La comunidad salesiana ubicada en el noroeste de Montevideo celebra seis décadas, marcadas por la devoción y el vínculo con el barrio.
La pregunta surgió antes de la visita a la comunidad: “¿Hay algo escrito sobre la historia de la parroquia?”. La respuesta del padre Daniel Bernardoni fue inmediata: “¿Escrita? No conozco. Puedo tener testigos”. Al día siguiente, otro mensaje: “Tengo a un integrante que puede hablar de los orígenes de la parroquia y a una catequista”.
Es sábado 8 de marzo. Son las once y media de la mañana. En Montevideo llueve, deja de llover y vuelve a llover. Eduardo Gründel, de sesenta y siete años, y Mariela Figuerón, de sesenta y uno, llegan a la parroquia Santa María Madre de la Iglesia y San Juan Bosco (Av. Gral. Eugenio Garzón 2024). Llevan paraguas. Llevan campera impermeable. Pero también ropa liviana, ropa de verano.

Eduardo trae consigo una carpeta con las crónicas de la parroquia. Saca una hoja, con un resumen de su historia, y lo entrega. “Esta es la historia. Este año, la parroquia cumple sesenta años. La parroquia, no la iglesia. Son dos cosas diferentes. Si querés, lo leemos”. En la hoja se encuentran datos, detalles y nombres de sacerdotes que dejaron su huella en la comunidad.
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La parroquia Santa María Madre de la Iglesia y San Juan Bosco —más conocida como la parroquia de Colón— fue, durante años, un anhelo. El padre Juan Bonmesadri, capellán de la capilla del colegio San José, hablaba de ella como un proyecto que tarde o temprano se concretaría. Sabía que la feligresía crecía y que la zona —todavía bajo la jurisdicción de la parroquia María Auxiliadora, junto al Colegio Pío— necesitaba su propio templo. Pero no llegó a verlo.
El 5 de junio de 1965, la parroquia dejó de ser un deseo y se convirtió en un hecho. Se realizó la institución canónica y la toma de posesión del primer párroco, el padre Ricardo Pereyra. El nombre no fue casual. Bonmesadri, que había muerto antes de ver su sueño cumplido, quería que la parroquia llevara el nombre del fundador de la congregación salesiana. Pereyra, en cambio, abogaba por la advocación mariana que acababa de oficializar el Concilio Vaticano II. La decisión fue un pacto entre ambos, aunque uno ya no estuviera: Santa María Madre de la Iglesia y San Juan Bosco.

El templo comenzó a construirse a mediados de 1966 en el terreno conocido como El Predio, un descampado que tenía delante una casa de chapa. “No es que se fundó la parroquia y después se salió a buscar un terreno. No, el terreno ya estaba”, dice Eduardo. La primera misa en el baptisterio se celebró en setiembre de 1967, y en diciembre de ese año se bendijo la primera etapa del templo.
En la hoja se encuentran datos, detalles y nombres de sacerdotes que dejaron su huella en la comunidad. Las anécdotas están en las palabras.
“Cuenta la historia que, cuando se estaba definiendo dónde construir la parroquia, se consideraron dos posibles ubicaciones”, relata Eduardo. “Una era frente a la plaza Vidiella. Pero justo en ese momento, el club Olimpia había tenido que dejar su ubicación original y estaban evaluando trasladarlo a Colón. [Albérico] Passadore quería traer a Olimpia para ahí, pero también quería que la iglesia estuviera ahí. Y al no definirse la formación de la parroquia de Colón, el Olimpia le ganó y se quedó con el terreno frente a la plaza, y después El Predio se cedió a la parroquia”.

Hubo sacerdotes que marcaron la historia de la parroquia. Algunos fueron párrocos, otros vicarios, pero todos dejaron su huella. Uno de los más recordados es Carlos Favre, quien fue asesinado por un adolescente en la casa parroquial en mayo de 1988, cuando tenía treinta y seis años. Su muerte, violenta y prematura, aún resuena en las voces de quienes lo conocieron. “El día en que lo velaban en la misa, la policía hacía la reconstrucción del hecho. Fue terrible”, recuerda Mariela.
