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La comunión en el cuerpo de Cristo

Reflexiones sobre Iglesia como cuerpo de Cristo.
La comunidad cristiana celebra cada día, especialmente el domingo, la Cena del Señor./Fuente: Federico Gutiérrez.

Por el P. Valentín Goldie. Publicado en el edición 500 del quincenario Entre Todos.

El apóstol san Pablo habla de la Iglesia como cuerpo de Cristo. Es así que usa la analogía del cuerpo para explicitar que todos los integrantes son importantes en la función del cuerpo.

«Las partes del cuerpo son muchas, pero el cuerpo es uno; por muchas que sean las partes, todas forman un solo cuerpo. Así también Cristo. Hemos sido bautizados en el único Espíritu para que formáramos un solo cuerpo, ya fuéramos judíos o griegos, esclavos o libres. Y todos hemos bebido del único Espíritu. Un solo miembro no basta para formar un cuerpo sino que hacen falta muchos. Supongan que diga el pie: “No soy la mano, y por lo tanto yo no soy del cuerpo”. No por eso deja de ser parte del cuerpo. O también que la oreja diga: “Ya que no soy ojo, no soy del cuerpo”. Tampoco por eso deja de ser parte del cuerpo. Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿cómo podríamos oír? Y si todo el cuerpo fuera oído ¿cómo podríamos oler? Dios ha dispuesto los diversos miembros colocando cada uno en el cuerpo como ha querido. Si todos fueran el mismo miembro ¿dónde estaría el cuerpo? Pero hay muchos miembros, y un solo cuerpo» (1Co 12, 12-20).

Ningún órgano realiza todas las tareas, ni los ojos oyen, ni la nariz oye. Ningún integrante del cuerpo puede entonces sentirse enajenado por no tener todas las cualidades necesarias para el buen funcionamiento del cuerpo. Al mismo tiempo para que el cuerpo funcione bien, todos los integrantes del mismo deberán aportar lo suyo para bien del cuerpo en su totalidad.
Esta comparación con el cuerpo, que el apóstol aplica a la Iglesia, queda clara cuando afirma: “Así también Cristo”. Es por ello que en la Iglesia hay multiplicidad de funciones: una es la tarea de los religiosos, otra la de los pastores, otra la de los laicos. También hay multiplicidad de ministerios, en el que cada uno deberá encontrar su armonía sirviendo a la comunidad en su conjunto. Quizás el ámbito donde mejor se vea esto es en la liturgia: una cosa es el ministerio del lector, otra la del coro, otra la función del diácono y presbítero. Al visualizar la Iglesia como un cuerpo con muchos miembros que realizan diversidad de tareas surge la gran pregunta de dónde reside la comunión. ¿En qué ámbito del cuerpo se garantiza que todos los servicios funcionen armónicamente?

"...para que una comunidad viva la comunión querida por Cristo no se trata únicamente que esté siguiendo las órdenes de la jerarquía, se trata de que tiene que estar insertado en un nodo relacional que haga que esté en contacto con todos aunque sea a través de algunos".

La respuesta católica clásica a esta pregunta se suele responder: “en la cabeza”. Así como la cabeza ejerce la función de coordinar el funcionamiento de todo el cuerpo, y el cerebro es el sistema central donde se unifica toda la información que llega de todos los sentidos y se imparten las instrucciones a todos los miembros para que hagan lo que deben hacer en beneficio del todo, se entiende que es la jerarquía de la Iglesia la que desempeña el servicio de capitalidad. Así pues, entendemos que el papa es quien hace posible que el cuerpo de los obispos funcione armónicamente. Más aún, que los integrantes del cuerpo funcionen en comunión con su cabeza es condición necesaria para estar actuando en el sentido querido por Jesús. A nivel de la Iglesia local es el obispo quien tiene la responsabilidad de que la Iglesia local funcione armónicamente, ordenando el servicio de los presbíteros y de los ministros laicos para el bien de toda la comunidad diocesana. Lo mismo se puede decir a nivel parroquial, donde el párroco tiene una función de garantizar la comunión en su parroquia, en sí misma y en relación a la Iglesia local. De manera análoga podemos hablar de otros servicios como el del director de una escuela católica, que es garante de la comunión de su institución con la Iglesia y al mismo tiempo el armonizador de todos los servicios en la institución. El ejercicio de la autoridad es ejercicio de comunión.

