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Fe y ciencia: ¿diálogo o conflicto?

Existe la creencia de que el desarrollo científico ataca o se contrapone a la fe cristiana. Miguel Pastorino explica cómo esta idea es errónea.
La Sagrada Escritura es compatible con el desarrollo científico. Fuente: Cathopic

“La fe y la razón (Fides et ratio) son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo”.

Alcanza solo con leer el principio de la carta encíclica Fides et ratio para comprender en profundidad su espíritu y esencia. Razón y fe, fe y razón, deben estar hermanadas para que el hombre —ser naturalmente limitado por su propia condición— pueda alcanzar la verdad y trascender hacia Dios. Las palabras citadas anteriormente, que pertenecen a san Juan Pablo II, nos permiten visualizar con claridad cómo se vincula la fe con la ciencia, la creencia con la razón.

Más atrás en el tiempo, san Agustín —uno de los llamados Padres de la Iglesia y de los pensadores cristianos más influyentes de los primeros siglos tras la venida de Cristo— nos recuerda durante el período de la Patrística que no se accede a la verdad sino a través del amor, ni querer aquello que se desconoce. ¿Y cómo podemos conocer mejor? Naturalmente, a través de la razón.

Motivados por promover un conocimiento mayor, durante setiembre y octubre Iglesia de Todos ofreció unos encuentros formativos para crecer en espíritu, reflexionar en comunidad y acercarnos al testimonio de Dios. En este sentido, uno de dichos encuentros fue abordado bajo el título de “Ciencia y fe cristiana: ¿diálogo o conflicto?”, por parte del Dr. Miguel Pastorino.

La fe necesita a la razón

De acuerdo con el filósofo, existe una idea equivocada en torno al catolicismo y a su rol para el desarrollo científico. “La primera religión del mundo que deja de adorar a los astros y cree en un Dios racional, que es logos y que organiza el universo con un determinado orden, es la judía, es el pueblo de Israel. La Edad Media fue una época mucho más desarrollada de lo que se cree y en gran parte fue gracias al pensamiento cristiano. Incluso su impacto es mucho mayor al que se piensa: por ejemplo, Habermas —que es ateo— reconoce que la ética del mundo laico y occidental proviene de la herencia judeocristiana”, explicó.

Según Pastorino, un punto central de este debate es que la fe no es ciega, sino que ciego es el fanatismo: “Cuando se dice que la fe lo es, también se está queriendo decir que no puedo tomar en cuenta la evidencia, pero desde el momento que la fe no renuncia a pensar, no es ciega. Dice Ratzinger que la fe no consiste en aceptar cualquier cosa, como San Agustín diferenciaba entre el crédulo y el creyente, y afirmaba que quien cree precisa que sea algo creíble, razonable, y no un divague o algo irracional. Esta afirmación, en el ámbito católico puede parecer muy normal, pero fuera a algunos les parece que se está cambiando el pensamiento del catolicismo”.

“Hay algo que viene de Ratzinger y es interesante: la fe no nos libra de dudar. La duda es parte de la existencia humana y del crecimiento de la fe”

“Está plasmado en el Catecismo de la Iglesia Católica, en el numeral 158 y 159, cuando se habla del preámbulo del credo de la fe. El documento dice que la fe trata de comprender, y que es inherente a la fe que el creyente desee conocer mejor a aquel en quién ha puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha sido revelado. El hambre de formación es un signo muy fuerte de una fe que está viva, que se pregunta y que busca. No puede existir el desacuerdo entre la ciencia y la fe. Si la razón me dice que la pared es blanca, pero la fe me indica que, en realidad, es negra, San Agustín nos dirá que una de las dos estará equivocada. La verdad es una, Dios es uno, y no se contradice”, desarrolló el filósofo.

El cristiano convive con la duda

Dentro de su argumento, Pastorino ahondó en un aspecto particularmente interesante. Existen claras diferencias entre la Iglesia católica y otras comunidades cristianas. Algunos cristianos evangélicos toman la Biblia desde una perspectiva literal, situación que, a criterio del docente, genera grandes dificultades: “Ellos niegan la teoría de la evolución. El catolicismo, por el contrario, nunca se opuso a la ciencia ni a la teoría de la evolución”.

“¿Por qué la Iglesia Católica nunca lo hizo?” se preguntó Pastorino: “Porque siempre se interpretó la escritura no de modo literal. Desde San Agustín ya se hablaba de la lectura alegórica del Génesis. A los que tomen toda la Biblia al pie de la letra, van a enfrentar un conflicto con la ciencia. Para el catolicismo esto no es un problema”.

“La fe no es un mero sentimiento. No es ciega, ni es contraria a la ciencia”

Para el doctor en filosofía, un ejemplo del rol de la razón dentro de la fe son los aportes realizados por Benedicto XVI, tanto durante su pontificado como antes de ser sumo pontífice. “Hay algo que viene de Ratzinger y es interesante: la fe no nos libra de dudar. La duda es parte de la existencia humana y del crecimiento de la fe. Reconocerla es un acto de honestidad y humildad intelectual. En lógica, fe y duda son opuestos. Pero, para Ratzinger, en la existencia, esos dos conceptos conviven dentro de la misma persona, en cada uno de nosotros”, afirmó.

En el marco de los Encuentros de Formación de Iglesia de Todos, Pastorino se ocupó de desmitificar distintos relatos supuestamente históricos que, aunque repetidos con frecuencia, son erróneos. Y la contraposición entre fe y ciencia es uno de ellos.

Fe y ciencia desde nuestro Catecismo

El Dr. Miguel Pastorino mencionó en varias oportunidades el Catecismo de la Iglesia católica, más específicamente los numerales 158 y 159, como claros ejemplos de la perspectiva de nuestra creencia en torno al desarrollo de la fe:

Numeral 158

«Es inherente a la fe que el creyente desee conocer mejor a aquel en quien ha puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha sido revelado; un conocimiento más penetrante suscitará a su vez una fe mayor, cada vez más encendida de amor. La gracia de la fe abre «los ojos del corazón» (Ef 1,18) para una inteligencia viva de los contenidos de la Revelación, es decir, del conjunto del designio de Dios y de los misterios de la fe, de su conexión entre sí y con Cristo, centro del Misterio revelado. Ahora bien, «para que la inteligencia de la Revelación sea más profunda, el mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones» (DV 5). Así, según el adagio de san Agustín (Sermo 43,7,9: PL 38, 258), «creo para comprender y comprendo para creer mejor».

Numeral 159

«A pesar de que la fe esté por encima de la razón, jamás puede haber contradicción entre ellas. Puesto que el mismo Dios que revela los misterios e infunde la fe otorga al espíritu humano la luz de la razón, Dios no puede negarse a sí mismo ni lo verdadero contradecir jamás a lo verdadero» (Concilio Vaticano I: DS 3017). «Por eso, la investigación metódica en todas las disciplinas, si se procede de un modo realmente científico y según las normas morales, nunca estará realmente en oposición con la fe, porque las realidades profanas y las realidades de fe tienen su origen en el mismo Dios. Más aún, quien con espíritu humilde y ánimo constante se esfuerza por escrutar lo escondido de las cosas, aun sin saberlo, está como guiado por la mano de Dios, que, sosteniendo todas las cosas, hace que sean lo que son» (GS 36,2).

Por: Leandro Lia

Redacción ICM

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