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El Padre Cacho nos recuerda el llamado universal a la santidad

“Así como aquel que los llamó es santo, también ustedes sean santos en toda su conducta, de acuerdo con lo que está escrito: Sean santos, porque yo soy santo” (1P 1,15s).
El P. Cacho fue proclamado Siervo de Dios el 19 de febrero de 2017/ Fuente: F. Gutiérrez

El P. Davi de Miranda, postulador de la causa de canonización del P. Ruben Isidro Alonso (Padre Cacho), compartió un artículo con los lectores del quincenario Entre todos sobre el proceso de canonización del Siervo de Dios.

Llamados a la santidad

Queridos amigos, esta es nuestra vocación, este es nuestro llamado: ¡ser santos! Pero espontáneamente nos surge la pregunta ¿y esto qué es? ¿Qué significa ser santo? Dios es santo, y al hablar de la santidad tocamos su mismísimo misterio.

¿Podría Dios pedirnos cosas imposibles? Señor Tú me pides que sea santo, pero ¿podré llegar a serlo? ¿Cómo hago para responder a ese imperativo? El Santo por excelencia es Dios y nosotros participamos de su santidad gracias a la acción del Espíritu Santo; que ayuda a cada uno en su estado de vida y quehaceres —ya sea en el matrimonio, siendo padre o madre, albañil, medico, mecánico, estudiante, sacerdote, religioso o religiosa—, a hacer lo que le corresponda hacer, con y por amor, para la gloria de Dios y para el bien de los hombres.

Una vez en una homilía pregunté a la gente si un cura podría ser santo, a lo cual todos juntos respondieron un “sí” muy fuerte, luego pregunté: “¿Y un tornero mecánico?” La respuesta no fue tan entusiasta, pocos dijeron que sí. Quizás todavía en nosotros hay resquicios de una cierta mentalidad de que la santidad es un ideal para pocas personas: selectas, consagradas, especiales; pero en realidad no es así, todos somos llamados a la santidad.

Cristo, el Hijo de Dios, quien con el Padre y el Espíritu Santo es proclamado “el único Santo”, amó a su Iglesia. Él se entregó por ella para santificarla (cf. Ef 5,25-26), la unió a sí como su propio cuerpo y la enriqueció con el don del Espíritu Santo para que viviendo el Evangelio tengamos vida plena. Por ello, en la Iglesia, todos por el bautismo, estamos llamados a la santidad, según aquello del Apóstol: “Lo que Dios quiere de ustedes es que sean santos” (1 Ts 4, 3; cf. Ef 1, 4). Esta santidad de la Iglesia se manifiesta y sin cesar debe seguir haciéndose pública en los frutos de gracia que el Espíritu produce en los fieles (cfr. Lumen gentium 39).

¡Y cuántos son los frutos que el Espíritu Santo nos concede en estos tiempos! Así la santidad de Dios resplandeció en un jovencito de 15 años, Carlo Acutis, devoto de la Eucaristía y de la Virgen, y aficionado a la informática. La santidad de Dios también brilló en una madre y esposa, Gianna Berreta, que prefirió la vida de su hija a la suya. Qué decir de un cura Gaucho que en su celo evangelizador recorría las sierras de Córdoba y llevaba a la capital de la provincia a hombres y mujeres para hacer ejercicios espirituales.

También en nuestras tierras esperamos que pronto podamos rendir culto público al Siervo de Dios Padre Cacho: “Siento la imperiosa necesidad de vivir en un barrio de pobres y hacer como hacen ellos. Necesito encontrar a Dios entre los que más sufren… Sé que vive allí, que habla su idioma, que se sienta a su mesa, que participa de sus angustias y esperanzas” (cfr. Mercedes Clara, Cuando el otro quema adentro Padre Cacho, Planeta, Montevideo, segunda edición, 2017, p. 48).

Las etapas del proceso

Para llegar a los altares el Siervo de Dios necesita pasar por tres pasos. Primero, tener fama de santidad (vox popoli). La fama de santidad es la opinión difundida entre los fieles sobre las virtudes teologales y humanas practicadas por un Siervo de Dios en un grado superior al común, con la convicción que se pueda obtener favores —no necesariamente milagros— a través de su intercesión. Segundo, la voz de Dios (vox Dei), que, haciendo milagros por la intercesión del Siervo, manifiesta que este fiel merece ser honrado como santo en la comunidad cristiana y debe ser propuesto como modelo e invocado como intercesor. Por fin, en tercer lugar se necesita la palabra de la jerarquía de la Iglesia (vox sacrae hierarchiae) que, antes de dar el propio asentimiento a la voz del pueblo y a la voz de Dios, requiere y examina las pruebas de la santidad y de los supuestos milagros.

Por eso, para tener un modelo de vida evangélica que se pueda proponer a todos, le pedimos que de forma privada pidan un favor o un milagro al Siervo de Dios Padre Cacho y que no dejen de escribir a la postulación de la causa, ya sea a través del correo electrónico o por el correo común. Cualquier favor o gracia sirve a la causa, como conseguir trabajo, casa, pasar en un examen difícil, la recuperación de alguna adicción, paz en la familia, tranquilidad personal, etcétera. Obviamente también esperemos que Dios confirme que el Padre Cacho pueda ser venerado públicamente por nosotros en la Iglesia, por eso necesitamos un milagro, ya sea la cura de alguna enfermedad, u otros signos extraordinarios.

Que el Señor nos conceda a todos el deseo de la santidad, es posible, confiemos en la ayuda del Espíritu Santo.

Contacto

Para comunicar las gracias obtenidas por la intercesión del P. Cacho dirigirse a: postulacionpadrecacho@gmail.com o Postulación Padre Cacho, Treinta y Tres 1368, CP 11000, Montevideo

Misa por el Padre Cacho

El viernes 4 de setiembre, a las 17 horas, se celebrará una Misa en memoria del Padre Cacho. La celebración, presidida por el Card. Daniel Sturla, se realizará en el templo de la Parroquia de los Sagrados Corazones (Possolo). También se podrá seguir a través del canal ICMtv, por Youtube.

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