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El anhelo de una comunidad

La parroquia Santa Elena mantiene su identidad histórica de cuando era capilla.
El P. Javier Galdona y los fieles en la misa dominical. Fuente: Romina Fernández

La creación de la capilla Santa Elena coincidió con la llegada de los primeros pobladores al barrio Buceo y la fundación del colegio Santa Elena, institución fundada en 1885 y pionera en la educación de los niños de la zona. 

El colegio Santa Elena tuvo varias sedes, hasta que en 1934 se instaló en su actual domicilio, en avenida Rivera y Comercio. Según el testimonio de exalumnos “la primitiva capilla consistía en un gran salón que, dividido con biombos, se transformaba en aulas durante la semana, y los domingos se adecuaba para el culto eucarístico y el servicio espiritual de los alumnos del colegio y residentes del barrio”. 

La capilla fue bendecida por el padre Fernando Fagalde el 24 de mayo de 1952. Mientras que las religiosas Carmelitas Misioneras de la Caridad estaban al frente de la dirección del colegio, los sacerdotes salesianos, que estaban a cargo de la parroquia San Pedro (José Leguizamón 3684), fueron los primeros capellanes del colegio y los encargados de la atención espiritual de los fieles de la capilla. 

En 1986, tras el retiro de las religiosas Carmelitas de la dirección del colegio, la capilla cobró autonomía y empezó a depender directamente del arzobispado y la institución educativa pasó a ser dirigida por un consejo integrado por docentes laicos. 

La parroquia Santa Elena está al lado del colegio que lleva el mismo nombre. Fuente: Romina Fernández

De capilla a parroquia

Los propios fieles fueron quienes, en varias ocasiones, se expresaron verbalmente y por escrito a Mons. Nicolás Cotugno, arzobispo de Montevideo entre 1998 y 2014, para que habilitara la residencia permanente del P. Miguel Ángel Ulfe —que era responsable de la capilla desde 2002— y la constitución canónica de la parroquia.

Ofelia (83) fue una protagonista de ese momento. "La comunidad tomó cuerpo. La gente se entusiasmó porque el P. Miguel era muy entusiasta. Él nos ayudó mucho, y nosotros también lo ayudamos. Nos costó mucho llegar a ser parroquia", recuerda. La fecha elegida para que la capilla Santa Elena fuera erigida parroquia fue el 27 de abril de 2013. 

El P. Ulfe fue párroco hasta 2015, cuando fue reemplazado durante un año por el P. Pablo Paul Dabezies (1940-2021). El P. Javier Galdona (69) es el párroco de Santa Elena desde 2016. "Es una comunidad preciosa", dice con una sonrisa. "Es muy viva, muy comprometida, que ya tenía desde la época de la capilla una identidad muy fuerte y una vinculación interna muy fuerte”, agrega.  

El presbítero destaca que el consejo parroquial es “muy fuerte y muy sólido”, lo cual permitió darle una “estructura” a la comunidad y generó distintos servicios y grupos. “Los integrantes asumen muy en serio la visión de la parroquia, que creó un determinado tipo de ambiente a la comunidad”, sostiene el P. Galdona. 

El consejo parroquial y el párroco trabajan codo a codo. "La parroquia son los laicos. Mi rol es de 'camillero', que es el que trata de mantener unida la caravana de camellos. Pero los que saben dónde están los oasis y cómo es el camino, son los camellos. Mi función es caminar con la comunidad, y tratar de que esté unida y se mantenga fiel a lo que se han propuesto ser", plantea el sacerdote. 

El P. Galdona es el párroco de Santa Elena desde 2016. Fuente: Romina Fernández

Antes y después del Covid 

"La pandemia fue un desafío brutal. En febrero de 2020 habíamos planificado todo el año con el consejo y en marzo tuvimos que tirar todo. Reinventar la parroquia fue algo maravilloso. Pasamos a tener una parroquia virtual, con una red telefónica y de apoyo muy fuerte. Los grupos lograron articularse y funcionaron aún con la pandemia. Ahora que volvimos a la normalidad, estos se van reconfigurando y rearmando", dice el P. Galdona. 