Por su parte, Eduardo menciona algo que ocurrió hace unos años: “Cuenta la historia que Rafael Costa, uno de los curas, recibió a un hombre que le dijo: ‘Yo conozco esta parroquia, yo fui quien mató a Favre’. Según Rafael, el hombre estaba en una etapa de arrepentimiento. Son esas anécdotas que quedan”.
Al final, las crónicas estaban. Los datos estaban. Los detalles estaban. Los nombres de los sacerdotes que dejaron su huella en la comunidad estaban. Todo estaba allí, esperando a ser contado.
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Eduardo y Mariela llevan tanto tiempo en la parroquia que sus vidas parecen entrelazadas con la de ella. Están desde que eran niños, conocieron a sus parejas allí y vieron nacer a sus hijos casi al mismo tiempo. La única diferencia entre ellos radica en los roles que cada uno asumió a lo largo de los años.
“En un principio venía a misa. Recuerdo que el piso del templo era de arena. Después, fui catequista y formé parte de la comunidad de jóvenes. Durante un tiempo fui responsable laico y ahora estoy con las charlas prematrimoniales”, dice Eduardo.
En su niñez, Mariela concurría a Santa Teresita, una de las capillas de la parroquia, donde hizo catequesis durante varios años. Después se integró a la comunidad de jóvenes. “Éramos muchísimos, creo que entre ochenta y cien. Claro, era época de dictadura. La Iglesia tenía muchos jóvenes. Fue una etapa muy floreciente”.
Desde hace unos años, Mariela sirve como catequista de niños en la sede parroquial. “Tenía catorce años cuando me invitaron en Santa Teresita a ayudar en la catequesis. Durante un tiempo, por mis horarios de familia y trabajo, no estuve, pero cuando me invitaron de nuevo, me sentí feliz. Dar testimonio y comunicar lo que vivo, me da mucha felicidad. Me encanta dar catequesis, es mi vida”.

La catequesis se organiza en tres etapas, aunque con una particularidad: los grupos no están definidos por los años tradicionales, sino por el momento en que los niños reciben la comunión. Hay una primera etapa, una segunda etapa, cuyos integrantes tomarán la comunión el próximo año, y una tercera que, en realidad, es la segunda, pero adelantada: estos niños recibirán la comunión en Pascua, porque se decidió que ese será el momento de celebración del sacramento.
El proceso dura aproximadamente dos años, con cierta flexibilidad. Pero la comunión no es el final. Por eso, evitan llamarlo “catequesis de comunión”. La intención es integrarlos a un grupo de adolescentes que les permita seguir vinculados, crecer en la fe y formar una comunidad que se sostenga en el tiempo.
“No queremos que la comunión sea un mojón, sino que sea un momento más dentro del camino de fe. De hecho, varios de los niños que se preparan para recibir la primera comunión fueron bautizados recientemente, y cada uno de esos pasos se vive como una fiesta”, dice Mariela.
En la actualidad, unos veinte niños participan en la catequesis, distribuidos en tres grupos. Este año, seis de ellos recibirán la primera comunión durante la celebración de Pascua.
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Afuera, la lluvia cobra fuerza otra vez. Adentro, se oyen pasos que vienen desde el fondo. Es el padre Daniel Bernardoni, sacerdote salesiano de cincuenta y nueve años y párroco desde 2023, aunque ya estaba vinculado con la parroquia desde un año antes, cuando asumió como encargado de los oratorios. Cruza la puerta, saluda y se sienta en una de las sillas vacías. Viene de reunirse con una docena de jóvenes animadores. Hablaron de fechas, actividades, de todo lo que vendrá.
“Es una parroquia amplísima, es la sensación que tengo. Es muy amplia en su territorio y muy variada en sus poblaciones. Su riqueza es que tiene presencia en los barrios. La vida parroquial no está solo concentrada en la sede”.
