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Card. Daniel Sturla: “nuestra gente nos necesita alegres…”

La figura del primer obispo del Uruguay estuvo muy presente en la celebración.

La mañana de este jueves 6 de abril tuvo lugar la Misa Crismal en la Catedral Metropolitana. La Misa fue presidida por el cardenal Daniel Sturla, acompañado por el obispo auxiliar, Mons. Luis Eduardo González; el nuncio de Su Santidad, Mons. Gianfranco Gallone —quien hace pocos días llegó a nuestro país; y Mons. Nicolás Cotugno, arzobispo emérito de Montevideo. Sacerdotes —del clero diocesano y religioso—, diáconos y seminaristas de la arquidiócesis tomaron parte en la celebración.

También se destacó la importante presencia de fieles, signo de unión de todas las vocaciones dentro de la Iglesia.
En esta celebración se consagraron los santos óleos que se usan para los catecúmenos, el bautismo, las confirmaciones, ordenaciones, consagración de los altares e iglesias y para la unción de los enfermos. En la liturgia resaltó el tema del sacerdocio, y su institución por parte de Cristo.

Sacerdotes de Cristo

Al comenzar la homilía, el Card. Daniel Sturla quiso saludar especialmente a los sacerdotes diciendo: “Vivimos hoy nuestro día, el jueves santo en el que Jesús instituye la Eucaristía y el sacerdocio y nos da el mandato del amor hecho servicio… y ahora en esta mañana, en esta Misa Crismal el Señor nos invita a mirar el don inmenso que hemos recibido…”.
En la misma línea, el arzobispo de Montevideo sostuvo: “En el hoy de la historia de cada uno el Señor cumple sus promesas y nos quiere renovar en el amor, la ilusión, la esperanza, la alegría del día de nuestra ordenación sacerdotal”, y agregó que “En el centro de nuestra vida hay un misterioso llamado, una experiencia fundante, una amistad especial, una mirada de particular amor de Jesucristo hacia nosotros”. mencionó, además, que este amor de Cristo es pura gracia, puro don.

Más adelante, explicó: “No somos solo ministros o pastores, somos sacerdotes según el orden de Melquisedec. Nos hacemos cargo de las palabras del Señor: ‘Hagan esto en memoria mía’, y siendo nosotros pecadores, experimentamos, en la fe, que en nuestras manos y por nuestras palabras el pan y el vino de la ofrenda, fruto de la tierra y del trabajo de los hombres, se transforman en el cuerpo y la sangre de Cristo. Estamos aquí rodeando el altar, lugar del sacrificio y es precisamente el sacrificio de Cristo que en forma incruenta se actualiza en cada celebración eucarística…”. Y añadió: “Es desde el altar de donde brota la multiforme vida de la Iglesia y es desde el altar desde donde se entiende la vida del sacerdote”.

El Card. Daniel Sturla manifestó que a pesar de las visiones reduccionistas “la vocación sacerdotal sigue siendo una llamada atractiva para jóvenes que están dispuestos incluso a renuncias formidables para seguir a Cristo. No sólo como un gran líder, un caudillo cuya propuesta de vida sigue siendo atrayente, sino como el Amigo, el Señor, el Salvador… aquel que hoy en el altar sigue vivo, palpitante, actual; redimiendo, salvando, liberando… ¡Resucitado!”.

Luego, el arzobispo recordó que hace casi nueve años los ocho presbiterios que se reúnen mensualmente eligieron los nombres de presbíteros con los que identificarse: Mons. Parteli, Mossman, Paco Berdiñas, Pepe Bonifacino, Mario Bortignon, Brito, Ramírez, Vidal. Explicó que “son los nombres de un obispo y siete sacerdotes que marcaron la vida de muchos por su magisterio, por su fidelidad al ministerio, por su cercanía con la gente, por su presencia sacerdotal. Son una buena muestra de nuestro presbiterio”.

Aseveró que todos ellos fueron obispo y sacerdotes entregados a su gente, y remarcó: “con experiencias de vida variada, algunos más intelectuales o del mundo universitario, otros más cercanos al mundo de la pobreza y del trabajo en los barrios; sacerdotes algunos que anduvieron en distintas zonas de la ciudad y otros que permanecieron durante años en su parroquia; de los que cuidaban más la liturgia o los que eran mejores oradores; de los que tuvieron servicios a la arquidiócesis o sacerdotes que se concentraron en el trabajo parroquial; algunas más lejanos en el tiempo, otros más cercanos; de los que usaron hasta el final la sotana o de los que pronto se pasaron a vestir de civil; sacerdotes que en muchas cosas pensarían distinto pero a los que los unía el amor a Jesucristo y a la Iglesia, y el respeto y el cariño de sus hermanos sacerdotes”.

