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El encuentro con el otro agranda el corazón

La pastoral social de la Iglesia católica continúa trabajando por los más vulnerables de la sociedad.
Un grupo de exalumnas del Colegio La Mennais inició una olla para atender a personas en situación de calle./ Fuentes: F. Gutiérrez

Desde el inicio de la pandemia ocasionada por el Covid-19, en marzo del 2020, distintas organizaciones y parroquias pertenecientes a la Iglesia en Montevideo desarrollan actividades para contribuir con las personas en situación de calle. Según el último relevamiento realizado por la pastoral social, el nivel de compromiso de sus integrantes ha crecido y se han implementado nuevas medidas para mejorar la tarea de acompañamiento y distribución de alimentos. Además, se trabaja en coordinación con instituciones públicas y privadas.

Trabajo coordinado

Todas las noches en las calles de la ciudad se ven jóvenes distribuyendo platos de comida caliente a las personas que, por diferentes motivos, viven y duermen a la intemperie. Grupos de distintas comunidades recorren, noche a noche, diferentes itinerarios con el fin de brindar una vianda o canasta de alimentos a quienes no tienen la posibilidad de acceder a ellos.

La secretaria de la pastoral social, María José Carrau, aportó datos sobre este tema: “normalmente son unos veinte los grupos que reparten comida. Al comenzar la pandemia se contactó a cada uno de ellos y se les preguntó si seguían con el trabajo o si habían cambiado la modalidad. El relevamiento se realizó tanto en las parroquias así como en otras ollas de la sociedad organizada y se facilitó contactos para la derivación de personas a hogares”.

Para un mejor asesoramiento y atención a las personas se coordinó con diversas instituciones que aportaron su grano de arena. El Ministerio de Desarrollo Social (Mides) ayudó con recursos alimenticios e información para las derivaciones; el Sindicato Médico del Uruguay (SMI) aportó un protocolo para la repartición de ollas y viandas que se distribuyó a todos los grupos; un equipo de ingenieros en sistemas diseñó una página web que recopiló la información de ollas de todo el país; Cáritas ayudó con el relevamiento; además de otros grupos que se contactaron por donaciones y pedido de información.

Por otro lado, la Arquidiócesis de Montevideo puso a disposición del gobierno, por la emergencia sanitaria, la antigua facultad de teología para personas en situación de calle y contagiadas de Covid-19.

Una tarea de muchos

Muchos son los grupos que dan apoyo y contención a personas en situación de calle. Cada uno, desde sus posibilidades y características, contribuyen a que los más vulnerables se vayan a dormir con un plato caliente y algo más de abrigo.

Uno de los grupos es el Movimiento Sembradores, fundado por Gabriel “Chespi” Muscarelli; llevan adelante esta tarea desde el año 2002. Previamente salían a repartir algunos días a la semana y, por la pandemia, comenzaron a salir diariamente, llegando a un número de dos mil viandas por día.

"El relevamiento se realizó tanto en las parroquias así como en otras ollas de la sociedad organizada y se facilitó contactos para la derivación de personas a hogares" - María José Carrau

Otra de las organizaciones que trabaja desde hace varios años es el Hogar de Cristo, vinculado a los jesuitas. Empezaron a salir tres veces a la semana con un recorrido amplio, repartiendo entre ochocientos y mil viandas en cada ocasión.

Por su parte, integrantes del Colegio La Mennais llevan adelante un proyecto de olla que comenzó el año pasado en domicilios particulares y luego se extendió a todos los integrantes de la institución; ellos lo llaman una experiencia de comunidad.

Todos estos grupos transmiten un mensaje de esperanza y entrega. Reciben donaciones de empresas, Banco de Alimentos, Cáritas, personas particulares, entre otros que deseen colaborar.

Creando lazos

Uno de los grupos que realiza la tarea surgió por la inquietud de exalumnas del Colegio La Mennais, ubicado en la calle Ing. José Acquistapace 1701, en el barrio Punta Gorda. El hermano Guillermo es uno de los actuales coordinadores.

