Como solía indicar el papa Francisco, “la realidad es superior a la idea”, y la realidad es que muchas veces la vida ha conducido a que, luego de diversos sufrimientos y dolores por un primer matrimonio roto, se constata la existencia de una segunda unión. En esa segunda unión Dios, que es amor absoluto, también quiere actuar y la comunidad eclesial está lista para recibir y acompañar la vida espiritual de las parejas en esa situación. Los desafíos son grandes, sobre todo cuando hay hijos compartidos y se viven situaciones muy dolorosas. Dios, que es pura Misericordia, acompaña y también nos convoca a desarrollar la santidad y encontrar el sentido de vida allí donde cada uno se encuentre.