El jesuita español presenta ‘María en contemplaciones de papel’ el martes 29 de julio a las 18:30 horas en la sala del Club Católico.
Su última visita a Uruguay fue en febrero de 2018. En aquella ocasión vino a presentar Bailar con la soledad (Editorial Sal Terrae). Guarda un grato recuerdo de aquel paso por Montevideo: “La recepción fue muy acogedora, con mucho interés. Tuve la oportunidad de dialogar con gente en foros, en talleres. Tengo un recuerdo estupendo”, dice con su inconfundible acento español, en una llamada por WhatsApp.
Ahora regresa con María en contemplaciones de papel (Sal Terrae, 2024), un libro que integra una trilogía —que no requiere un orden de lectura— junto a Contemplaciones de papel (2010) y La Pasión en contemplaciones de papel (2012), todos publicados por la misma editorial.
“Estos son libros que tienen un punto de vista más literario, porque hay una parte más contemplativa, una recreación del Evangelio”, explica. Y los diferencia de otros títulos de su autoría, como Hoy es ahora: Gente sólida para tiempos líquidos (2011), En tierra de todos (2020) o Bailar con el tiempo (2023): “Tienen más el tono de un ensayo sociológico abierto a la fe. Hago una lectura creyente de la sociedad para abordar temáticas como el paso del tiempo, la soledad o las crisis”.
José María Rodríguez Olaizola —de cincuenta y cinco años, nacido en Oviedo, al noroeste de España; sacerdote jesuita, sociólogo y escritor— estará en Montevideo del 29 de julio al 3 de agosto. Su primera actividad en suelo uruguayo será la presentación de su último libro, en la Sala Zorrilla del Club Católico (Cerrito 475), el martes 29 a las 18:30 horas. En los días siguientes participará en distintos encuentros y celebraciones en el Colegio Seminario (Soriano 1472) y en las parroquias del Sagrado Corazón (Soriano 1458) y San Ignacio (Alejo Rosell y Rius 1603).
Antes de comenzar sus vacaciones de verano en España y realizar Ejercicios Espirituales, Rodríguez Olaizola dialogó con Entre Todos. A continuación, un resumen de la entrevista.
¿Por qué un libro sobre la Virgen María?
Porque creo que es una de las asignaturas pendientes para muchos católicos. Quizás porque las aproximaciones a María son más bien una piedad, que por diversos motivos —educación, sensibilidad o ritualidad—, no le llega a mucha gente. Otras veces, porque hay lecturas centradas exclusivamente en lo teológico o en el dogma.
Yo creo que María es una de las figuras del Evangelio que más nos permite vernos reflejados. Paradójicamente, lo que me estoy encontrando —la intuición que tenía y que se está confirmando desde que publiqué el libro y empecé a recibir ecos— es que María es, me atrevo a decir, la gran desconocida del Evangelio. Es decir, hay muchas cosas que la gente no se ha detenido a pensar en cómo ella vive las encrucijadas que tiene que afrontar, como lo que significa pasar de ser maestra de su hijo a ser discípula y tantas otras cosas.
Me parece que acercarse a María es zambullirse en el Evangelio desde otra mirada. Es, de algún modo, aprender a leer el Evangelio “según María”. Y el libro va por ahí.

¿Cuál es su vivencia de la figura de María en su fe, en su vocación sacerdotal y jesuita?
Pues ha sido un descubrimiento progresivo. Yo, desde pequeño, soy del norte de España, y siempre la Virgen —en nuestro caso, la advocación de la Virgen de Covadonga— ha estado presente en la familia y en la educación. Pero, de alguna manera, cuando empecé a crecer como jesuita y a vivir la espiritualidad, mi primera gran zambullida en el Evangelio fue poner en el centro a Cristo y tratar de profundizar y seguirlo.
El descubrimiento, o redescubrimiento, de María fue más tardío para mí. Es como esa presencia que, poco a poco, te vas dando cuenta de que, aunque aparece poco, lo poco que aparece se convierte en algo transversal en todo el Evangelio. Además, es un espejo —yo digo que es un espejo— en el que he aprendido a mirarme. Porque muchos de los elementos que ella vive se convierten en escuela para nosotros.
