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"El centro de la reunión vecinal es la parroquia"

Dentro de Malvín Norte se encuentra la característica parroquia Jesús Misericordioso de Belén, símbolo del barrio.
Casi un centenar de fieles participa de la misa cada domingo. Fuente: Romina Fernández

Corría 1956 cuando el P. Freire visitó la zona de Malvín Norte. En aquel sitio se construiría una capilla, tras la gestión de la comunidad de la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, en Malvín.

Hasta la década del 70, Malvín Norte era, mayoritariamente, un barrio de quintas. Cuando el P. Freire recorrió el terreno quedó asombrado por el paisaje: únicamente divisó algunos ranchos con techos de paja, extremadamente humildes. Él no lo dudó. “Esto parece como si fuera una Belén”, afirmó.

Precisamente, de allí surgió el nombre de la nueva capilla y de la futura parroquia: Belén.

De capilla a parroquia

Durante 1963, el Card. Barbieri —por aquel entonces arzobispo de Montevideo— envió al P. Julio César Elizaga a la joven capilla. El sacerdote tenía, por aquel entonces, treinta y cuatro años y ya había estado como vicario en la parroquia de la Sagrada Familia de La Teja, y en la de Stella Maris de Carrasco.

“El P. Elizaga la inauguró como parroquia, por lo que fue el fundador canónico de este templo. Le puso como nombre Cristo Salvador de Belén, utilizando la expresión [Belén] por la que ya era conocida. En 1998 la volvió a renombrar, esta vez como parroquia Jesús Misericordioso de Belén”, explica el P. Eliomar Carrara, actual párroco de la comunidad.

Según el sacerdote, la denominación respondió a varios criterios: “El nombre hacía referencia al fuerte sentido que siempre tuvo el padre de ser cristocéntrico, estilo característico del Concilio Vaticano II. Esta postura, además, le proporcionaba un vínculo cercano con nuestros hermanos evangélicos, quienes son cristianos y con quienes él tenía mucha relación porque había trabajado en el ecumenismo”.

Fachada de la parroquia de Belén. Fuente: Romina Fernández

En el corazón del barrio

A partir de su llegada, el P. Elizaga se dedicó a buscar distintas maneras para que la parroquia pudiese crecer. “Ya en 1963 hizo todo tipo de actividades. Siempre fue muy dinámico. Empezó por visitar a las familias de los barrios de la zona y eso le permitió expandir la comunidad. Incluso organizó bailes para acercar a la juventud”, reconoce.

Sin embargo, un punto central en su crecimiento ocurrió en 1970: “Elizaga tuvo una experiencia espiritual muy importante, y que lo marcó. Fue en el centro luterano. Ellos recibieron la visita de un pastor evangélico (Juan Carlos Ortiz) que venía con una fuerte experiencia pentecostal de Argentina. El sacerdote fue invitado por su trabajo en el ecumenismo y, a partir de allí, conoció mejor la renovación carismática”, afirma.

“Se trató de una corriente de gracia pentecostal católica, que apareció en Estados Unidos y también comenzó a distribuirse por otros países, con la aprobación de Pablo VI. Así creció la parroquia, con un culto muy cuidado de parte de Elizaga, que además era muy atento a los detalles litúrgicos. Había integrado antes de esta experiencia instrumentos musicales modernos y ya permitidos entonces por la reforma litúrgica del concilio. Al año siguiente, ya se contaba con batería y guitarra eléctrica, en algo que se conoció, en su momento, como las misas beat y que se gestó como un sello de Belén. Los cantos eran bien festivos, como es característico de la corriente carismática, de la cual Elizaga y Belén fueron pioneros”, explicó el padre Eliomar.

Una batalla perdida

“Soy hijo de esta comunidad. Vine a Belén en 1976 y con intenciones no muy santas”, reconoce el P. Eliomar Carrara, entre risas. El vínculo entre la parroquia y el sacerdote se remonta a décadas atrás, pero aun así no deja de sorprenderle.

