Ingrid, Cecilia y Francisco son tres jóvenes católicos. Ellos son parte de la Misión de Navidad de Iglesia Joven, en la que unos 60 chicos de entre 17 y 30 años invitan a los vecinos del barrio Aires Puros a vivir una Navidad con Jesús.

Su tarea como misioneros parece simple: tocar la puerta, saludar, presentarse, rezar e invitar. Solo cinco pasos. Pero no es tan simple, no estamos acostumbrados a la gratuidad; no estamos acostumbrados a dar sin pedir nada a cambio, pero tampoco estamos acostumbrados a recibir sin haber hecho nada antes.

Y es así que estos tres jóvenes salen al barrio. Tocan la primera puerta y nadie contesta. Tocan la segunda y les responden que no están interesados. Tocan la tercera... y por fin se da el diálogo. “Y yo creo, pero no voy a la Iglesia como hace 40 años”. No importa, es el comienzo y el diálogo se extiende; “yo conocí al Obispo de Maldonado cuando era cura, un buen tipo”.

Y así transcurre, una historia, un recuerdo. Después llega la invitación: “Nos estamos juntando en la Parroquia (Santa Magdalena Sofía Barat) todos los días a la tarde, para compartir y charlar un rato de Jesús y del sentido de la Navidad”.

Y así transcurre la mañana, se siguen tocando puertas, algunas no se abren, otras sí. Visitan el almacén, la ferretería, el kiosco, y se van dando los encuentros. Una madre que agradece que se hagan estas cosas para los niñas, una abuela que habla de la época en la que visitaba la Gruta de Lourdes, unos nietos que hablan de sus notas en la escuela (“yo pasé con Muy Bueno Sote”, “yo con Muy Bueno”). La visita termina con un Padre Nuestro.

Por ahí sorprenden al hombre que está pintando las rejas, pero se toma un minuto para atender a los misioneros. Y después llama a su madre “porque es la que va a la Iglesia”; pero igual termina saliendo en la foto con su pincel en mano.

Y como estas historias hay cientos, que seguramente se repetirán durante esta semana previa a Navidad. Y si Dios quiere, serán solo el comienzo.