Daniel (69) cuenta que antes de la emergencia sanitaria solo había un grupo de oración y animación bíblica, integrado por quince personas que se reunían de forma presencial. Durante el distanciamiento físico, surgió la idea de registrar los datos de todas las personas que asistían a la parroquia. Esto permitió que toda la comunidad estuviera en contacto y fue el puntapié para crear grupos de oración bíblica vía WhatsApp

En total se crearon diez grupos de WhatsApp, de ocho personas cada uno. Fue así que se creó una comunidad mixta —presencial y virtual—, que permite a sus integrantes reunirse en cualquier horario. "Fue una idea extremadamente virtuosa, porque en definitiva logramos, por obra del Espíritu, nuclear a una cantidad de gente que estaba ávida de recibir la palabra de Dios y que estaba abierta a participar", dice Daniel.  

Cada grupo trabaja bajo la metodología de la Lectio Divina. En cada encuentro se reflexiona acerca de un texto bíblico, y cada persona se compromete a tener un gesto hacia los demás. "Lo notamos cuando alguien de nosotros tiene un accidente o un problema de salud. La gente se preocupa e intercambia sus necesidades. Debajo de toda la tecnología hay una comunidad”, agrega Daniel. 

Daniel opina que WhatsApp es una buena herramienta para comunicarse, aunque tenga ciertas limitaciones: "El gran objetivo que tenemos, y creo que de eso hay buenos resultados, es poder encontrarnos con Jesús". 

El cambio que trajo la pandemia también se notó en la catequesis de niños para iniciación cristiana. En 2019, participaban treinta y cinco menores de edad, y ahora hay catorce. La mitad son migrantes. También está la catequesis sacramental para adultos, en la que actualmente participa un mayor para recibir la primera comunión y la confirmación. 

Además, hay un grupo de adultos que ya recibió los sacramentos, pero que sigue en proceso catequético. "Es una especie de reciclaje y puesta al día de personas que en su momento recibieron formación religiosa en el colegio y ahora quieren profundizar", explica Andrea (58).

Laura Pouquette (67) participó de este grupo hace tres años: "Éramos seis adultos y la propuesta fue muy interesante". Cuenta que recibió la primera comunión cuando tenía cinco años pero que no sabía nada de catequesis, ni de la historia de la Iglesia. “Participar del grupo fue muy esclarecedor y me abrió un mundo nuevo”, reconoce.  

El grupo finalizó debido a que los integrantes se mudaron de la zona. "Fue la puerta de entrada a Jesús, en primer lugar. Después me integré a otras actividades de la comunidad", relata Pouquette, quien después se sumó al grupo de tejedoras, que comenzó de la mano con la pandemia: "Se vio que, dado el rango etario de la zona, había muchas personas que se iban a quedar solas en su casa encerradas sin poder salir”. 

Pouquette nunca había agarrado una aguja y no sabía tejer. "Como estábamos en la época de los barbijos, con Javier (Galdona) se nos ocurrió hacer dos grupos, uno de tejido y otro de tapabocas”, dice. Primero se fabricaron mantas y después ropa de bebé. Ahora tejen ropa para niños. La lana la consiguen a través de donaciones. 

Durante la pandemia, Pouquette era la encargada del reparto. "Me esperaban en la puerta, con mucha necesidad. Su leitmotiv era tejer y coser". Llegaron a tener treinta y seis tejedoras. En estos años colaboraron con Ceprodih (Centro de Promoción por la Dignidad Humana), la obra social Pablo VI, Madrinas por la Vida y El Hornero. 

Laura Pouquette forma parte del equipo de tejedoras. Fuente: Romina Fernández

El grupo de ayuda alimentaria, que también surgió debido al Covid, ayuda a trece familias carenciadas de la parroquia. "Las personas necesitan los alimentos, pero también detectamos que necesitan ser escuchadas”, dice Laura Tagliaferro (63). La comunidad colabora con alimentos no perecederos y una vez por mes se reparten las bolsas. Esto implica visitar a las familias. 

