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Los milagros existen

La Eucaristía es siempre un milagro y a veces también se ve el prodigio
El Card. Daniel Sturla impartió la Bendición con el Santísimo Sacramento /C. Bellocq

Hace poco más de un mes el obispo de Legnica (Polonia), Mons. Zbigniew Kiernikowski, aprobó la veneración de una hostia que sangra y que “tiene las características distintivas de un milagro eucarístico”.

Este sería el último de una serie de prodigios ocurridos en torno a la presencia real de Jesús en la hostia. En todas las Misas ocurre el milagro de la transubstanciación, que es cuando el pan se transforma en el cuerpo de Cristo (cambia la substancia) sin que cambie lo exterior (los accidentes). Si bien el prodigio siempre está, no se ve salvo en contadas excepciones. La ratificada en Polonia el 17 de abril es una de ellas.

Ocurrió en la Navidad de 2013, cuando una hostia consagrada cayó al piso y, una vez recogida, fue colocada en un recipiente con agua, tal como se suele proceder para que se disuelva lo que no se puede comer.

La hostia sangró en Polonia en 2013

Pero la hostia no se disolvió y aparecieron en ella unas manchas rojas. El entonces obispo de la ciudad de Legnica, Mons. Stefan Cichy, creó una comisión para estudiar los hechos. Un pequeño fragmento de la hostia fue estudiado por distintos institutos y el Departamento de Medicina Forense indicó lo siguiente en su informe final: “En la imagen histopatológica, se encontró que los fragmentos contienen partes fragmentadas del músculo estriado transversal. Es más similar al músculo del corazón”, informó Aciprensa.

Las pruebas también indicaron que el tejido era de origen humano y que tenía señales de sufrimiento.

En enero de 2016 presentaron el expediente a la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano y recientemente la Santa Sede recomendó al párroco “preparar un lugar adecuado para las Reliquias, de tal forma que los fieles puedan venerarlas”.

Contra las dudas de fe

El primero de estos milagros ocurrió en Lanciano, en lo que hoy es Italia, en el año 700. Entonces un sacerdote tenía profundas dudas de fe y una mañana, cuando celebraba Misa, después de decir las palabras de la consagración vio que la hostia blanca que tenía ante sí adquiría un aspecto diferente.

Se había transformado en carne, y el cáliz con vino contenía ahora sangre. Las reliquias siguen expuestas en la misma iglesia y fueron sometidas a estudios científicos. El último, de 1981, fue coordinado por Odoardo Linoli -docente en Anatomía y Histología Patologica y en Química y Microscopía Clínica-, con la colaboración de Ruggero Bertelli, de la Universidad de Sena. Entre sus conclusiones se destaca que tanto la sangre como la carne están vivas y que son de la especie humana, que la carne es de tejido del corazón y que tiene el tipo sanguíneo es AB, el mismo que la sangre.

El relicario de Lanciano, donde fue el primer milagro eucarístico.

El relicario de Lanciano, donde fue el primer milagro eucarístico.

Las reliquias se pueden venerar hoy en día en el Santuario del Milagro Eucarístico de Lanciano.

De la edad media es también el milagro de Bolsena (Italia), que dio origen a la primera peregrinación de Corpus Christi en 1264, cuando un corporal se manchó con sangre.

Sangró ante el soldado

Otro de los prodigios eucarísticos más conocidos es el de la Sagrada Forma que se custodia en el monasterio de El Escorial, en España. La hostia está allí desde el 7 de noviembre de 1597 pero el prodigio ocurrió poco antes en la ciudad alemana de Gorcum.

Una iglesia fue profanada por protestantes armados. Uno de los soldados pisó la hostia y de ella empezó a brotar sangre. Ante la evidencia, el oficial se convirtió al catolicismo y se hizo franciscano. La hostia, que quedó con tres agujeros correspondientes a clavos de la suela de la bota del soldado, fue luego trasladada a España. Se expone ante los fieles solo dos días al año, el 28 y 29 de setiembre, y sigue en buen estado pese a que pasaron casi cinco siglos.

Límites y aspectos positivos

Los milagros resultan atractivos y son una suerte de llamador para la fe, pues demuestran de modo comprobable lo que se cree sin haber visto.

De todos modos cabe puntualizar que, precisamente, la fe se funda en Dios; en la acción creadora del Padre, en los gestos y palabras del Hijo y en la acción santificadora del Espíritu Santo.

La fe no se basa en los milagros eucarísticos y, en todo caso, la Iglesia siempre recomienda prudencia. El obispo italiano Raffaello Martinelli, oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, escribió un documento sobre este asunto y describió cuatro riesgos en los que se puede caer frente a estos sucesos extraordinarios: suponer que Dios se olvidó de decir algo sobre la institución de la Eucaristía; hacer pasar a un segundo plano la Misa dominical; atribuir excesiva importancia al aspecto extraordinario, teniendo como consecuencia la desvalorización de lo cotidiano en la vida del creyente y de la Iglesia; y dar fácilmente crédito a sugestiones y engaños.

En ese mismo escrito, el prelado destacó que, al mismo tiempo, los milagros eucarísticos pueden ser de buena asistencia para la fe. Ayudan a trascender lo visible y admitir la existencia de algo más allá, pues se trata de fenómenos inexplicables para la ciencia. Al mismo tiempo, se pueden convertir en una ocasión de centrar la mirada en alguna verdad de fe y profundizar en ella.

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