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Fiesta San Felipe y Santiago, homilía del Card. Sturla

Presentación de la carta Pastoral: “Transparencia de evangelio”

Queridos hermanos:

Quiero transmitirles hoy en primer lugar, en esta fiesta de san Felipe y Santiago, aquí en la catedral de Montevideo, lo que yo mismo recibí, de mis padres, de mis catequistas, de los hermanos de la Sagrada Familia, de curas y laicos que me dieron su testimonio de palabra y con sus vidas:

Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día… se apareció a Pedro, a los Doce, a Santiago, a más de quinientos hermanos, después a Pablo… y en estos días se nos ha manifestado a nosotros por medio de su Espíritu.

Cada uno de nosotros podría escribir también estas mismas palabras de Pablo y poder decir, yo también les transmito lo que he recibido. Y esto que hemos recibido es el corazón de nuestra Fe, Cristo ha muerto y ha resucitado.

Y Cristo se nos sigue manifestando. Se manifiesta hoy aunque su presencia no sea evidente a los ojos terrenales, no le podemos sacar la cédula de identidad ni hacerle el ADN.

Pero hoy también Cristo se manifiesta vivo y resucitado, en su Palabra, en la mano tendida al que sufre, en la Eucaristía, en la Iglesia que se reúne a celebrarla. Sí, esta Iglesia que es su Cuerpo, que hace presente por la acción del Espíritu Santo, la memoria viva de Cristo. Cristo se nos manifiesta y nuestra presencia hoy aquí en esta catedral quiere decir esto: creemos en Ti Señor y sabemos que tú estás aquí en medio nuestro, porque estamos reunidos en tu nombre. Más aún, no sólo estás en medio nuestro sino que, junto a Ti, que eres nuestra cabeza, nosotros que somos tu Cuerpo, conformamos tu presencia viva en la historia.

Podría decirnos el Señor a nosotros hoy, como recoge el Evangelio de Lucas, Si ustedes callan, hasta las piedras gritarán!!!! (cfr Lc. 19,39).

Las piedras de esta catedral, desde sus cimientos, son un himno a la fe de las generaciones que nos precedieron. Hoy somos nosotros, piedras vivas, que aclamamos y decimos desde lo profundo del corazón: Cristo vive!!!!! Somos llamados a cantar el cántico nuevo pero aún más, a convertirnos nosotros mismos en himno de gratitud, sacrificio de alabanza…

Podemos mirarnos unos a otros y decir: ¿nosotros Señor? ¿“la “isla atea” del continente creyente”, como titulaba estos días una noticia periodística hablando del Uruguay y las proyecciones hacia futuro de porcentajes de creyentes y no creyentes? Nosotros, ¿pequeño grupo reunido a celebrar a los patronos de la Arquidiócesis?

Mirándonos a la cara y viéndonos pequeños y frágiles nos podemos asustar como aquellos discípulos que sufrieron la tormenta en la barca. Pero si tenemos fe, como un granito de mostaza, seremos capaces de mover la montaña de la indiferencia, del escepticismo, de la frialdad de la ausencia de Dios.

Por eso, porque tenemos fe, aportamos a nuestra sociedad el calor y la luz del evangelio.

Desde los apóstoles a nosotros. Desde San Felipe y Santiago, nuestros patronos, pasando por la fe de los que fundaron esta ciudad, por la fe de Artigas y nuestros próceres, por la de Jacinto Vera, mañana aniversario de su muerte, de la madre Rubatto, de las mártires Dolores y Consuelo cuyos restos están aquí en la Catedral, de Francisco Bauzá, del Padre Cacho: Jesús es el camino, la verdad y la vida.

En esta celebración entregaré a algunos representantes del Pueblo de Dios, y luego todos la recibirán, esta primera carta pastoral. Que tiene como nombre “Transparencia de evangelio”.

No se trata de las orientaciones pastorales. Tenemos ya las que la Conferencia Episcopal del Uruguay ha publicado para este quinquenio y nosotros las hemos hecho propias. En las reuniones de las nuevas zonas pastorales, dónde han participado los presbíteros, los responsables laicos parroquiales, el Vicario Pastoral el Padre Javier Galdona, ha ido presentando los cuatro criterios fundamentales de estas orientaciones y ha explicado cómo todas las actividades que hacemos en nuestra Iglesia deben pasarse por estos criterios, para evaluar, revisar, programar:
- identidad cristiana,
- encuentro con Jesús,
- ir al encuentro de las periferias existenciales, con nuestro anuncio,
- la actitud maternidad de la Iglesia que sale y cura heridas.

