Escribe la Archicofradía del Santísimo Sacramento.
El próximo 21 de octubre se cumplirán doscientos veintiún años de la consagración de la Iglesia Matriz que, en 1878 al constituirse la jerarquía episcopal del país fue elevada a Catedral y en 1897 a Basílica Metropolitana. En las actas del Cabildo de Montevideo se registra la ceremonia efectuada el 21 de octubre de 1804. La consagración del nuevo templo, que es el que hoy conocemos, fue realizada por el entonces obispo de Buenos Aires, el Ilmo. D. Benito Lue y Riega. En esa ceremonia participaron los representantes de la ciudad reunidos en el cabildo, porque ―como decía el arquitecto catalán Antonio Gaudí―, «un templo [es] la única cosa digna de representar el sentir de un pueblo, ya que la religión es la cosa más elevada en el hombre».
Una iglesia es un edificio sagrado destinado al culto divino, al que los fieles tienen derecho a entrar para la celebración, sobre todo pública, del culto. La consagración de una iglesia es un rito importante, que habitualmente está reservada a un obispo; por la unción solemne con el santo crisma del edificio y siguiendo las formas prescriptas se dedica un edificio al servicio de Dios.
Sobre el sentido de la consagración de un templo predicó el papa Benedicto XVI, en la dedicación de la Iglesia de la Sagrada Familia en Barcelona, en el año 2010. Decía el santo padre:
“¿Qué hacemos al dedicar este templo? En el corazón del mundo, ante la mirada de Dios y de los hombres, en un humilde y gozoso acto de fe, levantamos una inmensa mole de materia, fruto de la naturaleza y de un inconmensurable esfuerzo de la inteligencia humana, constructora de esta obra de arte. Ella es un signo visible del Dios invisible, a cuya gloria se alzan estas torres, saetas que apuntan al absoluto de la luz y de Aquel que es la Luz, la Altura y la Belleza misma”.
Con este sentido existen las iglesias, desde las grandes catedrales levantadas en las ciudades a las más humildes capillas dispersas en el campo. Los miembros de la Iglesia Cuerpo de Cristo que nos beneficiamos de su existencia, debemos cuidar su conservación y arreglo, porque de alguna manera los templos pertenecen a los fieles. La Iglesia Catedral de Montevideo, ubicada en la calle Ituzaingó ―antes llamada de San Juan y más atrás en el tiempo calle de la Iglesia― en el corazón de la Ciudad Vieja, ha recibido a lo largo de los años la atención de los fieles, entre ellos de los que pertenecemos a la Archicofradía del Santísimo Sacramento.
Entre los años 1941 y 1963 se hicieron importantes trabajos de restauración en el interior y el exterior de la catedral. Junto al entonces cura párroco, Mons. Luis R. de Santiago, trabajaron los hermanos y las hermanas de la archicofradía. El presidente de la Comisión Pro Restauración, Mario Artagaveytia, era hermano de la archicofradía, así como también lo eran Raúl Adami Casaravilla y Jacinto D. Muxi, quienes dedicaron tiempo y esfuerzo hasta que las obras fueron culminadas. Los bancos de la catedral fueron costeados por la archicofradía, tarea que recién se pudo completar hace pocos años. Las hermanas se han venido ocupando a lo largo del tiempo de los ornamentos utilizados por los sacerdotes y del adorno de la capilla del Santísimo y del altar mayor. Son expresiones del compromiso de la Archicofradía del Santísimo Sacramento con la Iglesia Catedral, que se continúa en el siglo XXI como una demostración de su particular servicio a la comunidad.
Más información
Los interesados en conocer las actividades de la archicofradía pueden participar en la misa del tercer domingo de cada mes, a las 11 horas, en la Iglesia Catedral o hallar información en el Instagram: @archicofradiasantisimosacra