Dialogamos con el nuevo vicario pastoral de la Arquidiócesis de Montevideo.
El 1.º de febrero de este año, el P. Sebastián Pinazzo asumió como vicario pastoral de la Arquidiócesis de Montevideo, lugar que ocupaba el P. Daniel Kerber, actualmente párroco de Stella Maris.
Entre Todos diálogo con el P. Sebastián para conocer parte de su historia, su presente y su mirada a futuro de la Iglesia en Montevideo.
¿Cómo llega la fe a tu vida?
A pesar de no venir de una familia de fe, siempre recuerdo desde niño haberla tenido y vivido de una forma muy natural. Recuerdo también que la primera persona que me habló de Jesús fue una vecina, cuando recién llegábamos con mi familia a Montevideo, ya que nosotros somos de Nueva Palmira. Esos son los primeros recuerdos de alguien que me haya hablado de Jesús.
La fe fue acompañándome durante mi crecimiento y así fue como de adolescente —por iniciativa propia— tomé la Primera Comunión e hice toda la catequesis parroquial en la Catedral.
Después, durante la adolescencia también, el tema de la fe quedó un poco de lado, pero seguía creyendo y con alguna práctica religiosa. Tal es así que entre mis amigos era «el católico».
Y la Semana Santa del año 2000, por eso digo que mi conversión fue jubilar, tuve un primer impulso de acercarme nuevamente, que llevo un poco de tiempo, de lucha interior —como suele suceder—. Así que al año siguiente, en 2001, comenzaron a surgir replanteamientos vocacionales y decidí comenzar confirmación.
En ese momento fui a hablar con el párroco de la Catedral —que el P. Gonzalo Estévez— porque era mi último lugar de referencia. Y entonces él me derivó a dos posibles parroquias en las que había más actividades específicamente para jóvenes: es así como llego a la parroquia San Pedro, donde estaba el P. Guillermo Porras.
Poco a poco, pero con mucha naturalidad, me fui integrando a la realidad parroquial, que era como la pata de la fe que me faltaba, porque nunca había tenido esa experiencia. En la vida de comunidad parroquial es donde se me fue despertando la inquietud vocacional, de dedicarle toda la vida a eso.
Y bueno, después de acompañamientos, luchas, idas y vueltas, se fue confirmando la vocación sacerdotal, y también muy concretamente me sentía llamado a la vida parroquial, al clero diocesano. Entré al seminario con 24 años —luego de terminar los estudios de administración de empresas— y recibí la ordenación sacerdotal, en 2011, con 31.
¿Cómo y dónde fueron tus primeras experiencias de comunidad como seminarista?
Me tocó acompañar tres parroquias durante mi paso por el seminario, con tres experiencias muy distintas, muy enriquecedoras. Primero estuve en el Cerrito de la Victoria, con el P. Juan Silveira; luego en la parroquia Ntra. Sra. del Carmen, en Puntas de Manga, con el P. Eliomar Carrara; y por último, en San Alejandro, en Pocitos, con el P. Daniel Kerber, que coincidentemente vuelve a ser mi párroco en este momento, en la parroquia Stella Maris. Siempre digo que a mí los párrocos y las comunidades de fin de semana realmente, junto con el seminario interdiocesano, fueron los que me formaron y ratificaron mi vocación.
¿Cuándo recibiste la ordenación diaconal estabas en San Alejandro?
Sí, pero el 1º de enero de 2011, el arzobispo de Montevideo, que en ese momento era Mons. Nicolás Cotugno, me convocó a la Catedral a las once de la mañana y ahí me dio mi nuevo destino pastoral, que era justamente la Catedral. En ese nuevo destino fui ordenado sacerdote.
¿Cuánto tiempo estuviste allí?
En la Catedral estuve un año, primero unos meses de diácono hasta la ordenación sacerdotal y, después, hasta fin de año. A fin de año Mons. Nicolás me pidió si podía los fines de semana ir a colaborar —para celebrar la misa celebrar y acompañar la comunidad— en María Reina de la Paz, que por ese entonces era capilla pero empezaba a perfilarse como parroquia.
Y bueno, para mí fue como de gran alegría, porque María Reina era más una comunidad parroquial de barrio, digámoslo así. Todo ese año fue una combinación casi perfecta, porque entre semana tenía la Catedral —el P. Juan González ya era el párroco— con una misa diaria, confesiones, y había también actividades pastorales; todo muy ordenado, lo que me permitía continuar con los estudios.
En ese tiempo María Reina pasa a ser parroquia y nueve meses, Mons. Nicolás me nombra párroco. Y allí estuve unos años hasta que me fui a estudiar a Alemania. También en ese tiempo estuve al frente de la Pastoral Juvenil, Iglesia Joven.
¿Cómo fue esa primera experiencia como párroco?
La gente tuvo mucha paciencia, fue benevolente conmigo (ríe). Se fue formando una linda parroquia. Ya una base muy importante, ciertamente una comunidad donde estuvo mucho tiempo animando el diácono Jorge Novoa, un grupo alrededor de Medjugorje, de María de la Paz. Y, además, si bien hasta ese momento era capilla de la parroquia Tierra Santa, tenía una identidad propia. De hecho, investigando para los 50 años de fundación de la comunidad, un poco de la historia y buscando los papeles, se puede comprobar que ya había sido creada como para ser parroquia.
