Con el lema "Sacate el balde", los jóvenes se encontraron con el Cardenal Daniel Sturla
El pasado 6 de mayo, como cierre de la Fiesta de san Felipe y Santiago, se realizó la segunda edición de la “Previa con el Cardenal”. Es un espacio de encuentro y diálogo entre el Arzobispo de Montevideo, el Cardenal Daniel Sturla, y los jóvenes católicos. Se dividió en dos momentos; una catequesis en base a un texto bíblico y un espacio para la preguntas de los jóvenes. ICM comparte con ustedes este momento que ya se convirtió en un clásico de la fiesta arquidiocesana.
“Si no anunciamos a Cristo no somos cristianos”
Queridos chicos, esta palabra de Dios nos pone en una situación especial, porque es Jesús el que se despide de sus apóstoles pero les deja un mandato clarísimo: “Yo he recibido todo poder en el Cielo y en la tierra, vayan entonces y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos.” Es decir, Jesús a los que eran sus discípulos los envía. Y la palabra apóstol, en griego, significa enviado. Todo aquel que se sienta o sea cristiano, todo aquel que quiera vivir como cristiano, todo aquel que es discípulo, seguidor de Jesús, si lo es de verdad es también un apóstol, un enviado de Jesús. ¿Enviado a qué? A anunciar al mismo Jesucristo.
En el libro de los Hechos de los Apóstoles, que es el libro que narra la misión de los primeros cristianos, hay una palabra clave que de algún modo expresa como hay que ir. Y esa palabra que al Papa Francisco le gusta mucho es, en griego, parresía. Parresía tiene una cantidad de significados, quiere decir hablar con audacia, con coraje, sin medio, con libertad.
El Papa nos dice hoy a los cristianos: salgan, vayan, anuncien, no se queden encerrados. Prefiero una Iglesia accidentada porque sale a una Iglesia enferma porque se encierra. No hace otra cosa que cumplir el mandato de Jesús; vayan , anuncien, sean testigos. La mayoría de ustedes creo que ya son confirmados, quizás otros se estarán por confirmar. Y cuando se confirman el obispo les dice: “¿Que vienen a pedir a la Iglesia de Dios?”.
Y la respuesta es el Espíritu Santo. Y el Espíritu Santo qué nos dará. El Espíritu Santo, en primer lugar, nos alegrará. En segundo lugar, nos iluminará con la luz de la fe. Tercero, nos encenderá con el fuego del amor. Cuarto, nos confirmará para ser testigos de Jesús. En la confirmación el Espíritu Santo lo recibimos para ser testigos de Jesús.
Y un testigo es alguien que ve algo y después lo testifica, lo anuncia. Si no lo anunciamos no somos cristianos. ¿Y qué es lo que pasa? En la realidad cultural uruguaya, en nuestra realidad como país, por un lado hay una necesidad tremenda de Dios y, por otro lado, hay una cultura global que nos acepta siempre y cuando no les anunciemos a Cristo directamente.
“Los que tenemos que sacarnos el balde somos nosotros”
Porque que otros rechacen el Evangelio no tiene que preocuparnos; siempre ha pasado. Y ojo, cuando nadie nos rechaza, ahí sí habría que preocuparse; ¿qué pasa que nadie nos rechaza? El tema no es que de afuera de la Iglesia, de afuera de los cristianos nos rechacen por anunciar a Jesucristo. No es que yo me alegre porque nos rechacen, porque la idea es llegar y llegar a todos, pero eso es parte del camino de Jesús. Tampoco voy a ser cristiano si a los 20, 25 o 30 años nunca sufrí algo por Jesús. No existe un cristiano que no haya sufrido algo por Jesús. No existe.
Que si nunca me tomaron por nabo, si nunca me dijeron algo o me ridiculizaron por ser cristiano, en esta cultura, quiere decir que nunca he dado testimonio firme de la fe cristiana. Entonces, el tema no son los de afuera, bendito sea Dios. A ellos queremos llegar, pero no dándoles un palo ni criticando, queremos llegar con la mano tendida, queremos llegar con la alegría del Evangelio, queremos llegar con todas las maneras habidas y por haber, porque sabemos que necesitan a Cristo y Cristo es la Salvación.
