Entrevista con la Hna. Almudena, misionera de la Caridad de Santa Teresa de Calcuta
No suele conceder entrevistas, pero accedió a esta con el pretexto de hablar de su vocación. La hermana Almudena nació en España y tiene 33 años. Está completando la etapa de juniorado, que son los cinco años después de los votos de pobreza, castidad, obediencia y servicio. Este último, explica la religiosa, se trata de «un servicio de todo corazón y gratuito a los pobres». Actualmente se está preparando para sus votos perpetuos, que profesará el año que viene.
Su historia
Proviene de una familia católica y tiene tres hermanos. Sus padres le inculcaron la fe desde pequeña, y se educó en un colegio católico de religiosas en Madrid. Siempre tuvo una vida de oración y sacramental muy activa. Sin embargo, sentía que no tenía una relación personal con Dios y que lo que me había transmitido su familia era una fe “hecha”.
Todo cambió cuando tenía 20 años de edad y estaba en segundo año de la carrera universitaria. Allí conoció a un grupo de amigas que se reunían en una parroquia. “Ellas tenían una vida de oración mucho más profunda que la mía. Me atrajo mucho su alegría y cómo vivían mucho más fielmente el evangelio”, cuenta.
Fue así que comenzó a profundizar en su relación con Jesús: “Él fue quien me llamó, a través de mis amigas, a acercarme para conocerlo de verdad”. Se empezó a vincular a la parroquia y le pidió a un sacerdote que sea su acompañante espiritual. Su proceso de discernimiento no fue fácil, pero aclara que la oración diaria frente al santísimo la ayudó a dar el paso.
El llamado
En Madrid conoció a las misioneras de la Caridad, en un comedor donde atendían a las personas en situación de calle. Almudena se sumó como voluntaria y conoció la espiritualidad de las hermanas. Define a la fundadora de la congregación como «un ejemplo de vida» para creyentes y no creyentes por «la grandeza de su obra».
Un mojón en su proceso de discernimiento fue la Jornada Mundial de la Juventud 2011, en Madrid. En esa oportunidad estuvo con las hermanas en una carpa de adoración que estaba abierta durante el día para todos aquellos que querían tener un espacio de oración. «Ahí vi muchísimo la alegría del evangelio reflejada en muchos rostros, de personas de diferentes edades y de todos los países», recuerda.
Para Almudena, toda vocación es una vida de renuncia por amor a los demás, ya sea en lo religioso o en el matrimonio: «Muchos piensan que ser religioso es dejar mucho, y en cambio lo que viene es la ganancia de la alegría de Dios. Cristo no nos quita nada; al contrario, nos da todo».
Un verano estuvo en Rumania con las hermanas que están a cargo de unos orfanatos donde atienden a niños con discapacidad y están solos. «Cuando vi el cuidado de las hermanas sentí que el Señor estaba presente», dice. Pasar por esa experiencia fue un punto decisivo e hizo que Almudena tomara conciencia de que no se trataba de un trabajo más, sino un servicio a la Iglesia.
Lo que más me gusta de ser misionera de la Caridad es la radicalidad y vivir según el evangelio: «En nuestro caso, la pobreza la vivimos al máximo de una manera radical porque es una pobreza por opción». Para Almudena, la comunidad es un apoyo fundamental «para seguir siendo fiel al Señor» ante el cansancio y las exigencias diarias.
La vivencia en Uruguay
Al llegar a nuestro país, Almudena notó que su pasión es trabajar con niños: «Es muy importante para mí, como misionera de la Caridad, ver en cada niño a una persona que te está pidiendo que la ames». Su servicio en el barrio Borro le permitió tratar con menores en situación de pobreza. De esta experiencia, la religiosa manifiesta que está sorprendida porque «ellos están abiertos a conocer a Jesús».
Las hermanas comienzan su día rezando, y durante la jornada tienen espacios concretos para rezar de forma comunitaria y personal. «La oración es el motor que rige nuestras vidas y es lo que nos empuja. Es un encuentro con Cristo en la Eucaristía, en la adoración, en el sagrario. Nosotros sin la oración no podemos nada porque no podríamos vivir, señala.
«Poco a poco una se va dando cuenta que el Señor plenifica de una manera que no te imaginas. No se puede explicar la alegría que te da ser la voluntad de Dios y cumplirla», expresa Almudena en el marco del mes de las vocaciones. «El Señor es muy paciente y su voz está en el corazón. Él toca la puerta un día tras otro», concluye.