Y enfatizó: “todos ciertamente con su carga de defectos y virtudes, con sus luchas y sus victorias, pero reconocidos por su gente y sus hermanos: sacerdotes de Cristo”.

Con la alegría de Jacinto

En la segunda parte de su alocución, el Card. Daniel Sturla hizo foco en la figura de Mons. Jacinto Vera que será beatificado el próximo 6 de mayo. Sobre este hecho, tan importante para nuestra Iglesia, el arzobispo aseguró: “la beatificación de Don Jacinto traerá un torrente de gracias para nuestra Iglesia y para todo el Uruguay, pero no dudo que lo primero que él desearía es que sea un torrente de santificación de sus sacerdotes… Nosotros todos —seculares y religiosos— de Montevideo y del Uruguay, somos los sacerdotes de Jacinto”.

El arzobispo de Montevideo, hizo alusión a la búsqueda constante del primer obispo de nuestro país a lo largo de sus 22 años de gobierno pastoral: quería un clero “virtuoso, ilustrado y apostólico”.

Agregó que: “Vivir la alegría de ser ungidos del Señor es una de las características notorias de Jacinto Vera. El intrépido misionero, el hombre de los ‘no se puede’ que terminaron siendo realidad, el apóstol que conoció tantos y tantos sinsabores, fue un sacerdote y obispo que vivió el don de la alegría espiritual en grado sumo”.

En este sentido, el Card. Daniel Sturla mencionó que “Si pudo vivir esta alegría, derrochar buen humor, si pudo ser bromista en todo momento, se debía sin duda a que en su persona se daba esa espléndida armonía de naturaleza y gracia que es propia de los santos, pero en él destacaba, más que en otros ejemplos de santidad sacerdotal, la alegría de su corazón bondadoso”.
Después, el arzobispo de Montevideo quiso reseñar de dónde provenía la fuerza evangelizadora del próximo beato. “Podemos decir que vivió de la oración propia del sacerdote: la misa diaria, el rezo del breviario y del santo rosario, la frecuencia en acudir al sacramento del perdón. Se conoce su devoción al Sagrado Corazón y a la Virgen María bajo las advocaciones de la Dolorosa y del Carmen. Acompañaba los ejercicios del clero y realizaba luego sus ejercicios. Nada de extraordinario en su piedad, pero sí solidez y constancia”, resumió.

Enraizados en la figura de Don Jacinto Vera, el cardenal exhortó a los presentes: “Hoy nosotros, clero de Montevideo, presbíteros y diáconos, acompañados de tantos consagrados y laicos, estamos invitados a renovar nuestra fidelidad con la renovación de las promesas del día de la ordenación, y junto a ellos a renovar la conciencia de haber sido ungidos con este óleo de alegría y júbilo”.
Haciendo énfasis en la realidad de nuestro país, el arzobispo reflexionó: “No estamos aquí porque sea fácil y regalada la vida de un sacerdote en Uruguay, no somos los Padrecitos queridos, somos ‘los curas’, puestos hoy más que nunca en la lengua mordaz de muchos. Tengamos la confianza de Don Jacinto y abrámonos al don de la alegría espiritual. Nuestra gente nos necesita, nos necesita alegres y de buen humor”.

Para finalizar, y basado en el lema del próximo beato —Jacinto triunfará por María— llamó a los presentes a vivir el tiempo pascual de este año, “que nos traerá el dulce fruto de Jacinto beato. Que no nos tome desprevenidos o distraídos, que lo sepamos vivir con intensidad y recoger los frutos que el Señor nos está regalando”.

Próximas celebraciones

La Semana Santa continúa en la noche de este jueves con la Misa de la Cena del Señor, que da inicio al Triduo Pascual. La celebración que presidirá el Card. Daniel Sturla será en la Fazenda de la Esperanza, en el barrio Punta de Rieles, desde las 20 h. 

Commentario(1)

  1. Sonia says

    Un saludo en Cristo a todos los sacerdotes ,deseándoles infinitas bendiciones y que el Todopoderoso les ayude a mantenerse fieles al servicio que por amor eligieron.

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