No comments yet

Al encuentro de don Jacinto: la última presentación de Mario Cayota

Compartimos el texto completo del último discurso del político, diplomático e historiador católico que falleció el 3 de mayo de 2023.
Mario Cayota durante su última presentación en la parroquia Nuestra Señora de los Dolores (Tierra Santa), con motivo del inicio del año lectivo en la Facultad de Teología. Fuente: Romina Fernández

La Facultad de Teología me ha invitado a hablar sobre el primer obispo del Uruguay, que como todos sabemos será declarado beato para alegría nuestra. Es para mí entonces, esta invitación, un inmenso honor que agradezco, en la persona de su rector, de todo corazón. Igualmente el integrar este panel con las apreciadas y reconocidas figuras que en él participan.

Cuando yo era un adolescente, hace ya muchísimos años, ―ahora estoy cursando los ochenta y siete―, había una historieta que, para enseñar historia, se servía de un personaje de nombre Brick Bradford, el cual había inventado un aparato, que se llamaba "el trompo del espacio", y con el cual se trasladaba al pasado.

Entonces, así como la Facultad me ha invitado gentilmente a realizar esta exposición, ahora a través de la nave de Brick Bradford, quiero invitarlos a viajar hacia el pasado y encontrarnos con monseñor Jacinto Vera.

Les propongo por lo tanto un encuentro con don Jacinto. Un abordaje no académico, que ya los hay y muy buenos, y que por supuesto son imprescindibles y sumamente enriquecedores. Quiero entonces adelantarles, teniendo presente aquello que afirmaba Ortega y Gasset de que "a la verdad se llega a través de una suma de perspectivas", que en esta ocasión el encuentro que les propongo, sin perjuicio de los documentos que se tendrán presentes, será de carácter existencial, diríamos que de estilo casi coloquial.

Encontrarse con Vera exige una lectura sobre su vida, en mi caso, con necesarios subrayados. Para esta lectura, fundamentalmente, junto con otras importantes obras, tendré como valiosos referentes la Positio, que en hercúlea labor ha llevado a cabo Mons. Alberto Sanguinetti, como asimismo los enjundiosos trabajos de investigación del Dr. González Merlano. Y finalmente los aportes de la primera y meritoria biografía del hoy querido beato.

Me refiero a la encargada por particular disposición de Mons. Mariano Soler, y que resultara llevada a cabo por el Dr. Lorenzo Pons, preclaro sacerdote que a su vez fuera el primer asesor del hoy desconocido movimiento cristiano que a principios del 900, ―recalco esta fecha―, militara a favor del descanso dominical, las ocho horas de labor, el derecho de huelga y, entre otras cosas, las jubilaciones; reivindicaciones estas, anteriores a la aprobación de las leyes que las reconocieran. En este sentido permítaseme expresar mi particular afecto por esta figura sacerdotal, ―hoy prácticamente olvidada―, ya que lo unieron lazos de estrecha amistad con mi padre, incidiendo claramente en el compromiso social por este último asumido.

[…]

Jacinto Vera fue beatificado el 6 de mayo de 2023, tres días después del fallecimiento de Cayota. Fuente: Romina Fernández

Primer subrayado

Comenzando con la lectura que nos proponemos encarar, como primer subrayado de la misma, creo importante entonces ir al encuentro del Jacinto Vera, niño, adolescente y joven. Durante esos años, hasta los 19, el entorno de su vida es eminentemente rural. Hijo de modestos labradores canarios, sus costumbres y tareas fueron las de un paisano de nuestra campaña.

Estos años incidieron de modo notable e indeleble en su carácter. No solo vivió y trabajó como un paisano, sino que también vistió como tal. El mismo Vera se encargará de decirlo cuando, ya obispo, les cuente con satisfacción a las distinguidas señoras integrantes de la Orden Tercera Franciscana, que "cuando jovencito visitaba Montevideo y asistía a las funciones en la Iglesia de los franciscanos, lo hacía: con bota de potro, ponchito y chiripá.

