El sábado 25 de enero se realizó la 14.ª edición del Gran Rosario de Bendiciones para la Familia, en la Rambla de Montevideo.
La quietud y el silencio fueron indicios de lo extraordinario. El bullicio propio de miles de personas reunidas para alabar a Jesús y a la Virgen María se había, por unos instantes, desvanecido. El sonido de los cantos y testimonios se apagaron para dar lugar al rezo del santo rosario. Los primeros misterios fueron guiados por el padre Marcelo Marciano, el padre Miguel Ángel Hernández y la hermana Immaculata, y acompañados por todos los presentes. Pero, durante el cuarto misterio gozoso, en el que contemplamos la presentación del niño Jesús en el templo, la zona de la Aduana de Oribe se sumergió en un silencio absoluto.
Esta vez, cada fiel, con el rosario en sus manos o sujetando sus velas, rezó el padrenuestro y las diez avemarías para sí. Allí, bajo el cielo que ya comenzaba a cubrirse definitivamente de la oscuridad de la noche, los presentes pidieron por sus intenciones personales y dejaron que sus corazones hablaran. Y, precisamente, de eso se trata cada edición del Gran Rosario de Bendiciones para la Familia: unir a los fieles en oración para recordarles que, a través de nuestra fe en María, no hay imposibles para Dios.
Fiesta de la fe
Eran las seis de la tarde, cuando los primeros acordes de música comenzaban a resonar en la Aduana de Oribe. Las pruebas de sonido acapararon la escena, mientras cientos y luego miles de personas iban llegando, desde distintos rincones del país y cada una cargando consigo intenciones, expectativas y una fe que parecía casi palpable. De manera simultánea, como habitual, filas de fieles se dirigían hacia los confesionarios para su preparación espiritual.
Así comenzaba la edición número 14 del “Gran Rosario de Bendiciones para la Familia”, un evento que crece año a año y ya se ha consolidado como un faro de oración y unidad en el principio de nuestro calendario, como ocurre cada cuarto sábado de enero.
Cerca de Dios
Cuando el reloj indicaba las siete con veintiséis minutos, una ovación recibió la llegada de la imagen de la Virgen María, acompañada por el cortejo de voluntarios. Poco después, el padre Juan María, sacerdote misionero de la Sociedad San Juan, tomó el micrófono para entregar su testimonio e invitar a los presentes a acercarse a Dios.
«El Señor observa desde el cielo. En este día las compuertas del cielo están abiertas. Y el Señor está derramando gracias y bendiciones. Desde su parte está todo hecho. ¿Cuál es la nuestra? Tener una gran expectativa de lo que va a pasar en esta noche. Si esperamos poco, seguramente recibamos poco. Si esperamos mucho, vamos a recibir mucho. Y si esperamos todo, vamos a recibir todo. Nuestra parte tiene que ver con la fe con la que llegamos a abrir nuestra alma, nuestro corazón», expresó con convicción.
Durante su oratoria, el padre Juan María recordó la visita de María a Isabel, subrayando cómo la Virgen siempre trae paz, unión y a Jesús mismo.
El foco en la oración
Uno de los momentos más significativos llegó con el envío del rosario al cielo. A medida que los últimos rayos de sol iluminaban tímidamente la Rambla, globos biodegradables en forma de rosario se elevaron hasta perderse en la vista, consigo las plegarias de miles de familias. Luego, la tenue luz de las velas LED iluminaron los pies del escenario, mientras los fieles acompañaban las distintas oraciones.
El rezo del santo rosario fue guiado por el padre Marcelo Marciano, el padre Miguel Hernández y la hermana Immaculata. Cada misterio tuvo una intención específica: la conversión de las familias, la vida por nacer, las vocaciones sacerdotales, la fe y la paz.
Minutos después de las nueve de la noche, el cardenal Daniel Sturla dedicó unas palabras a los presentes y recordó que este 2025 es un año santo, un período especial para nuestra Iglesia: «Como sabemos, cada veinticinco años se celebra el año santo, año jubilar. Nuestro padre de la Iglesia uruguaya, el beato Jacinto Vera, siendo vicario apostólico y ya con el carácter episcopal, como obispo, celebró en 1875 el año santo, que había sido declarado por el papa Pìo IX. En ese año consagró a Uruguay al Sagrado Corazón de Jesús. Y el 12 de junio los obispos de nuestro país renovarán, junto con todo el pueblo uruguayo, la consagración del Uruguay al Sagrado Corazón (…) Este año, bicentenario de la Independencia, se cumplen también doscientos años de nuestra patrona, de la virgencita de Florida. A ella le encomendamos nuestra patria».
El arzobispo de Montevideo invitó a vivir este Rosario de Bendiciones con memoria agradecida, dando gracias a Dios por los cinco nuevos jóvenes que ingresarán este año al seminario Cristo Rey. El Card. Sturla también agradeció a todo el equipo organizador del evento, y realizó una bendición hacia todos los presentes, acompañado de Mons. Gianfranco Gallone (nuncio apostólico), Mons. Alberto Sanguinetti (obispo emérito de Canelones), Mons. Fabián Antúnez (obispo de San José) y varios sacerdotes.
Tras la bendición y al grito de «¡Viva María! ¡Viva Jesús! ¡Viva la santa Iglesia Católica! ¡Viva la Patria!», el evento iba llegando a su fin, dejando en cada corazón el eco de una noche especial, en la que las familias fueron unidas en oración por el amor y la Virgen María. El cierre del itinerario permitió disfrutar de la música de Marcos Agüero (reciente ganador de La Voz Uruguay), Josefina Damiani, ‘Pepe’ Crespo, Gabriel de la Rosa y Agustina Mas.
Esta es una síntesis de la nota que será publicada en la edición 575 del quincenario Entre Todos.
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