Los que nos tenemos que sacar el balde, queridos amigos y amigas, somos nosotros. Qué quiere decir eso: que tenemos que darnos cuenta que si nos quedamos solamente en ser solidarios, en dar una mano, aunque es importantísimo, no estamos haciendo bien las cosas. Es importante que descubramos el mandato de Jesús: vayan, anuncien y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos bautizándolos en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo le he mandado.”
Ser católicos en serio
El final de san Marcos dice “vayan y anuncien el Evangelio a toda la creación.” Hay que tener a Jesús en los labios, hay que decirlo, hay que proclamarlo, hay que anunciarlo. Obviamente no se trata de ser unos fanáticos locos, que están ahí todo el día … no. Lo que no podemos hacer es callar, esconder, tener un catolicismo vergonzante, que nos de vergüencita decirnos católicos.
Hace poco me pasó que en una charla a los curas de Montevideo les cité una carta que había aparecido en Búsqueda a raíz del Día de las Mujer. Una carta muy buena de un joven. La cuestión es que este muchacho terminó yendo a almorzar a casa un día. Entonces me hizo una historia muy linda. Me contó que en un momento haciendo bachillerato, con un grupo de amigos que se había hecho y que algunos de ellos no eran católicos, un día le dijeron: “che, que bueno, vos sos católico… pero no sos católico en serio”.
Y él se quedó muy mal con eso que le dijeron que no era católico en serio. Entonces, eso lo cuestionó, porque el era un católico que en serio quería vivir la fe. Lo que pasa es que se había un poco diluido, así interpreté yo, en medio de sus compañeros. Entonces él se propuso después, no solamente ser interiormente un católico en serio, sino manifestarlo, vivirlo y decirlo. Y de eso se trata.
¿Cuál es el peligro? Que vivamos un cristianismo en el que la parte que aparece afuera sea solamente lo solidario, pero a Dios lo vivamos acá adentro. Ese es el triunfo del laicismo. El laicismo que nos dice, Dios es para la conciencia interior, no hay que manifestarlo. En cambio nosotros queremos vivir un cristianismo que dé esperanza y un cristianismo que da esperanza es un cristianismo que se manifiesta.
“Dios es lo primero”
Y por eso yo voy a decir dos cosas que me parecen fundamentales. Uno, para un cristiano Dios es lo primero. Y si Dios no es lo primero, aquello que ponemos en primer lugar se transforma en dios. El otro día una señora fue a casa y me dio una catequesis. Una señora veterana católica fue hablar conmigo para presentarse porque está como encarga de un movimiento.
En un momento me dice que su nieto, que además tiene cierta dificultad, le dijo un día: “Abuela, ¿vos querés más a Dios o a mí?”. ¿Vaya pregunta, no? Entonces ella le dijo: mirá, yo quiero primero a Dios, pero porque quiero primero a Dios, también te quiero primero a ti. Esa es la respuesta más cristiana y catequítica que he escuchado últimamente. Porque el amor a Dios lo que hace es, primero, ordenar la estantería pero ensanchar el corazón; porque el Espíritu Santo es el gran dilatador del corazón. No temamos poner primero a Dios, que es el único lugar que le corresponde. Ahí se nos ensancha el corazón, y podemos tener como esta señora primero a su nieto.
Y acá hay una clave. Antes se usaba una palabra que hoy no la usamos, pero yo sé que hoy muchísimos jóvenes la están viviendo: la piedad. ¿Qué es la piedad? La piedad es ese amor entrañable que uno puede sentir por el padre, por la madre, por el abuelo, por la abuela. La piedad es el amor a Dios manifestado en ternura, en devoción, en estar de rodillas frente al Santísimo, en agarrar el Rosario y rezarlo.