Los años mozos de Jacinto forjarán su idiosincrasia y lo ayudarán de modo sobresaliente en su incansable tarea evangelizadora en nuestra campaña. Debe pensarse, que carente nuestra campaña de carreteras y vías férreas, debía recorrerla don Jacinto innumerables veces a caballo. Si hasta cuando montaba a caballo acompañado de algún paisano, se decía que aprovechaba para confesarlo... A su vez, eran conocidos los sermones de don Jacinto por su vocabulario sencillo y claro. Estoy convencido que su éxito en su labor misional, junto a la gracia que a esta acompañaba y por supuesto lo asistía, ello se debió, al decir de los españoles, a este talante paisano.

Muchas son las evidencias que lo muestran como un "baqueano" del sentir y pensar del medio rural. Del sentido de orientación propio del hombre de nuestro campo, Vera dará testimonio en no pocas oportunidades, así por ejemplo cuando en sus correrías apostólicas, sepa encontrar el rumbo en medio de la noche y la espesura del bosque. Por supuesto que su familiaridad no se reducirá al medio geográfico sino también se dará con la cultura de los habitantes de nuestro campo, a los que no temerá aun cuando algunos tuvieran fama de "malvivientes".

Sin duda que el perfil precedentemente mencionado le ayudará no poco a responder a los desafíos que posteriormente se le presenten, como así también a su proverbial cercanía al pueblo, como luego ha de considerarse. Pero no será por cierto un paisano tonto e ignorante. De que no lo era, darán claros testimonios quienes tuvieron a su cargo la instrucción y formación que recibiera. El insigne patriota Pbro. Lázaro Gadea, que entre sus muchos méritos, está el haber sido constituyente y contribuido a darle el nombre a nuestro país, llamándolo República Oriental del Uruguay, y de quien Jacinto Vera, recibirá sus primeras clases en preparación de sus estudios eclesiásticos, escribirá sobre su alumno el siguiente informe: "En diez meses en que a mi dirección cursó la lengua latina, su contracción y estudio hicieron que aprendiese en este limitado tiempo, lo que no conseguiría en dos años un regular talento".

Asimismo, los superiores jesuitas del Colegio de Buenos Aires, donde cursara sus estudios Jacinto Vera, calificarán los mismos de óptimos y sobresalientes.

Su experiencia en el medio rural y su inclinación al estudio y la lectura, que llamará la atención hasta del Gral. Oribe conformarán en rica simbiosis su multifacética personalidad. Ello hará que acertadamente el jesuita Crovara lo reconozca como un auténtico "cura gaucho”. Ciertamente que puede asociársele a la legendaria figura cordobesa del Cura Brochero, tan paisano como instruido, y a su vez, también santo. En cuanto a don Jacinto, son numerosos sus dichos y agudezas camperas, no exentos incluso de una sana picardía.

"Los años mozos de Jacinto forjarán su idiosincrasia y lo ayudarán de modo sobresaliente en su incansable tarea evangelizadora en nuestra campaña"

Segundo subrayado

La cercanía de don Jacinto con quienes lo trataban, ―así era llamado no casualmente por su pueblo el obispo Vera―, resultaba proverbial en su cordial relación con su prójimo, inspirada en la humildad que lo caracterizaba. Queridísimo por sus vecinos cuando fue cura de Nuestra Señora de Guadalupe en Canelones, después lo será en toda la Banda Oriental, ello hará que los vecinos lo elijan como titular de la Junta Económica Administrativa, cargo que aceptará, por su cercanía y preocupación por el bien de su comarca, aun cuando con posterioridad decline ser promovido a la Cámara por su firme resolución de no inmiscuirse en cuestiones políticas de lo que da testimonio su correspondencia tanto con Oribe, como con Pereira y Flores.

Cayota fue embajador de la Santa Sede entre 2006 y 2011, y entre 2018 hasta 2020. Fuente: DECOS Montevideo (archivo 2015)

Ya vicario y después obispo, era común verlo caminando por la calle o en tranvía conversando con quien se encontraba, particularmente con aquellos más modestos y hasta con los borrachos. Su cercanía con los vecinos y también su austeridad era tan grande, que cuando le regalaron un lujoso carruaje lo vendió para así contribuir a la financiación de su tan ansiado y querido Seminario. Sobre la afabilidad y buen humor de don Jacinto, se encuentran, junto a otros importantes aportes sobre su trayectoria y personalidad, ilustrativas referencias en el trabajo de la Arquidiócesis de Montevideo, impulsado por nuestro cardenal y publicado recientemente bajo el título de "Jacinto Vera. Notas biográficas", el cual por su atractiva redacción nos permitimos recomendar leer. Así como la amena historia novelada de la que es autora la Dra. Álvarez Goyoaga.