La parroquia de Colón cuenta con cinco oratorios. Tres de ellos son capillas: Sambartolo, Santa Teresita y Abayubá. Los otros dos, Sociedad de la Alegría y Valdocco, funcionan únicamente como oratorios.

En las capillas se celebran misas de manera simultánea, y para eso cuenta con la ayuda del padre Francisco Martínez, de setenta y cinco años, vicario parroquial, quien tiene a su cargo la catequesis de niños, la pastoral de los enfermos, algunas capellanías y el servicio del sacramento de la reconciliación. Sin embargo, también hay auxiliares: los novicios salesianos, cinco jóvenes que realizan su apostolado en la parroquia, y cubren algunas celebraciones y otras actividades que se desarrollan en las capillas.
“La fe se vive de manera genuina en la parroquia, o por lo menos es lo que he visto en la catequesis. Hemos visto que los padres traen a sus chiquilines no por costumbre sino porque quieren venir”, dice Mariela.
Bernardoni aprovecha para contar algo reciente: “Desde el año pasado empezó a aparecer una nueva población de gente de entre veinticinco hasta los cuarenta y algo de años, pidiendo el bautismo y la comunión. Al principio, los asumí como casos aislados, pero luego me di cuenta de que se trataba de una tendencia. Por eso, estamos instalando el catecumenado de adultos. Es una realidad nueva, porque algunos retoman la actividad eclesial, pero otros llegan desde cero, motivados por experiencias de vida, tanto de dolor como de alegría, que los han llevado a acercarse a la fe. Hay que ser creativos, atender la realidad, una realidad de personas muy diversas, que además, entre ellas no se conocen”.
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La lluvia se detiene. Bernardoni, acompañado de Mariela y Eduardo, cruza el patio en dirección al templo. Antes de entrar, bajo un cielo encapotado, Eduardo señala el diseño del edificio. Fue obra del arquitecto Luis García Pardo, oriundo de Colón, y la construcción del techo estuvo a cargo del ingeniero Eladio Dieste, ambos manifiestamente católicos.

El templo, a diferencia de las iglesias clásicas, tiene una planta triangular en lugar de la forma rectangular habitual, con el celebrante ubicado de frente a la asamblea, en uno de los vértices del triángulo. El techo, con forma de cadena invertida —catenaria invertida—, elimina la necesidad de columnas en el interior, ya que se apoya únicamente en las paredes exteriores.
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Belén Pagliano, de treinta años, y Belén Cisnero, de veintisiete, comparten mucho más que el nombre. Ambas se formaron en el colegio San José y en el Instituto Doctor Andrés Pastorino, dos instituciones salesianas que forman parte del territorio parroquial. Además, ambas son animadoras. Pagliano lo es en Sambartolo, y Cisnero en Santa Teresita, dos de los cinco oratorios de la parroquia de Colón que funcionan los sábados por la tarde.
Pagliano heredó su vocación de animadora salesiana de su madre, quien también lo fue. Desde 2012, anima en el oratorio de Sambartolo, ubicado en el límite con La Paz, Canelones. La distancia desde la sede parroquial es de diez minutos en auto, casi media hora en ómnibus. “En realidad la capilla se llama San Francisco de Sales, pero el barrio y la plaza se llaman Sambartolo. No hay ningún santo que sea Bartolo”, dice y se ríe.

El oratorio recibe cada semana entre cincuenta y sesenta chicos, de entre cinco y dieciséis años. Pero el servicio de los animadores no se limita solo a la animación: también ayudaron a una familia a construir su vivienda, a cortar el pasto de la capilla y a realizar otras tareas de mantenimiento. Además, una vez por mes se celebra la misa y los animadores invitan a los vecinos del barrio. Es un espacio para generar una comunidad más amplia.