Es eso que hace que hoy los jóvenes hayan redescubierto la Adoración Eucarística. Es eso que hace que cantemos cantos tan bonito como los que hoy hemos escuchado, que nos ponen en sintonía con Dios. Si tenemos primero a Dios, la piedad es un elemento fundamental. Hoy, yo soy salesiano, es el día de santo Domingo Savio. Es una maravilla, yo siempre lo llevo conmigo desde el momento en que me nombraron Arzobispo. Pero Domingo Savio es un testimonio fantástico de 15 años de piedad.
Lo otro, es la alegría de ser lo que somos. Como dice Juan Andrés (Verde) somos unos patos criollos: somos pecadores claro que sí. Pero somos cristianos católicos y tenemos que estar contentos de ser lo que somos; no tenemos de que avergonzarnos.
Por último, estoy llamado a comprometerme a ir dar de comer de noche, a ir al oratorio el fin de semana, a dar catequesis, a integrar grupos que dan distintos servicios sociales; sí, por favor. Ojalá que todos los jóvenes tengan un compromiso, pero no un compromiso de decir que crack que soy, que voy de noche, hago la olla y después salgo a repartir. Que crack que soy que tengo campamentos de verano con los niños más pobres. No. Que nuestro compromiso sea un compromiso agradecido, o mejor dicho, una respuesta agradecida a un Dios que me ama.
Y ahí sí me voy haciendo cada vez más cristiano. Porque ser cristiano no significa un esfuerzo descomunal que hago; ser cristiano es una regalo, es un don. Es lo más lindo que me puede haber pasado en la vida. Como respuesta a ese don es que también yo lo comparto, en el anuncio de Cristo y en el servicio a los que más necesitan.
Luego de la catequesis se abrió un espacio para las preguntas de los jóvenes
¿Qué decirle a las personas que sufrieron mucho, y se revelaron contra Dios?, ¿cómo acercarlos?
Yo creo que más que decirle, uno debe acompañar. La verdad es que frente al dolor lo más importante es estar, acompañar, saber que cuentan con nosotros, eso es clave. Obviamente que después puede venir un segundo paso que es tratar de iluminar. Y no hay nada que ilumine más que el dolor en clave cristiana, que es saber que Cristo sufrió y que comprende el dolor humano, porque en Cristo verdadero Dios y verdadero hombre, Dios ha sufrido. Y ha sufrido físicamente, moralmente, espiritualmente; Cristo llegó a sufrir a tal punto que en la cruz grita, que era parte de un salmo y por ahí tratamos de explicarlo, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Yo creo que el Señor Jesús quiso sufrir hasta el punto de sentir la noche oscura, cuando decimos “¿dónde está Dios?”.
Creo que hay que ayudar a arrimar a la persona que sufre, a que se sienta comprendida por un Dios que conoce su sufrimiento. ¿cuál es la diferencia entre un cristiano que sufre y alguien que no tiene fe y sufre? Que el sufrimiento, el cristiano está llamado a cargarlo de amor y entonces termina siendo un fruto dulce. En cambio el no creyente muchas veces carga el sufrimiento de amargura, de desesperanza; y termina siendo un fruto amargo, sin sentido. Yo creo que ayudar a otros a recorrer este camino de cargar de amor el sufrimiento, al final termina en esa dulzura que es un don del Espíritu Santo en la vida. Pero primero que nada es estar, como un soldado, al lado del que sufre.
¿Cómo se puede salir y divertirse sin pecar; ser un joven normal?
Me parece buenísima esta pregunta. O sea, hay una cosa que me rompe, y al haber sido director de un colegio con muchos adolescente, el Juan XXIII, el gran tema es por qué hoy los adolescentes para divertirse tienen que tomar alcohol. Ahí hay una cuestión muy complicada porque el alcohol baja la censura, las inhibiciones. El alcohol, tomar un poco está bien, pero… ¿por qué pasarse? Cristianamente yo puedo divertirme mucho sanamente, pero para eso tengo que tener una virtud que es muy difícil, siempre lo ha sido pero tal vez hoy es un poquito más complicado, el dominio de sí mismo. Antiguamente se llamaba la templanza. Es una virtud que viene de los griegos, no la inventaron los cristianos. La templanza, ¿qué es? Es que yo soy dueño de mí mismo, por lo tanto soy libre. Porque cuando tomo alcohol, y ni que decir en el tema drogas, ni cuando me dejo invadir por todos los sentidos, ahí pierdo libertad.