Pasemos ahora a un tercer subrayado

Una semblanza sobre Jacinto Vera, aun cuando sucinta, quedaría trunca si ella no hiciera referencia a su vida austera y al espíritu de oración que la animara. No pocos detalles de la vida de Vera lo revelan. Sabemos las privaciones que sufrió mientras estudió en Buenos Aires y su estilo de vida no cambió al ser sacerdote, ya que durante años durmió en un pobre catre, y solo lo dejó para no desairar a quien le regalara la cama que lo sustituyera.

Pero es la oración la que animó su sacrificada entrega como así también su celo apostólico y su energía y valentía para enfrentar los momentos difíciles que le tocó vivir y que culminaron con su destierro.

El ardor apostólico de Vera lo llevará a vivir en su labor misional jornadas extenuantes, desde muy tempranas horas de la mañana, hasta muy prolongada la noche. Pues bien, no por demandar su actividad misionera muchas horas, amenguaba su vida de oración. Se levantaba entonces a las cinco de la mañana para poder hacer su acostumbrada meditación y después dedicarse a la oración por mucho tiempo.

Igualmente estando en Montevideo resultará mucho el tiempo que el obispo le dedique a la oración mental, cerca de una hora, para lo cual se levantará al alba. Será su intensa vida interior la que lo anime, ―después de tomar unos mates amargos―, a sus largas horas de permanencia en el confesionario, recordando su comportamiento al que tuviera también el santo Cura de Ars. En Montevideo son muchos quienes lo recuerdan en prolongada oración en la Capilla del Santísimo, lugar por él preferido según lo asegura el diario El Bien Público al conmemorar su nacimiento en el año 1913.

Reviví la cobertura de ICM Noticias en el acto académico en el que participó Mario Cayota el 16 de marzo de 2023

Estamos ya en el cuarto subrayado

Y en la lectura en este emprendida, no podemos dejar de analizar la actitud de Jacinto Vera en el tema relativo a la enseñanza. Se le ha presentado por alguna historiografía como opuesto a la llamada Reforma Vareliana. Lo único cierto es que se opuso al espíritu y cierta orientación de la Reforma, y ello se constata al leer sus pastorales sobre el tema, pero también se advierte en su conducta. Así, siendo párroco de Canelones, fundó y sostuvo una escuela. No será un hecho aislado, sino que en su correspondencia al papa Pío IX y asimismo en circular dirigida a su clero se constata esta viva preocupación por crear centros de enseñanza, donde se forme no solo al futuro clero, sino también a los jóvenes no llamados al sacerdocio. Interés este, que debe resaltarse, ya que no siempre se advierte.

Pero hay un hecho por demás significativo que hace suponer fundadamente, que compartió con su gran amigo y asesor en materia legal, el ilustre jurisconsulto Joaquín Requena, el interés de este en materia educativa. En cuanto a su amistad y coincidencia con Requena, autor de varios de nuestros códigos, y también defensor acérrimo de Vera en ocasión del llamado "entredicho", ella se hace evidente al leer la ya nombrada Positio en la que aparece de modo reiterado la sintonía existente entre el obispo y el jurista.

Joaquín Requena, no solo era un ferviente católico, muy cercano a Vera, sino que, simbólicamente, resultará el designado para ir a buscarlo cuando este se encontraba desterrado en Buenos Aires. ¿Y por qué se hace referencia a Requena en materia de educación? Pues porque en el año 1838, ―otra vez recalco una fecha: 1838―, elevará en su calidad de integrante de la Comisión Auxiliar de Educación Pública, un proyecto sobre educación a la Junta Económica Administrativa. Texto este muy similar al que después elaborará don José Pedro Varela. Tan parecido no solo en la organización que propone sino en cuanto a la gratuidad y a la obligatoriedad, artículos 35 y 97; como asimismo en relación a la prohibición de todo castigo físico o moral a los alumnos, artículo 53; manifestando asimismo Requena su preocupación por "educar al pueblo" ―cita textual―, y la necesidad de atender el número de inasistencias de los niños que faltan, artículo 111; por supuesto que en su proyecto no se encuentra excluida la enseñanza religiosa.