“Cada sábado es un día lleno de vida, de encontrar a Dios a través de los otros y en las cosas sencillas, y de intentar transmitirlo. Un sábado suceden mil cosas: me encuentro con las familias del barrio, que me comparten su vida y yo les comparto la mía. Paso todo el día con los animadores, que ya son mis amigos. Es llenar el corazón de vida”.
Cisnero es animadora en Santa Teresita desde 2013 y ahora está en el rol de coordinación: “Eso te lo da la experiencia y la edad, con los años uno pasa a ser referente del barrio y en el equipo de animación”. En este rol no solo le toca acompañar a los niños y a sus familias, sino también a sus compañeros animadores en la formación permanente.
El oratorio Santa Teresita está ubicado en el límite entre los barrios Colón y Peñarol. A diferencia de Sambartolo, no cuenta con un grupo de adolescentes, y las misas se celebran cada quince días, con la participación de un grupo de vecinas del barrio: “Las realidades cambiaron, porque en estos años las señoras crecieron. Algunas tienen más dificultades que otras. No todas viven en la manzana de la capilla, necesitan trasladarse y se les dificulta. La idea es trabajar para fortalecer nuevamente la comunidad”.

Ser animador en este tipo de contextos implica enfrentarse a un desafío constante. “Acompañamos a madres jóvenes. Nosotras somos un poco inexpertas, no tenemos sus mismas vivencias, todavía no somos madres. De repente, vemos a chiquilinas de dieciséis años que se enfrentan a la vida y nosotros seguimos siendo sus referentes”, dice Cisnero.
Las rutinas en los dos oratorios son las mismas: una tarde de juegos, encuentro y merienda. Un espacio sencillo, pero clave, para fortalecer la fe y el vínculo con el barrio. “Vemos a Dios en los chiquilines, en sus familias, en las propias experiencias y oportunidades que se nos presentan a lo largo de la tarde”.
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El mediodía se acerca. Bernardoni camina por el patio de la parroquia y muestra lo grande que es el lugar: más salones al fondo y una cancha de fútbol detrás del templo.
Camina y habla de sus objetivos. Quiere recuperar la conexión entre los fieles, esa red de vínculos que existía antes de la pandemia: “La gente se siente parte y se identifica mucho con la parroquia”. También quiere reconstruir el consejo parroquial, que fue reemplazado por una mesa permanente, un órgano intermedio al que se convocan distintas voces y miradas para lograr una coordinación más formal. Y quiere abrir una nueva actividad en la semana para adolescentes.
Son los desafíos de un año clave. La parroquia cumple sesenta años. Y él quiere que siga en pie: que crezca lo que aún resiste y que vuelva lo que el tiempo desarmó.
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10 Comments
Es muy hermosa la parroquia. Los felicito a toda la comundad..Pero voy hacer una petición al párroco..Que no se olviden de nuestra Capilla Santa Teresita nosotras que poco podemos ir a la parroquia. Nos da lástima que desde que se fue Marita la capilla esta abandonada y la van a empezar a saquear
Y nos gustaria volver ir a rezar y oír la misa y ver las catequesis. Gracias
Buenas tardes!!!!
LA capilla no está abandonada.
Hay un grupo de jóvenes que van para adelante con el oratorio y tenemos el apoyo del Párroco, el Padre Daniel estuvo cortando el pasto en febrero conmigo. Y esta muy atento a las posibilidades. Tenemos que acercarnos más a la Santa y eso me incluye a mi también.
Arriba con todo!!!!!!
Me encantó esta propuesta: nada menos que dejar plasmada la historia de nuestra Parroquia. Aplausos.
Con mi esposo (recién casados), la conocimos cuando aún estaba sin terminar la base del altar (1971), invitados por Pedro Frechou quien luego fuera padrino de nuestro hijo. En ese momento estaba a cargo del Padre Pereyra.
También conocimos al Padre Favre, mi hijo era animador en el barrio Pororó. Fue muy triste y doloroso el suceso.
Recordamos también al Padre Collazzi quien nos fuera presentado por Frechou y quien luego fuera nombrado Obispo.
