Se inauguró el salón multiuso Nuestra Señora del Rosario y se convirtió en un punto de referencia más para Unidad Casavalle.
Por Fabián Caffa
Viernes de tarde. Una treintena de niños que viven en Unidad Casavalle juegan en un costado de la cancha del Club Atlético Rosario, un lugar emblemático para el barrio. Hay dos toboganes, dos sube y baja y una hamaca. Los niños se turnan y miden el tiempo para que todos puedan disfrutar. No hay pelota. Si hubiera, seguramente estarían jugando al fútbol. A las 17 horas es el momento de merendar. Algunos niños llegan tarde y saludan con un beso a Silvana, Patricia y Blanca, tres de las voluntarias que colaboran con el proyecto.
Un sueño hecho realidad
El campo de juego está rodeado por casas que construyeron los propios vecinos. Y desde el pasado jueves 9 de febrero se sumó el salón multiuso “Nuestra Señora del Rosario”, que tiene ochenta metros cuadrados y cuenta con una cocina y un comedor. La sala se empezó a construir desde el año pasado gracias al aporte de los vecinos y de la comunidad parroquial de Nuestra Señora de Guadalupe.
La iniciativa surgió de los habitantes de la zona al ver a los niños en la calle. “Queríamos tener un espacio para ellos. Empezamos en un ranchito hace tres años. La idea siempre fue tener un comedor para que ellos entraran, se sentaran, tomaran la leche, comieran y tuvieran un espacio para hacer actividades”, dice Silvana.
“Todo esto es por los gurises. Desde temprano los veíamos en la calle. Llegaba la noche y seguían en la calle. Era de madrugada y seguían en la calle. En un momento dijimos que esto no podía seguir pasando y que teníamos que crear un espacio para que estén ahí, estimularlos”, cuenta Silvana. El salón está abierto de lunes a viernes y funciona desde la tarde hasta la noche, cuando se reparte la cena.
Patricia señala que actualmente una docena de personas está comprometida con la iniciativa: “Nos encargamos de ir a buscar donaciones. Estamos mezclados y bien organizados, porque cuando uno no puede va el otro”.
La elección del nombre se debe a dos motivos. El primero, por como se llama la cancha. Y el segundo, como forma de agradecimiento al padre Pablo Coimbra por su colaboración al proyecto desde el primer momento.
Es común que reciban visitas. Cada tanto van los jóvenes del programa Volver a Empezar (VAE), impulsado por la Asociación San Juan Apóstol, y los integrantes de Punto Corazón, movimiento católico que llegó a Uruguay en 2015 y está instalado en el barrio Lavalleja.

Blanca, Patricia y Silvana, encargadas del salón «Nuestra Señora del Rosario». Fuente: Romina Fernández
Transmitir valores y buenos hábitos
La educación en valores es algo que promueven los encargados desde el primer momento que llegan los niños. Actitudes como lavarse las manos, sacarse el gorro al momento de sentarse a la mesa, que no entren sin remera y dar gracias son gestos que los adultos fomentan para generar un ambiente agradable y una buena convivencia. “Para uno, capaz que no es nada. Pero para ellos es mucho porque la mayoría no estaban acostumbrados a eso. Ellos ahora ya la tienen clara. A veces cuesta con algunos más que con otros. Con otros rezongamos un poquito más, pero a la larga entienden”, relata Silvana.
El diálogo se interrumpe ante la llegada de tres niños, que saludan con un beso a las encargadas, a la fotógrafa y al periodista. “Chiquilines, vengan a merendar. Hay chocolatada y yogurt. Lávense las manitos”, dice Silvana. Los niños van y regresan para sentarse a la mesa. “Sáquense los gorros, por favor”, pide Silvana. Los niños hacen caso enseguida y se lo quitan. «La chocolatada y yogurt nos donó el P. Néstor (Castell), del Movimiento Tacurú. También trajo manzanas», cuenta Patricia.
“Todo lo que sobra de alimentos tratamos de dárselos. Pero ahora los tenemos en penitencia, vienen las madres a buscarlos, porque se han llevado el pan y los bizcochos y los han tirado. Nosotros tenemos que enseñarles que las cosas se dan para ellos”, explica Patricia.

El salón tiene 80 metros cuadrados y cuenta con cocina y comedor. Fuente: Romina Fernández
Un lugar para todos
La fe todavía no está presente de una forma explícita, por ahora. “No podemos obligarlos a hacer algo que no entienden o no saben”, indica Patricia. Por este motivo, uno de los objetivos es dar catequesis para que los niños conozcan a Jesús. Las otras metas que se plantean son las clases de apoyo y de computación para los adolescentes. “Queremos que estudien, que tengan una fuente laboral”, sostiene Patricia.
La inauguración y bendición se realizó el pasado 9 de febrero y contó con la presencia del cardenal Daniel Sturla, el P. Coimbra y los seminaristas de Montevideo, que se encontraban de misión por la zona durante esa semana.
En incontables ocasiones este barrio aparece en la crónica roja por hechos lamentables, y son pocas las veces que se dan a conocer las buenas obras que se realizan allí. Esta es una de ellas. En medio del bullicio y niños corriendo también está la Iglesia silenciosa, que ayuda a los más vulnerables.
CIFRAS
130 niños reciben alimento diario. A su vez, se ayuda a 30 adolescentes y adultos.
12 voluntarios colaboran en el proyecto.