Es altamente significativo el olvido generalizado que este Proyecto ha sufrido, el cual no aparece transcripto ni siquiera en el erudito trabajo de Agapo Palomeque. Tuve la felicidad de encontrarlo gracias a la Revista Histórica dirigida por la historiadora María Julia Ardao; Revista que transcribe íntegramente el Proyecto y varios artículos periodísticos de Requena sobre la necesidad de educar al pueblo.

Reitero que dada la gran identidad de procederes entre Vera y Requena, no es una especulación sin fundamento que el jurisconsulto haya compartido con don Jacinto su preocupación por la enseñanza, que este, está probado que la tenía desde que era párroco de Canelones.

Es cierto que Jacinto Vera mostrará una cierta aprensión hacia algún aspecto de la orientación del Proyecto de Varela. Pero para analizar el tema resulta imperioso tener en cuenta el contexto histórico en que ello se diera. Recuérdense los artículos de Varela ―a quien no dejo de reconocerle sus méritos, que los tuvo―, en la Revista Literaria, artículos estos a través de los cuales cubre de denuestos a las religiones positivas y denigra a los católicos y al clero. Las preocupaciones del obispo resultan obvias y hasta proféticas, si a ello se agrega el espíritu volteriano que con posterioridad se concibió la laicidad, en los editoriales del en su época gravitante diario La Razón, del que en trabajo que publicaré próximamente transcribo numerosos artículos. Asimismo, de cómo la laicidad no se entendía como mera neutralidad, dan testimonios los informes del inspector Jacobo Varela, hermano de José Pedro, y asimismo los de otros importantes jerarcas de la enseñanza, con juicios altamente denigrantes para la religión católica, informes oficiales que también transcribo en la ya citada obra.

Jacinto vera fue un promotor de la educación y la paz social. Fuente: Romina Fernández

Avancemos ahora al quinto subrayado

Cierta historiografía ha pretendido presentar a Jacinto Vera como un hombre de carácter intemperante e intransigente. Felizmente el abundante material recogido en la Positio nos muestra un Vera que, por ejemplo, cuando se vio obligado a la remoción del cura de la Matriz, junto a la heroica firmeza que tuvo en la defensa de los derechos de la Iglesia, evidenció una conducta muy diversa a la que algunos le atribuyen. Si hasta en los orígenes de la situación creada, para superarla y evitar la remoción, intentó nombrar un cura coadjutor que acompañara a Brid.

Ante la conducta mundana y poco sacerdotal de Brid, que lo llevaba incluso a desatender su ministerio parroquial, previamente a su remoción, en reiteradas ocasiones Vera paternalmente lo instó infructuosamente a cambiar de conducta. Concomitantemente, ante el cariz que la situación iba presentando, el vicario informó siempre al Gobierno sobre los pasos a seguir.

Incluso con posterioridad a los episodios de rebeldía, el vicario no lo sancionó, como tampoco a los pocos sacerdotes díscolos que lo acompañaron y buscó la concordia y la paz. Cuando se estudian los documentos del conflicto y la conducta del vicario, siempre firmemente ajustada al derecho canónico, pero al mismo tiempo tratando de evitar todo beligerante enfrentamiento, cabe preguntarse quién realmente actuó con obcecación y acrimonia. Piénsese que se quería con prepotencia, para respaldar a Brid, ―senador y que mantenía vínculos con poderosas figuras―, que la Iglesia procediera a aceptar los derechos que emanaban del antiguo Patronato Regio, cuando la Santa Sede, con posterioridad a la independencia, no lo había oficialmente reconocido, y de haberlo hecho, ni siquiera esto alcanzaba a la situación creada por la remoción, dado que Brid había sido nombrado con carácter de interino, y a los interinatos no les alcanzaba el aludido régimen.

Iguales consideraciones podrían formularse en torno al tan manido entierro del masón Jacobsen, que no quiso abjurar de su condición de masón, y en virtud de lo cual no se le dio sepultura eclesiástica. Importante señalar, que quienes impugnaron esta decisión, sostenían la legitimidad de la doble condición de católico y masón, acorde a lo cual a la postre llevó a que se le enterrase en el Cementerio Central, hecho que generará lo que ha dado en llamarse "la secularización de los cementerios".