La ropería es una de las actividades con más historia en Santa Elena. Quienes integran el equipo recolectan la ropa donada por los fieles, la seleccionan y la condicionan para ponerla a la venta a precios accesibles. "Hubo un grupo de veteranas que gestionó esta tarea por años hasta que llegó la pandemia. Por eso se tuvo que conformar un nuevo equipo inmediatamente cuando volvimos a la presencialidad", indica Andrea. 

Dos salones parroquiales se acondicionaron para guardar las prendas. Actualmente la venta económica se realiza el tercer sábado de cada mes de 9.30 a 12 horas en el patio, si el clima lo permite. Con el regreso a la normalidad, el nuevo equipo introdujo un cambio. "Para el día de la venta, hacemos un llamado para dar una mano porque es mucho trabajo. La venta económica es una acción de toda la comunidad, no solo de un grupito", señala Andrea. 

El P. Galdona explica que la parroquia se planteó tres objetivos con respecto a la venta económica: el reciclaje, la solidaridad y generar fuentes de trabajo, debido a que son varios los revendedores que se acercan a comprar para después vender en ferias. El dinero recaudado en cada venta se destina al fondo social de la parroquia que cubre gastos del equipo alimentario y otras cuestiones. 

De la mano con la emergencia sanitaria, también surgió el equipo de comunicación. Se creó un grupo de WhatsApp general y las misas dominicales se empezaron a transmitir en vivo por la cuenta de Facebook. Otros grupos que existen en la parroquia son: animación espiritual —que prepara los retiros—, participación comunitaria —que organiza eventos y encuentros— y sostenimiento económico.

La misa es uno de los momentos de encuentro de la comunidad. Fuente: Romina Fernández

Al servicio de Dios 

La función habitual del equipo de liturgia es preparar las celebraciones. "Cada dos meses tratamos de hacer una misa especial, con una dinámica distinta, mucho más participativa en el contexto de la homilía. Pretendemos que la liturgia no se convierta en una rutina ritualista. Normalmente hacemos alguna dinámica para que la gente interactúe, manteniendo el rito", dice el P. Galdona.  

Lilián (72) es exalumna del colegio Santa Elena e integra la comunidad desde que era niña. Vivió en el exterior unos años y regresó en 1990. Actualmente es ministra extraordinaria de la comunión: "Somos doce personas que nos reunimos una vez por mes. Nos capacitamos con el padre. Tratamos temas que nos ayudan a crecer personalmente y para estar preparados cuando vamos a visitar a las personas”. 

Dentro del territorio parroquial hay cinco residenciales que los ministros de la comunión visitan. Cada semana se reparten entre cuarenta y cinco y cincuenta comuniones. Además, se administra la Unción de los Enfermos a quienes lo solicitan. 

“Es un misterio de amor enorme que Jesús nos da”, expresa Lilián, quien al principio le llevaba la comunión a una mujer que estaba en un residencial y ahora le lleva a diez mujeres más: "Poco a poco, las demás personas se integraron y rezaron con nosotros. Es llevar el pedacito de misa a ellas. Sienten que Jesús está con ellas". 

Santa Elena pretende ser una parroquia en la que los fieles no solo participen de la misa sino también de otras actividades. Periódicamente se realizan encuentros que ayudan a solidificar las relaciones entre todos los integrantes de la comunidad. Los laicos son quienes marcan el rumbo y el párroco es quien acompaña. 

Por: Fabián Caffa

Redacción Entre Todos 

Commentario(1)

  1. Carina says

    Excelente me emocioné muchísimo al leer cada detalle descripto.
    Pensar que crié allí a la vuelta de Santa Elena nací en ese Barrio y mi esposo y mis dos hijos también.
    Me llegue a formar como.catequista en la Parroquia y mis hijos tuvieron la suerte de hacer el Liceo allí.
    Le debo mis principios de Católica activa a la ahora Parroquia Santa Elena antes Capilla .
    Cariños y felicitaciones por toda la tarea que realizan !!! 💗🙏⚘️

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