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60 años de la Parroquia de Belén

De “Cristo Salvador de Belén” a “Jesús Misericordioso”. Escribe el Pbro. Eliomar Carrara.
La comunidad se reúne para celebrar la santa misa. Fuente: Romina Fernández

“Esto está lleno de ranchitos humildes, algunos con techo de paja, parece un Belén; así que a la capilla le pondremos ese nombre: ¡Belén!” Así cuentan algunos veteranos feligreses del lejano año de 1956 que, acerca de aquel enclave del otrora barrio “Las pajas”, habría dicho el padre Joaquín Freire, cura párroco de Ntra. Sra. de Lourdes en Malvín, la comunidad madre. Desde allí se inició la  construcción del templo, de salones para un pequeño colegio barrial, y de la vivienda donde se alojaron hasta 1970 cuatro religiosas del Instituto del Perpetuo Socorro que asistían la liturgia, la catequesis sacramental y el incipiente colegio, atendían a los pobres y visitaban a los enfermos, dejando un grato recuerdo.    

“¡Cuando el cardenal Barbieri me envió en 1963 a fundar canónicamente la parroquia, fui yo quien fijé los límites del territorio parroquial, y le incorporé, al nombre de Belén, el de ‘Cristo Salvador, para referirlo al Señor’”, así nos lo recordaba ―con su mayestático timbre― el padre Julio Elizaga. Y agregaba: “Luego (en 1998), cambiamos el nombre a ‘Jesús Misericordioso’, una advocación muy difundida por Juan Pablo II”. Este ícono del Señor preside la pared detrás del altar. Y aquí entregaría su vida en un fecundo ministerio sacerdotal durante nada menos que cincuenta y dos largos años, hasta el 2015, con 86 años. Fallecería dos años después, y en el templo descansan sus restos óseos.

El P. Elizaga, un sacerdote que dejó huella en la comunidad. Fuente: Archivo

Aún con estos cambios de nombre, la gente la sigue llamando Parroquia de Belén. Una parroquia puede ser una bendición, una señal y anhelo del cielo en la tierra, un espacio abierto de culto a Dios y de encuentro fraterno y solidario, o puede ser una cosa inocua.  Esto depende más de la calidez y laboriosidad de su gente que de la calidad del edificio. “Belén es el primer templo católico de estilo moderno que se edificó en Montevideo”, me dijo un día Elizaga. En efecto, su arquitectura, de estilo minimalista, supera la monotonía y pesadez del ángulo recto, irrumpiendo en osadas intervenciones que brindan dinamismo al conjunto, algo digno de apreciar. Unos planos de luces desde bien ubicados ventanales aportan movilidad a la amplitud de la nave central, y en ausencia de paredes en las naves laterales ―más bajas― clarean extensas mamparas íntegramente vidriadas, que brindan sutileza y levedad. Un mural del reconocido maestro del color, el italiano Lino Dinetto ―entonces veinteañero, y vivo aún― completa con un Vía Crucis magistral. Pero lo más importante lo ha sido su comunidad viva. Así como el alma anima el cuerpo, generaciones de laicos se mantuvieron consustanciados con el mensaje del Evangelio y con la misión de la Iglesia, orientados, nutridos por un pastor celoso, con carácter y honda humanidad, pródigo en vida apostólica como el que más. 

Apasionado por la evangelización

En Montevideo, nombrar la Parroquia de Belén es nombrar al instante al padre Elizaga. Fue un domingo 29 de setiembre de 1963, día de los Santos Arcángeles, cuando asumió como primer cura párroco la flamante parroquia. Su labor evangelizadora tuvo una relevancia inigualable. Sin exagerar, fuimos miles de personas los que ampliamos nuestro horizonte al contacto con este sacerdote, verdadero mediador entre Dios y los hombres. Elizaga fue un hombre apasionado de la evangelización, entregado de lleno a su misión, que dejó grabado en el alma de la mayoría el primer e impactante encuentro que tuvimos con su persona.  

El actual párroco, P. Eliomar Carrara, junto a un joven que integra la comunidad. Fuente: Romina Fernández

La Renovación Carismática

Qué decir de su experiencia carismática del año 1970. Él mismo refiere en su libro autobiográfico, “Memorias de un cura” (2001, edit. Abraxas, Barcelona, España), la honda transformación y enriquecimiento que provocó en él esta experiencia espiritual que no dejó enfriar, sino que cultivó personalmente y supo compartir aun más allá de los límites de su comunidad. Fue tan impactante para él que recuerdo haberme dicho ya en su ancianidad: “Yo pensé que toda la Iglesia se haría carismática”. Las misas carismáticas de los jueves y domingos por la tarde rebosaban, y llegó a haber hasta siete líneas de ómnibus esperando a la salida para facilitar la salida y el traslado de la gente que venía de toda la ciudad, y aún de otros departamentos. A lo largo de los años, fueron más de cien las pequeñas comunidades que se formaron en todo Montevideo, reuniéndose en las casas, con una metodología bíblica y orante, y unas temáticas enriquecidas por folletos que el mismo Elizaga había elaborado.  

Estos tiempos son otros, los desafíos probablemente más complejos. Anhelamos mantenernos fieles al legado de la Iglesia, y a las gracias que el Espíritu Santo ha derramado en nuestra comunidad, para la transformación de tantas vidas. El pasado domingo 1.° de octubre, festejamos con mucha alegría los 60 años, evocando la historia, y mirando con esperanza el futuro. Dios nos asista.

Commentario(1)

  1. juan jose Bernal ( Chiquito) says

    Tuve la oportunidad de llegar a la Parroquia de Belén a mis 9 años. A los 14 era ayudante de misa y al año siguiente era guía de la misa matutina dedicada a los niños. A los 18 emigré y el Padre Elizaga junto a muchos compañeros y amigos de la comunidad fueron a despedirme a la vieja empresa ONDA la despedida fue con una canción de la parroquia que nunca he de olvidar.
    Elizaga fue mi pastor mi consejero, amigo y padre a la vez. Al año siguiente en Setiembre del 75 llegamos con la que hoy es mi esposa para casarnos en Belén y en Febrero del 78 Elizaga bautizo a nuestra querida hija.
    El padre Elizaga fue es y será parte importante de mi Familia de la vida y sólo Dios sabe cuánto lo queremos y jamás lo habremos de olvidar .

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