Quizás, no a todos les resulte fácil entender esta situación planteada en el año 1861, dada la evolución que en muchos estados modernos se ha registrado, al irse disolviéndose el régimen llamado de "cristiandad". Pero debe pensarse que los cementerios fueron creados por la antigua comunidad cristiana para enterrar a sus integrantes y ello sin distinción de clase. Es verdad que en el mundo pagano existían las necrópolis, pero en ellas se daba sepultura solamente a los ricos y poderosos.

Probablemente ayuda a entender asimismo esta situación, el que con posterioridad, la comunidad uruguaya judía, por ejemplo, tendrá su propio cementerio, y que incluso la comunidad anglicana, originariamente tendrá también el suyo, con el nombre de Cementerio Inglés. En el momento del conflicto y según las coordenadas de la época, el cementerio era considerado un "campo santo" donde se enterraba a los católicos.

De todos modos, para superar el entredicho que había generado el enterrar a Jacobsen a la fuerza, Mons. Vera se avendrá a bendecir la Rotonda que se inaugure en el Cementerio Central, en el año 1863, la cual será acompañada de una celebración eucarística oficiada por el propio obispo, a la que asistirá el presidente de la República y su señora junto con los integrantes de la Junta Económica Administrativa. Peculiar secularización esta, en donde la Rotonda de su cementerio fue bendecida y así reconocida por el Estado. Cementerio en el cual un capellán ejercerá de modo oficial sus funciones durante mucho tiempo. 

Primeramente ejercerá esta función el conocido ya citado patriota Lázaro Gadea; posteriormente el Pbro. José Jacinto Catalá Moyano ―bautizado y ordenado por Vera―, quien será capellán hasta el año 1937, el cual en ese año renunciará por motivos de salud, y a quien pude conocer siendo niño, ya que falleció a avanzada edad en 1945.

Como dato anecdótico e ilustrativo de las peripecias sufridas en la Rotonda, corresponde señalar, que muchas décadas después, animadas por una mal entendida laicidad ―con posterioridad a haber cambiado el nombre del cementerio por el de Dirección de Necrópolis―, las autoridades retiraron la Pietà de Miguel Ángel, que se encontraba en el lugar y que debió de reponerse ante las protestas que presentaran los deudos de los allí enterrados. Permítaseme decir que estos hechos, junto a los documentos que lo acreditan, son conocidos por el que habla, dado que con sus huesos irá a parar a la Rotonda, justamente al lado, honor absolutamente inmerecido, de la preclara figura de Mons. Benito Lamas, que también allí está sepultado.

Se ha hecho mención a los difíciles y conflictivos momentos por los que Mons. Jacinto Vera, durante su vicariato y obispado, debió atravesar. Sin duda que para la cabal comprensión de su problemática se hace necesario ubicar estos en el contexto de la realidad uruguaya con la irrupción de las belicosas y cerriles corrientes anticlericales anticatólicas que sobrevendrán.

Ciertamente que debemos cuidarnos de caer en los esquemas geométricos y maniqueos que separan el mundo entre buenos y malos, colocando en este último sector a quienes pueden ser nuestros adversarios, porque también los cristianos somos pecadores. Pero si ello es necesario evitar, también resulta ineludible señalar el particular ensañamiento persecutorio que hacia la Iglesia se daba en época de Mons. Vera. Y no solo en el Uruguay, sino, por ejemplo, en Francia e Italia, países que tanto incidirán en la cultura de nuestro pueblo. Baste pensar que a la muerte del papa Pío IX, una multitud vociferando insultos, intentará arrojar su féretro al río Tíber, y que poco antes una connotada figura italiana exclamará: "La religión católico-romana es una mentira. Su reino es un delito".

"Cierta historiografía ha pretendido presentar a Jacinto Vera como un hombre de carácter intemperante e intransigente" 

Nos encontramos ahora en el sexto y penúltimo subrayado

Si es mucho lo que puede decirse de la labor evangelizadora de Jacinto Vera, cuánto habría para decir en relación a sus realizaciones a nivel eclesial. Tocole vivir en un periodo difícil para la Iglesia oriental. Con referencia a esta situación creo pertinente formular algunas precisiones, que no por ser de carácter personal, carecen de fundamento histórico.