Esta ha sido mi experiencia, la verdad: sentir en ese sentido una afinidad, una cercanía y un aprendizaje al contemplarla que resulta muy valioso.
¿Qué aspectos de la vida de María quiso resaltar en estas “contemplaciones de papel”?
Muchas veces cuando me preguntan, digo que es el equilibrio entre sus palabras y sus silencios. Es decir, María habla tanto con sus palabras como con sus silencios. Hay varios momentos en los cuales sus palabras —aunque son pocas— son toda una escuela de cómo acercarse a Jesús: pienso desde el “Hágase” de la Anunciación a “Hagan lo que él les diga”, en las bodas de Caná.
Pero luego están los silencios: todos esos momentos en los que guarda estas cosas en su corazón, como su silencio a los pies de la cruz.
Además, en un mundo muy ruidoso y de mucha palabrería, como es el nuestro, es muy necesario que se equilibren las palabras con el silencio. Y eso, en María, lo encontramos muy bien. Cuando habla, lo que dice tiene un sentido profundo y es toda una escuela; pero cuando calla, uno intuye que ahí se está gestando algo también.

¿Cómo puede María ser modelo para los jóvenes?
A María siempre la vemos joven. El recorrido que hago en el libro va desde la Anunciación hasta la Pascua. Y en la Anunciación, María es poco más que una adolescente. Ahí ya tenemos la idea de que la juventud no es necesariamente una época de inmadurez ni una especie de infancia espiritual, sino que es la etapa en la que empiezan a templarse decisiones, en la que un horizonte empieza a definirse y en la que se pueden dar los primeros pasos sólidos en la vida.
Creo que hay una María joven que para los jóvenes, ya es provocadora, porque te lleva a decir: “No nos infantilicemos, no juguemos a ser niños cuando ya podemos ir empezando a transitar la vida adulta”.
Pero además, no solo es la María joven, sino que es también la María que atraviesa la vida con sus momentos buenos y malos, con las decisiones que hay que tomar, con las encrucijadas, con la materialización de promesas pero también de advertencias.
Creo que hay muchos elementos en los que advertimos lo que la vida puede llegar a ser. Y en ese sentido, María muestra un horizonte para el joven; se convierte en maestra de vida.
¿Qué comentarios le han llegado sobre el libro?
La verdad es que me he encontrado con muchos ecos muy bonitos, muy agradecidos. Quizá el que más se repite es el de gente que dice: “No me daba cuenta de lo poco que sabía de María”. Entonces, para muchos, el libro les permite trazar una imagen: es como si tuvieran tres o cuatro piezas de un mosaico, y de golpe ven el mosaico entero.
Eso conecta también con mi propia experiencia al escribirlo: el momento en que ponés en orden muchas cosas que estaban ahí, pero por separado. Este es el eco principal.
Y luego hay otro, que tiene que ver con este género de las “contemplaciones de papel”, que para mucha gente es como decir: “Es que parece que estás hablando también de mí, porque estas son cosas que me pasan a mí”. Y ese eco es muy bonito, porque al final yo creo que el Evangelio habla de todos y de cada uno de nosotros.
¿Con qué intención le gustaría que los lectores se acercaran a este libro?
Con una doble intención. Por una parte, dejar que María se convierta en un espejo en el que cada uno pueda mirarse. Es decir, comprender que esto no solo habla de María, sino que también habla —indirectamente— de lo que mi propia vida puede llegar a ser o de lo que ya hay en ella.
Y, por otra parte, dejar también que la vida de María se convierta en una escuela de fe. Yo suelo decir que es un espejo en el que te miras y, al mismo tiempo, una ventana abierta hacia Dios, que te enseña en qué consiste la fe de verdad: que es exigente, bonita, provocadora, que no te garantiza una vida fácil, pero que te pone delante el horizonte de una vida muy plena.
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1 Comment
Me encantaría tener el libro.