Entonces, si no son orientaciones pastorales, ¿a qué viene esta carta pastoral?

La carta quiere ser un aporte del Obispo a las comunidades de la Arquidiócesis. Una reflexión del Obispo dirigida a su comunidad, a la que ama y quiere servir y a la que le propone ocho intuiciones fundamentales de nuestro caminar como Iglesia. Son para que las pensemos, las reflexionemos. Quieren ser un estímulo en nuestra vida cristiana. Ser el horizonte inspirador hacia el cual caminamos.

Yo no amo a la Iglesia ideal. Amo a esta Iglesia concreta, es más, me he casado con ella y el anillo que usan los obispos significa esta alianza esponsal del obispo con su Iglesia. Amo a esta Iglesia, miro su historia, veo sus desafíos actuales, atento a las orientaciones pastorales que con otros obispos del Uruguay hemos hecho. Con todo esto, he pensado, he reflexionado, he rezado, pero también he consultado a aquellos que son mis colaboradores más cercanos y de ahí han ido surgiendo estas ocho intuiciones fundamentales para nuestro camino. Señalan el horizonte. Y me lleno de esperanza en proponérselas. Me parece que ellas tienen que ver con nuestra vida de hoy. Con lo que Cristo el Señor nos puede hoy subrayar. No caen de la estratósfera, ya de hecho las estamos viviendo, pero quiero al subrayarlas y proponérselas, que sean un estímulo de esperanza para el presente y el futuro de nuestro caminar como Iglesia.

No son alta teología, ni pretenden abarcar todos los temas, son tantos los temas, no hay nada que toque la dignidad de las personas, ni que toque a la humanidad como tal, nuestra pequeña porción de vida y de geografía sobre lo cual la Iglesia no tenga una palabra que decir, un aporte que realizar. Pero no se trata en estas orientaciones de una recorrida por todos los temas, sino de aquello que en este momento, nos parece que son como intuiciones fundamentales para nuestra vida, para nuestro camino.

Es como si dijéramos: no nos olvidemos de quiénes somos, de dónde estamos, de hacia dónde vamos.

Sólo me detengo en el título de la carta: “Transparencia de evangelio”… Más de una vez en la complejidad de mi propia vida y en una mirada a la realidad de tanta gente; hoy mismo, en esta tarde, si les dijera los que han pasado a hablar conmigo y todas las problemáticas complejas, diversas que hay. Por ejemplo vino una nueva asociación que hay en nuestra tierra para ocuparse de los niños autistas, formado por padres de niños autistas. Miren ustedes, qué problema tan grande, tan doloroso y que también llama a nuestra solidaridad, a esa maternidad de la Iglesia.

Cuando miro esa complejidad de mi propia vida, de la vida de los otros, la realidad cruda de la historia, más de una vez me he preguntado, ¿el evangelio es real o es sólo utopía? Si es una señal de hacia dónde caminar o es también camino; si es algo a descubrir en un más allá inalcanzable o es también respuesta efectiva en el acá más duro y complejo de la marcha; si es sólo un manojo de ilusiones, válidas y hermosas ciertamente, o es concretez real de una presencia viva.

Por eso, lo del comienzo, lo de Pablo, yo quiero transmitirles lo que he recibido, mi fe…

Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al tercer día… se apareció a Pedro, a los Doce, a Santiago, a más de quinientos hermanos, después a Pablo… y en estos días se nos ha manifestado a nosotros por medio de su Espíritu.

Yo creo en el Señor,
- que es camino y no solo meta, y además se hace compañero en la caminata,
- que es verdad, que nos impulsa en muchas búsquedas , pero que también es respuesta concreta y efectiva a lo que vivo hoy y aquí;
- que es vida que nos llena de esperanza hacia el futuro, pero también es ya presencia palpitante en la trama compleja de mi historia, de nuestra historia.
Por eso el Evangelio es vida que estamos llamados hoy nosotros a transparentar. No nos podemos quedar guardaditos con el tesoro que hemos recibido por pura gracia.

La Estrella del Alba, así la llamamos a la Virgen de los Treinta y Tres, la Estrella del Alba ilumina, pero ciertamente no nos enceguece, la podemos contemplar, esta estrella es la que anuncia el sol naciente. A María le encomendamos nuestra marcha como Iglesia en Montevideo. Le encomiendo y los invito a que le encomendemos juntos esta carta, confiando que pueda ser también un estímulo para anunciar a su Hijo: camino, verdad y vida.

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