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En la búsqueda del cambio

Dentro de un claro proceso evolutivo, son diversos los desafíos que se enfrentan al liderar una universidad del siglo XXI.
Fernández Techera es rector de la UCU desde 2016. Fuente: R. Fernández

El P. Julio Fernández Techera (56) es un agradecido a Dios por las posibilidades que le ha entregado. Más allá de su sacerdocio y su extensa formación académica —que incluye varias licenciaturas y un doctorado—, cuenta con una vasta experiencia liderando equipos educativos.

Para él, lo más valioso de su trayectoria dentro del Colegio Seminario, la Fundación Sophia y de la Universidad Católica, fue la oportunidad de conocer gente interesante, de diversos perfiles, pero de quienes siempre aprendió mucho.

Su vertiginoso día a día se centra en sus tareas como rector de la Universidad Católica del Uruguay, actividad que desempeña desde noviembre de 2016, pero siempre con un foco en el futuro. Un futuro cambiante y que le apasiona.

 

¿Cómo definimos a una universidad católica? ¿Qué perspectiva le entrega a nivel formativo y a su propia metodología de trabajo?

La universidad católica es manifestar la presencia de la Iglesia en el ámbito de la enseñanza superior, de la investigación, de la vinculación con el medio. Es poder aportar en esos lugares desde nuestro ser católico en áreas sociales que tienen una gran importancia. También es una posibilidad de brindar un tipo de educación donde lo trascendente y las grandes temáticas de la persona, del mundo y de Dios, estén también presentes.

Obviamente vivimos en una sociedad muy pluralista y no es sociológicamente católica, lo que genera que, probablemente, la mayoría de nuestros estudiantes no sean católicos. Eso no cambia nuestra identidad, que es clara, nosotros queremos generar instancias de diálogo. Ellos saben que hay un gran respeto por todas las ideas, pero también un respeto desde los estudiantes, los profesores y el propio personal, hacia la identidad y la misión de la Universidad Católica.

Dentro de los desafíos educativos, es común escuchar opiniones de que la educación está estancada o en crisis. Sin embargo, la Universidad Católica está presentando varios cambios a nivel educativo. ¿En qué situación se encuentra?

Es una frase bastante común, pero también es habitual decir que crisis es, en realidad, un tiempo de cambio y no necesariamente de decadencia. Es indudable que, la educación toda y en los últimos veinte años, ha tenido una crisis muy fuerte. Toda la revolución tecnológica ha generado también una revolución cultural y una revolución social, porque el acceso a la educación se ha, de alguna manera, democratizado. Hoy, en un smartphone, tenemos todas las respuestas que queramos del mundo, si las sabemos buscar. Dos décadas atrás el mundo claramente no era así. ¡La revolución es gigantesca! El problema es que la educación, dentro de ese proceso de cambio, al comienzo se resistió enormemente.

"Hay que estar abiertos a los cambios en la sociedad y en el mundo académico"

En 2012, antes de trabajar en la universidad estaba en el Colegio Seminario, fui director académico y de bachillerato de la institución. Recuerdo una charla aquí, en la universidad, en la que noté que todo aquello en lo que había estado trabajando ya no tenía ningún sentido. Siempre digo que, en ese momento, me sacaron el piso. La primera sensación era que lo que estábamos haciendo ya no servía, no tenía sentido, y había estado años trabajando en un modelo de colegio del siglo XX.

¿Cómo trabajaste esos cambios como rector de la universidad?

Entendí que había que dar un salto hacia el siglo XXI, y desde ese momento empecé una búsqueda personal hacia algo completamente distinto. Nunca fui una persona de 'modas', pero la universidad precisaba un cambio radical que involucre los modelos, la organización, la manera de pensar, y eso es lo que comenzamos a hacer en estos seis años y medio que llevo como rector. Llegamos a la conclusión de que queríamos otra universidad, y creo que hoy en día lo logramos.

Por supuesto que hay mucho para hacer y para mejorar, pero parte de la idea es esa: no pasamos de un modelo estático a otro modelo estático, sino que se cambió hacia uno dinámico. Claramente esto significa que, dentro de dos años, cosas que ya hicimos hace un par de años nos parecerán obsoletas. Hay que revisar los procesos de cambio de manera profunda también a nivel internacional, y formar universitarios profesionales, ciudadanos y personas, para este siglo XXI y para esta nueva realidad. Aquí no hemos inventado nada, todo ya se está probando. Lo original es la síntesis, porque tiene que estar aplicado y adaptado a la realidad uruguaya. Y en ese proceso no hay que solo mirar las grandes instituciones, sino también las más modestas y chicas, porque a veces en universidades pequeñas hay una gran capacidad de creatividad y resolutiva. Estamos en un mundo apasionante, es la mejor época, porque está cambiando todo. Es un desafío notable.

Dentro de esos desafíos, ¿qué recursos académicos se están implementando?

Se están desarrollando muchas innovaciones, aunque es verdad que tienen que crecer y consolidarse. Estoy muy agradecido con los resultados, porque esto no es un trabajo mío sino de toda una comunidad educativa. Mi gratitud es que me siguieron dentro de este proceso. Parece que soy una persona muy innovadora, pero sinceramente viviría feliz en el mundo analógico porque me crié así. Tenemos un grupo de profesores y estudiantes comprometidos con esta forma de ver a la educación y que aterrizaron muchas de estas ideas.

Por ejemplo, largamos los minors y fue un cambio que nos entusiasmó, pero lo importante es el concepto detrás. Acá no se trata de los minors sino un estudio mucho más interdisciplinario y transdisciplinario. Ese fue el gran cambio. Por eso, si miramos un poco más allá, vemos a nuestros decanos en cowork, en un mismo edificio y con un contacto directo y diario, más allá de sus respectivos enfoques. Esa construcción de diálogo, que también ocurre con todos los directores de carrera, genera un campo de sinergia e ideas muy enriquecedor. Toda esa planificación lleva tiempo y trabajo, pero da resultados muy interesantes. Casi todas las cosas son transversales, por eso el estudiante tiene una lista amplísima de cursos opcionales que son de otras carreras a las que cursa. ¿Por qué lo hacemos? Porque queremos gente formada, profunda y ética, y que sean profesionales sólidos.

Mencionaste varios cambios implementados en estos años como rector. ¿Qué balance harías de ese ciclo de trabajo?

Fue un proceso de mucho aprendizaje. No empecé con un plan, sino que la realidad me fue enseñando. Fue un enorme privilegio haber conocido gente tan interesante aquí en la universidad, de todo tipo. Para mí ha sido un regalo de Dios, le agradezco la posibilidad de aprender de personas tan entregadas y comprometidas con su trabajo. Considero que en este tiempo conseguí una experiencia que, claramente, no tenía cuando empecé. Siento que estoy en una universidad que tiene una perspectiva de futuro, y eso me hace muy feliz.

 

Por: Leandro Lia

Redacción Entre Todos

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