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"Conocer a Jesús y a María llena la vida de felicidad"

Comienza un ciclo de historias vocacionales, en el marco del mes dedicado a la oración por la entrega radical a Dios
Antonio en la capilla del Seminario Cristo Rey, su hogar durente el tiempo de formación hacia el sacerdocio./ Fuente: Federico Gutiérrez

Antonio tiene 26 años, es contador público y es parte de una familia compuesta por sus padres, dos hermanos varones, uno mayor y otro menor que él, y una hermana que falleció, a la que no pudo conocer. 

Es parte de una familia en la que todos fueron bautizados, tomaron la primera comunión y celebran la Misa dominical. No duda al decir que “siempre vivimos la fe en familia”. No obstante, marca de forma muy concreta el momento en el que empieza su proceso de conversión, que lo lleva a vivir actualmente en el Seminario Interdiocesano Cristo Rey, en su primer año de Discipulado: “Fue después que me confirmé, a los 22 años, en la Parroquia Stella Maris”.

Recuerda que hasta ese momento su experiencia de fe era algo muy personal: “Iba a Misa el domingo, rezaba un Padrenuestro de noche o un Ave María con mis padres, pero hasta ahí nomás”. Pero si hay algo que “Gino” destaca continuamente es la experiencia de la misericordia de Dios, en la experiencia concreta del sacramento de Reconciliación; una vivencia transmitida también desde su familia y que como veremos marca su camino vocacional.  

Su desembarco en la parroquia de Carrasco le abrió a la dimensión comunitaria, asegura que esta etapa le permitió “ir creciendo en la fe con un grupo, con amigos y conociendo a sacerdotes como el P. Mauro (Fernández), que ahora es mi formador en el seminario”. 

La Misericordia de Dios y la presencia de María

Pero como en cualquier proceso hay momentos en los que todo parece ir sobre rieles y otros en los que parece todo más difícil. “Después de un buen proceso de confirmación y de formar parte de una comunidad con mis amigos, me fui a estudiar al exterior. Yo estaba haciendo la carrera de contador público y me fui a hacer un intercambio a Roma”, relata. 

Ese año se celebraba el Jubileo de la Misericordia y Antonio lo vivió con especial intensidad. “Me marcó mucho esta etapa, porque yo estaba en Roma y se hacía difícil vivir la fe y a la vez vivir con los amigos. Fue un volver constantemente a la misericordia de Dios, a través del sacramento de la reconciliación”, comparte. Otra vez la misericordia, otra vez la reconciliación. Es la vivencia de un Dios amoroso, que siempre nos espera, que se empieza a labrar la vocación de todo cristiano.

La experiencia romana produjo en Antonio un deseo más fuerte de vivir la fe. “Primero me sumé al grupo de Huellas, con el P. Juan Andrés Verde en Stella Maris, y después a Luceros”, comenta. Es en ese tiempo que la presencia de la Virgen se hizo patente en su camino de fe, a través de dos momentos concretos. El primero fue en el Congreso Mariano de octubre de 2017, es ahí que “tomé dimensión de la importancia de la Virgen en mi camino de fe. Fue en ese congreso que se abrió la posibilidad en mi vida de otra vocación que no fuera la matrimonial”, afirma. También en ese tiempo peregrinó a Salta y allí le consagró su vocación a la Virgen. “De ahí en más el Rosario es fundamental en mi día a día”, asegura.

Tiempo de discernimiento

En el momento que Antonio sintió la necesidad de discernir lo que Dios quiere para su vida, en lo profesional y en lo laboral estaba viviendo un gran crecimiento. Tenía un jefe que era una especie de mentor y estaba preparándose para ser socio en un trabajo que le apasionaba. Pero cuando Jesús llama las prioridades cambian y los más cercanos se dan cuenta. “Cuando le fui a anunciar a mi jefe que estaba pensando en entrar al seminario, me dijo: ‘Estaba esperando que me lo dijeras’”, y se ríe. Si bien siguió trabajando por un tiempo, el primer lugar lo pasó a ocupar Jesús. “Mi vida se transformó en trabajo y parroquia”, añade.

Jesús mucha veces cuando llama no nos la pone fácil, no es optar entre “algo bueno” y “algo malo”; la mayoría de las veces se trata de optar entre como vamos a gastar utilizar mejor los talentos que el Señor nos confió.

El tiempo de discernimiento de Antonio comenzó en la Parroquia María Reina de la Paz, acompañado por el P. Marcelo Marciano. “Los fines de semana me quedaba en la parroquia, había también seminaristas haciendo su experiencia allí”, recuerda. Realza la misión que vivió en Puntas de Manga y los ejercicios espirituales, ambos en el marco de Iglesia Joven. Esas experiencias fueron afirmando su vocación, pero también la orientación hacia el clero diocesano. “Estas vivencias y los sacerdotes que fui conociendo me han ido marcando. Claramente mis referencias son del Clero”, subraya.

A la hora de los cambios que se produjeron en su día a día destaca que “la oración y los sacramentos pasaron a ser fundamentales. Procurar la Misa diaria y el rezo diario del Santo Rosario y, si se podía, la Lectio. Obviamente seguía cumpliendo con las obligaciones laborales, pero más allá de eso dejaba cualquier cosa para ir a Misa. No era si me daban ganas o si podía, no, ya estructuraban mi vida. Y eso me llevó, por una gracia de Dios en primer lugar, a tener un proceso de un año y medio de discernimiento. Además, todo tiempo que tenía libre lo dedicaba a la oración”.

El seminario: su nuevo hogar

Antonio entró al Seminario Cristo Rey en el año 2019. Allí el centro está en la oración, la vida espiritual estructura el día. “Tenemos entre tres y cuatro horas de oración. En mi caso siempre está presente el Rosario, además de las oraciones que tenemos fijadas. Tenemos la Liturgia de las Horas, Laudes y Vísperas, después 40 minutos de oración y celebramos la Santa Misa”, relata. 

Por la tarde estudian en la Facultad de Teología, ahora a través de teleconferencia. “De mañana tenemos tiempo para estudiar y acompañamiento espiritual, además de las charlas propias con los formadores, a veces grupales y en otras ocasiones individuales”, agrega. 

Un tema importante en la vida del seminarista es la formación integral. “En el seminario nosotros hacemos todo menos cocina. Creo que esto nos prepara muy bien para lo que va a ser el trabajo futuro, cuando nos toque vivir en una parroquia. la formación es completa, hacemos de todo”, dice.“Nos turnamos por día entre las comunidades para preparar la mesa y la limpieza. Además hay equipos para preparar las Misas, por ejemplo. Hay uno de jardinería, recepción, mantenimiento y ahora se ha creado uno de redes sociales. Tenemos la dimensión espiritual, humana, intelectual y pastoral. Obviamente con una prioridad en la espiritual y humana, que sostienen a su vez a la intelectual y pastoral”, se explaya.

Para Antonio, observar la alegría de la gente ante una nueva vocación sacerdotal es una experiencia que lo llena de felicidad. “Es muy lindo ver que la gente reza siempre por nosotros, te sostiene con la oración. Es bueno que haya conciencia vocacional en las comunidades, de que en buena medida nosotros dependemos de que la gente rece por nuestras vocaciones”. “A medida que vas conociendo más a Jesús y a María, su Madre, vas cambiando tu vida y te va llenando de felicidad”, concluye.

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