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Los oratorios salesianos del siglo XXI

Entrevista con Juan Pablo Gil, integrante del Equipo Inspectorial de Oratorios (EIO)
Gil fue animador en oratorios y ahora está en su equipo coordinador.

Publicado en el Quincenario Entre Todos, n° 475

El Equipo Inspectorial de Oratorios (EIO) y el Instituto Salesiano de Formación (ISF) comenzaron el curso de formación a distancia y reflexión “Construir el Oratorio del siglo XXI”, dirigido a coordinadores de oratorios de todo el país y animadores con al menos dos años de experiencia.

Esta iniciativa busca ofrecer una metodología que aporte herramientas para comprender las dinámicas del oratorio y fortalecer su propuesta, trabajando directamente con las situaciones locales y construyendo orientaciones para un aprendizaje continuo; y se estructura en cuatro módulos desde el mes de junio hasta diciembre.

En la siguiente entrevista Juan Pablo Gil, integrante del Equipo Inspectorial de Oratorios (EIO), habla de la actualidad de esta realidad salesiana en Uruguay, cómo se ha adaptado a la situación de pandemia por el COVID-19 y cuenta detalles del curso “Construir el Oratorio del siglo XXI”.

¿Cuáles diría que son las características de los oratorios salesianos? ¿Cuál ha sido su vínculo con estos?

Los Oratorios Festivos son espacios educativo-pastorales típicos de la tradición salesiana, que combinan devoción, catequesis, juego, promoción social y merienda, en un formato flexible propio de una evangelización de frontera.

Lo más común en Uruguay es que se desarrollen en una tarde de fin de semana, con un grupo de aproximadamente 20 animadores para 70 niños de barrios en contextos críticos. En la actualidad integro el Equipo Inspectorial de Oratorios (EIO), y siendo más joven participé y animé actividades similares.

¿Qué características propias del siglo XXI cree que se le han sumado a los clásicos oratorios salesianos? ¿Cuál es la realidad de Uruguay en torno a los oratorios?

En lo religioso, se ha debilitado la tradición cristiana en los barrios y las propuestas han debido aprender a dialogar con otras realidades espirituales y religiosas. En lo social, algunos barrios tienen características específicas de la marginalidad urbana de los últimos 30 años. En lo cultural, el discurso evangelizador compite con otros discursos mediáticos que transmiten su propia visión sobre el ser humano, la convivencia y la realidad trascendente. Además, se han agudizado brechas de acceso y de lenguaje a los circuitos que utiliza la mayoría de la sociedad. En lo organizativo, los animadores requieren una mayor cualificación y el oratorio, una mayor capacidad de aprendizaje.

En Uruguay existen 36 oratorios vinculados a obras salesianas, con más de 500 animadores en todo el país que trabajan de forma voluntaria y con mucho corazón.

¿Cómo se ha vivido la situación de pandemia de Coronavirus en los oratorios salesianos?

Los equipos de animadores se quedaron bastante sorprendidos porque el comienzo de las actividades planificadas se vio interrumpido por la pandemia del COVID-19. Después de un primer periodo de desconcierto, todos han querido contribuir a responder a las necesidades de los barrios, organizándose a distancia: buscar recursos materiales como alimentos o productos de limpieza, contribuir con iniciativas solidarias ya presentes en la zona, facilitar material educativo y recreativo para los niños, organizar juegos a distancia, vincular necesidades con recursos, crear material evangelizador o simplemente contactarse para escuchar y dar ánimo, son algunas de las acciones que con mucha creatividad y poco dinero han realizado los animadores.

¿Por qué se dice que el Oratorio Festivo es un lugar de evangelización y educación?

Así lo realizó Don Bosco en su tiempo: un espacio que combina, como toda su obra, la educación y la evangelización. Como es impensable una obra salesiana que no desarrolle estos elementos, del mismo modo los oratorios transmiten la figura de Jesús, el valor de la experiencia pascual, la capacidad de conversión humana, la pertenencia eclesial y la protección mariana desde el juego, las dinámicas reflexivas y la familiaridad. Asimismo, en el oratorio se aprende a compartir, a confiar, a respetar las reglas, a que la vida tiene sentido y a que siempre haya tiempo para reírnos juntos. Cada oratorio adapta estos elementos a su barrio y destinatarios concretos, unificándolos de modos originales.

En Uruguay existe un curso de formación y reflexión dirigida a coordinadores de oratorios y animadores con al menos dos años de experiencia, ¿desde cuándo existe este curso? ¿Cuáles son los temas que se tratan?

Desde siempre en la Familia Salesiana han existido instancias de formación para animadores de muchas actividades, incluyendo el Oratorio Festivo. Este año, con el equipo inspectorial de Oratorios creamos una propuesta reflexivo-formativa para coordinadores y animadores con experiencia.

El primer encuentro se realizó hace unas semanas y hasta diciembre prevemos conversar sobre el oratorio como lugar de evangelización, como espacio educativo, como intervención social y como organización, trabajando a partir de las experiencias y la realidad de cada uno.

El principal objetivo de esta propuesta es desencadenar procesos autónomos de transformación y mejora continua. Como parte del equipo inspectorial, organizo los encuentros y acompaño, con mis compañeros, las reflexiones que surgen desde cada oratorio.

¿Cuáles son algunos de los temas que se tratarán en este curso?

Los ejes temáticos son cuatro. Primero, “El Oratorio Festivo como lugar de evangelización” (mayo-junio) en donde se tratará el modo en que estamos anunciando a Jesucristo en el Oratorio Festivo, qué énfasis pastorales estamos realizando, ¿se produce el encuentro con Cristo?, cómo se construye un clima religioso en el oratorio, qué necesidades espirituales detectamos en los barrios y qué nos gustaría mejorar.

Segundo, “El Oratorio Festivo como espacio educativo” (julioagosto), que abarca qué se enseña y qué se aprende en el Oratorio Festivo, qué tipo de educación ofrecemos, ¿nuestras estrategias siguen siendo válidas?, ¿tenemos algún método definido?, ¿el animador está preparado para ser educador?, cómo puede el oratorio complementarse con otros espacios educativos y qué nos gustaría mejorar.

Tercero, “El Oratorio Festivo como intervención social” (setiembre-octubre) tratará de qué transformaciones provoca el oratorio en la comunidad, ¿podemos ofrecer mayores oportunidades a los niños y adolescentes con nuestra intervención, cuáles son nuestros límites, cómo articularnos con otros actores presentes en el barrio, ¿tenemos herramientas para una intervención responsable? y qué nos gustaría mejorar.

El cuarto y último módulo se titula “El Oratorio Festivo como organización” (noviembre-diciembre) y se trabajará acerca de cómo funcionan las estructuras y roles que se dan en los Oratorios Festivos, cómo acompañar mejor a los animadores, ¿es posible lograr continuidad y aprendizaje en el equipo más allá de las personas?, cuáles son las ventajas y los riesgos de tener una estructura flexible y qué nos gustaría mejorar.

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