¿Cómo surge la propuesta de estudiar en Alemania? Porque es un destino no tan común para los sacerdotes uruguayos que siguen su formación.
La propuesta me la hizo el cardenal. A mí no se me hubiese ocurrido, porque era un país que no estaba en mi horizonte cultural o por el idioma. Lo cierto es que no tenía ningún argumento para decir que no (ríe). Y así, bueno, con un poco de confianza en la providencia de Dios, pero también con un cierto dolor por dejar María Reina y demás, partí para Alemania.
¿Fuiste a estudiar teología dogmática?, ¿qué es la teología dogmática?
Es una buena pregunta. La teología dogmática la defino como la disciplina de la teología que trata de expresar en diálogo la fe —el contenido de la fe— con la filosofía o con el pensamiento propio de cada época. La fe y la razón están siempre unidas, pero la razón también va cambiando las categorías en las que va pensando, las corrientes filosóficas, y entonces es un diálogo permanente.
¿Cómo repercutió esa experiencia en tu vida, en tu vocación?
Fueron cinco años en Alemania, y obviamente te cambia. Si no fuera así, no sería bueno. Cuando vi que iba a ser tanto tiempo dije: «esto no puede ser un tiempo que ponga en pausa mi vida, tengo que vivir acá plenamente». Fue una experiencia de inmersión muy importante; primero del idioma, pero después muy rica humanamente y vocacionalmente, acompañando familias, personas y movimientos.
Después vino la pandemia, y también acompañar a personas sacramentalmente y pastoralmente fue muy enriquecedor.
¿Y la vuelta a Uruguay?
El primer desafío que se me presentó fue acompañar a jóvenes de la Comunidad parroquial de Stella Maris, en Carrasco, una comunidad muy viva. Ellos estaban en un momento de transición porque el P. Juan Andrés Verde, que los había acompañado hasta ese momento, comenzaba con la experiencia en el barrio Santa Eugenia. E n eso estoy actualmente. Además, dentro de todo, yo ya había estado en Iglesia Joven antes de irme. Por otro lado, también estoy dando clases en la Facultad de Teología.
¿Cómo es el día a día ser vicario pastoral?
Primero están las reuniones con el equipo de curia y equipo de vicaría pastoral, en las cuales van surgiendo las actividades concretas a ir cumpliendo. Son instancias de coordinación zonales, de animación de la pastoral, de lo territorial. Y además de reunirse hay que resumir y preparar insumos para ir trabajando. Te exige por un lado un tiempo de preparación, pero también liderar instancias y equipos de trabajo. Trabajo con dos personas, Pablo Rodríguez, director de la Vicaría Pastoral, y María José Sosa, la secretaría de la Vicaría.
¿Qué viene para adelante en la arquidiócesis, más allá de los momentos importantes de este año jubilar?
Creo que hay un desafío grande de revitalizar y aceitar un poco la realidad territorial, las zonas, la coordinación de la pastoral en las zonas; ese es un foco en el mediano plazo. Eso, junto al trabajo del día a día, de semana a semana, hay que tratar de tener una mirada a medida y a largo plazo, una mirada estratégica de la marcha de la diócesis, donde entran muchísimos aspectos.


5 Comments
Que alegría esta noticia! Nuestra Arquidiocesis se enriquecera sin duda con los aportes del padre Pinazzo. Personalmente y matrimonialmente hemos tenido la dicha de compartir muchas vivencias con Sebastian como Párroco en Maria Reina de la Paz y hoy como un entrañable amigo muy querido!!! Así que felicitaciones y sin duda tendremos un excelente Vicario!
Muy buena entrevista! Hace que uno se quede con ganas de saber más! El P. Sebastián ha sido bendecido con tres imprescindibles para ser un buen sacerdote: una fe firme, una inteligencia descomunal y un gran amor al prójimo. Adelante! Gott behüte dich! Silvia von Sanden
Me encantó la entrevista!
Muy claro y sentido!
Empático y dispuesto!!!✨
GRACIAS POR DARNOS LA OPORTUNIDAD DE CONOCERLO!!!
¡Gloria a Dios! Conocí a Sebastián en Puntas de Manga, en la parroqua del Carmen. Desde entonces he seguido su trayectoria, pues siempre lo he sentido como un ser especial, realmente tocado por Dios para ser cercano a los integrantes de la comunidades donde se encuentra. Doy graciaz a Dios por haberlo conocido y por los caminos para él trazaxos. Todos hemos sido bendecidos.
Excelente entrevista, había muchas cosas que no sabía y que me encantó saber. Es maravilloso cómo Dios teje la vida de las personas y cómo va guiando a sus elegidos por el camino que soñó para ellos… El Padre Sebastián es sencillo, humilde y muy trabajador… y tiene una sabiduría que viene del Espíritu que lo habita, y de esa fe inmensa en la Providencia y en nuestra Madre.
Oremos mucho por él, para que siempre tenga la fortaleza necesaria para ser ese pilar tan necesario para todos nosotros.
Realmente hemos sido bendecidos!