fue muy lindo no dejarlos solos en un día tan especial y emotivo como el de hoy. Estuvo muy bueno.

“Con un abrazo o una palabra, podemos hacer la diferencia”

A varios kilómetros de allí, en el Cementerio del Norte, María Eugenia Di Meglio realizó su tercera Misión de la Esperanza. Ella integra un grupo de jóvenes de la parroquia San Juan Bautista, y fue precisamente con ellos con quienes participó del voluntariado: “Salimos a las nueve y cuarto de la mañana, fuimos en ómnibus y nos encontramos con el resto de los misioneros. Nosotros éramos de San Juan Bautista, mientras que la mayoría del grupo al que nos sumamos eran los seminaristas de Cristo Rey. Llegamos un poco más temprano del inicio de la misa, decidimos hacer un primer envío e invitar a las personas a sumarse a la celebración. Luego, a las once, comenzamos la misa y después de que terminó, antes del mediodía, continuamos la misión. Siempre partimos en grupos de a tres o cuatro, acompañados por algún compañero que ya hubiera participado de esa experiencia previamente”

“Es muy lindo poder acompañar al otro cuando sufre. Nosotros también experimentamos pérdidas y sabemos cómo se siente. A veces, con un abrazo o con una palabra, podemos hacer la diferencia y consolarlos”

María Eugenia Di Meglio

Según María Eugenia, lo mejor de participar de la misión es acompañar y transformar el sufrimiento de quienes visitan los cementerios por la esperanza de la salvación: “Es una actividad que me gusta mucho, porque es una forma de acompañar a quienes sufren, de una manera muy cercana a nuestra fe. Si bien nosotros sabemos que después de la muerte nos recibe Dios, a veces cuando perdemos a un ser querido ya no vemos esa perspectiva, por estar cegados por el dolor. Sabemos que lo vamos a extrañar y que sentiremos su falta en nuestro día a día, pero esta misión se hace presente para, justamente, recordarles que Dios está esperando a su familiar o amigo en el cielo, y que también nos acompaña en nuestro sufrimiento”.

Con respecto a la dinámica de la misión, María Eugenia remarcó que se desarrolló, como en años anteriores, sin ninguna dificultad: “Nos acercamos de manera muy tranquila, siempre desde el respeto y contándoles que somos jóvenes de la Iglesia Católica, que queremos realizar una oración junto con ellos por sus difuntos. En estos tres años jamás tuvimos, gracias a Dios, ningún conflicto. Simplemente, a veces las personas no desean orar y eso hay que tenerlo en consideración, porque muchos todavía sienten el sufrimiento de esa ausencia. Hay que tener mucho tacto. También les proponemos leer alguna oración del folleto, en este caso era el salmo del Buen Pastor. Ellos a veces quieren charlar y es muy lindo poder dedicarles tiempo y escucharlos. Pasada la una nos fuimos a almorzar hasta la parroquia Virgen de los Treinta y Tres e hicimos un último envío”.

El trabajo de la Misión de la Esperanza contrarrestó el frío gris de la mañana.

“¡Es sorprendente! Si alguien tiene la posibilidad de ir lo recomiendo. La primera vez que participé pensé que iba a llorar todo el tiempo y que no podría acercarme para hablar con las personas, porque no es fácil ver el sufrimiento ajeno, pero Dios nos concede a todos los misioneros la gracia de lograr establecer ese contacto y darles palabras de aliento y esperanza”, afirmó.

“Lo vivimos previamente en dos encuentros”

La Misión de la Esperanza también supone, desde lo organizativo, un desafío particular. El P. Alejandro Korahais también participó de la actividad: “Nos dividimos en cuanto a la organización. En mi caso, fui al cementerio de La Teja con algunos chicos que conforman el Centro Pastoral Juvenil que se desarrolla en Tierra Santa. Esta es una iniciativa de la Vicaría de la Juventud, más precisamente de Iglesia Joven, en la que se traslada hacia grupos de diversas parroquias”, puntualizó.

De acuerdo con el P. Korahais, específicamente el grupo del Centro Pastoral Juvenil ya desarrolló un recorrido previo a la misión: “Ellos se juntan una vez a la semana usando como sede a Tierra Santa, para profundizar en la catequesis y tener un acercamiento hacia la formación teológica, además de encuentros de oración y horas santas. En ese entorno, se mueven una treintena de chicos, y para este servicio fuimos aproximadamente doce voluntarios”.

“Este tipo de actividades sirven para la vida”

P. Alejandro Korahais

Participar de este tipo de actividades también supone una preparación previa desde lo espiritual. “Lo vivimos previamente en dos encuentros. Tuvimos unas sesiones de charlas en las que se expuso un poco la dinámica y la finalidad de la misión. Trabajamos también por qué hoy se conmemora a los difuntos y acerca de la escatología, las realidades últimas de la vida cristiana. Son cosas que exceden a la misión pero que sirven para la vida personal”, resumió.

En los cinco cementerios se realizaron celebraciones con la participación de los voluntarios de Iglesia Joven.

"Fue muy lindo transmitir un mensaje de esperanza"

"Debo reconocer que el miércoles en la noche no estaba con muchas ganas de ir", advirtió Juan Diego Risso, joven integrante de la parroquia Stella Maris. De hecho, reconoció que en muy pocas oportunidades había ingresado a un cementerio en su vida. "Fui muy pocas veces y la actividad me daba pereza e incertidumbre, no se me ocurriría misionar ahí y tampoco estaba con mucha voluntad previa de hacerlo", confesó.

La solución la encontró al invitar a un amigo de su comunidad, para apoyarse mutuamente: "Entre los dos nos 'dimos manija' y así llegamos a la mañana del jueves. También nos convenció pensar en aquellas personas que, en ese día, estaban pasando por un mal momento y necesitan ese mensaje de Dios de fe, esperanza y amor. Valía la pena pasar la mañana en eso y no perder el tiempo durmiendo".

"Básicamente fue eso: llevar un mensaje de esperanza en un día tan difícil para la gente"

Juan Diego Risso

"Una vez que llegamos tuvimos misa, una celebración muy linda, aproximadamente de sesenta personas. Tomamos fuerza a partir del mensaje de la homilía de esa misa para salir con otro impulso y poder dar testimonio de nuestra fe. La verdad que fue muy lindo poder transmitir ese mensaje de esperanza. Fue impresionante, porque nos encontramos con gente que, tal vez, no sabía rezar o no conocía mucho a Jesús, pero a veces no se trata de dar sino de recibir y escuchar a los demás. Hacerles compañía, rezar por esas almas que partieron al cielo, y también rezamos el rosario. ¡Fue una experiencia muy linda!"

 

Por: Leandro Lia

Redacción ICM

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