Juan de Marsilio fue ordenado diácono permanente por imposición de manos de Mons. Luis Eduardo González.
El domingo 11 de setiembre, en la parroquia Santa Magdalena Sofía Barat y San José, recibió la ordenación diaconal Juan de Marsilio. Quién presidió la celebración —e impuso las manos sobre Juan— fue Mons. Luis Eduardo González, obispo auxiliar de Montevideo. Además, varios sacerdotes y diáconos, acompañaron a la comunidad local de la que también son parte Juan y su esposa Lisel, junto a su hija Leticia.
Al comenzar la homilía, Mons. Luis Eduardo González sostuvo que “la grandeza del amor de Dios ha llamado a este hermano nuestro para el servicio, como aquel que no viene a ser servido, sino a servir, como Jesús”.
Subrayó, además, que el compromiso que Juan estaba asumiendo lo llevaban a comprometerse a vivir el ministerio diaconal con humildad, sencillez y amor. “Te llevará a proclamar el Evangelio con la vida misma, más que con las palabras, y rezar en comunión con la Iglesia”, dijo el obispo mirando a Juan.
El obispo auxiliar de Montevideo recordó que “en los primeros tiempos la Iglesia eligió a siete varones acreditados, los eligió para el servicio de los más pobres, los más sencillos, los humildes”. Y refiriéndose nuevamente a Juan, le dijo: “Hoy tú te sumas esa cadena de testigos del Señor, que escucharon sus palabras”.

Mons. Luis Eduardo González durante el rito de la ordenación diaconal. Fuente: Romina Fernández
El único que rescata la vida es el Señor
Más adelante, Mons. Luis Eduardo González retomó las lecturas de la misa y explicó que hablan de la alianza del Señor con su pueblo, ese pueblo que rompió la alianza, se alejó y se perdió muchas veces. “En uno de esos momentos es Moisés que intercede por el pueblo, no como alguien superior, sino como alguien que ama a su pueblo, que se siente parte de él. Moisés sabe que también es frágil, pero también sabe que el único que puede rescatarlos es Dios”, añadió.
También trajo a colación la figura de san Pablo. Afirmó que el apóstol ”sabe que el Señor es el único que puede cambiar el rumbo cuando uno está extraviado, perdido. Por eso también él se transforma en testigo de Jesús, a pesar de saberse indigno del amor de Dios”.
Sobre el Evangelio, el obispo auxiliar de nuestra arquidiócesis destacó estas palabras: «Los publicanos y pecadores se acercaban a escuchar a Jesús…». Y basándose en ellas exclamó: “¡Qué desafío pastoral tremendo!”. Y argumentó: “Aquellos, sin hacer juicio de valor, que estaban extraviados, perdidos, tal vez por alguna circunstancia de la vida, una pérdida, un fracaso o una derrota, se acercaban a Jesús para escucharlo. La Palabra del Señor lleva la esperanza de que la vida cambia”.
Mons. Luis Eduardo González sostuvo que “Jesús viene a buscar lo que estaba perdido, por eso más que seguir mandamientos nos llama a amar. Como el padre de la parábola Él espera a su hijo que se ha alejado, espera el tiempo necesario. El tiempo de Dios es diferente al nuestro.
Un ministerio de misericordia
Sobre el final de la homilía, el obispo insistió en que “Juan ha sido llamado como servidor de Dios para esta comunidad y para la Iglesia”. Además, advirtió: “podemos decir que hoy el desafío más grande es servir con misericordia. Un servidor con misericordia. Como el pastor que busca a la oveja, la mujer que busca la dracma y el padre que sale al encuentro del hijo perdido”. También le recordó a Juan que “en tu esposa, Lisel, y en tu hija, Leticia, has encontrado la misericordia, en gestos y palabras”. Y afirmó: “este ministerio los debe unir también como matrimonio y familia”.

El nuevo diácono, su esposa Lisel y su hija Leticia, junto a Mons. Luis Eduardo González. Fuente: Romina Fernández
Perfil de Juan de Marsilio
El diácono Juan de Marsilio está casado con Lisel y tienen una hija, Leticia. Desde 2004 enseña literatura en el Colegio Clara Jackson. Pertenece a la comunidad de la parroquia Santa Magdalena Sofía Barat y San José, de Aires Puros.
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Bienvenidos todos los que aman al Señor y a su pueblo, comenzando por su familia. Dios lo proteja.