No comments yet

Hacer camino juntos

El P. Francisco Lezama será el próximo inspector salesiano, desde el 29 de enero de 2024.
El P. Francisco Lezama es sacerdote salesiano desde octubre de 2008. Fuente: cedida por Comunicación Salesiana.

El lunes 29 de enero de 2024, el P. Francisco Lezama asumirá como nuevo inspector salesiano en Uruguay, sucediendo al P. Alfonso Bauer. Estará a cargo de la Inspectoría San José hasta enero del año 2030.

Entre Todos tuvo la oportunidad de dialogar con él sobre los desafíos, los proyectos y las esperanzas ante su nuevo cargo. Además, hubo espacio para hablar de su vida de fe y su vocación salesiana. Compartimos esta charla con ustedes.

¿Cómo llega la fe a la vida de Francisco Lezama?

La fe viene en mi ADN de alguna manera, porque mis padres se conocieron en una actividad pastoral, de compromiso, en unos años complicados como fueron los setenta. Se encontraron en actividades vinculadas al Movimiento Castores y en distintas actividades de promoción ligadas a la Iglesia.

Además, en las dos familias —tanto en la de mi madre como en la de mi padre— encuentro semillas de fe que me conmueven. Pero si tengo que destacar una persona esa sería mi abuela paterna; fue quien me regaló mi primera Biblia. Tuvo dos hijos religiosos —un jesuita y una hermanita de Jesús— y el resto de sus hijos fue haciendo su propia búsqueda de fe. 

Mis padres dejaron que yo fuese haciendo mi propio camino en la fe, así que de preadolescente me acerqué a la catequesis en la parroquia San Isidro, en Las Piedras, ya que tanto la escuela como el liceo los cursé en instituciones públicas. Luego, también me uní al grupo scout que funcionaba en la parroquia y en el colegio. A partir de ese momento, me fui vinculando con distintas propuestas que me fueron acercando a la fe. 

¿Cuándo se despierta la vocación? ¿Por qué salesiano de Don Bosco?

En mi adolescencia tuve una búsqueda vocacional muy intensa, en el más amplio sentido de la palabra vocacional. Tenía una gran curiosidad sobre en qué iba a dedicar mi vida con los temas del estudio y el trabajo como ejes, pero en un sentido más amplio también. En la medida que esta búsqueda fui uniéndola con Dios, a través de una oración constante, la experiencia que fui viviendo en esas propuestas parroquiales —sobre todo ser animador del oratorio festivo de la capilla del Carmen— me acercó a una realidad. Esta realidad, que me conmovió mucho, fue la de la extrema pobreza y me acercó también a la respuesta de la pedagogía salesiana, a su espiritualidad, que cuadró y conectó con algo muy profundo en mí. Me dije: "va por acá, quiero que esto sea mi vida".

Igual, en ese momento, no tenía mucha idea de cómo esto se iba a concretar. Hasta que en una misión de verano, en la que estaba participando, un sacerdote —el padre Daniel Sturla— me dijo: “¿nunca pensaste en ser salesiano?". Es verdad que la vida y el trabajo de algunos salesianos jóvenes que estaban allí me llamaban la atención (quien ahora es el padre Hugo Espinosa, el padre Sergio Álvarez, el padre Raúl Avellaneda). Pero la pregunta del P. Sturla desencadenó ese camino de discernimiento, que me llevó a hacer después la experiencia del aspirantado, el noviciado y el camino formativo de los salesianos. 

Yo diría que la primera certeza fue el llamado a ser salesiano, a vivir la respuesta a Jesús a través de las huellas dejadas por Don Bosco. la maduración hacia el sacerdocio vino un poco después. Siempre estuvo la convicción de que por allí era la manera en la que iba a vivir la fe.

Seguramente muchas cosas han pasado por tu cabeza y tu corazón en los primeros momentos, cuando te enteraste que serías el próximo inspector general y aún ahora, ¿cómo lo estás viviendo?

Diversas circunstancias me han llevado en los últimos años a pasar por servicios muy distintos en la congregación. Estuve dos años como director del Colegio Maturana; tres años de párroco en Villa Colón; como formador en el aspirantado y acompañando la pastoral vocacional; un año y medio como delegado de pastoral juvenil; y seis meses como ecónomo cuando me llega esta noticia. Uno lo cuenta muy rápido pero cada cambio lleva su parte de duelo, su parte de dificultad y de necesidad de reconectar con lo más profundo de la vocación para que esos cambios, con todo lo que significan, tengan sentido.   

