Preparación para la Consagración a la Virgen de los Treinta y Tres

Aquí se puede descargar el librillo de oraciones para el mes de octubre

El domingo 8 de mayo de 1988, en la Catedral de Florida, el Papa Juan Pablo II consagró al pueblo y a la Iglesia de Uruguay a la Virgen de los Treinta y Tres. Este año, en la tradicional peregrinación por la fiesta de la Patrona de la Patria, los uruguayos renovarán esa consagración. Será, además, la primera etapa del camino hacia el V Congreso Eucarístico Nacional, que culminará los días 16, 17 y 18 de octubre de 2020, en Montevideo.

Desde la Conferencia Episcopal del Uruguay los obispos invitaron a todos los católicos a “peregrinar a Florida, para honrar a nuestra Madre, poner nuevamente nuestra patria en sus manos y comenzar juntos el camino hacia las celebraciones del 2020”. Esto sucederá el domingo 10 de noviembre de este año, y los obispos de Uruguay renovarán junto con todos los presentes la consagración de nuestro país a la Virgen. Leerán el mismo texto enunciado por San Juan Pablo II hace 31 años.

En el mensaje de los obispos se destaca que “será, para todos, una oportunidad de agradecerle a nuestra Madre del cielo tantos bienes recibidos y de volver a poner a sus pies la vida de nuestra patria”.

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Preparar el corazón

Con motivo de la peregrinación a Florida llegará a las parroquias un librillo para preparar esta renovación de forma personal y comunitaria. Este material sigue un itinerario, que va del 7 de octubre al 10 de noviembre, e incluye las lecturas diarias del Evangelio, una reflexión, una intención y una propuesta espiritual para cada día; además las oraciones básicas del cristiano y oraciones marianas.

En el librillo se explica que, al consagrarse, los fieles expresan su «respuesta humana al don de Dios de querer ofrecernos totalmente a Él, de querer renovarle nuestra pertenencia. Si lo hacemos a través de María es porque ella nos precede en el camino de la fe como primera discípula, consagrada totalmente, madre y figura de la Iglesia”.

En este sentido, “consagrarse a María significa ponernos en sus manos, a su servicio y disposición para que Ella nos guíe hacia Jesús. En definitiva, es querer pertenecer a Ella como hijos queridos para ser más de Dios, tomando mayor conciencia de nuestro bautismo y confirmación, y participando de la plenitud del don de Dios en el banquete eucarístico”.