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La olla que une a varias parroquias

En la Capilla Cruz Alta, a metros de la fortaleza del Cerro, funciona una olla popular en la que participan, de una u otra forma, las parroquias y movimientos de la zona
Marcelina, Óscar, Bernarda, Sandra y Aldredo en la Capilla Cruz Alta /F. GUTIÉRREZ

Publicado en Entre Todos N° 473

Bernarda y Óscar llevan 36 años juntos y viven en la calle Filipinas, al lado de la capilla donde desde hace unos años funciona el programa Volver A Empezar (VAE), impulsado por la Asociación San Juan Apóstol. En la crisis de 2002 instalaron una olla popular para ayudar a los que lo necesitaban. Cuando se agudizó la crisis por la pandemia, retomaron la iniciativa: el 1° de abril abrieron la capilla para todos los que necesitaran un plato de guiso.

“Nos juntamos con otros tres conocidos de la capilla porque vimos que el barrio necesitaba algo así”, cuenta Bernarda. Ella es auxiliar de cocina en un salón de fiestas (ahora sin actividad), pero el que revuelve la olla es su marido, que trabaja de maitre en el mismo local. Colaboran Sandra y Marcelina —hermanas entre sí—, y Alfredo y Paola. Esta última es la única que recuperó su trabajo después de un tiempo en el seguro, pero igual mantiene el voluntariado cuando vuelve a su casa tras 12 horas de ausencia. Además de ellos, hay otros anotados en "lista de espera", por si es necesario suplantar a alguien.

La iniciativa convoca a las distintas comunidades de la zona, principalmente a las parroquias Ntra. Sra de la Ayuda y Ntra. Sra. De Fátima. Los párrocos —P. Guillermo Porras y P. Rubén Strina, respectivamente— están en lo cotidiano: visitan mientras cocinan, consiguen donaciones, se acercan a la gente, leen el Evangelio. También, si es el caso, le piden a los encargados que fijen un tope de beneficiarios, cuando ven que las donaciones que consiguen no alcanzan para tantos platos. El P. Leonel Burone, de Casabó, está presente también.

Todos colaboran

Como en otras iniciativas de este tipo, la olla sale adelante gracias a la generosidad de muchos. De los encargados que ponen su tiempo y a veces su dinero —“estamos siempre tratando de colaborar, a veces sale de nuestro bolsillo”, contaba Óscar— pero también de los mismos beneficiarios: una señora que deja algo de dinero para pagar el gas, otra que acerca unas verduras.

Además está lo que obtienen los sacerdotes y lo que otros consiguen: un amigo de Óscar que donó para una garrafa, la exnovia de su hijo, su hijo, otro conocido de Rivera… toda una red social que involucra también a la vecina que prestó una olla más grande y a quien donó un equipo deportivo de marca para hacer una rifa y así tener dinero para comprar anafes o ingredientes. El carnicero que cobra un poco menos, los reponedores del gas que hacen algún descuento.

Y todo va para el guiso. La tarde en que ENTRE TODOS fue a hacer fotos, el plato se complementó con queso conseguido por uno de los sacerdotes. Otras veces son panchos o carne, que se agregan a la base de verduras y fideos.

Trabajo en equipo

Los seis organizadores empiezan temprano en la tarde. Se reúnen en el salón principal de la capilla, donde habitualmente son las reuniones semanales del VAE, que ahora no se realizan a causa de la pandemia. En ese espacio que tiene una cruz pintada en la pared, imágenes de Jesús y carteleras, instalaron el horno y el anafe para las ollas. Ahí pican las verduras, cocen los garbanzos, cortan los panes. Cuando llega, Paola lee un tramo de la Biblia en voz alta.

Paola lee un fragmento de la Biblia antes de comenzar a trabajar en la preparación de la cena de 230 personas.   /F. GUTIÉRREZ

También está la parte “administrativa”: llevan una lista con nombre y dirección de los beneficiarios, donde figura cuántos platos lleva cada uno. Ese día son unos 110 niños y 120 adultos.

Cuando son cerca de las seis, empieza a llegar la gente. Vienen del mismo Cerro o de Casabó. Son uno por familia y primero retiran un número, luego será el momento de entregar su tupper para que lo llenen con el guiso caliente.

En la olla del Cerro llevan un registro de cuántos platos lleva cada uno y así hacen más eficiente y ágil la entrega.  /F. GUTIÉRREZ

Las medidas de salud se cuidan en todo momento: los voluntarios tienen siempre guantes y tapabocas, usan alcohol en gel, las personas mantienen la distancia entre sí y no ingresan al templo devenido en cocina. Y siempre mantienen una sonrisa y el buen humor, señal de que hacen las cosas por amor a Dios y a los demás.

Algunos vecinos se acercan a la Capilla Cruz Alta, en el Cerro, donde funciona una olla popular. /F. GUTIÉRREZ

De tres a dos días

Al comienzo, la olla funcionaba los días miércoles, sábados y domingos. Por falta de donaciones, ahora será los miércoles y domingos. Quienes tengan algo para colaborar, pueden contactarse con el 2311 1150 o el 2311 1674. 

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