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Juan Carlos López: El payador oriental

El reconocido payador lleva más de cincuenta años improvisando décimas, mezclando arte y tradición.
Juan Carlos López reconvirtió su arte durante la pandemia. Fuente: R. Fernández

En el vasto interior del Uruguay, en lugares concurridos o en aquellas llanuras a las que apenas el sol visita día a día, algunos osados compatriotas emergen junto a sus guitarras para, a través de la improvisación, narrar nuestras propias raíces.

Estos poetas del campo, de versos improvisados, ocupan un rol fundamental para recordar y preservar las tradiciones que forman nuestra cultura e idiosincrasia. Juan Carlos López (76) es uno de esos uruguayos que utiliza décimas, versos octosílabos que riman, sobre cualquier tema que se le presente. De su arte, el rol de la tradición y su vínculo con Dios, conversamos con él en este reportaje.

De tren en tren

Dialogar con Juan Carlos López implica, inevitablemente, visitar distintas historias de antaño. Desde sus catorce o quince años, cuando conoció la payada y descubrió su facilidad para improvisar, la vida lo ha llevado por distintos escenarios. La mayoría de ellos alejados de los reflectores de la ciudad, pero ricos en anécdotas y afecto.

“Los payadores nos acostumbramos a recorrer muchísimos lugares, y nos caracteriza un estilo más bien sencillo. Uno con el tiempo va cambiando, ahora disfruto más el estar en casa que salir por ahí, mientras que antes agarraba la guitarra, unas mudas de ropa, me armaba el bolsito y me desaparecía incluso un mes. Vas a visitar un pueblo, te invitan a ir a otro y de repente terminás en lugares que ni conocés. A donde llegaba pedía permiso para que me dejaran cantar y hacerme unos pesos”, recuerda, para luego narrar los inicios de su profesión.

"La fe siempre vivió en mí. No sé por qué misterio, pero siempre estuvo ahí"

Su primera payada la hizo junto a sus compañeros del Centroamérica, club de la Villa del Cerro y sitio donde el oriundo de Treinta y Tres pasó su adolescencia jugando como puntero: “Me gustaba driblear, era muy egoísta (risas). Recuerdo que vino un cuadro a jugar, no sé si era de la zona de Colón o de Sayago, y se les preparó una recepción y un asadito antes de los partidos. Uno de ellos agarró una guitarra que trajeron y se puso a improvisar, pero ninguno de los nuestros le contestaba o se defendía. Me arrimé y le respondí lo que me salía. No sé cómo me animé, pero después de eso mis compañeros me daban púa para que siguiera por ahí”.

Si algo resume sus travesías, es el esfuerzo y la incertidumbre de ir de pago en pago. “De repente sacabas algo y te ibas armando tu salario, pero, si no, terminaba haciendo rifas de alguna botella de grapa, de vino o de caña, o a veces algún poncho medio barato. A veces quienes organizaban los eventos también te arrimaban algún pesito o te daban un lugar donde quedarte, porque uno se pasaba viajando en tren, de un lado para el otro. A los veinte años me di cuenta de que debía tomarlo en serio y profesionalizar un poco todo”, reconoce. Durante esa búsqueda, en la década del sesenta, empezó a participar de unas audiciones en el Palacio Salvo, en la radio CX46 Radio América. Alquilaba junto a otros payadores un espacio de media hora, vendía publicidad e intentaban conseguir un poco más que el costo del alquiler. Era la forma de solventarse en una época en la que los festivales grandes aún no eran parte de la agenda. Su adultez también lo tuvo presente en talleres de metalúrgica y de carpintería, en tareas de curtiembre o como armador de prendas de cuero, entre otros oficios.

Cultura y fe

Para Juan Carlos López, hablar de tradición es referirse también a su vínculo con la religión. Desde muy pequeño, cuando construyó un pequeño y modesto altar en su dormitorio, Dios siempre estuvo cerca para él.

“Desde muy niño hice catequesis, luego tomé la comunión y tenía todo eso naturalizado. Por ejemplo, en los días lluviosos me quedaba en casa y armaba un altarcito con las estampitas que me daban en la iglesia de Treinta y Tres. Las fui pegando en la pared. La fe siempre vivió en mí. No sé por qué misterio, pero siempre estuvo ahí. También pienso que es algo lógico, porque ¿qué ser humano puede vivir sin aferrarse a algo? En algo hay que creer, sobre todo si te ayuda a sostenerte”, reflexiona.

Como en años anteriores, volvió a participar de la tradicional misa criolla en la Expo Prado 2023. Fuente: R. Fernández

El payador, varias décadas después, mantiene un rol activo durante las misas criollas que organiza la Asociación Rural del Uruguay en el marco de cada Expo Prado: “Surgió la idea de realizar, mientras se acercan las ofrendas, unos versos alusivos para acompañar esa entrega. Durante ellas, siempre pedimos que las cosas que se arrimen tengan algo que ver con la fe, con la Palabra de Dios, con la esperanza o con la familia. Es muy emocionante cuando se hace el traslado de las ofrendas y uno ve la cara de las personas movilizadas o emocionadas. Me ha pasado de estar armando la copla y ver que alguien está llorando”.

El impacto de la tele

Después de décadas de experiencia, la vida profesional de Juan Carlos López se potenció con sus apariciones en Canal 10, de la mano de A+V.

“Me dio mucha visibilidad, la gente te empieza a reconocer. Empecé por una casualidad de la vida. Un amigo que hacía importaciones de mercadería me llevó a la casa de uno de los dueños del canal en Sarandí Grande, que fue además uno de los iniciadores de Canal 10: Jorge De Feo. Empezamos a hablar, y mi amigo le comentó que tenía muchas anécdotas para contar. También le improvisé un poco, y el hombre quedó entusiasmado. Me propuso hacer televisión, y le dije que solo había hecho radio, que es un medio diferente porque uno tiene todas las cosas enfrente y está el operador para auxiliarte. Hicimos alguna prueba y ya llevamos cerca de diez años. Que te reconozcan es un desafío, porque uno tampoco puede hacer siempre lo mismo o se van a aburrir. Hay que renovarse”, afirma.

"(la payada) es como un esgrima intelectual"

Esa renovación lo llevó a incursionar en la pintura durante la pandemia. En su casa luce con orgullo algunas de sus primeras obras.

Una historia de versos

“La payada es un arte milenario, de la época de los trovadores, los juglares y todo eso. Es una cultura que se traslada y nosotros participamos de esas historias. Desde la época de las colonizaciones, fueron pasando lenguas, costumbres, músicas. Somos una sociedad forjada de esa mezcla cultural, y el payador tiene el desafío de tener cierto acervo o bagaje cultural para tener más recursos. Cuando uno se enfrenta a un payador, además hay que sumarle cierta picardía, pero fundamentalmente respeto hacia el otro y a las familias presentes. Es como una esgrima intelectual”, sintetiza.

Para López, el payador no solo entretiene. Cada una de sus estrofas es un eslabón que une el pasado con el presente. Y él seguirá participando de ese proceso.

 

Por: Leandro Lia

Redacción Entre Todos

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