Es como hoy con el tema pornografía, sobre todo a través de los celulares. A la que se puede llegar inmediatamente y basta un click para acceder. Eso es un resbaladero. Porque así se alimenta una industria diabólica. Porque una cosa es que naturalmente se pueda tener una tentación en el ámbito sexual, eso es lo más natural. A parte, no tiene porque ser una tentación, puede ser el hecho que se sientan atraídos por una chica o un chico. Pero la pornografía es una industria diabólica, de utilización del otro, de transformar en cosas a las personas, de alimentar que algunos explotan una realidad humana que es la realidad más hermosa. Porque el demonio precisamente se mete en lo más hermoso, y no debe haber nada más hermoso que un amor lindo. De hecho hay una advocación de la Virgen que se llama Madre del amor hermoso. El amor humano, el amor de un hombre y una mujer que se quieren, que cosa más linda. Los novios cuando se aman es divino, y después esposos y manifestarse ese amor. Obviamente como esposos también sexualmente, que cuestión hermosa. Ahí mete el demonio la cola verdad. Y entonces es ahí, en la cosa más linda, el demonio la hace jorobada. Entonces divertirse sanamente, ojalá también divertirse entre cristianos que saben ponerse límites, vivir con un dominio de sí que es propio de cristianos y es lo que nos hace más libres.
Como católicos, ¿qué actitud tenemos que tomar cuando vemos a alguno de los nuestros actuar con arrogancia, soberbia, superioridad e hipocresía?
No sé quién hizo esta pregunta, pero siempre hay detrás la imagen de alguien que uno tiene (risas). Los pecados capitales, que alguna película que tiene ya muchos años los hizo famosos de vuelta, que son soberbia, ira, envidia, lujuria, gula, pereza y avaricia, son como siete diablillos que los tenemos todos los seres humanos. Están ahí o son como el mal espíritu que nos viene. La soberbia, obviamente, es el peor, porque es el peor pecado, el del ángel caído que quiso ser como Dios. Y la soberbia está atrás del pecado de Adán y Eva; quisieron ser como dioses. Pero atención: antes de pensar en el otro pensar cuando yo mismo soy soberbio.
El ejemplo de humildad más grande que tenemos, además del Hijo de Dios por supuesto, que se hace hombre y se abaja, es el de la Santísima Virgen. Entonces no sé que haría con alguien que evidentemente tiene ese defecto. Primero que nada rezaría por él, lo encomendaría a la Santísima Virgen. Y después, para el pecado propio de soberbia yo no encuentro nada mejor que reírme de mí mismo. Cuando me viene de repente el que me la creo, me mato de la risa de mí mismo y bajo, rápidamente aterrizo. Así que les deseo eso a ustedes y de repente le viene bien a esa figura, o esa persona. O tratar de ayudarle a esa persona a que se tome el pelo a sí mismo, que es una cosa fantástica.
¿Cómo viviste tu vocación de sacerdote?, ¿qué le dirías a un joven que se cuestiona la vocación?