No somos de los que creemos que la Iglesia en la Banda Oriental era en su pasado colonial una Iglesia débil. Podría a nivel institucional carecer de jerarquía propia y depender de Buenos Aires, pero no lo era en cuanto a su presencia y gravitación en la sociedad de entonces. Son numerosísimos los documentos que así lo prueban y que por razones de tiempo no podemos citar. Baste sí recordar los informes de José María Salazar, Comandante General del Apostadero de Montevideo, y del Gobernador José Gaspar Vigodet, que evidencian la alarmante preocupación de estos jerarcas españoles por la incidencia, tanto de los integrantes del clero secular como regular, en el comportamiento de los vecinos de la Banda Oriental, en ocasión del surgimiento y desarrollo del Movimiento Artiguista Distinta resultará la situación con posterioridad a la derrota del prócer. 

El clero criollo, de tanto arraigo y ascendencia en nuestro pueblo, con el predominio de los unitarios, emigrará sobre todo a las provincias federales, generando una verdadera diáspora, e incluso no pocos, por sus años, fallecerán. El clero que sustituya al patriota resultará extranjero y en su mayoría sin un rumbo pastoral claro; a ello se sumará una naciente sociedad uruguaya con nuevas filosofías advenientes. El ilustre Mons. Benito Lamas, desde su vicariato comenzará a dar respuesta a esta situación, pero su avanzada edad ―para la época―-, y su corto vicariato, al fallecer víctima de la epidemia de fiebre amarilla, como consecuencia de los cuidados que heroicamente prodigara a los enfermos, solo le permitirá intentarlo. Será Mons. Jacinto Vera a quien le corresponda la ingente obra de reorganizar y fortalecer a la Iglesia oriental. Imposible enumerar todas sus realizaciones y solo entonces mencionar como ejemplo algunas de ellas. Sin duda que una de estas, que se convirtió en verdadera y sana preocupación, resultó la formación de un clero criollo instruido y piadoso, de lo que da claro testimonio su solicitud por disponer de un seminario.

También porque los sacerdotes presentes en el país llevarán una vida ejemplar, trabajando celosamente en su ministerio, propiciando para ello su activa participación, entre otras cosas, en los llamados ejercicios espirituales. 

En el proyecto pastoral de Vera, estarán asimismo presentes las órdenes y congregaciones religiosas; de ahí que se prodigue en que se radiquen en el país nutriéndose del viejo espíritu de la Iglesia oriental; así vendrán los jesuitas, los llamados "bayoneses", los capuchinos y los salesianos, estos últimos que, entre otras cosas, promoverán e inculcarán en sus colegios el culto a nuestro prócer Artigas, en una época en la que no pocos lo denostaban, entre ellos varios connotados anticlericales. Asimismo será importante la presencia que Vera facilitará, de las monjas salesas y las religiosas pertenecientes a la Congregación de Nuestra Señora del Huerto, de esforzada labor durante las epidemias que asolaron Montevideo. La atención de Vera será múltiple y se dirigirá a los distintos ámbitos de la sociedad, no descuidando por supuesto el cultural y la formación de los laicos. De este modo apoyará entonces con entusiasmo las obras impulsadas por Mariano Soler, tales como el Club Católico, el diario El Bien Público y el Liceo Universitario.

P. A Bagnati, P. Souverbielle, Mons. Vera y P. Letamendi. Fuente: Archivo curia de Montevideo

Llegamos aquí al último y séptimo subrayado de la presente lectura

Se es consciente que al abordar la poliédrica personalidad de Mons. Jacinto Vera, muchas son las ricas facetas de su apreciada figura, que en este modesto momento se encuentran ausentes. No obstante esta limitación, no podemos dejar de mencionar su actitud ante los pobres. La conducta de Vera se caracterizará por una constante atención a los menesterosos que se traducirá en acciones concretas. El conocido hecho de que Jacinto Vera se despojara de su propio pantalón para dárselo a un joven pobre y quedar solo con su sotana al momento de recibir su nombramiento de vicario, conducta chocante para algunos pusilánimes ―la terminología pertenece a  monseñor Soler―, constituye un emocionante y aleccionante paradigma de la actitud de don Jacinto ante su prójimo. Esta generosa conducta de dar su propia ropa al que lo necesitaba será también narrada por su propia madre doña Josefa, la cual comentará que la mayoría de la que le entregaba, su hijo se la destinaba a los pobres.

