Este movimiento está presente en Uruguay desde el 2015 y recibe misioneros de varias partes del mundo
Puntos Corazón es un movimiento católico que está presente en Uruguay desde el año 2015, cuando un grupo de cinco voluntarios de diferentes partes del mundo se instalaron en el barrio Lavalleja (Montevideo), más conocido como barrio “40 semanas”. A nivel mundial, Puntos Corazón está conformado por 44 casas o comunidades, en 26 países, con 200 voluntarios de 24 nacionalidades.
Los “punto corazón” son casas-refugio ubicadas en medio de barrios carenciados y con contextos críticos. En cada casa viven entre cuatro y cinco misioneros voluntarios, de diferentes nacionalidades y de entre 18 y 35 años de edad, que quisieron dedicar al menos 14 meses de sus vidas para ayudar y servir a las personas de los lugares donde se instalan. Hace cinco años una religiosa argentina viajó a Montevideo para conocer la realidad de algunos barrios de la capital y generar contactos para poder abrir la primera casa de Puntos Corazón en este país. Se puso poner en contacto con el Card. Daniel Sturla y, junto con él, decidieron que Lavalleja era un barrio donde vendría muy bien esa ayuda y acompañamiento.
En noviembre de 2015 llegaron los primeros cuatro voluntarios del movimiento: un portugués, una norteamericana y dos francesas. “Los primeros que llegamos a este barrio en 2015 salíamos por el asentamiento rezando el rosario, por la calle. Así mucha gente se nos fue acercando, jugábamos con los niños en la calle, y comenzamos a hacer amigos, a los que venimos a visitar seguido o invitamos a nuestra casa”, cuenta Matilde, una de las voluntarias. Esta joven es francesa, enfermera, y conoció Puntos Corazón hace diez años en su país. Vino a Uruguay como misionera laica consagrada hace tres años y cuenta que lo que más la motivó a salir de su país era el hecho de compartir la fe con personas de otras culturas a través de la convivencia y generando vínculos de amistad con los vecinos de las localidades donde se instalan. Hoy en día, en Uruguay, hay cuatro misioneros extranjeros y una uruguaya: Matilde, Benjamín (también francés), Kamil (polaco), Sofía (costarricense) y Florencia.
Misión fuera de casa
Su trabajo se enmarca en una vida de comunidad, oración y apostolado. Para sumarse como voluntario de Puntos Corazón, la propuesta es hacer una misión de 14 a 24 meses en el seno de una pequeña comunidad de misioneros de varias nacionalidades, en un barrio particularmente desfavorecido del mundo. Para ser misionero no se requiere ninguna competencia profesional específica, sin embargo, hay un tiempo de discernimiento y preparación previo.
Benjamín conoció Puntos Corazón cuando estaba en su último año de estudios universitarios en la ciudad de Berlín, Alemania. “Estaba buscando un proyecto con el cual pudiera tener la oportunidad de salir de misión a otro país. Tuve la oportunidad de estudiar en la universidad y de contar con todas las comodidades en mi familia… y sentí la necesidad de salir y ayudar a quienes lo necesitaban, brindándoles un poco de todo lo que había recibido hasta entonces”, confiesa Benjamín. En Berlín se acercó a una de las casas de este movimiento y pidió comenzar con la preparación para salir un año de misión en América Latina. El país que le asignaron fue Uruguay. Kamil, de Polonia, cuenta que estudió en un centro educativo salesiano y le interesaba salir de misión al terminar sus estudios. Uruguay es su primera misión y afirma que esto lo ha ayudado mucho en su vida personal, su espíritu y su mente.
Por su parte, Sofía conoció el movimiento cuando tenía 15 años, a través de unos jóvenes misioneros que fueron a su liceo a contar del proyecto y a dar sus testimonios. Comenzó como madrina espiritual de una chica misionera y, con el paso de los años, se decidió por salir de su país y vivir la experiencia. “Sentía que no me era suficiente todo lo que colaboraba en mi parroquia, con el grupo de jóvenes y el voluntariado de mi universidad… al final mi corazón dijo que sí para salir de misión”.
Florencia es la primera uruguaya que ha salido de misión fuera de este país como representante del proyecto. En una de las fiestas de San Felipe y Santiago, que se organiza anualmente en la Rural del Prado de Montevideo, se enteró de la existencia de Puntos Corazón. Luego, hablando con Matilde y otro misionero, recibió la invitación para que los acompañara en sus visitas por el barrio “40 semanas” un sábado. Así fue como comenzó en el movimiento.
El día a día
Los misioneros se encargan de que las casas de Puntos Corazón sean un lugar donde niños, jóvenes y adultos puedan ser escuchados y amparados. Realizan visitas a los vecinos del barrio en busca de acompañar a quienes más lo necesitan y también acuden a hospitales, hogares de ancianos y orfanatos, entre otros.
En Uruguay, además de recorrer el barrio a diario, visitan una vez por semana a residentes del Cottolengo Masculino Don Orione y a enfermos en diferentes hospitales de Montevideo. En verano organizan dos campamentos, uno para niños y otro para niñas, donde llevan a los jóvenes del barrio “40 semanas” al balneario La Floresta, Canelones, para unos días de vacaciones. Para la estadía se reparten entre la casa de la diócesis y la del Cottolengo Don Orione.
Cabe destacar que, en Puntos Corazón, están los voluntarios (que salen de misión fuera de su país por un año aproximadamente) y hay consagrados, quienes no tienen un período de tiempo estipulado en cada país y deciden dedicar todo el tiempo de sus vidas a este movimiento. En la misión cuentan con los pilares de la vida en comunidad (entre los misioneros en cada casa del movimiento) y la vida de apostolado (con las personas de la zona donde están).
Vínculos de amistad
Sofía destaca los vínculos que se generan en las misiones y cómo la vida sencilla contribuye en la tarea del servicio a los demás: “Lo que me mueve para hacer esto es mi fe, sin fe se convierte en un voluntariado más y listo. Esta es la oportunidad de hacer amigos, vivir de una forma muy sencilla, brindándome de lleno a los demás. En cada casa, en cada persona de este barrio vemos a Jesús… en la humildad y en la sencillez está Él. Te das cuenta de que, al fin y al cabo, lo que toda persona necesita para vivir es amor”. “En la experiencia de hacer nuevos amigos y visitar a las familias de este barrio aprendo mucho. Desarrollo mi paciencia y humildad en el trato con los demás, he mejorado bastante en eso como persona gracias a esta misión en Uruguay”, agrega Kamil.
En su casa del barrio “40 semanas” cuentan con una habitación adaptada como capilla, en la que tienen Misa, rezan el rosario e invitan a vecinos y amigos para tener momentos de adoración juntos. Además, participan de las actividades y vida parroquial de la Parroquia San José Esposo de María, ubicada en el barrio.