El P. Carrara recuerda aquella época con bastante nostalgia: “Era un ateo racionalista, materialista podría decir, también positivista, freudiano, darwiniano y con tintes marxistas. Mi hermano menor, Juan, que había comenzado a venir a Belén, había tenido un cambio muy grande de vida. Cuando me contó de los dones carismáticos, le dije que estaban todos locos. Quería venir y criticar todo lo que viera, e incluso confrontarlos. En mi imaginación Elizaga era una especie de Tusam, un encantador de serpientes, que había conformado una secta. Vine pensando en rescatarlo de todo esto. Muy bien no me fue (risas)”.

“Dentro de la parroquia me encontré con un sacerdote muy convencido y con que la comunidad era gente normal, con sus propias luchas. Pero vi algo que no encontraba ni en el fútbol, ni en los bailes, ni en el carnaval. Experimenté una alegría distinta, que me llamó la atención. Todo eso me generó muchísimas interrogantes, comencé a replantear mi ateísmo, y a los pocos meses, Dios me dio la gracia de la fe. En 2015, cuando el Card. Sturla me propuso volver a Belén, me sentí llamado por el Señor", dice.

El P. Eliomar Carrara junto a uno de los jóvenes que integra la parroquia. Fuente: Romina Fernández

La necesidad de crecer

La parroquia de Belén tiene el antecedente histórico de generar puentes con la comunidad barrial. “Tradicionalmente hay nueve grupos distintos de adultos. Además, tenemos los grupos VAE (Volver a Esperar) y otros grupos de jóvenes. Tuvimos durante dieciséis años una experiencia solidaria muy linda que se llamaba Plato Caliente, que consistió en que los miércoles se reunieran tanto adultos como jóvenes y salieran a ayudar a los barrios próximos”, recordó el párroco.

De acuerdo con el P. Carrara, estas experiencias no se recuperaron porque también hubo algunos fallecimientos, pero se trata de una comunidad inquieta y con ganas de colaborar. “La ayuda social siempre fue un sello de Belén. Por ejemplo, también tenemos una ropería, por la que recibimos y donamos ropa según la necesidad de las personas. Acá también hubo una policlínica gratuita durante treinta y siete años, atendida por la Dra. Graciela Salveraglio, madre del P. Luis Ferrés, con un fichero de casi mil usuarios. Además, desde hace dieciocho años funciona el club de niños Resurrección, en convenio con INAU, y también tuvimos por casi cuarenta años el Colegio Popular, con doscientos cincuenta alumnos. En líneas generales, la catequesis está muy mermada luego de la pandemia, por lo que estamos trabajando en atraer a los niños, niñas y adolescentes. La formación juvenil es clave, es la cantera de la parroquia. Hay que revitalizarla”, enfatiza.

En la comunidad existen diversos grupos de formación catequética para adultos y jóvenes. Fuente: Romina Fernández

Con la mira en el futuro

“Es imposible sustituir el talento del querido P. Elizaga”, responde el actual párroco de Belén, consultado por cómo continuar con su legado.

De acuerdo con el P. Carrara, la clave está en lo que cada uno tenga para aportar: “Diría que cada uno tiene lo suyo, nunca me sentí preocupado por continuar su rumbo. Creo que recibí una herencia especial y que me llena de felicidad, porque compartí cinco años con él antes de entrar en el seminario. En este último tiempo, estuvimos tres años juntos, él como residente y yo como párroco. Conocer la comunidad me dio confianza, aunque el desafío más grande no era suplir a Elizaga sino el reto propio de estos nuevos tiempos, porque atravesamos grandes cambios sociológicos y culturales. El principal reto es siempre la evangelización, llegar a quienes están alejados y sensibilizarnos de quienes están en situaciones difíciles”.

“¿Qué me gustaría cambiar?”. Piensa unos instantes. “Quisiera renovar la mística y la gracia carismática que caracterizó a toda la comunidad y que permitió que fuese fecunda. Hay que transmitir este impulso evangelizador, misionero, comprometido y solitario”.

Por: Leandro Lia

Redacción Entre Todos

Commentario(1)

  1. Felipe Torres Negreira says

    Me gustaría que se formará un coro,con voces más talentosas ,que se pueda interactuar con los fieles.
    Me gustaría,que antes de las misas carismáticas, haya una voz talentosa que cante la canción, espíritu, espíritu.

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