No voy a contar mi vocación porque ya lo hice muchas veces. Todas las experiencias son distintas, pero yo lo que le diría a un joven en primer lugar es que vale la pena seguir a Cristo. Dos, una cosa que también tiene que ver con mi vida, de repente en un momento me dije “tengo que ser cura”. Me parecía que Dios me llamaba, “yo tengo que ser cura”, bárbaro. Pero no alcanza “tener que”, yo creo que el Señor da señales en determinado momento, uno siente que ese es su lugar en el mundo, digamos así. Y que esté confiado en que Dios le va a indicar, le va a dar la posibilidad de saborearlo. Hay una expresión que a mí me encanta, que es de un Padre de la Iglesia, que dice: “Tu voluntad es mi alegría”. Es decir, lo que es voluntad de Dios para mí es realmente lo que me va a hacer feliz. A mí no me gusta mucho la expresión feliz, prefiero usar la expresión pleno. Entonces a un muchacho o una muchacha que se plantean la vocación les diría, que más allá del tengo, llegará un momento en el que descubrís que ese es tu lugar. Y segundo, tener la certeza que si es la voluntad de Dios esa es la plenitud de tu vida, vas a vivir una vida muy plena y feliz. También afectivamente feliz, aunque no tengas esposo y esposa, o hijos o hijas.
¿Han analizado por qué hay tan pocas vocaciones sacerdotales?
Yo me hice muy amigo del Gran Rabino que ahora se fue a Israel. El Gran Rabino por supuesto casado y con hijos, me invitó a su casa y estuve con su familia en un Sabbat. Y él me decía: “no hay rabinos uruguayos”. O sea, que el problema no es solamente falta de curas. ¿Qué pasa? Y ahí volvemos al tema del laicismo uruguayo. Yo creo que más allá de cantidad de problemáticas y cosas, nuestra cultura es tan laica que hace muy difícil que una vocación arraigue, eche raíces. Siempre la estamos pensando y pensando, y buscando y dando vuelta, nos falta más el arrojo y la confianza de la fe. Oyeron el último canto que decía el poder del nombre de Jesús. Que decía Jesús en el Evangelio que leímos “Yo he recibido poder en el Cielo y en la tierra.” Lo que voy a decir es medio bruto, sáquenle la raíz cuadrado: a los cristianos uruguayos nos cuesta creer en el poder de Dios, que Dios en verdad actúa en mi vida.
Damos tanta vuelta, somos tan racionalistas en el mal sentido del término, que no creemos que Dios actúe. No creemos que la oración es un encuentro con Dios que realmente transforma. Y entonces si no hay una base de fe fuerte es muy difícil sostener una vocación religiosa. Fíjense que hay un salmo que a mí me encanta que tiene esta expresión: “sea el señor tu deleite y Él te dará lo que pide tu corazón”. Yo eso lo he experimentado, cuanto más cerca de Dios estoy más experimento la plenitud de saberme amado por Él. Pero no es tan fácil de creer en un uruguayo. Entonces un chico o una chica les cuesta saberse, sentirse, creer en el amor de Dios. Y eso hace difícil la vocación, y ojo acá tenemos un muchacho que es diácono y pronto será sacerdote. Acá hay otros seminaristas uruguayos, hay también algunas hermanas, no sé si hay chicas uruguayas que tienen el planteo vocacional. Yo creo, ¿es difícil? sí, ¿vale la pena? muchísimo. Hay que largarse al agua, no hay que quedarse tanto me pregunto que al final no sigo adelante. Creo que eso le pasa a muchos y además hay una dificultad en el Uruguay, que aún en familias católicas, ni que decir en las no católicas salvo excepciones que también las hay, si el hijo dice me meto de cura, o aún peor, si la hija dice me meto de monja, la respuesta es “Que horrible, me muero”. Yo con todo creo que en la medida que haya más Adoración Eucarística, más Rosario, más espíritu de servicio, van a surgir vocaciones. Y esa es la prueba de fecundidad de una Iglesia; si una Iglesia no es capaz de engendrar vocaciones sacerdotales y religiosas esa Iglesia estéril esta más lejos de Cristo, más allá de las cosas que hagamos. Perdonen, fui medio duro, ¿no?. Que bueno.
¿Qué está haciendo la Iglesia con el problema de la pedofilia?