Tuve un breve pasaje como catequista junto con Ma Antonia Tejera y su esposo André.
Hermosos recuerdos de una época muy rica pre pandemia. Agradezco mucho al Padre Daniel el esfuerzo que está haciendo por recuperar ese vínculo entre los feligreses y la Parroquia.
Buenas tardes disculpe quisiera saber si celebran misa en esta semana santa, el día y la hora por favor gracias
Preciosa nota La iglesia donde bautizamos y tomaron la comunión mi sobrina y mis 3 hijos Tuve la fortuna que fueron al Sab José y luego al Pastor inocente Donde se formaron en estudios,pero la formación salesiana es lo más fuerte y perdurableGRACIAS!!!Los abrazo y si habrá historias para comocer
Buenos días, quisiera saber información sobre poder bautizarme ya de adulto. Gracias
Bs días…soy unos de los que recuerda hasta el día de hoy el olorcito a hormigón fresco…cuando desde la catequesis cuando corría el año 1968 niños llevados quien sabe x quien en ese tiempo…con ansias de jugar a «la pelota» xq no era fútbol en el predio del fondo…Recuerdo al Padre Casarsvilla…destilada Paz x los poros de su presencia. Empezaba a conocer algo Grande……Alguien Grande e invisible que me atraía.Recuerdo que la Parroquia no tenía rejas ni alarmas ….solo una casona pintada de verde inglés a la altura donde están las palmeras y se hacían bailes..pero esa étapa no me gustó.Iba a la misa de la hora 9 con el Padre Quiesa.alli estaba Blanca Porley,y Julia Martinez entre otras. Después año 1988 se fundó el MAS.con el actual obispo Martin Lasarte y el P Guido Danellon….y se podría seguir hablando..con Mariela Figueron nos conocemos de esa época….y muchos más que hoy dejamos o mejor dicho invertimos nuestra juventud allí junto a Jesús.
Muy buena historia de paroquia está muy bueno que la comunidad se encuentre y que puedamos encontrarnos santa Teresita san Bartolo abayuba las 2 más y poder trabajar para poder continuar yo me acuerdo las misiones 2007. Y muchos años nos conocimos
Me Confirme en esa hermosa Parroquia el 25/06/2022 y mi Padrino de Confirmación es Pablo Jordan El Obispo de Melo. También íntegro el Coro de la Parroquia
Conocí la parroquia desde pequeño. Cuando me mude a La Carbonera uno de los barrios aledaños a colon. Allí funciona el Oratorio Sociedad de la Alegría, recuerdo que tenía 8 años cuando me acerque por primera vez al oratorio, y como niño travieso que supe ser, ese primer día, me escape y me fui a mi casa solo. Después quise darle otra oportunidad sin saber que eso cambiaría para siempre el rumbo de mi vida. El oratorio fue en mi niñes un espacio seguro, donde podías encontrar personas que siempre estaban para darte un oído o acompañarte. Yo lo describía como «Mi lugar feliz».
Ese fue el lugar donde tomé conciencia de la presencia de Dios entre nosotros, allí aprendí quien es María Auxiliadora, San Juan Bosco, aprendí sobre como el amor de Dios todo lo puede transformar y hoy 20 años después creo que en ese momento fui llamado por Dios.
Hoy soy animador y coordinador de este mismo oratorio que me vio crecer y veo crecer a tantos niños y jóvenes con la esperanza de poder transmitir el amor de Dios qué un día yo pude sentir.
A la parroquia si bien me acerque de pequeño en mi adolescencia temprana fue cuando tome conciencia de ella, recuerdo que allí íbamos con mi hermana todas las tardes ya que teníamos apoyo escolar con el Liceo y conocí gente increíble a la que siempre voy a recordar.
Siempre fue un lugar de encuentro y de felicidad donde nos gustaba estar por la calidez qué allí se sentía.
Es un orgullo para mi formar parte de esta comunidad llena de gente que es la viva imagen de el amor de Dios.