Yo veo en esto la providencia de Dios que ha preparado para vivir esto, que sin duda ha sido el mayor desafío en mi camino vocacional salesiano, para asumirlo también desde esa misma vocación y como lo que es, un servicio.

¿Cuáles son los mayores desafíos, objetivos y esperanzas para estos años en Uruguay y como parte de los salesianos a nivel mundial?

Nosotros tenemos un desafío constante que es el de conectar con los jóvenes. Nuestra vocación es ser, en la Iglesia, signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes, sobre todo a los más pobres.  Entonces, todos los desafíos y las oportunidades vienen de allí, de esta conexión particular que la familia salesiana tiene con las juventudes y que, de alguna manera, de allí sacamos fuerza para vivir nuestra fidelidad, para renovarnos vocacionalmente. 

Creo que los desafíos van por ahí, por seguir comunicándonos y encontrándonos con los jóvenes, allí dónde están; con sus desafíos, sus novedades y con las cosas de siempre, con las realidades que van trayendo y en las que nos piden acompañamiento. Esa flexibilidad de la que nos hablan las constituciones de los salesianos, que es una de nuestras características junto con la creatividad, son para poder acompañarlos adonde ellos nos lleven. Allí está el centro de nuestros desafíos.

Don Bosco, su vida, su apostolado, y por tanto el de todos los salesianos, tuvo y tiene una mirada muy especial sobre los jóvenes. ¿Cómo ves a la juventud en Uruguay: sus miedos, sus expectativas y sus esperanzas?

Hay dos realidades que se me vienen a la mente porque son muy cotidianas. La primera tiene que ver con el sentido de la vida. Es un gran desafío que las juventudes en Uruguay presentan de muchas maneras, y allí hay algunos indicadores como el alto índice de suicidios, una llamada que hay que responder y acompañar. Pero detrás de eso hay tantas situaciones que están pidiendo acompañamiento y oportunidades, y por todas ellas queremos estar para ellos.

La otra realidad es la fragmentación social. La realidad de los jóvenes más pobres, hacia quienes los salesianos nos sentimos más inclinados, están pasando por realidades muy angustiantes, particularmente en algunas zonas de Montevideo y del interior, en los que niños, niñas, adolescentes y jóvenes, crecen en un ambiente de violencia que termina marcando muchos aspectos de sus vidas y a los que nosotros no queremos abandonar, queremos estar allí. 

Parroquias, sacerdotes, colegios, oratorios, obras sociales, escuelas y oficios son solo parte del día a día de los salesianos, ¿cómo se trabaja con toda esa red de instituciones, pero sobre todo de personas?

Uno de los desafíos que me va a tocar acompañar en este tiempo como inspector va a ser la celebración de los ciento cincuenta años de presencia salesiana en Uruguay. Y eso nos hace celebrar, agradecer... pero también repensarnos. Así como llegaron los primeros salesianos enviados por Don Bosco, que miraron el Uruguay y dijeron "acá estamos llamados a esta tarea", y en pocos años tenían varias casas respondiendo a las necesidades de los jóvenes, lo mismo necesitamos hacer nosotros hoy. 

Nosotros utilizamos la expresión del "vasto movimiento", porque realmente es medio inabarcable y tiene una vida propia que viene del Espíritu Santo, y para nosotros lo clave es la comunión, la comunión en la misión, reconocer que un camino por el que vamos juntos y, a su vez, cada uno a su ritmo, con distintas búsquedas y sensibilidades. El desafío es vivir el camino al que nos invita la Iglesia, el de la sinodalidad, en nuestro carisma, sin necesidad de embretar o de establecer estructuras rígidas.

¿Cuáles son las esperanzas para estos seis años que comienzan el 29 de enero de 2024?

Mi expectativa es dar una mano, brindar mi acompañamiento, al servicio de la unidad y la misión. Que desde el lugar en el que me va a tocar estar pueda facilitar que cada uno pueda dar lo mejor, desde el lugar en el que esté. Si puedo sumar para esto, genial. Sueño que durante estos años, continúe la búsqueda de la dimensión vocacional de nuestra vida, reencontrarnos con la nuestra propia vocación y ayudar a los jóvenes a que descubran la vocación que Dios tiene para cada uno de ellos. Sueño, también, con que este camino lo podamos hacer juntos; que crezcamos en la corresponsabilidad los religiosos, religiosas, laicos y laicas, que sea cada vez más significativa para los jóvenes.

Por: Camilo Genta

Redacción Entre Todos

Escribir comentario