Ojo chicos que este es un tema sumamente delicado. Entonces todas las dudas que tengan, y si no soy claro, levanten la mano y pregunten. Que quiero decir con lo que dije; que es un problema humano. Es decir, es un problema que afecta muchísimo en las familias. Una de mis hermanas, que trabaja en un juzgado de familia, me dijo “Daniel, es impresionante la cantidad de denuncias de abusos que hay y la mayoría son en las familias”. Lo que quiero decir es que es un problema humano lamentable, que en muchos lugares se da y no sólo en niveles de pobreza. Obviamente, si toda una familia vive en un cuartito es diferente a tener cada uno su lugar. Si en esa familia no hay educación es distinto. Pero en todos los niveles sociales pasan estas cosas dolorosas, o sea, que es un drama humano. Que pase también en Iglesia es absolutamente lamentable y ya lo he dicho, no tendría que haber pasado nunca jamás. Que la Iglesia actuó mal muchas veces también, porque no había una conciencia clara del problema. Y entonces un cura cometía un hecho de ese tipo y se lo trasladaba, y se le hablaba, y se lo ayudaba espiritualmente. Pero no basta una ayuda espiritual, se necesita un atención psiquiátrica. Y por supuesto esa persona tiene que quedar alejada para siempre del trato con menores. Hoy la Iglesia, hace al menos 10 años, sabe perfectamente cómo actuar en estos casos. Si hay un hecho actual, si está sucediendo en este momento, la Iglesia a esa persona le hace la denuncia policial. Si es un hecho que pasó hace tiempo, la Iglesia le dice a la familia que si quiere hacer la denuncia que la haga. Muchas veces es la propia familia la que no quiere hacer la denuncia por infinidad de motivos. Básicamente es esto, pero si hay alguna otra pregunta háganla.
¿Qué consejo nos podrías dar a los jóvenes catequistas que tenemos que guiar a otros jóvenes?
Primero es el amor a Jesús, que amen a Jesús. Yo lo quiero con toda el alma. Y no lo quiero ahora porque soy cura, yo creo que de toda la vida lo quise mucho. Desde los 15 años, creo que lo he contado, gracias a una chica. Estábamos en el grupo de castores y me dijo,”¿vos leíste el Evangelio alguna vez?”, y yo le dije “sí, claro” con toda la soberbia. “No, no, no. Si leíste el Evangelio, Mateo, Marcos, Lucas, Juan.” “No” fue mi respuesta, a lo que ella replicó, “entonces no sabés nada de Jesús”.
Me compré una Biblia y leí los Evangelios. Cosa que hoy yo sé que los jóvenes leen menos, pero por lo menos un Evangelio hay que leer de corrido. Sino no saben nada de Jesús (risas). Entonces a un catequista le diría, amor por Jesús y lee los Evangelios; porque te vas a encontrar con Él. Segundo, que vale para todos. Escuchen: ir a Misa el domingo es el piso de la vida cristiana, no es el techo. Si no van a Misa el domingo no sean catequistas. Muy fácil. O vayan a Misa; mejor todavía.
El otro día me pasó en una confirmación, que una señor que se confirmaba me presenta a su madre, que era mayor. Y su madre me dice, “yo estoy contenta porque ella se ha confirmado, pero no estoy contenta porque ella no va a Misa.” “Eh, ¿cómo no vas a Misa?” le pregunto. “Y además es catequista” me dice la madre. Y cuando me dice eso, ella misma me dice “lo que pasa que me da pereza”. Pero catequistas, el piso, de ahí para arriba. Y en el piso está; voy a Misa los domingo, amo a Jesús, leo el Evangelio. Y luego habrá muchas cosas más, pero por ahora vamos a quedarnos con las básicas.
¿Cómo llevamos a Jesús a los demás?
Como dice un misionero salesiano que está en Angola: “Sonreír y para adelante”. Si uno va allá, y pone cara de malo, ya lo tildan de troglodita, inquisidor o no sé qué. Entonces tratar de ir con una sonrisa, tratar de ir por la simpatía. Argumentos hay cantidad y libros con argumentos hay muchísimos, pero ante todo tratar de sonreír.