Esta última no es la única visión posible. Se puede visualizar la comunión de los distintos órganos del cuerpo en el “sistema circulatorio”. Este enfoque pone énfasis no en la tarea que pueda ejercer la cabeza para unificar la actuación de todos los integrantes del cuerpo, sino que pone énfasis en los elementos que unen a todos los miembros. El brazo es parte del cuerpo no únicamente porque el cerebro lo controla en beneficio del mismo sino porque está unido físicamente al cuerpo por los músculos, por la sangre etc. Son esos órganos que unifican el brazo con el cuerpo lo que hace que el brazo esté en comunión con el cuerpo. Eclesialmente esto quiere decir que para que una comunidad viva la comunión querida por Cristo no se trata únicamente que esté siguiendo las órdenes de la jerarquía, se trata de que tiene que estar insertado en un nodo relacional que haga que esté en contacto con todos aunque sea a través de algunos.

El Cuerpo de Cristo, alimento y fuerza de todo creyente./ Fuente: Federico Gutiérrez.

 

Con frecuencia acontece que cuando Dios quiere derramar un don para toda la Iglesia lo hace regalándoselo a una persona concreta. Es por la interacción de esa persona con otras dentro de la Iglesia que ese don llega a toda la Iglesia. El caso típico son los carismas, que normalmente son dados a un fundador quien comparte ese carisma con otros que a su vez ponen al servicio de toda la Iglesia su carisma. Pensemos por ejemplo en Ignacio de Loyola y su forma particular de vivir la espiritualidad. Esa experiencia del Espíritu llega a algunos por mediación de Ignacio y está disponible para todos los que quieran hacer sus ejercicios espirituales. Un don del Espíritu Santo a san Ignacio en la España del siglo XVI termina siendo un don del Espíritu para un uruguayo que haga los ejercicios en el siglo XXI. En el medio hay un conjunto de relaciones humanas y sobrenaturales que se testimoniaron entre sí la experiencia del Espíritu de Dios. Pensemos lo mismo con cualquier santo de nuestra devoción y veremos una dinámica similar, pensemos lo mismo con cualquier persona significativa en nuestra historia que nos hizo capaz de experimentar el don de Dios y la dinámica es la misma. La comunión está, pues, en las interacciones humanas y sobrenaturales de todos los integrantes de la Iglesia.

"Vivir en la comunión es compartir la vida fraterna, hablar de los que Dios ha hecho en nosotros, escuchar el testimonio de nuestros hermanos y abrirnos a lo que Dios nos quiere comunicar por el otro..."

Ambos enfoques son complementarios y no se excluyen el uno al otro. Si asumiéramos únicamente el enfoque de la cabeza, sería la jerarquía y sólo la jerarquía lo que es artífice de comunión. El resultado no puede ser otro que clericalismo: el papa, el obispo o el padre tiene que hacerlo todo en su respectivo ámbito y todos los demás integrantes dependen de lo que él diga. Si asumiéramos únicamente el enfoque de la interacción de las personas entonces el resultado sería que no hay una visibilidad concreta de la comunión. Con el tiempo se perdería toda unidad visible, porque la interacción humana se dispersaría por el mundo en forma de disgregación, y se perdería todo parámetro objetivo para diferenciar el actuar del Espíritu que llega a la Iglesia mediante una persona de la moda que se va asumiendo.

No se trata entonces de desechar la mirada clásica, todo lo contrario. Todos debemos asumir nuestra responsabilidad en la comunión eclesial, esto no se hace acatando lo que diga el papa, obispo o párroco, se hace fundamentalmente interactuando, hablando y compartiendo la vida natural y sobrenatural con nuestros hermanos más cercanos. Vivir en la comunión es compartir la vida fraterna, hablar de los que Dios ha hecho en nosotros, escuchar el testimonio de nuestros hermanos y abrirnos a lo que Dios nos quiere comunicar por el otro, es así entonces que un don del Espíritu Santo a uno terminará siendo un don del Espíritu Santo para todos, y si el don fuese muy grande como para que la jerarquía de la Iglesia deba intervenir y así garantizar a todos los integrantes de la Iglesia que definitivamente se trata de un don del Espíritu, que así sea.

Comentarios(2)

  1. Enrique Antonio Illarze says

    Quizás el Cuerpo de Cristo es más grande que una Iglesia determinada e incluiría a todos los creyentes en un mismo y único Señor, Jesucristo, independientemente de las divisiones, humanas, demasiado humanas, creadas a lo largo de los siglos.. Sé que hay otras opiniones, identificando a una Iglesia determinada con el Cuerpo de Cristo. La entiendo, la admito, pero no la comparto, y ello no significa que me oponga a ella.

  2. Laura says

    De acuerdo. Pero a veces hay que amputar un miembro o un órgano. Claro, nunca la cabeza. Por eso es deber de los católicos, desde el lugar en que estemos sin importar la jerarquía que hagamos que la Iglesia se sanee a sí misma. Creo que urge.

    Saludos cordiales, Laura

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