Del mismo modo que con su ropa, procedía Vera con su dinero, llegando con su generosidad a quedarse sin este a mitad del mes. En cierta ocasión encontrándose en esta circunstancia, al presentársele un pobre pidiendo limosna, y no disponiendo dinero para darle, le entregó el cobertor de su cama. Era capaz, según otro testigo, de sacarse lo que le hacía falta para dárselo a los pobres que se lo pedían. Si quisiéramos relatar los testimonios y anécdotas que hacen relación a su comportamiento con los indigentes y marginados, acorde al dicho paisano, "estaríamos hasta que las velas ardan". En la ya aludida y encomiable Positio se transcriben las numerosas opiniones de los contemporáneos del obispo con referencia su solicitud hacia los pobres, que por supuesto se extendía a los enfermos y encarcelados.

Su particular dedicación a los enfermos hará que, por lo menos hasta el año 1901, la sala de operaciones del Hospital de Caridad, después llamado Maciel, lleve el nombre de Jacinto Vera.

Debe resaltarse que su ayuda, como se ha visto, no consistía en dar lo que podría sobrarle, sino que suponía en ocasiones hasta quedarse sin el dinero para su propia subsistencia. Esta actitud trascenderá su acción individual y así deseará que la Iglesia toda la asuma. Evidencia de ello será cuando la epidemia de cólera que afectara de modo particular a los indigentes, don Jacinto cree la Comisión de Socorro a los Pobres, la cual bajo su continua supervisión y vigorosa ayuda desplegará una intensa labor de asistencia. Asimismo, la organización que lleve a cabo, incluso haciéndose personalmente presente, para asistir a las víctimas del asedio sufrido por la ciudad de Paysandú en el año 1864. A ello sumará su apoyo decidido a la Conferencia de San Vicente de Paul recientemente creada para la ayuda a los menesterosos. Finalmente, don Jacinto será conocido por el empeño en buscar trabajo a quien se lo pida.

Puede decirse que, en el marco de las coordenadas históricas y eclesiales de su época, "la opción preferencial por los pobres" constituyó un principio fundante y orientador de la heroica vida de Jacinto Vera.

Reflexión total

Se ha dicho que toda lectura deviene en reflexión y en este caso, entonces, deseo expresarla casi a modo de modesta meditación.

Sin duda que el accionar y testimonio de nuestro primer obispo imprimirá carácter a la Iglesia uruguaya. En lo inmediato del tiempo, la preclara figura de nuestro primer arzobispo se destacará por seguir sus huellas. Con las dotes de su específica personalidad, Mariano Soler continuará en su labor pastoral la evangelizadora labor de nuestro querido Jacinto Vera. Lo seguirá en todo. También, por supuesto, en su opción por los pobres. De este modo, cuando algunos manifiesten su aprensión por los católicos que en el 900, además de defender ahincadamente a la Iglesia cuando ella era atacada, simultáneamente se preocupen por la situación de los pobres y los derechos de los trabajadores, no solo Soler los apoyará, sino que les escribirá una carta, que tengo la alegría de conservar, diciéndoles: "con estos hombres voy a donde quieran, a la cárcel o al patíbulo si fuera necesario".

El sabio teólogo Von Balthasar afirmaba que "la verdad es sinfónica". Puede decirse lo mismo de la vida de nuestro amado beato uruguayo. Son muchos los timbres y las voces que de él nos llegan. Estamos seguros que con la gracia recibida, la Iglesia y los católicos uruguayos orientados por sus obispos, la oiremos. La elevación a los altares de su figura, ya prevista por nuestro insigne don Juan Zorrilla de San Martín, lejos de distanciarlo, lo acercará, aún más si cabe, a nuestro pueblo, y que don Jacinto nos acompañará, como lo hizo en vida, en este caminar por nuestra tierra oriental.

Paz y bien.

Muchas gracias.

Escribir comentario