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“El sacerdocio da sentido a toda mi vida”

Tercera entrega de testimonios durante el mes vocacional
El P. Mauro Fernández es formador del Seminario Interdiocesano Cristo Rey/ Fuente: Federico Gutiérrez

“En mi historia la conversión y la vocación son parte de lo mismo”, así comienza el diálogo con el P. Mauro Fernández, actual administrador parroquial de Santa Magdalena Sofía Barat, en Aires Puros, y formador en el Seminario Interdiocesano Cristo Rey. Es que la historia de conversión (y vocación) de Mauro no es lineal, probablemente porque ninguna historia de fe es lineal.

Cuando tenía 21 años, se dio en el actual sacerdote un cambio fundamental: pasó de ignorar a Dios durante su adolescencia, a preguntarse sobre el sentido de la vida durante su juventud temprana, y finalmente, partir de ese momento y unas cuantas lecturas, a la convicción de la existencia de un Dios creador de todas las cosas. 

“En esa etapa, afirma el P. Mauro, empieza la búsqueda de Dios en la Iglesia Católica, porque yo me había educado en un colegio marista y también la fe de mi madre tiene que ver con este momento. Luego que descubro la existencia de Dios, a través de experiencias de Iglesia, mi vida cambia”. 

Y es en esa búsqueda que las preguntas, las respuestas, las nuevas preguntas y las decisiones comienzan a darse en una especie de efecto dominó. “Si existe Dios entonces la pregunta que surge es qué quiere de mí. Y entonces en la respuesta a esta pregunta pongo mi vida a su disposición”, relata el sacerdote .

“Tengo como signos vocacionales de ese tiempo el apasionarme por la persona de Jesús cuando leía los Evangelios, la vida de los santos, en especial la de San Francisco de Asís (yo provengo de la Parroquia Tierra Santa). Me entusiasmaba la ayuda a los más pobres, estar con los más pobres, alabar a Dios y volver a los sacramentos de la Reconciliación y de la Comunión después de muchos años”, agrega. 

Pero sobre todas las cosas, Jesús le abrió a su vida nuevos horizontes: “experimenté cosas que nunca había vivido, una paz y una alegría tremendas”. “Después descubro que hay estados de vida y me pregunto cuál es el mío. Yo no sabía por dónde era, lo que sí sabía era que mi vida se la quería entregar a Cristo. Me hizo redescubrir la vida y dije: soy para él”, comparte con el entusiasmo de revivir una experiencia fundante.

“Dar a Dios a los hombres a través de los sacramentos”

Cuando recuerda a los sacerdotes que lo acompañaron en su camino vocacional resaltan los nombres del P. Guillermo Porras y el P. Daniel Martínez. Con ellos descubrió el día a día de un cura: llevar la comunión, acompañar a la gente, que los fieles se pudieran confesar. Nació en Mauro la necesidad de saber cómo se vivía en una parroquia y cuando lo descubrió no se pudo apartar de ese camino. Luego vinieron las experiencias de retiros vocacionales buscando el querer de Dios para él. 

Comparte que el tener una vida al servicio de la oración “sirve para ir purificando esa vocación” y agrega que sintió en esos momentos “la necesidad de dar a Dios a los hombres, a través de los sacramento, en la comunión, en la reconciliación. Es la mejor respuesta que le puedo dar a este mundo, con los pies puestos en la tierra”.

En su experiencia diaconal y sacerdotal se incluyen cinco años de servicio en la Parroquia Stella Maris, en Carrasco; un año en la Parroquia de Guadalupe, en el barrio Borro, y actualmente en la Parroquia de Aires Puros y como formador en el seminario. “La fe pasa de ser algo personal, al principio, a ser algo que se encarna en la Iglesia. Uno como sacerdote se pone a disposición en lo que la Iglesia te vaya pidiendo. Vivir la fe en Iglesia y para la Iglesia”, argumenta.

Para un sacerdote del clero secular, como lo es Mauro, “tener una parroquia a cargo es una gran responsabilidad, pero a su vez si la comunidad está comprometida no todo recae en el párroco y cada uno genera su espacio, el sacerdote desde lo propio y los fieles desde lo suyo”. 

Esta experiencia es la que trata de transmitir como formador a los seminaristas: “al haber transitado este trecho uno puede ayudar también en la formación dando testimonio, compartiendo las dificultades, los problemas, pero también las alegrías”, reflexiona.

Atender al Espíritu

Para el P. Mauro el joven que se esté cuestionando su vocación hacia el sacerdocio debe estar atento a lo que el Espíritu Santo está suscitando en su vida, ya sea en sentimientos, pensamientos, deseos y sueños. “También es palpable la alegría y necesidad de la Palabra de Dios que acompaña un camino vocacional”, afirma.

Agrega el sacerdote que generalmente “cuando uno tiene vocación sacerdotal siente una necesidad de estar siempre en la parroquia, en las actividades, en los servicios pastorales, en las celebraciones... a full”. “Es muy importante tener un acompañante espiritual”, añade. Otro tema, para nada menor, es la experiencia eucarística que “trae muchas consolaciones que ayudan mucho a un sacerdote en su ministerio, ya sea durante la Eucaristía o en la adoración eucarística”, asegura.

Después de 8 años de sacerdote el P. Mauro siente que su vocación lo plenifica y que, a su vez, el amor a Dios va madurando. “No es la efervescencia del principio, pero el amor madurado es diferente, más profundo. Lo que da el gusto en esta etapa del sacerdocio es la perseverancia y saber que esto le da sentido a mi vida, a todo lo demás”, concluye.

Comentarios(3)

  1. Sandra Figueroa says

    No conozco personalmente al Padre Mauro Fernández, lo q me ocurre es que todos los días escucho la» palabra en Vos «y cada vez que es El quien lee el Evangelio y lo reflexiona; me encanta escucharlo una y otra vez y me parece super interesante y útil para mi Vida todo lo que dice. Es por lo explicado antes que busqué su biografía para conocerlo un poco mas y bueno…ya entiendo un poco más ahora! Hermoso todo lo que leí sobre El ; el Padre Guillermo Porras otro Gran Sacerdotes.
    GRACIAS Padre Mauro Fernández y seguiré atenta a sus reflexiones .

  2. Pablo Arrieta says

    Cuál es la edad máxima para entrar como seminarista?? Gracias y bendiciones

  3. Lourdes says

    Conocí al P. Mauro en Tierra Santa. Nunca lo olvidaré cuando cantó con el P. Villalba: «Ven Espíritu de Dios». ¡Y vaya si vino! Algo se vislumbraba en ellos, hoy ya es Luz de Cristo en sus vidas. Gracias P. Mauro, por conservar el tesoro de San Francisco de Asís, es un regalo que te va a acompañar toda la vida.

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