Como menesianos tienen dos líneas fuertes: los lazos y el sentido de la vida, que se descubren a través de la relación y no a través de una cátedra; y la frontera, esa Iglesia en salida que les hace palpable el Evangelio.

“Este proyecto empezó con la elaboración de viandas calientes en los domicilios particulares. El reparto se realizaba los días lunes con un itinerario aleatorio. Con el paso del tiempo, el recorrido pasó a ser el mismo, generándose un vínculo cada vez mayor con las personas”, detalla.

El hermano se siente feliz de participar de este servicio y asegura que esas exalumnas no tenían en su mente todo lo que el movimiento está vivenciando ahora. “Las personas en situación de calle tienen gestos impresionantes, como agradecer, bendecir y bendecirnos. Nos sentimos bendecidos por ellos. Eso también es una experiencia para nosotros”, indica.

Toda una comunidad

La comunidad del colegio se ha unido a esta tarea y permite conocerse desde otro punto de vista. Padres y exalumnos desean que sus hijos vivan esta experiencia y desarrollen la sensibilidad de mirar con otros ojos a las personas que están pasando situaciones angustiantes. También quieren que sean agradecidos por haber nacido en una familia y por asistir al colegio.

Uno de los efectos de la olla es la visibilidad. “Tenemos gente en los que denominamos campamentos (donde la gente de la calle duerme), y los móviles (quienes duermen junto a un contenedor). Hacemos partícipe de esta experiencia a todos los integrantes del colegio, contamos las experiencias; eso genera sentido de comunidad”, sostiene.

“Intentamos ser vehículo para otros. Lo nuestro es chiquitito pero la experiencia es muy profunda, rica y providencial”- Hno. Guillermo

En algunos lugares se reza, tanto los voluntarios, como quienes reciben el servicio. Es un reencuentro. “Uno se desnuda de todas esas capas que hemos ido creando; por cultura o por prejuicios. Nos encontramos con ellos desde otro plano, más horizontal, donde te dejas afectar por su historia y por su persona”, afirma.

Para Guillermo, la problemática social los sobrepasa, ven que no pueden solucionar muchas cosas pero como comunidad cristiana sienten que Dios está tocando sus corazones en esos encuentros.

Innumerables son las historias que recuerdan los integrantes de la olla: “Hemos encontrado personas en un contenedor, en estado calamitoso; las volvimos a ver y recuerdan ese momento”, rememora Guillermo.

El religioso está convencido que este proceso transforma a los integrantes de la olla y les devuelve cosas de ellos mismos. Muchas veces la problemática de la persona tiene que ver con la carencia de trabajo o con problemas de adicción. “Hemos solucionado temas que están a nuestro alcance. Por ejemplo, trámites para obtener el documento de identidad, tienen que ser reconocidos y tener derechos”, comenta.

Una experiencia profunda

El número aproximado es de cien o ciento veinte viandas semanales que se preparan en casas y llegan a las manos de estas personas. El religioso afirma que es la multiplicación de los panes que se vive hoy.

“Intentamos ser vehículo para otros. Lo nuestro es chiquitito pero la experiencia es muy profunda, rica y providencial”, cuenta con emoción.

Los alumnos del Colegio, por ser menores de edad, no podían salir en las recorridas, pero no quisieron quedarse afuera; se dedicaron a cocinar galletas y pan casero para sumar a la vianda. Familias se van sumando y cocinan en sus hogares, los une en una acción solidaria. Muchos de ellos ponen a disposición sus autos. Los educadores se encargaron de la tarea en los meses de vacaciones: enero y febrero.

Se vinculan con otras instituciones públicas y grupos de la Iglesia católica, como con el grupo de la parroquia de San Ignacio, donde llegan a los mismos lugares. Coordinan para que el servicio llegue días diferentes a fin de que a las personas no les falte nada.

La Iglesia católica continúa al servicio de los más marginados de la sociedad en tiempos donde esta tarea resulta sumamente necesaria y enriquecedora.

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